«La industria de la guerra»

Joseba Permach puede tuitear sobre la industria de la guerra porque sabe del tema. Quienes tenemos memoria le recordamos justificando los asesinatos a personas no pensaban como él. Hoy en X, cómo no, ha encontrado el altavoz de los fascistas y en la UPV/EHU un lugar que le acoge y premia, qué desgracia. Pero debemos marcarle de cerca: quien ríe (en forma de retuit, no hace falta ir más allá) sus gracias es idiota o estaba de acuerdo con lo que dijo e hizo Joseba Permach cuando ETA disponía del plomo y la plata en Euskadi. Por cierto, la inversión europea en armamento ha servido para defendernos de Putin. ¿En qué lado está él?

Fascismo

Me mojo, alguien tiene que hacerlo: no hay diferencia entre la Euskadi idílica que planteaban esos a los que justificaba Permach después de asesinar y la Gaza idílica que plantea Trump. Una Riviera lograda con la eliminación del adversario y al que no le guste que se vaya del pueblo. Así son los fascismos, que no importan que sean de derechas o de izquierdas, de un pueblo pequeño o de un enorme estado de estados: buscan la «“»liquidación» (EPE). «¿Y si dejamos de imaginar, los mandamos a casa y empezamos a hacer algo diferente?», termina su hilo el profesor de Economía Aplicada. Algo parecido piensa Trump sobre Gaza.

¿Qué puede salir mal?

Después de conocer el plan de Donald Trump para Gaza leí esto en Euronews: “EE.UU. podría revelar el plan de paz de Trump para Ucrania la próxima semana”. Zelenski tiene que estar preocupado. Yo lo estoy, desde luego, porque la invasión rusa sobre Ucrania es un ataque en el borde exterior de la Unión Europea, y lo que pase allí aumenta o reduce nuestro riesgo. En plata: cuanto más lejos esté Putin (ese al que ni condenan ni rechazan en una parte muy importante de las izquierdas vasca y española), mejor. Pero Trump es capaz de cualquier cosa y aprovechará esta oportunidad para perjudicar a la Unión Europea.

Son sus decisiones (y las mías)

Donald Trump ha demostrado, vía decreto, su transfobia. También lo han hecho en Iusport, el digital sobre la industria del deporte, en el que han titulado: “Trump firma una orden para vetar a los hombres en las categorías femeninas”. Son sus decisiones (las de Trump y las de quien redacta, aprueba y publica la noticia citada) y yo tomo las mías: aborrecer al político ultra y poner por última vez, al menos por un tiempo, un pantallazo de ese medio. De lo suyo gastan y mi atención y mi cariño suman poco, lo sé. Pero cuantos más seamos los que tengamos claro quién es el enemigo, más daño haremos.

Cuidado con la pureza

Yo soy antifascista en todo momento y lugar. Esa es la única manera de ser antifascista. Pero no soy puro: me equivoco, juzgo, señalo e intento comprender. No va conmigo ni guardar las esencias ni los linchamientos: en el digital de Pablo Iglesias les parece fatal que Pedro Vallín vaya al programa de Antonio García Ferreras. Señalan al ex de La Vanguardia (que tiene que seguir facturando) como próximo a Yolanda Díaz y le echan en cara que se jactara de los errores de Al Rojo Vivo. Recuerdan la amistad entre Vallín e Iglesias pero no que el líder de los morados también participó en el mismo programa.

No, no hay equidistancia

Como en todos los casos, quien mantiene una equidistancia se posiciona. Así que cuando en El Diario aseguran que “el partido de Ione Belarra y los nacionalistas vascos han protagonizado en las últimas semanas intensos cruces de reproches en el Congreso”, sin explicar quién insulta, quién provoca y quién busca ese enfrentamiento, y quién reacciona después de varios silencios, se posiciona. Y lo hace a favor de quien insulta, provoca y busca el enfrentamiento. Luego nos llevamos a la cabeza con los bulos y nos rasgamos las vestiduras clamando “periodigno”, pero en el día a día, algunos sueltan la hostia y esconden la mano.

Aquí, tampoco

También en el digital que dirige Pablo Iglesias, Diario Red, califican ahora al PNV como partido de derechas (nada que ver con cuando lo elogiaba como vicepresidente por sus políticas sociales). Y también hay equidistancia, pero de la asquerosa. En su pieza: “La fatiga de la guerra pasa factura a Zelensky”, explican que el presidente ucraniano no convoca elecciones por la ley marcial y porque decae su apoyo, no mencionan la invasión rusa (una sola vez hablan de “ataque”, como si no fueran continuados) pero sí que la población es cada vez más favorable a negociar con Putin y ceder territorios. Ahí queda eso.

El triunfo del bulo

Los bulos triunfan. Por eso los usan en Podemos. Por eso hay digitales que juegan a la equidistancia: porque la verdad no vale nada, porque la responsabilidad no genera atención, y eso algunos lo traducen en votos y en audiencia. En el Huffington Post aseguran que “2024 ha estado marcado, informativamente, por el bulo”, y me temo que ese titular lo veremos repetido el año que viene. Pero es ese “informativamente” entre comas el que me deja atónito. Si hablamos de información no hablamos de bulos, son antónimos (aunque la equidistancia, ya lo hemos visto, da mucho juego). El que no tenga eso claro, que deje libre el paso.

Da igual si informas

Pero no voy a cargar las tintas contra algunos medios y algunos partidos políticos: es la ciudadanía (incluidos periodistas, políticas y políticos) la que es permeable a los bulos porque quiere, porque dan la razón, porque permiten seguir habitando espacios mentales confortables (cuánto daño hizo aquello de “tienes que salir de tu zona de confort”). Y lo cierto es que cuando informamos lo mejor que podemos no importa: “Occidente recomienda no viajar bajo ninguna circunstancia, pero el turismo ha dado con un insólito destino: Afganistán” (Xataka), que “se presenta como un destino sorprendente y enigmático”. Somos idiotas.

La tele no es

Nos quejábamos de “la caja tonta”, pero teníamos más certidumbre y menos bulos cuando era la reina de los medios de comunicación. Desde que su consumo ha caído notablemente, todo ha ido a peor. No soy capaz de calcular la relación entre un hecho y otro, pero es evidente que existe. Aunque cada vez la vea menos gente, sigue habiendo batallas por la audiencia: ETB se mantiene pese a la bajada generalizada (esto no lo dicen en la pieza de El Plural, claro, pero hay que mencionarlo), y en España “Telecinco cae a mínimo histórico anual, Antena 3 se enroca líder y La 1 rentabiliza el efecto Broncano en 2024”.

Asesinados por la espalda

José Luis González Villanueva e Iñaki Mendiluze Etxeberria son los dos ertzainas a los que Mikel Otegi disparó por la espalda. Su asesino no pertenecía a ETA, pero después de quedar absuelto por un jurado popular, fue detenido en Francia como miembro de la banda. Las familias de los agentes fueron revictimizadas por quienes les gritaban a las puertas del juzgado y por quienes no condenaron a quien reconoció “matarlos para ayudar a ETA en sus fines” (según el hilo de Consuelo Ordoñez en X). La madre de uno de ellos acabó suicidándose. Este es el horror que recuerdan en Bizkaia Gaur y que algunos blanquean hoy en Euskadi.

44.800

“Las autoridades de la Franja de Gaza han cifrado este martes en cerca de 44.800 los palestinos asesinados a causa de la ofensiva desatada por Israel” (Diario Red). Por muchos recelos que nos genere quien ofrece la cifra y quien la pública (el digital de Pablo Iglesias, tendencioso como pocos), cualquier número aproximado de muertos por el fuego israelí resulta absolutamente indecente, injustificable y condenable. Pero no con una condena verbal o un gesto (que también): Netanyahu y su gobierno ultra deben ser juzgados con frialdad pero sin miramientos. Lo que estamos viendo, ya lo dice Amnistía Internacional, es un genocidio.

Otro año trágico

Empiezan las recopilaciones habituales de todos los finales de año: lo más escuchado en Spotify, lo más buscado en Google… Y el número de periodistas asesinados: 104. Y más de 500 han sido encarcelados. No estoy banalizando sus muertes ni el sufrimiento de sus familias. Al contrario: busco llamar la atención ante una tragedia humana pero también social. Cada periodista muerto o preso es una voz acallada, es una realidad que no se cuenta, es silencio garantizado ante la desmemoria vasca, la masacre de Gaza o la cárcel conocida como “matadero de personas” en Siria. Por eso es importante prestigiar socialmente la profesión.

Más agilidad

“Una madre convoca una manifestación para acabar con una pandilla de Vigo que pega a menores y exhibe las palizas en TikTok”. El titular en La Voz de Galicia es mucho más alarmista que el cuerpo de la noticia, en el que se mezclan sucesos de hace años, víctimas y agresores, un caso de bullying que no tiene que ver con la actualidad, y la policía nacional, que asegura que no le constan las agresiones. Como dato positivo: nadie menciona la inmigración, para variar. Pero si algo pone de manifiesto la pieza y la llamada de atención que busca es que las instituciones necesitan más agilidad para detener la violencia y los bulos.

En su justa medida

No soy un negacionista de las enfermedades mentales. No puedo serlo si conozco la ansiedad tan de cerca que me generó ansiedad. Pero también creo (o precisamente lo creo porque lo conozco) que hablamos de ellas con demasiada ligereza y que vivimos con una precaución excesiva que, lo siento, en algunos casos no puedo tener. Por ejemplo, no compadezco en absoluto, ni me da lástima de ninguna manera, que un tipo tan ambicioso como Mbappé ahora tenga un bloqueo, pase por un bache o incluso padezca ansiedad (la de verdad es la de los pobres), cuando vive de putísima madre, donde quiere y haciendo lo que quiere.

“¿Por qué no ha decidido aún La Haya sobre el arresto de Netanyahu?”

La pregunta que se hacen en EPE es absolutamente pertinente. Y más cuando leemos que “la Corte Penal Internacional lleva más de cinco meses sin procesar la petición del fiscal general. Tardó días en hacerlo sobre Vladímir Putin”. “El retraso en la decisión es totalmente anómalo”, explican en el digital, que “ha preguntado en tres ocasiones en los últimos meses a la Corte Penal Internacional, sin obtener respuesta”, y en el que no se andan con rodeos: presiones directas de EE.UU. y una dimisión “por sorpresa, alegando motivos ‘de salud’” de “una de las tres juezas del tribunal preliminar que debe tomar la decisión sobre el arresto de Netanyahu”.

Este perfil es exigible siempre

No solo no me cuesta reconocerlo, es que celebro el buen uso de las redes sociales por parte de un político, sea del partido que sea. Y después de reconocerlo, celebrarlo y traerlo a la columna junto con un parabién, me pongo exigente: “Esta crisis exigía este perfil”, dice Óscar Puente “sobre su ‘transformación’ tras la tragedia de la DANA” (La Sexta). Y vuelvo a no estar de acuerdo con el ministro: ese perfil útil, lejos de la bronca política, que muestra lo que se hace con el dinero público para bien de todas las personas, debería de ser la norma. La política del insulto y el enganche virtual por las solapas sobra en todo momento y lugar.

Y ahora, ¿qué?

“Un asesor de IU en Oviedo renuncia a sus cargos tras una denuncia anónima por un presunto abuso sexual”. “No hay ninguna denuncia presentada en los juzgados, el hombre niega los hechos y en la publicación en Instagram se le define como ‘un referente feminista’”, publican en La Voz de Asturias. Y ahora, ¿qué? Sin otra denuncia que una publicación anónima en la cuenta Denunciasasturies, que imita a la de Cristina Fallarás, ¿qué pasa con la víctima? ¿Quién la protege después de haber dado datos concretos? ¿Y con el señalado? ¿Quién investiga? Publicar una denuncia anónima no puede ser lo mismo que publicarla sin comprobar.

La guerrilla

Cada uno se conforma como puede: “Podemos ya supera en escaños a Sumar según el ElectoPanel”, titulan en Diario Red, el digital que dirige Pablo Iglesias, y aseguran: “Un total de 9 asientos en el Congreso frente a los 7 de Sumar”. Lo que me resulta más llamativo es que todos los que obtendrían Podemos y Sumar son en las mismas circunscripciones: Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia y Alicante. Ahí se juegan todas las alubias. Solo unos días antes, en The Objective publicaban: “Sumar teme que el ‘caso Errejón’ mueva el voto de las mujeres hacia Podemos”. ¿Qué mujeres? ¿Cuántas mujeres? ¿Las de dónde?

“¿Dónde están las mujeres en el prime time?”

Termino con otra pregunta pertinente que, esta vez, se hacen en El Plural: “¿Dónde están las mujeres en el prime time?”. En todos los programas en la mejor franja de las televisiones españolas (y en las vascas, me temo) ellas son, como mucho, copresentadoras, y ellos, las estrellas (Broncano, Motos, El Gran Wyoming, etc.). Y en el de La1, especialmente progre en las formas, todos los colaboradores habituales son también hombres. Muy graciosos, sí, muy rápidos, pero también muy “cipotudos”, usando la expresión que el propio Broncano, en una entrevista a Kiko Matamoros (sí, Kiko Matamoros), rescató para hacer chistes sobre sus cipotes.

Casualidad no es

Si “las 100 grandes fortunas de España aumentan su riqueza un 28% en un año” (El Nacional) no podemos hablar de casualidad, sino de un sistema construido para que las y los más ricos expriman a quienes no lo somos. En resumen: el mayor problema que tenemos como civilización es el de las personas ultrarricas. Tenemos que acabar con ellas y con ellos (vía legal). Sin dudas, sin paliativos y sin retraso. ¿Es salvaje lo que planteo? Puede. Lo que tengo claro es que es urgente e inevitable. Porque son además quienes más contaminan y quienes promueven (lo hemos visto en EE.UU.) que haya personajes ultraliberales como Trump.

Esto, tampoco

Hay varias explicaciones para el fenómeno de las cuentas indias que han estado relanzando mensajes populistas sobre la DANA, en beneficio, en general, de la extrema derecha. La primera es precisamente que sean bots contratados por algún grupo ultra para generar mal rollo y sacar tajada política. Otra es mucho más espuria: son cuentas que se meten en todos los temas del mundo para ganar miles de seguidores y luego ser vendidas con un público global. Y otra relacionada con esta: X premia económicamente a las cuentas de pago más activas y con mejores datos. Una “ideaza” de Musk que permite darnos cuenta del tipo de red social que quería (y ha utilizado para aupar a Trump) y que ha provocado hacer negocio con la tragedia.

Son ultras legitimándose

Sigo hablando de las consecuencias de la DANA y de la poca vergüenza de la extrema derecha. Cada noticia como esta en The Objective: “Revuelta, la asociación juvenil ligada a Vox, recoge 1.000 toneladas de ayuda para Valencia”, es una acción de intento de legitimización de los ultras. No podemos dejarnos engañar: han ido a prender chispas de odio, han ido a agitar el populismo antisistema, han ido a sacarse fotos para blanquearse, han ido a ayudarse a sí mismos y a Abascal, no a la ciudadanía afectada. Simplemente, algo tenían que hacer con lo recogido para su campaña de legitimización. No deben despistarnos.

Las lecciones de Pablo Iglesias

Pablo Iglesias paso un mal final de semana: antes de promocionar una actuación musical en su bar le pillaron en X lanzando un bulo sobre la nueva portavoz de Sumar, Verónica Martínez, a la que acusaba de ser alto cargo de Feijóo. En las propias redes aclaraban de que el Consello Galego de Relacións Laborais es un órgano consultivo y que su nombramiento es de consenso entre el gobierno y los agentes. Y en su medio, Diario Red, mantenían otra fake-new: el PNV no tiene nada que ver con el acuerdo entre PSOE y Junts “para bajar los impuestos a las energéticas”. Él, que venía a salvarnos con sus informaciones veraces y sus medios alternativos, abraza bulos.

¿De quién es el fracaso?

Como en Euskadi, en EE.UU. hablan de la falta de capacidad de movilización de opciones moderadas frente al populismo de base fascista. Visto con otra perspectiva, este titular en El Independiente me genera una pregunta: “Los demócratas fracasan en su intento de movilizar el voto contra Trump”. ¿Quién fracasa? No resto ni una brizna de responsabilidad a las opciones políticas que no consiguen activar a su electorado, pero creo que es la sociedad la que fracasa (y de nuevo los partidos tendrán una parte de la culpa) cuando resta importancia a lo que puede perder y se deja llevar por quienes se limitan a decir lo queremos oír.