¡Arriesguen, candidatos, arriesguen!

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Cuando Susana Martín me propuso escribir estas columnas y salir de mi formato habitual no lo dudé. Me apetecía reflexionar con más espacio sobre en qué redes sociales estamos, de qué burbujas de Internet venimos, y hacia qué aburrida virtualidad avanzamos. Enseguida tuve claro que me centraría solo en los candidatos y las candidatas a lehendakari. Era fácil intuir que esta sería una campaña presidencialista por falta de tiempo y de energía. Llevamos tres procesos electorales en diez meses, y la ciudadanía que vota está cansada, sí, pero los que pululamos alrededor de las campañas estamos agotados, se lo aseguro. Lo que no esperaba, sinceramente, es que los protagonistas de los carteles iban a desenvolverse tan lánguidamente en las redes sociales digitales.

¡Hasta Arnaldo Otegi ha ido a menos! Los comentarios en Twitter sobre las series que veía cuando salió de la cárcel, los chistes sobre Cuarto Milenio, las fotos de sus gatos… son previos a la ratificación de su inhabilitación (es decir, la precampaña). Como candidato, una solitaria foto de un perro con chubasquero y una pegatina con su cara son casi toda la sal y la pimienta. Tuits de entrevistas, alguna reflexión para meter el dedo en el ojo sobre todo al PNV, y mucho apoyo a las cabezas de lista de su formación forman el grueso de sus tuits. Un político más.

Entre las candidatas de Bildu, la más conocida, Iriarte, no ha arriesgado nada, y sí lo ha hecho un poco Jasone Agirre, por ejemplo, ayer mismo. Si vas a un acto durante la campaña, pones dos tuits anunciándolo, uno en euskera y otro castellano, en ambos subes una foto que te ha sacado un tercero, y utilizas el hashtag oficial de la campaña, se trata de un acto de campaña. Si el acto de campaña es una manifestación por un desahucio lo mejor que te puede pasar es que nadie te pida explicaciones ni por el proceso (que siempre es complejo y nunca es tan maniqueo como presentan el final) ni por la utilización del dolor ajeno con fines electorales.

Al PP vasco le dan igual estas elecciones: “Somos la voz de España en esta tierra ¡A votar!”, tuitean con la vista puesta más en Madrid que en ningún otro sitio. Y en el PSE, para compensar la facilidad con la que se han metido en charcos últimamente, en el Twitter y el Facebook de Idoia Mendia el riesgo es mínimo.

A la que sí exponen es a Pili Zabala. Su community manager nos sorprendió ayer con que ellos no ponen publicidad en el tranvía porque cuesta dinero. Lo curioso es que en la foto del tuit aparecía Íñigo Errejón, que es la segunda vez que viene. Antes lo hicieron Pablo Iglesias y Ada Colau. Y sus viajes y estancias, ¿no cuestan dinero? En cualquier caso, sacar los colores es fácil: si alcanzan el techo de gasto (todos los partidos lo hacen) no tendrán tranvías simplemente porque se han gastado la tela en otras cosas.

En el PNV, Aitor Esteban fue el primer político vasco que hizo un Facebook Live (luego repitió en junio), e Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar han sido los primeros que han respondido a un “Questions and answers” de Twitter, esta misma semana desde Barakaldo. Pero el riesgo, incluso en estos formatos, no es excesivo. A ver sobre qué escribo yo la columna mañana.

La campaña en directo

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Iremos a más, pero ninguna campaña como esta que vivimos ha sido tan “en directo” hasta el momento. Y eso que venimos de dos generales vergonzantes en las que “la nueva política” ha usado en Madrid las herramientas digitales como si los “likes” fueran votos, y los tradicionales (aquí sobran las comillas) se pusieron a rebufo.

Siempre he defendido que incorporar las redes sociales a tu comunicación es una oportunidad para echarte un vistazo crítico, actualizarte, corregir defectos, engranar mejor los equipos humanos y comprar equipos técnicos nuevos (esto, solo a veces). Y en política, todo lo que acabo de describirles es absolutamente necesario hacerlo cada año. Si no, vienen los políticos de siempre contándote que son de kilómetro cero y te ganan sin bajarse del plató de televisión.

El PSE y el PNV son los que mejor lo han entendido en Euskadi, con “lives” en Facebook a calzón quitado de Idoia Mendia, Iñigo Urkullu y Andoni Ortuzar (hemos visto a ambos partidos hacer pruebas en Periscope también). Ayer, el presidente del EBB anunció para hoy, además, una entrevista ciudadana igualmente en directo por medio de Twitter a los dos últimos, al alimón.

El PP, simplemente, no gasta energía: con una campaña de spots reseñable y un discurso que no casa, más rancio incluso de lo habitual, lo han fiado todo a que su suelo sea suficiente para, aritméticamente, no perder demasiados escaños. Incluido el que le birla a Ciudadanos, que también confiaba en heredar el de UPyD a cambio de nada. Hace años, el equipo de Maroto hacía de avanzadilla en comunicación on-line. Pero ese tiempo quedó atrás y a nadie le sorprende.

Pasamos a las decepciones: la única relación de Bildu con los directos son las cadenas de tuits durante los mítines. Activarlas supone un esfuerzo que hay que poner en valor, pero la ausencia de novedades extendidas genera cierta sensación de autarquía. Si no han logrado acceso a las plataformas que sí manejan PNV y PSE, y PP en Madrid, es porque no salen de su entorno. Y los resultados de las visualizaciones ahí están pese a tener más de 33.000 seguidores en Facebook.

El abandono de Podemos Euskadi es, seguramente, el más sorprendente: su cuenta en Twitter y su página en Facebook son, literalmente, un muro en el que pegar carteles digitales del mitin del día. ¡Qué novedad! Solo tímidos links a directos durante esos mismo mítines por medio de YouTube (con planos fijos, sin realizar), nos permiten ver cuál es su mensaje.

Para poner la salsa on-line ya están los de Madrid, ayer mismo, discutiendo entre ellos. No me creo nada de la conversación entre Errejón e Iglesias, que no pasa de ser otra anécdota pastelosa, pero la entrada de Monedero, entre otros, ha hecho que coja vuelo y solo para airear la realidad: nacieron con ansia de poder y sin poder sufren una ansiedad incurable. Finalmente, Pablo Echenique intentó relajar la discusión con su supuesto humor, al filo de las 17:00 de un martes, diciendo que se acababa de levantar de la siesta y se encontraba con el pastel en Twitter. Me parece el mejor retrato de cómo se toman la vida política algunos.

Quiero un lehendakari youtuber

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Iñigo Urkullu no lo va a ser. Y si alguno de los otros candidatos en estas elecciones se destapa esta última semana con un canal en YouTube como si fuera un chaval o una chavala, me horrorizaría. Pero espero, sinceramente, que más pronto que tarde en Euskadi haya un lehendakari “youtuber”. ¿Por qué? Muy sencillo: porque las verdaderas estrellas de ese medio conectan efectivamente con sus seguidores, y hacen fácil lo más difícil, que el que habla y los miles o millones que escuchan, lo hagan exactamente en el mismo idioma.

Es innegable, los que vivimos en el centro o la periferia de comunicación política tenemos un problema de comunicación. Y otro de política que, en parte, hemos ayudado a generar también nosotros. Hace meses que vengo observando el mismo fenómeno, y estoy seguro de que si tuviera tiempo para echar un vistazo a las hemerotecas podría comprobar que viene dándose desde, por lo menos, hasta donde nos alcance la vista: las encuestas identifican que el principal problema de la ciudadanía es el “empleo”, y en los mítines y las crónicas sobre todo vemos al candidato o presidente de turno hablando sobre “empleo”. Entonces, ¿por qué una parte importante de la ciudadanía tiene la percepción de que los políticos no se ocupan de las cosas que les importan?

Entiéndanme si hago mía la navaja de Ockham y considero más fácil que somos unos pocos los que lo contamos mal (políticos, asesores, consultores, periodistas, cronistas, columnistas…), y no que son muchos (todos los demás) los que lo escuchan y/o leen mal.

Pero eso a un youtuber (de los buenos) nunca le pasa. Soy un fan confeso de El Rubius. Ese tío, con más de veinte millones y medio de suscriptores a su canal y casi seis que han visto el último vídeo, es pura intuición y conecta con su público porque se dirige a él del modo que habla quienes lo componen.

Lo más parecido que tenemos en Euskadi es el videoblog de Andoni Ortuzar que, cuando se baja del escenario, habla todavía más claro que sobre la tarima. Puedes votar al partido que preside Ortuzar o no, pero lo que hace es excepcional y lo es para bien.

Ojo, si algo hay en YouTube, más incluso que en Twitter, es un montón de aprovechados que, sin fundamento alguno, dan alpiste a masas sorprendentes de seguidores cuyas inteligencias insultan con exageraciones, mensajes insostenibles y, algunos, incluso peligrosos. Vamos, como cualquier político mediocre hoy.

Pero llegará el día en el que la influencia de Internet sobre el mensaje político aporte algo positivo y honesto. Entonces, tendremos canales en Twitter llevados por community managers sin complejos, y candidatos y lehendakaris que sepan compatibilizar la altura institucional necesaria con el manejo de herramientas que sirven para conectarnos de verdad. Por suerte, que esto suceda es solo cuestión de tiempo.

Tuitea como un jeltzale

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Decía Andoni Ortuzar el sábado pasado que iban “todos contra el PNV”. Ayer, Twitter le daba la razón: el hashtag #TuiteaComoUnJeltzale llegó a ser el segundo trending topic de la mañana en Bilbao (la #UFest fue el tercero de la noche del sábado), movilizado, sobre todo, desde cuentas próximas a Bildu, Podemos… ¡Y el PP! Ya sabemos a estas alturas que un buen enemigo genera sólidas uniones. ¿Cuál es el recorrido de ese hashtag y ese trending topic? Respóndanse ustedes mismos: ¿se hubieran enterado sin esta columna? Si lo vieron en Twitter, ¿les hizo replantearse su intención de voto?

Pero no me parece despreciable ni el esfuerzo ni el contenido de lo que vimos con la etiqueta. Lo primero, lo que cuesta: movilizar a tanta gente para agredir al contrario es reconocer que no tienes ideas propias que merezcan ese esfuerzo de difusión. El agredido, casi sin pretenderlo, ya te ha metido un gol. El contenido, además, no podían resultar más desafortunado después de ver en televisión el casoplón de la Zabala, y de la visita de Pablo Iglesias a Barakaldo. “¡Ya podía venir más!”, exclamaba un trabajador en un partido político de ese ayuntamiento: su modo de evitar a “la gente” y su mesianismo han sido mucho más comentados, en la calle y en Twitter, que su discurso (con agujeros que merecen una columna aparte).

En Bildu nos han enseñado cómo se reparten los escaños como cromos, y nos ha regalado momentos hilarantes de Oskar Matute haciéndose pasar por abertzale para el 26-J, como para acusar a los demás de poltroneros y españoles. Y los del PP que entraban al trapo no pasaban de frikis de ocasión.

Esperen un momento: ¿y cómo tuitean los jeltzales? A la hora a la que terminaba esta columna, en la cuenta en Twitter del lehendakari para la campaña exponían sus tres compromisos con la juventud vasca, Andoni Ortuzar felicitaba a los catalanes por el éxito de su Diada Nacional, Aitor Esteban continúa siendo un tuitero auténtico, caótico e interesante, Jokin Bildarratz ha empezado con videoblogs grabados por sí mismo, Josu Erkoreka ha asistido a la apertura del curso de la UPV/EUH, y en la cuenta oficial del Partido hablaban de cómo impulsar la industria.

Twitter es el reino de los tuertos que aspiran a ser reyes por unos minutos a cambio de que su tuit tenga cientos de retuits. Si hay mucha suerte, miles. Por eso todos buscan el chiste fácil, como si hacer reír fuera sencillo. Pero el resultado casi siempre es ruido. Twitter es el reino (sí, reino), o eso se creen ellos, de la izquierda, de la que va de vasca y de la que no va de española. Y se meten con quien consideren como el macarra repetidor en el patio del colegio, pero a cara tapada, como muestra de lo que son. Al final, la realidad es que eso que hacen no le importa a nadie.

Felizmente equivocados

Los que ganaron en España estaban ahí antes de Twitter, son más de mitin y de periódico. Si me apuran, de Facebook. Los que perdieron en España son de Twitter y de tele, y la de ayer era una mala noche para salir en las dos. Los líderes de Podemos y Ciudadanos crecieron con la tele y se agrandaron artificialmente con Twitter, despreciaron Facebook y, sobre todo, el papel, y ayer, a mediados de 2016, demostraron que a finales de 2015 se les acabo el queroseno: habían tocado techo. Por mucho que empujen, por mucho que tuiteen, por mucho que sumen partidos y siglas, más arriba no irán. Así que se hizo el silencio. Seguro que Pedro Sánchez y Mariano Rajoy, los dos grandes vencedores españoles, hablan hoy en las radios, las de toda la vida. De Iglesias y de Rivera esperamos refugio también en los viejos micrófonos. Pero sus seguidores esperan un tuit, aunque sea por misericordia, que tardará en llegar.

Los últimos que vimos en las cuentas personales eran anteriores a las 20:00, y yo me quedo con el de Alberto Garzón, apelando a que nadie se quedara en casa por lo que IU se jugaba en las elecciones. ¡Y tanto! IU se jugaba una operación financiera estupenda, con doble mailing para llevarse dos veces la subvención, y fondos renovados para pagar la deuda. ¿O Pablo Iglesias va a prohibir que Garzón pague a los bancos con los escaños que ha capitalizado? Entonces, sí, Unidos Podemos paga créditos. Salieron a dar la cara en televisión, es cierto, pero no en Twitter, donde vive ahora cómodamente ahora la burbuja de Internet. Twitter no es un reflejo de la sociedad, es un lugar de paso de una parte de la misma. Y las extrapolaciones, como las encuestas a pie de urna, son más deseos que realidades.

En el silencio, sonó a hueco el hashtag #RajoyPresidente que intentó promover el PP y que como primera respuesta recibió un “gilipollas” antológico. Y entre los usuarios observadores, asomaba la retranca: desde los que deseaban mejor suerte a Iglesias con toda la coña del mundo a quienes disfrutaban con unas posibles terceras elecciones, y en medio los que pedían la dimisión de los contertulios que aplaudían las encuestas del sorpasso.

Al final del ruido, Andoni Ortuzar recordaba que la primera fuerza con origen y destino en Euskadi era EAJ-PNV, y a Iñigo Errejón el tiempo volvía a darle la razón: el ahora tercero de a bordo no ha cambiado en todo este tiempo su descripción en Twitter, en la que se describe a sí mismo como portavoz en el Congreso incluso con la cámara disuelta. Ahora vuelve a serlo porque su asiento, claro, no ha corrido peligro. Lo que ha corrido es el tiempo. Seis meses que, como Twitter, a algunos no les cuesta dinero. Pero que en el mundo real pueden ser una eternidad.