En Euskadi lo sabemos

La conflictividad sindical, la constante insistencia de la oposición parlamentaria por destruir en vez de por construir, y la carrera de Bildu en Congreso y Senado por convertirse en aquello que siempre han odiado, están logrando que volvamos a una época afortunadamente pasada: cada vez cuesta más encontrar una buena noticia sobre Euskadi, tanto en Euskadi como fuera de Euskadi. Pero de vez en cuando siguen apareciendo, como la pieza en El Periódico de España sobre Gizonduz, el plan del Gobierno Vasco para implicar a los hombres contra el machismo, que ha merecido un reportaje en el periódico de Prensa Ibérica.

En las antípodas

En el otro rincón del cuadrilátero encontramos a EE.UU., por lo menos a esa parte que está convirtiendo el cristianismo en una especie de religión extremista, y que ha dado a pie a decisiones como la de la ilegalización del aborto, y ha permitido emerger a personajes como Lauren Boebert, una congresista republicana, activista a favor de las armas y que, según The Whasington Post, que dice estar cansada de la separación de poderes entre Estado e Iglesia. Boebert asegura que es la Iglesias la que tiene que dirigir al Estado, y no el Estado a la Iglesia. Parece loco, pero este también es el debate. Estamos todas y todos en peligro.

Dejemos de perder tiempo y dinero

Las millonadas que se han movido con las criptomonedas resultan inexplicables, y algunas caras de pardillos son los poemas que debemos recitarnos para no ir a peor ahora que los “mineros” venden sus equipos porque mantenerlos cuesta más que las monedas virtuales. David García-Asenjo lo resumía muy bien en Twitter: “Una forma de especulación que ha derrochado energía, ha encarecido el precio de componentes electrónicos y ha ocasionado problemas de suministro durante años para que todo eso se haya desvanecido como el humo. Una hoguera para quemar dinero que a muchos les parecía estupenda”.

Y tengamos más debates honestos

En plena crisis de suministros el mundo avanza hacia una nueva trampa al solitario: el coche eléctrico no es la solución a ningún mal. ¿Estamos seguros que con la producción de energía eléctrica actual podemos cambiar todo el parque móvil? ¿O se trata de que haya menos coches porque estos se convertirán en inaccesibles (“Comprar un coche en 2035 podría ser inaccesible para millones de españoles”, según Vozpópuli)? ¿Dejaremos de consumir combustibles o estos se usarán para generar más energía? ¿Será el uranio el nuevo petróleo y los países productores los nuevos emiratos? ¿Por qué nos ocultan la verdad como a niños?

Siempre quedará Alemania. O no

“Una semana de 42 horas sin duda sería más fácil de implementar que una introducción general de pensiones de jubilación a los 70”, esta es la disyuntiva que planteaba recientemente el presidente de la Federación de Industrias Alemanas, Siegfried Russwurm, según Magnet. Los partidos de izquierdas, evidentemente, se han manifestado en contra del falso dilema. Su problema no son las pensiones, sino los 1,7 millones de puestos de trabajo que están sin cubrir. Pero, ojo, porque “Alemania es un país que lleva 25 años haciendo crecer la parcialidad de los empleos”, y este hecho también explica la espectacular cifra.

Un buen resumen

No soy nada mojigato a la hora de enfrentarme al problema de la pérdida de credibilidad de la prensa tradicional. Al contrario, creo que solo viendo el problema de frente, pero también desde todas las aristas, podremos llegar a un diagnóstico y a un plan de ejecución que, realmente, empieza por una premisa muy sencilla: rearmarse. ¿Por qué? Pues Jan Ros en Twitter ha elaborado ese diagnóstico con una sencillez y precisión notables: servir a intereses que no sean del lectorado, el clickbait, titular para Twitter, no cuestionar al poder, ayudar a difundir bulos y, especialmente, precarizar la profesión.

Una mala idea

El diagnóstico de Ros, no obstante, vale para la prensa tradicional pero también para cualquier página web y hasta para los influencers, ese colectivo tan heterogéneo pero con una actividad muy intensa desde el confinamiento. Regularizar su actividad es ya una necesidad, sobre todo para anunciantes y agencias, pero no me parece acertado esto en Vozpópuli: “Hacienda permitirá a los ‘influencers’ tributar como empresas para evitar la huida”. Es decir, una opción por la que las y los autónomos (especialmente, periodistas) eran perseguidos, ahora se elevará a legal por miedo de la fuga a Andorra. Igual sale mejor invertir en educación y valores.

La solución era la publi

Siento dar malas noticias pero me temo que en las plataformas de pago a las que estamos suscritos para ver la tele bajo demanda empezaremos a ver publicidad. Serán spots breves, colocados antes de los contenidos, puede que sean interactivos, aparecerán nuevos formatos, lo que queramos, pero el sistema de suscripción no funciona y las empresas necesitan mantenerse en beneficios aunque sea forzando la máquina. Blanco y en botella, este anuncio (precisamente) de Amazon, adelantando “nuevas formas de llegar a tu audiencia a través de puntos de contacto en streaming, partidas en directo y mucho más”.

Nos creemos ricos y no lo somos

El modelo no es sostenible, y no me refiero solo al de las plataformas que por pocos euros (y además podías compartir la sesión y el gasto) ofrecían un montón de contenidos: estamos creando un modelo de consumo que va a reventar. Preferimos pedir un libro, que viene envuelto en cartón, en vez de ir hasta la librería, donde en una caja entran varias decenas. Y en las tiendas nos hemos acostumbrado a llevarnos o pedir on-line prendas de ropa como si no costaran y, después, devolver la mayoría de ellas con un repartidor que las recoge en nuestra puerta. No necesito datos de ninguna institución para saber que eso es insostenible.

Yo también quiero verlo

Defiendo la necesidad de que cada persona aporte lo que pueda en la sostenibilidad del planeta, pero también sé que toda la basura que separe y meta en su correspondiente contenedor durante toda mi vida apenas tiene impacto si lo comparo con el que tiene la carrera espacial privada, por ejemplo. Así que me sumo a la petición de Shine McShine, por exagerada que parezca: “Quiero un Nuremberg climático. Quiero ver cómo les obligan a pagar por el daño causado con el dinero que ganaron causándolo, en lugar de ver cómo somos los ciudadanos quienes les pagan a ellos por ‘arreglarlo’ sin realmente arreglar nada”.

¿Quién manda en el hambre?

“En mi hambre mando yo” siempre me ha parecido una frase estupenda. Eso es empoderarse. Yo puedo decidir, que vivo en Euskadi y en democracia. Pero en Ucrania no pueden hacerlo: “Un misil ruso alcanza el tren de la ONG del chef José Andrés en Ucrania. José Andrés asegura que no hay heridos y explica que el misil alcanzó un vagón lleno de comida” (Vozpópuli). Y en el hambre del mundo también pretende mandar Putin, reteniendo toneladas de grano. ¿Cómo se justifica esto? ¿Qué manual del buen progresista hay que leer para encontrar una respuesta a semejante extorsión? ¿Piensa en esto quien pintarrajea una “z”?

No es tan difícil explicarlo

Entiendo perfectamente el titular de El Confidencial: “Ni en la izquierda ni en la derecha: los españoles no quieren sacrificios por la transición ecológica. Apoyan la lucha contra el cambio climático, pero se oponen a la subida de impuestos a la gasolina o a la prohibición de los vehículos diésel, más allá del partido al que voten”. Lo mismo puede pasar en Euskadi. Y en Francia. Y en el Reino Unido. Y en cualquier sitio en el que sepamos que los más ricos son los que más contaminan con carreras espaciales alocadas, pasatiempos en Oriente Medio incomprensibles o fábricas supercontaminantes a todo trapo en China o Rusia.

Por ejemplo

Mi humilde furgoneta familiar es un vehículo cada vez más contaminante que tiene el acceso restringido en ciudades como París o Madrid y que tendré que reemplazar, quiera o no, pueda o no permitírmelo, por un vehículo eléctrico (que también consume, y entre todas y todos acabaremos haciendo del uranio el nuevo petróleo). Pero si lo que me compro es un Bugatti, no tendré problema en que sea de motor de combustión más allá de 2035 gracias a la conocida como “Enmienda Ferrari” impulsada por eurodiputados italianos. Es decir: la gasolina será solo para las y los más ricos y la incomodidad, una vez más, para las y los de siempre.

Igual ellas y ellos sí pueden

Tengo una teoría que, como la mayoría de las teorías que tengo, no se cumplirá. Pero vamos con ella: tengo la impresión de que después de un verano sin freno, a partir de otoño volveremos a una especie de confinamiento. Pero no por el virus, sino por el gasto que hemos hecho y el que nos viene. Y cuanto más tiempo pasamos en casa, más tiempo pasamos mirando el móvil. Y cuanto más tiempo pasamos mirando el móvil, más ganan las y los influencers, que ya hoy “cobran casi un 100% más que antes de la pandemia” (Trecebits) y gracias a algo que llevamos tiempo reclamando en el sector: más transparencia.

Monstruos agigantados

Estamos alimentando a monstruos, a millonarias y millonarios que se mean en el resto del mundo, modelos de consumo y de negocio basados en una sociedad y una economía virtual, muy poco real y menos realista. Solo así se explica que una empresa que operaba con criptomonedas haya alcanzado los casi 6.000 trabajadores en todo el mundo, aunque ahora serán 1.000 menos porque los despidos por la caída del valor ya han empezado. Es lo que ha pasado en Coinbase, que en 2021 tuvo un crecimiento loco gracias a la burbuja de las monedas virtuales y ahora despide vía e-mail al personal. También, 100% virtual.

A tope con el gas ruso

El primer gobierno español de coalición ha funcionado objetivamente mal. Ha logrado cosas, es indiscutible: la subida del SMI y algunas leyes que nos afectan positivamente como consumidores. Pero también es innegable que ha negociado mal entre los partidos que lo forman, los que lo sustentan y otros gobiernos de dentro y de fuera: “España eleva la compra de gas a Rusia y ve recortado el suministro desde Argelia”, leo atónito en La Información. Atónito porque es difícil hacer peor las cosas que Pedro Sánchez con Argelia, Marruecos y el pueblo saharaui, por mucho que Putin ande enredando por detrás.

Otro

Lo que está haciendo Podemos como parte del gobierno español tiene mérito: es muy difícil estar gobernando, con toda tu fuerza humana ocupada en sacar un país adelante, y abrir a la vez tantos frentes internos tan graves. Después del esperpento en Andalucía llega la tragedia en Canarias: “Alberto Rodríguez busca matar a Podemos en Canarias. El exsecretario de organización morado quiere liderar la integración con Yolanda Díaz de la izquierda en las siete islas”. En la pieza de Vozpópuli plantean que la traición del tinerfeño se gestaba desde antes incluso de que tuviera que abandonar su escaño.

La Andalucía de Macarena Olona

Sin Vox, Macarena Olona no habría tenido ninguna oportunidad de dedicarse a la política. Ni mucho menos, de ser cabeza de cartel. Olona es una persona siniestra que ha demostrado nula empatía y demasiada desvergüenza. Está dispuesta a todo, desde bailar a decir barbaridades, con tal de que las cámaras le enfoquen. Porque le gusta que lo hagan. Y ella se deja con frases y con poses que, en la campaña andaluza, transmiten lo que bien describe Isabel Serrano: “La exotización de nuestras tradiciones como si fuésemos pueblo de charanga y pandereta. Es, simplemente, la visión extranjera y estereotipada de nuestra identidad”.

Una emergencia nacional

Tiene razón Manuel Oliver, cuyo hijo de 17 años fue una de las víctimas mortales del tiroteo masivo en un instituto de Parkland, Florida, en 2018, cuando exclama que: “Si matan a 19 niños en una escuela y les desfiguran el rostro, sería una emergencia en cualquier país” (BBC). Esta víctima de las armas de fuego en EE.UU. se refiere, evidentemente, al tiroteo reciente en Uvalde, Texas. La entrevista es estremecedora: habla de lo que sucedió a su familia y de lo que sucede en el país con una frialdad heladora, y eso que ha hecho del activismo contra las armas, por medio del arte, su causa en la vida: “Es mi obligación como padre”.

Lo peor de Internet

Desde que lo descubrí, durante el confinamiento, como muchas y muchos, he definido a Tiktok como una especie de “lo peor de YouTube, pero concentrado”. Kike García de la Riva va más allá: “Lo que está ocurriendo con TikTok en los últimos meses es lo mismo que está ocurriendo con las redes sociales en los últimos 10 años… solo que muchísimo peor”. Para el consumidor, es una trampa que devora su tiempo. Para el creador, una lotería que no asegura que un contenido exitoso vaya a abrir las puertas a más. Y lo más peligroso: “Ninguna red social había influido tanto creativamente en lo que se generaba fuera de la misma”.

«La defensora de las armas»

Todavía no se nos ha desatado el nudo en el estómago que nos ha producido el último asesinato múltiple de niñas y niños (y sus dos profesoras) en EE.UU., y ya empieza a revolvérsenos con titulares como este en El Plural: “La ‘Asociación del Rifle’ española apoya la candidatura de Olona en Andalucía: ‘Es defensora de las armas’. La Asociación Nacional del Arma, el lobby armamentístico más influyente de España, apoya a Vox en las próximas elecciones autonómicas”. La ANARMA no es un lobby comparable a su homólogo estadounidense, pero solo que Olona haya dado pie a lo leído la define.

Y los de Putin

Es perfectamente compatible estar en contra de las armas y a favor de facilitar que las y los ucranianos se defiendan de la invasión rusa. De la misma manera, es perfectamente posible señalar con la izquierda a Olona y con la derecha a Miguel Urban por sus actos: “Podemos pide en Europa dejar de armar a Ucrania e investigar sus crímenes de guerra. Los europarlamentarios de Podemos apoyan las enmiendas de Miguel Urbán, de Anticapitalistas” (Vozpópuli). ¿Habrá que investigar la actuación de Ucrania? Por supuesto. Pero pedir que sea ahora y neutralizando su capacidad de defensa es situarse en el bando equivocado.

Para eso están los partidos

La democracia es cara. Pero cualquier alternativa es mucho más onerosa para toda la ciudadanía, y no solo económicamente. La democracia conlleva la existencia de parlamentos, de partidos y de políticas y políticos que tienen que estar bien pagados para no ser presa fácil de lobbies. Y situarse fuera del sistema por la foto solo duplica el gasto: es lo que hace Yolanda Díaz, que “lanzará un crowdfunding para financiar su ‘roadshow’ por España” (La Información). Pero no es la única: el PSOE andaluz ha lanzado microcréditos para financiar su campaña y ha dejado claro que ha entendido fatal lo de la innovación en política.

También para parar esto

Espero de los partidos, precisamente, por lo menos de una parte de ellos, que hagan su papel y paren los pies con palabras pero también con actos a caraduras como Gerardo Cuerva, el presidente de Cepyme, que tenía el valor de sugerir que “pagar más es una solución ‘simplista’ y ‘demagógica’ contra la falta de mano obra”. El titular es de El País y ha llegado a Menéame. Si esto es así, que las empresas no repartan dividendos entre los accionistas cuando ganan dinero porque hacerlo también es simplista. ¿O no? En cualquier caso, ¿por qué no prueban? ¿Por qué no mejoren las condiciones laborales en las ofertas, a ver qué sucede?

Un sistema profundamente injusto

Los partidos populistas triunfan porque la ciudadanía se siente profundamente agraviada. Y la ciudadanía se siente profundamente agraviada porque tiene motivos para ello: “Los ‘milmillonarios’ españoles aumentaron su riqueza más de 6,8 millones de euros al día durante la pandemia” (InfoLibre). Ya no se trata de sinvergüenzas como Medina y Luceño: mientras el resto lo pasábamos mal, asustados por lo que sucedía y preocupados por nuestros puestos de trabajo, unos pocos que ya tenían mucho ganaban más y más dinero gracias al sistema que hemos construido, del que se benefician, y que urge modificar rápida y profundamente.