Parques de El Chiflón e Ischigualasto (Argentina)

En octubre de 2019 realizamos nuestro tercer viaje por Argentina y Chile, en el que tuvimos que “salir por patas” de Santiago de Chile debido a los disturbios, siendo las últimas personas que en mucho tiempo pudieron visitar la Casa de la Moneda, pues el tema se alargó por el Covid. Nuestra estancia argentina se centró en la región de Cuyo, teniendo como objetivo varios parques nacionales y provinciales. Nos costó mucho contratar los servicios de un coche con conductor para nuestro recorrido, pero al final lo conseguimos. El 5 de octubre, tras recorrer 323 km desde la ciudad de San Juan, llegamos a El Chiflon Posta Pueblo, un hotel lleno de encanto ubicado en medio de la nada, en la provincia de La Rioja, en el que pasamos tres noches. Más información en https://www.elchiflon.com.ar/

El día siguiente lo dedicamos a recorrer el espectacular Parque Nacional de Talampaya, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, del que ya hablé el 29 de noviembre de 2022 (https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2022/11/29/parque-nacional-talampaya-argentina/). No entraba en nuestros planes pero, dado que el acceso estaba a tan sólo 200 metros del hotel, en plena RN 150, al día siguiente decidimos visitar el Parque Provincial El Chiflón, para lo que tuvimos que efectuar una reserva. El acceso lo realizamos en nuestro coche, yendo el guía en el suyo.

Situado en la provincia argentina de La Rioja, a 150 km de su capital y muy cerca del límite con la provincia de San Juan, el Parque Provincial El Chiflón ocupa una superficie de 9.000 hectáreas y se creó en el año 2002 con objeto de preservar sus recursos paisajísticos, geológicos y culturales. Combinando tramos en nuestro vehículo con otros a pie, fuimos descubriendo las curiosas formaciones rocosas a las que los lugareños han dado nombres como “La Tortuga”, “El Loro”, “La Casita” o «El Hongo».

El Parque Provincial El Chiflón forma parte de la cuenca geológica Talampaya/Ischigualasto, los otros dos parques que visitamos, compartiendo con ellos características paisajísticas, geológicas y culturales. El parque recibe el nombre de El Chiflón porque recuerda el sonido que produce el viento al circular entre las formaciones rocosas.

El Parque Provincial El Chiflón no es tan conocido como los de Talampaya e Ischigualasto, ambos incluidos en la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, lo que hace que sea mucho menos visitado. Eso fue una auténtica gozada, pues durante la visita sólo estuvimos las dos parejas que viajamos juntas, nuestro conductor y el guía, pudiendo disfrutar en soledad de sus grandes murallones y cactus.

A media mañana ya estábamos en nuestra siguiente cita, el Parque Provincial Ischigualasto, situado a 30 km del hotel, que desde el año 2000 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En este encontramos mucha gente, realizándose la visita en el coche particular, en la hora convenida, pero formándose una caravana de una decena de vehículos que circulan por una polvorienta pista siguiendo al guía. Se trata de un recorrido de unos 40 km, con una duración de unas 3 horas, pues se realizan varias paradas, siendo la primera en el Valle Pintado.

El Parque Provincial de Ischigualasto o Valle de la Luna, está situado en el extremo norte de la provincia de San Juan, ocupando una superficie de 275.369 hectáreas. Pronto nos detenemos en el lugar conocido como Concha de Bochas, pues existen muchas piedras esféricas como pelotas del juego de bochas, similar a la petanca. Pronto aparece ante nosotros un grupo de guanacos. Aunque la parada no está prevista, como viajamos en nuestro coche nos podemos detener un momento para tomar estas fotos.

Nuestro recorrido va tocando el final, deteniéndonos en primer lugar ante la formación rocosa conocida como “El Submarino”. Aquí podemos caminar durante una rato como sucede en la última parada, la roca conocida como “El Hongo”, donde ya nos abandona el guía y podemos disfrutar más del lugar, contemplando también las paredes ocres de una especie de acantilado. El parque abre de 8 a 17 h y la entrada cuesta 5.000 pesos (13,3 €). Más información en https://www.ischigualasto.gob.ar/

Comemos en el restaurante con que cuenta el parque y nos dirigimos a descansar un rato en el hotel. Poco antes de anochecer nos juntamos las dos parejas a tomar un vino en la terraza de la habitación, recibiendo la inesperada visita de un simpático zorro que se acercó a nosotros sin temor. Estábamos haciendo tiempo pues para esta tercera y última noche habíamos encargado una cena a base de chorizo criollo y un chivito (cabrito), asados a la parrilla. Una delicia. El lugar elegido fue el Bar Ruta 150, en el que paran los autobuses de línea y donde pudimos comprar gasolina, pues en un montón de kilómetros a la redonda no hay surtidores, algo a tener en cuenta.

Al día siguiente continuamos nuestro recorrido por los parques nacionales de la argentina región de Cuyo. Por delante teníamos 394 km hasta nuestro próximo destino, Barreal, pero esa es otra historia.

ESTRASBURGO (Alsacia), Patrimonio de la Humanidad

Strasbourg (Estrasburgo) es una de las tres capitales europeas, la capital de la nueva región Gran Este de Francia, de la colectividad europea de Alsacia y del departamento de Bajo Rin. Con casi 850.000 habitantes es una ciudad que me encanta, catalogada como Ciudad Histórico-Artística y declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1988. Para conocer esta ciudad, a la que dedicamos una jornada completa, y el norte de Alsacia, en este nuestro segundo viaje nos alojamos en el Hotel Ibis Styles Strasbourg Avenue du Rhin ***, situado en 29 Avenue Aristide Briand. Aunque habíamos obtenido la vieñeta ecológica para acceder al centro, optamos por el tranvía, que tenía una parada muy cerca del hotel.

Bajamos del tranvía en Langstross y nos dirigimos a la principal plaza de Estrasburgo, la place Kléber, dedicada al general Jean-Baptiste Kléber, nacido en Estrasburgo en 1753, en cuyo centro se encuentra la estatua a él dedicada. La cara norte de la plaza la cierra el enorme Aubette, antiguo edificio militar construido entre 1765 y 1778. En la plaza se celebra un pequeño pero curioso mercadillo. Empezamos a ver casas con entramados de madera.

Comienza aquí nuestro deambular por el centro histórico de Estrasburgo, dirigiendo nuestros pasos a la place de la Cathedrale, a la que luego volveremos, mientras contemplamos las elegantes fachadas con entramado de madera de algunas viviendas. Llama nuestra atención la estatua dedicada a Chevalier Liebenzeller, vencedor de la batalla de Hausbergen y padre de la república libre de Estrasburgo (1262). Pronto nos asomamos al río Ill, disfrutando de magníficas vistas.

A continuación nos acercamos al río Ill, para embarcar en el Batorama, navegando durante unas dos horas por los canales que bordean el centro histórico de Estrasburgo, una actividad que no realicé en mi viaje anterior. Eso sí, si el día está soleado, recomiendo llevar crema de protección solar, pues el sol pega de lo lindo. Con el pinganillo en el oído para escuchar las explicaciones en castellano, nos dirigimos en primer lugar a la Petite France, preciosa zona que luego recorreremos caminando.

Navegando por los canales llegamos al monumental edificio de la Commanderie Saint-Jean y de allí a uno de los emblemas de la ciudad, los Ponts Couverts. Cambiamos de zona y desde el barco contemplamos sucesivamente la iglesia neogótica de Saint-Paul y la zona europea que no conocía, en la que se encuentran los edificios del Parlamento Europeo y de la Corte Europea Derechos Humanos. El crucero concluye junto al Palais Rohan, del siglo XVIII, antigua residencia de los príncipes-obispos y cardenales de la Casa de Rohan.

Como la tenemos a un paso, aprovechamos para visitar a continuación el principal emblema de la ciudad, la Catedral de Notre-Dame, que se alza majestuosa en el centro del casco antiguo. Obra maestra del arte gótico, fue construida entre los siglos XII y XV, destacando su torre y el renacentista reloj astronómico. El acceso es gratuito, pero se cierra cada día sobre el medio día, pues a las 12:30 desfilan por el reloj los apóstoles, cobrando la entrada 3 €. No nos coincidió el horario, así que no pudimos verlo.

Tras visitar el templo nos quedamos en la plaza de la Catedral, a la que se asoman magníficos edificios antiguos, entra los que destacan la Farmacia del Ciervo, del siglo XII, y la Casa Kammerzell, que cuenta con un entramado de madera de estilo renacentista. En la actualidad cobija a un restaurante de nivel. Nosotros optamos por otro más barato, el restaurante Au Dauphin, situado enfrente, en el que pudimos degustar platos alsacianos con una excelente relación calidad-precio.

Después de comer seguimos caminando por la Gran Isla, rodeada por el río Ill, que alberga el centro histórico declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. A continuación nos dirigimos a la Petite France (Pequeña Francia), el lugar más coqueto de la ciudad. Aunque ya la recorrimos en el barco, disfrutamos de ella de forma más pausada caminando, mientras observamos el paso de los barcos por las esclusas de los canales y de la actividad de los piragüistas.

Nuestro recorrido continúa por una prolongación de la Pequeña Francia, donde se encuentra el rincón que más me gusta de Estrasburgo presidido por los Ponts Couverts, conjunto de tres puentes que salvan el río Ill. Entre los siglos XIII y XVIII existieron en este lugar cuatro puentes cubiertos, aunque ya no lo están. Frente a ellos se encuentra la presa Vauban (barrage Vauban), construida en el siglo XVII sobre el río Ill. Desde su terraza se tiene la mejor vista sobre los Puentes Cubiertos, con la torre de la Catedral de Notre-Dame como telón de fondo.

Elegimos este lugar para concluir de forma espectacular la visita a Estrasburgo, pues de aquí nos dirigimos a coger el tranvía para regresar al hotel. Por cierto, los días en los que la contaminación es alta, el transporte público es gratuito en Estrasburgo.

GDANSK (Polonia), la perla del Báltico

En un viaje anterior había visitado Cracovia, ciudad que me encantó y en éste tenía buenas perspectivas con Poznan, pero un amigo me dijo que le gustó Gdansk, ciudad de la que no había oído hablar, así que en el segundo periplo por Polonia decidí visitar esta población y también a mí me encantó. Para poder disfrutar de ella en profundidad pasamos allí dos noches, alojándonos en el Amber Hotel***.

Dicen de Gdansk que toda ella es un monumento y razón no les falta. Accedimos al casco antiguo por la Puerta Alta (Brama Wyzsza), punto de inicio de la Ruta Real, con su fachada decorada con inscripciones de la antigua Ciudad Libre de Gdansk. A lado tenemos la Torre de la Prisión, estructura defensiva del siglo XIV reconstruida en el XVI. A unos pasos encontramos la Puerta Dorada, construida en el siglo XVII en una mezcla de estilos italiano y flamenco y adornada con ocho estatuas en lo alto. El siguiente edificio de interés es la Gran Armería. Hemos empezado con fuerza.

Nuestros caminar se dirige ahora a la calle Dluga, a la que se asoman notables edificios y palacios de los ricos comerciantes. Es una calle muy comercial en la que hay pequeños puestos de artesanía. Pronto la calle se ensancha dando lugar a una especie de plaza alargada (Dlugi Targ), presidida por el edificio del Ayuntamiento (Ratusz), construido en el siglo XIV, en el destaca su fachada y la alta torre adornada con unos monumentales relojes.

A los pies del Ayuntamiento está la preciosa fuente del Neptuno, que es un símbolo de la ciudad. A ella se asoman preciosos edificios como la Casa Artus, palacio en el que se reunían los potentados de la ciudad y la Casa de Oro, una de las más hermosas de la ciudad, que fue propiedad de un rico mercader. Enseguida nos topamos con la primera iglesia, la Basílica de Nuestra Señora (Bazylika Mariacka), construida entre 1343 y 1502 y considerada la iglesia gótica de ladrillo más alta del mundo, pues tiene 77 metros de altura.

La Ruta Real concluye en la Puerta Verde, la más grande de Gdansk. Desde ella vemos la noria, a la que volveremos más tarde, pues nuestro caminar se dirige al hermoso paseo Dlugie Pobrzeze, que bordea río Motlawa, la espina dorsal de la ciudad. Pronto llama nuestra atención la Vieja Grúa, construida en el siglo XIV, que en la época medieval fue la mayor grúa de Europa. Frente a ella, al otro lado del río se encuentra el Museo Marítimo, frente al que está atracado el Soldek, el primer buque construido en Polonia, en el año 1948.

Creo que ya hemos visto lo más interesante, pero todavía nos queda bastante casco antiguo por recorrer, pasando en primer lugar ante dos iglesias, la de San Juan, gótica de los siglos XIV-XV, y la de San Nicolás, la única no destruida en la segunda guerra mundial. Otros edificios de interés son el Główne Miasto y la Royal Chapel, la única iglesia barroca en la antigua Gdansk, que fue construida entre 1678 y 1681. A continuación tenemos una visita que procuro no eludir. Se trata del Mercado Central de Gdansk.

Hacemos una pausa para comer y de paso descansar un rato, pues hace calor y hemos pateado bastante la ciudad, aunque todavía nos quedan cosas por ver, pero nos lo tomamos con más calma. Pasamos junto a la Torre del Castillo y nos detenemos ante la iglesia de Santa Catalina, una de las más antiguas de Gdansk. Pronto contemplamos el antiguo Gran Molino, que data del siglo XIV, frente al que existe una moderna fuente. En el canal de Raduni encontramos la preciosa casa gremial Miller House. Para concluir la visita a la Ciudad Vieja (Stare Miasto) contemplamos su Ayuntamiento, la coqueta Estación Central y dos iglesias, dedicadas a San José y Santa Isabel

Cerca de Gdansk tenemos dos poblaciones que merece la pena visitar. La primera de ellas, Sopot, está a tan sólo 11 km y la recorrimos el día anterior, antes de llegar al hotel procedentes del castillo de Malbork. Fuimos allí por la Casa Torcida (Krzywy Domek), construida en el año 2004. Pero Sopot tiene otros atractivos, como el Dom Zdrojowy, el Balneologiczny y el Faro, aunque lo realmente interesante es el Molo, que presume de ser el muelle de madera más largo de Europa, con una longitud de 515,5 metros, 450 de los cuales están sobre el agua. Junto a él disfrutamos de un nutrido grupo de cisnes.

Más curiosa fue la excursión que realizamos al día siguiente a Szymbark, distante 45 km, pues cuenta con un gran atractivo, la curiosa Upside Down House (Casa al revés), en la que el suelo es el techo. Construida en 2006, se encuentra en el Centrum Edukacji i Promocji Regionu. Este hermoso parque cuenta con otros edificios de interés, que albergan pequeños museos, aunque sobre todo llamó nuestra atención el que alberga la mesa más grande del mundo, un único tablero de 36,83m de largo y 1.100 kg de peso, que está registrado en el Libro Guinness de los Récords.

Polonia cuenta con otras notables ciudades monumentales, pero de ellas hablaré en otra ocasión

ELORRIO (Bizkaia), Conjunto Histórico-Artístico

Después de tanta escapada más o menos lejana, voy a quedarme a tan sólo 48 km de Leioa, en Elorrrio, municipio de 7.309 habitantes cuyo centro urbano fue declarado Conjunto Histórico-Artístico en el año 1964, el primero con esta categoría en Bizkaia. Ubicada a los pies de los montes Anboto y Udalatx, la villa de Elorrio fue fundada en 1356 por Don Tello, XX Señor de Vizcaya y I de Aguilar de Campóo. En la actualidad conserva un rico patrimonio medieval, con numerosos palacios y casas solariegas de piedra y sillería labrada de los siglos XVI a XVIII.

Visité Elorrio por última vez el pasado 13 de febrero cuando la nieve cubría las crestas del Duranguesado, de la que sobresale el monte Anboto, disfrutando de ellas desde ese magnífico mirador en el que se encuentra la Necrópolis de Argiñeta, que cuenta con una veintena de sarcófagos de los siglos VII al IX procedentes de varias ermitas del entorno, así como varias estelas funerarias de fechas anteriores. Al lado se encuentra la ermita de San Adrián, construcción renacentista del siglo XVI.

Tras visitar la Necrópolis de Argiñeta nos dirigimos al centro urbano, dejando el coche junto al parque. Entramos en la zona monumental visitando en primer lugar algunas construcciones más periféricas, como el Palacio Lariz, del siglo XVI. Contemplamos el panel que recuerda el incendio de 1480, para continuar por la calle Errekalde, viendo sucesivamente la Casa Gerrikabeitia, neoclásica del siglo XIX y tres palacios, Esteibar-Arauna, barroco (s. XVIII), Aldapebeitia, también barroco (s. XVII) y el más antiguo, Aldapebeitiatxikia, del siglo XVI. Otro coqueto edificio es el que ocupa el Batzoki.

Visitamos a continuación el edificio más grande del conjunto monumental, la elegante Basílica de la Purísima Concepción, que tenemos la suerte de encontrar abierta. Este templo cuenta con diferentes estilos. Construida en el siglo XV, mezcla de estilo gótico tardío y renacentista, cuenta con una esbelta torre barroca, de 53,34 metros, la segunda más alta de Bizkaia. En su interior se encuentra el sepulcro de San Valentín de Berrio-Otxoa, patrón de Bizkaia, cuya fiesta se celebra el 4 de julio.

Estamos en el rincón más coqueto del centro histórico, la Herriko Plaza, presidida por la Basílica de la Purísima Concepción, frente a la que se encuentra la barroca Casa Consistorial, del siglo XVIII y la Casa Urkizu (s. XVII). A la plaza se asoman otros dos palacios barrocos, Zearsolo (s. XVII) y Urkizu (s. XVIII). Contemplamos también la escultura Errebonbilloa, un fusilero que nos recuerda que el primer domingo de octubre tiene lugar la popular fiesta de Errebonbilloak, en la que se recrea a las antiguas milicias de la batalla de Lepanto.

El portal de Don Tello nos conduce al portal del Campo, originario del siglo XV y uno de los seis con que contaba el recinto amurallado para facilitar el acceso desde otros tantos pueblos. Adosado a él tenemos el barroco palacio Arespakotxaga (s. XVII). Otro palacio, Arespakotxaga-Andueza, nos introduce en Elizburu kalea, una de las calles que bordean el centro histórico. A su entrada vemos el crucero de Santa Ana (s. XVI), frente al que se encuentra el convento del mismo nombre. Girando la calle encontramos el renacentista palacio Arabio (s. XVI), que cuenta con un monumental escudo en su fachada.

Regresamos ahora a la zona del Ayuntamiento, continuando nuestro paseo monumental por la calle más interesante de todas, Berrio-Otxoa kalea, comenzando viendo dos palacios barrocos del siglo XVII, el Arriola, donde nació San Valentín de Berrio-Otxoa el 14 de febrero de 1827 y al Urkizu-Iturbe. A continuación encontramos dos edificios renacentistas del siglo XVI, el palacete del Arrabal de Suso y el palacio Ibarguen-Urkizu. Continuamos pasando ante otros dos palacios barrocos del siglo XVII, Altzerreka-Mendiola y Lekerika-Otsa.

Completamos nuestro paseo monumental por el centro histórico de Elorrio acercándonos a otros dos palacios barrocos, Otsa (s. XVIII) y el elegante Urkizu-Tola (s. XVII), uno de los ejemplos de la arquitectura residencial culta barroca más relevantes de Bizkaia. Frente a él, un panel nos muestra sendas fotos del entorno del palacio en los años 1915 y 1920. Muy cerca tenemos el crucero que más me gusta de los 9 con que contó Elorrio, el de Kurutziaga, construido en el año 1522 en estilo gótico tardío.

La ermita de San Fausto nos indica que abandonamos el centro histórico de Elorrrio, encaminando nuestros pasos hacia la sede de la cooperativa Eroski, enorme edificio adornado por la escultura Irekita-Abierto, obra de Iñigo Arregi Elorza. Antes de llegar tenemos el crucero renacentista de Kurutzebarri (s. XVI), protegido de la erosión por un templete. Un agradable paseo por una calzada nos conduce a nuestra última cita, la iglesia de San Agustín de Etxebarria, de estilo gótico vasco del siglo XV, cuyo interior no pudimos visitar por estar cerrada. Cuenta con un campanario barroco del siglo XVIII. Adosado a ella se encuentra la ermita de Santa Marina.

Si venís de fuera y queréis alojaros en Elorrio, muy cerca de la iglesia de San Agustín de Etxebarria tenéis el Hotel Ellorrio ***, situado en San Agustín auzoa, 10. Tel. 946 231 555. www.hotelelorrio.com.

Escapada lucense (y 2): Lugo y Viveiro

Continúo el relato del viaje realizado por la provincia de Lugo del 9 al 13 de julio pasado, que dejaba hace dos semanas tras recorrer la Ruta da Auga en Mondoñedo. El 11 de julio nos desplazamos hasta la capital de provincia, la ciudad de Lugo, distante 101 km de nuestro hotel en Viveiro. Tras dejar el coche en el aparcamiento de pago Vía Romana, al que accedimos con dificultad debido a las obras, nos dirigimos directamente a la Oficina de Turismo, sita en la coqueta praza do Campo, 11 (abre de 10 a 20 h), a la que accedimos caminando por la Rúa Nova, bordeando el Museo Provincial.

A un paso de la Oficina de Turismo tenemos la Catedral de Santa María, empezada a construir en 1129 en estilo románico, que desde 2015 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, al estar incluida entre los monumentos del Camino de Santiago. Cuando nos acercamos a ella se encontraban en Misa, no pudiendo visitar su interior, así que nos limitamos a rodearla por el exterior y ver los a otros edificios que se asoman a la praza de Santa María, entre los que destaca el Palacio Episcopal.

Tenía muchas ganas de visitar la muralla romana de Lugo y a la tercera la vencida. En la primera visita a la ciudad tiraba agua a cántaros y en la segunda la niebla la envolvía, así que por fin pude disfrutar de esta construcción que tiene 2.266 metros de longitud y cuenta con 85 torres. Desde el año 2000 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Junto a la Catedral se encuentra la Porta de Santiago o do Postigo, junto a la que accedimos a la parte superior de la muralla, para de nuevo descender junto a la Porta de San Pedro, tras pasar sobre la Torre da Mosqueira.

Tras recorrer un tramo de muralla por su parte superior, decidimos bordearla por la parte inferior, pues luce mucho más. En primer lugar nos acercamos a ver la escultura situada en la praza Mártires de Carral y luego el grupo escultórico dedicado a Pelúdez y familia. Como nuestro principal interés en esta ciudad era la muralla romana, le seguimos recorriendo pasando sucesivamente por las puertas de San Pedro o Toledana, la más hermosa, por la que pasa el Camino de Santiago, la de Bispo Aguirre, la de la Estación y la de San Fernando o del Príncipe Afonso.

Por esta última puerta accedimos de nuevo al centro histórico, pasando junto a la a la iglesia de San Froilán, el patrón de Lugo, y el edificio de la Diputación. Nuestra ruta continuó por la praza de Santo Domingo, donde se encuentra la columna con un águila, monumento dedicado al bimilenario de la ciudad. Luego vimos dos iglesias, la de San Domingos y la de San Pedro. Al lado se encuentran las arcadas de la Rúa Quiroga Ballesteros, sentándonos en la terraza de un bar a tomar un albariño.

Previamente entramos en la Praza de Abastos, situada entre las dos iglesias. Siempre que tengo ocasión procuro visitar los mercados locales, donde mejor se plasma la vida de un pueblo, así que éste no podía ser una excepción. En nuestro peregrinar por su interior, ante todo nos detuvimos en los puestos de venta de pescado.

Nuestro recorrido por Lugo está a punto de concluir, pero pasamos por un lugar muy interesante que estaba a punto de cerrar, la Casa dos Mosaicos, en la que amablemente nos permitieron estar un par de minutos. Nuestro destino final era la Praza Mayor, presidida por la estatua dedicada a Juan Montes. A ella se asoman el convento de los Franciscanos, la monumental Casa do Concellos, con su hermosa fachada del siglo XVIII y la iglesia de Santiago A Nova. En una esquina vemos una escultura de una cuadriga romana. Aprovechamos para comer en uno de los restaurantes de la plaza y regresamos a Viveiro.

Nuestro gozo en un pozo. El día 12 de julio amaneció lloviendo y, aunque esperamos, la lluvia no cesaba, así que se frustró el plan de realizar una ruta de senderismo por molinos. A media mañana optamos por coger el coche y desplazarnos hasta el centro de Viveiro para visitar el mercado local que, como os he dicho es algo que nos gusta, centrándonos de nuevo en la zona de pescaderías, pues el pescado varía de un lugar a otro. Enfrente teníamos el puerto deportivo.

Aunque ya hemos estado en otras ocasiones, como la lluvia amainó un poco, optamos por recorrer el casco antiguo de Viveiro, que cuenta con dos notables iglesias, siendo la primera a la que nos acercamos la del convento de San Francisco, que cuenta con un interesante claustro y, junto a su fachada, el grupo escultórico “Los Heraldos del Encuentro”. Pasamos luego junto a la iglesia de Santa María del Campo y nos dirigimos a la Praza Mayor, para abandonar el centro histórico por la Puerta de Carlos V, de mediados del siglo XVI, resto de la antigua muralla.

Andábamos buscando una churrasquería para comer, cosa que ya hemos hecho las últimas veces en la zona, pero no sabía que a tan sólo 4,5 km del Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas, en Vieiro, teníamos el Mesón O Filón, donde dimos cuenta a sendas raciones de churrasco y criollo. Tras descansar un rato en el Hotel, para compensar que no lo habíamos hecho por la mañana, por la tarde fuimos caminando hasta el centro de Viveiro (unos 7 km entre ida y vuelta), disfrutando de la costa lucense que nos despidió con un precioso atardecer. La escapada ha concluido.

Escribo estas líneas a las 19:30 h del martes 22 de agosto, en plena Aste Nagusia bilbaina. Para mañana anuncian 44 grados en Bilbao y recuerdo que el año pasado, en otra ola de calor, escapé a Viveiro, donde creo que no pasamos de los 24 grados. Esta vez no podré hacerlo entre otras cosas porque estoy sin coche pese a haberlo dejado esta mañana a las 08:30 en Leioa Berri Auto, para montar una pieza que encargué el 26 de julio. Así es la vida.

Escapada lucense (1): Mondoñedo

Este año se me han amontonado las escapadas, así que la que ahora relato es la sexta del año, realizada del 9 al 13 del pasado mes de julio a un lugar que me gusta mucho, la localidad lucense de Viveiro, situada a 453 km de Leioa, que se realizan cómodamente en cuatro horas y media fundamentalmente por la autovía A8, concluyendo por la carretera N-642. En el viaje de ida solemos parar a comer el bocadillo, cuando llevamos recorridos 388 km, en el área recreativa del Puente de los Santos, muy deteriorada por cierto, situada en la muga entre Asturias y Galicia, desde donde contemplamos una magnífica panorámica de la desembocadura del río Eo, teniendo como telón de fondo el Faro de Illa Pancha, perteneciente al concello de Ribadeo. Luego paramos a tomar el café en O Lar de Carmiña.

No suelo extenderme mucho hablando de los lugares en los que nos alojamos pero, aunque parezca que hago publicidad de él pese a que pago religiosamente como cualquier cliente, quiero comentar que en este hotel es la tercera vez que nos alojamos, la última el pasado año, pues me encanta por su emplazamiento con vistas a la ría de Viveiro. Se trata del Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas ****, situado sobre la cerrada playa de Sacido. https://www.thalassocantabricolassirenas.es/. Teléfono: 982 56 02 00.

Además de por su emplazamiento, el hotel citado nos encanta por su Restaurante Panorámico, probablemente el de mejor relación calidad-precio de cuantos conozco. Las cuatro noches cenamos allí, mostrando a continuación, de arriba abajo y de izquierda a derecha, los platos que degustamos, repitiendo algunos de ellos: Brocheta de rape y langostinos, Ensalada de queso de cabra, panceta crujiente, gambones y setas, Ensalada de gulas y langostinos, Zamburiñas a la plancha, Pulpo a la brasa sobre patata panadera, Revuelto de erizos y algas, Croquetas artesanas y, de postre, Filloa rellena de crema pastelera, helado y baño de chocolate.

Otra cosa que nos gusta del citado hotel es el paseo que sale desde él, uniendo la playa de Sacido con la playa de Covas, pasando por la de Seiramar. Todas las tardes antes de cenar acostumbramos a bajar a tomar un Albariño al Mesón K2, situado al comienzo de la playa, donde siempre hay pintxo-pote. Es un recorrido de 1,2 km y otros tantos de subida a la vuelta, que bordea un lugar lleno de encanto, de nombre Os Castelos, unas curiosas formaciones rocosas junto a las que se levanta el monumento dedicado a las 500 víctimas del naufragio de la fragata Santa María Magdalena y del bergantín Palomo.

El 10 de julio nos desplazamos 64 km hasta una población que hacía muchos años que no visitábamos, Mondoñedo, “uno de los pueblos más bonitos de España”, declarado Conjunto Histórico-Artístico en 1985, aunque no me dijo mucho. Dejamos el coche aparcado junto al mayo edificio de la localidad, el Seminario Santa Catalina y nos dirigimos a la Praza da Catedral, en parte porticada, a la que se asoman la Oficina de Turismo, el Palacio Episcopal y el monumento al poeta local Álvaro Cunqueiro. En la misma plaza está el restaurante O Rei das Tartas, en el que luego comimos.

El principal monumento de Mondoñedo es la Catedral, mandada construir por el obispo Martiño entre 1230 y 1248, que conserva la puerta románica primitiva. Destacan en ella su rosetón ojival, las vidrieras barrocas y las torres, que datan del siglo XVIII. Como salimos empachados de ver iglesias en el reciente viaje por Francia y Bélgica, no visitamos su interior, perdiéndonos las pinturas murales del siglo XIV. Desde el año 2015 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, como parte integrante del Camino de Santiago.

No era la parte monumental lo que hizo que nos desplazáramos a Mondoñedo, sino realizar una ruta de circular de senderismo, de 8 km de recorrido y de nombre “Ruta da Auga”. Para recabar más información nos dirigimos a la Oficina de Turismo, sita en Praza da Catedral, 34, que abre de 10 a 14 y de 16 a 19 h. Así supimos que la ruta comienza en la Fuente Vieja (siglo XVI) y está muy bien señalizada, teniendo una buena subida al comienzo por un estrecho sendero, que luego se transforma en pista, disfrutando desde lo alto de una magnífica vista de Mondoñedo.

Tras varias subidas y bajadas, la pista desciende decididamente en busca del río Valiñadares, atravesando brevemente una explotación minera. Enseguida llegamos a un lugar accesible en coche, por lo que luego será nuestro camino de vuelta, para introducirnos en el lugar más hermoso de la ruta, un sombreado sendero que en tan sólo 300 metros nos lleva al Salto do Coro, una cascada de 15 metros de caída, a la que se llega tras subir un tramo de escaleras. Es un lugar muy fresco y lleno de encanto, máxime porque hacía bastante calor. El regreso a Mondoñedo es mucho más soso, caminando en buena parte por la carretera, accediendo por el barrio de Os Muiños.

Todavía tenemos por delante dos jornadas completas, pero de ello espero hablar la próxima semana. La escapada lucense continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (y 6): De Bretaña a Leioa

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev). El 15 de junio hicimos el centenar de kilómetros que separan el Hotel Ibis Quimper del de Auray, en el que pasamos dos noches. Tras comer de bocadillo nos desplazamos 48 km para recorrer la zona del golfo de Morbihan, que en bretón significa “pequeño mar”. Nos detuvimos en primer lugar en la pointe du Ruault, desde donde contemplamos un buen grupo de cisnes y un montón de barcos de pesca. Nos desplazamos luego a la localidad costera de Port-Navalo, acercándonos hasta el faro, para de regreso detenernos en el Moulin Pen Castey y frente a Le Manoir de Kerbot.

De regreso al hotel nos acercamos a Sainte-Anne-d’Auray, el lugar de peregrinación más importante de Bretaña, pues recibe más de 800 000 visitantes al año, la mayoría de ellos peregrinos. Cada 26 de julio, festividad de la santa, se celebra el multitudinario gran perdón de Santa Ana. La Basílica actual, de estilo neogótico, fue construida entre 1866 y 1872. Destaca en ella el altar mayor y el claustro, con la Croix aux Épingles. Más antigua es la Scala Santa, construida por los carmelitas en 1662.

El 16 de junio iniciamos la jornada a poco más de 10 km de Auray, visitando los alineamientos de Carnac (Karnag), mundialmente famoso centro megalítico que cuenta con 2.792 menhires. El conjunto más importante es el de Le Ménec, formado por 1099 menhires dispuestos en 11 hileras de 100 metros de ancho por 1.200 de largo. A su entrada se encuentra el aparcamiento y el centro de visitantes donde podrás ampliar la información. A lo largo de la carretera se encuentran los otros dos conjuntos, Kerlescan y Kermario, siendo este último el más frecuentado.

Entre Carnac y Quiberon hicimos un alto en el camino para comprar pan para el bocadillo de mediodía, deteniéndonos en el coqueto pueblo de Piouharnel, muy apreciado por los surfistas. La casualidad hizo que coincidiéramos con el pequeño mercadillo semanal, pudiendo disfrutar de sus cuidados puestos, siendo el de alcachofas el que más llamó mi atención.

De Piouharnel nos desplazamos al extremo de la península de Quiberon (Presqu’île de Quiberon), una espectacular costa salvaje. Dejamos el coche en el parking gratuito de la Pointe du Conguel, realizando a pie un pequeño paseo circular por un sendero muy bien acondicionado que bordea las playas, pasa por una mesa de orientación y regresa atravesando una pequeña zona boscosa. Casi en el extremo hay varias curiosas formaciones rocosas, siendo la más conocida el Trou du Rocher (Agujero en la Roca).

De allí nos desplazamos a tomar algo en una terraza situada junto al puerto de la cercana población turística de Quiberon (en bretón Kiberen), siendo recibidos por un menhir dedicado a los niños muertos por Francia. Nuestro principal objetivo era el faro de Port-Marie, construido a finales del siglo XIX en forma de torre cilíndrica. De allí regresamos a Auray, pero de camino, a orillas de la carretera nos detuvimos en una buena área de pic-nic, donde dimos cuenta al bocadillo.

Decidimos pasar la última tarde bretona en una población que me encanta, Vannes (Gwened), dejando el coche en el parking subterráneo del Puerto, situado junto a la oficina de turismo (Quai Eric Tabarly). Al lado tenemos el puerto deportivo y, a un paso, la Porte Saint-Vincent, que nos da acceso al casco antiguo, realizando un precioso paseo monumental que bordea la muralla erigida en el siglo XIII, pasando sucesivamente por la Puerta Calmmont, el castillo de l’Hermine (siglo XIV) y los originales lavaderos construidos a orillas del río Marle a principios del siglo XIX, que son uno de los emblemas de la ciudad.

La Porte Prison (siglo XV) nos devuelve al centro histórico de la ciudad, un barrio medieval lleno de encanto en el que abundan las casas con fachadas con entramado de madera. Tomamos café frente a la Catedral Saint-Pierre, cuya construcción comenzó en el siglo XIII, Tras la visita nos acercamos a la place Henri IV y de allí al Ayuntamiento, frente al que se encuentra la estatua del Duque de Bretaña. Nuestro recorrido concluyó bajo una antigua casa que luce el cartel “Vannes et sa femme” con los bustos de una pareja tallados en piedra policromada, que probablemente data del siglo XVI.

Como de Auray a Leioa hay más de 800 km, decidimos realizarlos en dos jornadas para hacerlos más tranquilamente. Así, el 17 de junio hicimos un par de paradas para visitar brevemente dos hermosos lugares. De esta forma, cuando llevábamos recorridos 275 km, nos detuvimos en un lugar que me encanta, el Vieux Port de La Rochelle, al que las embarcaciones acceden pasando entre dos monumentales torres, la de Saint-Nicolas y la de la Chaine, construidas en el siglo XIV. Desde allí se contempla una hermosa panorámica del centro histórico.

Como el más antiguo Puente Colgante los tenemos a menos de 3 km de casa y el año pasado visitamos el de Newport, en Gales, no pudimos resistir la tentación de acercarnos al puente transbordador de Rochefort, que ya visitamos hace unos cuantos años y que teníamos a tan sólo 41 km. Este puente colgante fue inaugurado en julio de 1900. Tiene cuatro torres de 66,25 metros de altura y un tablero de 175,50 metros de largo. Une las poblaciones de Rochefort y Échillais, a la que luego pasamos por el nuevo puente, ya que estaba en obras el acceso, siendo sólo accesible para peatones y bicicletas. Por delante teníamos 174 km hasta el hotel en el que pasamos la última noche de este viaje, el Ibis Pessac Wine Route.

Para el 18 de junio dejamos los 329 km que nos separaban de Leioa, parando a comer en la AP-8, en el área de servicio de Hernani. El viaje ha concluido. Como nos encontramos en plena Aste Nagusia de Bilbao, para poder disfrutar de ella, la próxima semana no aparecerá esta entrada.

Viaje por Francia y Bélgica (5): Bretaña-2

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas y belgas, que dejaba la pasada semana en Saint Brieuc. El 13 de junio tenía como objetivo visitar tres recintos parroquiales muy bien conservados de los muchos que hay en Bretaña y que al menos están formados por el arco triunfal, el calvario, el cementerio, la iglesia y el osario. Tras recorrer 97 km llegamos al primero de ellos, el de Saint-Thégonnec (Sant-Tegoneg), que data de mediados del siglo XVI. En el interior de la iglesia destacan el púlpito y el retablo de finales del siglo XVII dedicado a San José.

Tenemos un magnífico recuerdo de nuestra visita a estos recintos hace veinte años, así que 7 km después nos detuvimos en Guimiliau (Gwimilio) para visitar el recinto parroquial de Saint-Miliau, construido entre los siglos XVI y XVII. Cuenta con una iglesia y su torre-campanario, un osario-capilla funeraria, una puerta triunfal y un crucero. La portada de la iglesia dispone de numerosas esculturas esculpidas, cosa que también sucede en el calvario, motivo por el que está declarado monumento histórico.

Tras la visita a estos dos recintos parroquiales optamos por hacer un paréntesis para visitar dos lugares que no conocíamos, relacionados con espacios naturales. Es por ello que nos trasladamos 16 km para subir caminando hasta Roc’h Trevezel (348 m), un corto paseo por un sendero bien acondicionado que sube hasta las rocas del segundo monte más alto del macizo de Armórica, en los Monts d’Arrée. Al no disponer de mucho tiempo, descartamos recorrer el sendero circular de 5,45 km que parte del mismo aparcamiento.

18 km más tarde nos detuvimos en Huelgoat, donde nos acercamos a la oficina de turismo para que nos informaran sobre el sendero que pensábamos recorrer, de nombre Circuito Pintoresco, una hora de entretenida marcha entre peñascos por el Parque Natural de Armórica. Parte del molino existente junto al lago de Huelgoat, a orillas del arroyo Argent. Lo más emblemático de la ruta por el bosque es la Roche Tremblante, bloque de granito de de más de 137 toneladas, que es posible llegar a balancear ligeramente. La oficina de turismo se encuentra en 25 place Aristide Briand y abre de 10 a 12:30 y de 14 a 17 h.

Tras comer de bocadillo en Huelgoat antes de realizar la marcha, nos desplazamos 26 km hasta Pleyben (Pleiben) para visitar el último recinto parroquial de la jornada que cuenta con el calvario más monumental de Bretaña, construido en 1555 y magníficamente tallado con escenas de la vida de Jesucristo. Es el recinto que más me ha gustado porque todo es amplio y grande, como sucede con la iglesia y su campanario de 52 metros de altura que cuenta con una monumental portada ricamente tallada. El osario-relicario está convertido en un pequeño museo. 34 km después concluimos la jornada en el Hotel Ibis Quimper, en el que pasamos dos noches.

Lástima que el 14 de junio amaneció un día tontorrón, bastante fresco y completamente encapotado y no cambió tras recorrer 17,5 km, cuando llegamos al coqueto pueblo de Locronan (Lokorn), uno de los más bonitos de Bretaña, pues sus casas grises de piedra no lucían como merecen. A la entrada del pueblo hay un buen aparcamiento, gratis hasta el 15 de junio, desde donde nos dirigimos hasta la oficina de turismo, sita en 15 place de l’Église, que abre de 10 a 12:30 y de 13:30 a 18 h. Enfrente y presidiendo la Grand Place, rodeada de mansiones de granito de los siglos XVII y XVIII, se encuentra la iglesia de Saint-Ronan, del siglo XV, que visitamos para luego deambular por sus calles y concluir el recorrido en la sencilla capilla de Notre Dame de Bonne Nouvelle, que cuenta con un crucero junto a su fachada.

Tan sólo 10 km después se encontraba nuestra siguiente cita, el pueblo de Douarnenez, La casualidad hizo que aparcásemos a un paso de la plaza Gabriel Peri, donde se encuentra Bolomig, pequeña estatua de un niño egipcio con dos tinajas, que constituye el símbolo de esta población. De allí bajamos caminando hasta el Port du Rosmeur, donde en esta ocasión no tuvimos problemas para comer en la terraza de un restaurante, mientras contemplábamos varias embarcaciones tradicionales y algún que otro cormorán.

Por la tarde cambiamos de escenario, pues la dedicamos a recorrer la costa, desplazándonos 28 km hasta la Pointe du Van, dando un agradable paseo por el sendero que bordea los acantilados y pasa por la capilla de Saint-They. Tras recorrer 6 km llegamos al Finisterre bretón, la Pointe du Raz, declarada Gran Sitio de Francia, por lo que está siempre muy concurrida. Se accede caminando desde un gigantesco aparcamiento en el que hay que pagar 8 €. El lugar nos decepcionó bastante pues la bruma hizo que el pequeño faro situado en el islote de la Vieille pareciera tan sólo una silueta, Menos mal que de camino entre las dos puntas disfrutamos contemplando los molinos de Trouguer. De allí al hotel de Quimper teníamos 63 km.

El 15 de junio pedimos permiso en el hotel para retrasar un par de horas la salida, pues todavía no habíamos visitado Quimper (Kemper), la capital del Cornouaille bretón (Kernev), disculpa para realizar este viaje tras haber recorrido en septiembre del pasado año su hermano inglés. Dejamos el coche en el parking Place de la Résistance, cerca del Conseil Départemental du Finistère, cruzamos el río Odet y directamente nos dirigimos a la Catedral de Saint-Cernin, una de las primeras catedrales góticas de Bretaña, pues fue construida entre los siglos XIII y XV. Destacan las agujas, de 76 metros de altura, visibles de numerosas partes de la ciudad.

Tras la visita a la Catedral de Quimper, junto a la que se encuentra el típico carrusel, nos adentramos en el casco antiguo, la zona peatonal conocida como Vieux Quimper, siendo su arteria principal la rue Kéréon, la más comercial de todas, que cuenta con notables casas con fachadas de entramado de madera. Nos acercamos al mercado y a la hermosa plaza de Terre-au-Duc, para continuar nuestro recorrido por la rue Boucheries, contemplando casi al final la Tour Nevet, resto de la antigua muralla.

Pasado el mediodía iniciamos el regreso a Leioa, aunque todavía pasamos otras dos noches en Bretaña, en la ciudad de Auray, distante 100 km, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (4): Bretaña-1

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Le Mont-Saint-Michel. Ese día 10 de junio abandonamos Normandía para entrar en Bretaña, siendo los carros de vela lo primero que vimos en una playa. Total que, entre pitos y flautas nos dieron casi las 3 de la tarde, hora muy complicada para comer en un restaurante en estas latitudes, cosa que conseguimos sólo en L’Atelier de L’Huitre, en Cancale (Kankaven), donde me obsequié con una sencilla mariscada basada en las ostras que se cultivan en esta costa, como pudimos contemplar junto al faro. Mi mujer optó por un exquisito salmón ahumado, según ella el mejor que ha comido en su vida. Luego comprobamos que se puede comer a cualquier hora en el mercado de las ostras, pues las puedes comprar en cualquier puesto y luego comerlas sentado en el muro de la playa.

La siguiente cita la tuvimos, tras recorrer 18 km, en una preciosa localidad costera, Saint-Malo (Sant-Maloù), ubicada en la desembocadura del río Rance, que luce una elegante muralla urbana con torres de los siglos XIV y XV y bastiones de los siglos XVII y XVIII. Tras contemplar el Fort National, construido en 1689 por Vauban y Garangeau, accedimos el interior del recinto amurallado por la Porte Saint-Vincent, para acercarnos a la Catedral Saint-Vincent y la monumental Casa de la Duquesa Anne. Al otro lado de la muralla y de la playa en bajamar divisamos el Fort du Petit Bé. Todavía nos quedaban por delante 74 km para llegar a Rennes, donde pasamos las dos siguientes noches.

Comenzamos la jornada del 11 de junio desplazándonos tan sólo 34 km hasta la localidad de Vitré. Encontramos aparcamiento frente a la iglesia de Notre-Dame, construida entre los siglos XV y XVI en estilo gótico flamígero, así que, aunque no lo teníamos previsto, aprovechamos para visitar su interior en el que destacan el púlpito y las vidrieras. También merece la pena recorrer el Vieux Vitré, el casco antiguo, para contemplar sus antiguas viviendas con entramados de madera.

Realmente nos desplazamos a Vitré para volver a visitar su precioso castillo, construido en el siglo XI aunque reformado en el XIII, XIV y XV. Su interior merece una detenida visita pues está convertido en un museo de la época medieval. De todas formas, lo más espectacular es el conjunto de torres bajo la que se encuentra la puerta por la que se accede a su interior. Abre de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. La entrada cuesta 6 €, siendo gratis para los desempleados.

31 km después tenemos la segunda cita en otro impresionante castillo que nos gustó cuando lo visitamos hace veinte años, el de Fougères, que no cierra a mediodía. Antes de acceder a su interior decidimos comer, algo que resulta muy complicado en estos lares a las 13:30. De hecho sólo conseguimos hacerlo en una crepería, comiendo una gallette rellena de salchicha, plato tradicional en la gastronomía bretona. Fundado en el año 1020, aunque con sucesivas ampliaciones hasta el siglo XV, el castillo presume de ser la mayor fortaleza de Europa. Se puede caminar por la muralla y subir a las torres. A veces hay espectáculos en su interior. Abre 10 a 19 h y la entrada cuesta 9 €, 5 € los desempleados

El resto de la tarde decidimos pasarlo en Rennes (Roazhon), en cuya periferia nos alojamos dos noches en el Hotel Ibis Rennes Beaulieu. Es por ello que dedicamos la tarde a recorrer el Vieux Rennes, acudiendo en primer lugar a la Oficina de Turismo sita en 1 Rue Saint-Malo. Casi enfrente tenemos una gran plaza presidida por la enorme Basílica de Notre-Dame de Bonne Nouvelle de Rennes, tras lo que nos adentramos en el casco antiguo contemplando varias casas con entramados de madera, finalizando nuestro recorrido en la place de la Marie a la que se asoman los edificios de la Ópera, de mediados del siglo XIX y el Hotel de Ville, del siglo XVIII, en el que destaca la Torre del Reloj. Muy cerca está el Parlamento de Bretaña.

Con lo que llevamos ya visto en este viaje, Rennes (Roazhon) no se sitúa en las posiciones de cabeza. Pese a todo hay otros lugares de interés, como la Catedral Saint-Pierre, del siglo XIX, que cuenta con una rica decoración interior y un notable retablo de madera, flamenco del siglo XVI. Me gustó también la Porte Mordelaise, resto del recinto amurallado del siglo XV que constituía el principal acceso a la ciudad. Concluyó nuestro paseo contemplando otras casas con entramados de madera del los siglos XV y XVI.

El 12 de junio nos tocó día de traslado, deteniéndonos a los 58 km en la coqueta ciudad de Dinan, dejando el coche muy cerca de la Oficina de Turismo, sita en 9 rue du Château, que abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Nos salió un día muy encapotado y plano, dirigiendo nuestros pasos en primer lugar al castillo, en el que destaca el Torreón de la Duchesse Anne (siglo XIV). Desde lo alto de la muralla vimos el puerto fluvial, para luego pasar por el Jardín Inglés hasta la Basílica de Saint Saveur. Dé allí nos acercamos a la hermosa Torre del Reloj, mandada construir en el siglo XV por el Duque de Bretaña. Con un vistazo a las casas con entramados de madera, concluyó la breve visita a esta ciudad.

Comimos de bocadillo en un área de descanso de la N12 y, tras recorrer 62 km desde Dinan, fuimos a instalarnos en el Hotel Ibis Styles Saint Brieuc Plerin, en el que pasamos la noche y cenamos, bastante bien por cierto. Dejamos el equipaje y rápidamente nos dirigimos a la Pointe de Bilfot (42 km), desde donde contemplamos una hermosa vista presidida por el Faro de Ost-Pic, situado sobre una roca, que marca la entrada de la bahía de Paimpol. En la carretera de acceso se puede contemplar “Esculturas en libertad”.

La tarde avanza rápidamente y todavía tenemos que recorrer 26 km hasta nuestro siguiente destino, Treguier (Landreger), pero el atasco originado por una obra en un puente hace que lleguemos a las 17:58 a la Oficina de Turismo, a punto de cerrar, sita en la rue Marcellin Berthelot, pues abre de 09:30 a 12:30 y de 14:00 a 18:00 h. Aunque ya no nos dio tiempo para ver el claustro, al menos pudimos contemplar el magnífico interior de la Catedral de Saint-Tugdual, construida durante los siglos XIV y XV, en el que destacan el bestiario de las sillas del coro y la tumba de Saint-Yves.

Tras recorrer 55 km regresamos al hotel. Seguimos en Bretaña. Llevamos 9 días de viaje pero todavía nos quedan 6 por delante y mucho por ver, pero de ello espero hablar la próxima semana. Próximo destino: Quimper. El viaje continúa.

Viaje por Francia y Bélgica (3): Normandía

Continúo el relato del viaje realizado del 4 al 18 de junio por tierras francesas con una pequeña incursión en Bélgica, que dejaba la pasada semana en Lille, donde pasamos tres noches. El 8 de junio partimos hacia nuestro siguiente destino: Normandía. Aunque estábamos empachados de tanta cultura, decidimos hacer un alto de camino tras recorrer 150 km, para visitar un lugar que nos gustó cuando estuvimos hace veinte años. Se trata de la Catedral de Notre-Dame de Amiens, una de las mayores iglesias góticas del siglo XIII, que desde 1981 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Junto a las catedrales de Chartres y Reims, forma parte de la llamada “Triada del gótico alto”. Abre de 08:30-18:30 h.

La Catedral tiene 145 metros de longitud y 42 de altura, lo que la convierte en la iglesia de estilo gótico más alta y en la catedral más grande de Francia. Como nuestro objetivo consistía en visitar esta joya arquitectónica, en Amiens tan sólo nos detuvimos en la Place Notre-Dame, donde tomamos un café en una terraza, para luego pasar junto a la estatua de Pierre l’Ermite, que nos dió acceso al Parc de l’Eveché. que es el mejor lugar para contemplar la flecha de la Catedral. El coche lo dejamos aparcado al otro lado del pequeño canal.

Por fin llegamos a Normandía, fijándonos como siguiente objetivo un lugar que nos encantó en nuestro anterior viaje por su playa, con sendos acantilados en sus costados. Uno de ellos tiene forma de trompa de elefante y el otro cuenta con una iglesia en su parte superior. Un buen y céntrico aparcamiento para dejar el coche es el Parking Place du General de Gaulle Etretat. 12 km antes y 176 después de salir de Amiens, nos detuvimos en un pequeño pueblo de pescadores, Yport, que cuenta también con hermosos acantilados. Lo mismo sucede con la playa de de Vaucottes, que vimos desde la carretera.

La siguiente cita la tuvimos a 50 km, en Honfleur, pero previamente tuvimos que cruzar el estuario del río Sena por el Pont de Normandie, que cuando se inauguró en 1995 se convirtió en el puente atirantado con el mayor vano central del mundo, 856 metros de los 2.143,21 que tiene el puente. Aunque ya era un poco tarde decidimos parar en otro lugar del que guardaba un buen recuerdo del anterior viaje, el Vieux-Bassin de Honfleur, rodeado de terrazas y casas tradicionales, entre las que destaca el Memorial Samuel de Champlain. Dignos de mención son también el Ayuntamiento, el carrusel y el monumento a las recolectoras de mejillones.

Todavía nos quedaban 137 km para llegar a nuestro alojemiento durante las dos siguientes noches, el  Hotel Mercure Saint-Lô Centre, ciudad que nos limitamos a contemplar desde la habitación, con los últimos rayos de sol iluminando las murallas y torres. Al final nos hemos metido en esta jornada unos 520 km de coche. Para el 9 de junio teníamos por delante 282 km, siendo la primera parada en Coutances, ciudad que nos decepcionó, pues su mayor atractivo se encuentra en la Catedral gótica de Notre-Dame, teniendo que esperar bastante para ver su interior pues había un funeral. De interés son también la iglesia de Saint-Pierre y el Espace Saint-Nicolas.

Empachados de tanta cultura decidimos desplazarnos 97 km hasta el extremo noroeste de Normandía y, más en concreto, al cabo de la Hague, en cuyas proximidades, sobre la roca conocida como “le Gros du Raz”, se alza el faro de Goury. De 50 metros de altura, se puso en servicio en 1837, pues frente a él se encuentra, la “Raz Blanchard”, una de las corrientes de marea más fuertes de Europa, que originó en un solo año el hundimiento de 27 barcos. Caminamos por la costa hasta el pequeño puerto partiendo de la Cruz de Vendémiaire, que recuerda el hundimiento del submarino Vendémiaire el 8 de junio de 1912, en el que perecieron 24 personas.

Comimos de bocadillo frente al faro y nos dispusimos a cubrir los 120 km que nos separaban de nuestro siguiente destino, Bayeux, aunque tardamos casi una hora en atravesar Cherburgo debido a una obra. Por dicho motivo llegamos por los pelos a la Tapisserie de Bayeux, que guarda una joya que tenía muchas ganas de volver a ver, el famoso Tapiz de Bayeux, que data del siglo XI y conmemora la batalla de Hastings. Mide 69,55 metros de largo, tiene 50 cm de altura media y pesa unos 350 kg. Además es una importante fuente documental sobre el modo de vida, las costumbres, la arquitectura militar y civil, la navegación y la agricultura de la sociedad normanda e inglesa de la Edad Media. Es de esas cosas únicas en el mundo.

Aunque originariamente no entraba en nuestros planes, como las iglesias no suelen cerrar hasta las 19 h, aprovechamos para visitar la Catedral de Notre-Dame de Bayeux, de estilo románico-gótico y construida en el año 1077. Destaca por su coro, las agujas del siglo XIII y la gran torre, de estilo gótico flamígero. Como estábamos a menos de 40 km de nuestro hotel en Saint-Lô, incluso nos dio tiempo a dar un corto paseo por la ciudad, para fotografiar el Ayuntamiento, el molino y la hermosa casa con entramado de madera de la rue des Cuisiniers.

Los seis primeros días de viaje disfrutamos de un tiempo precioso, incluso con calor, pero el 10 de junio Normandía nos despidió con sirimiri, aunque tras recorrer 92 km el agua cesó lo suficientemente para permitirnos ver sin lluvia esa joya que es Le Mont-Saint-Michel, que desde 1979 forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, por lo que recibe más de 3 millones de visitantes al año. Para acceder a este mágico lugar hay que dejar el coche a unos 2 km, en un gigantesco aparcamiento (11,50 €), desde el que un autobús gratuito te acerca hasta el puente que une la isla en la que se encuentra el santuario con el continente. Todo está muy bien organizado, pese a las enormes colas de gente que suele haber en este lugar.

Estamos en el séptimo día de viaje, pero todavía nos queda mucho por recorrer. Próximo destino: Bretaña, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.