Ideas que se vacían

A veces se me olvida que lo mío es el análisis de discurso. Y suelo recordarlo sobre la marcha, cuando leo algún tuit con el que no estoy de acuerdo. Rubén Sánchez Medero tiene su teoría sobre el nombre de la asociación que ha elegido Yolanda Díaz, Sumar: “Vincular el ‘naming’ a un verbo es convertir la marca en lo ‘que se hace’”. Yo no estoy tan de acuerdo: en España, ideas como “Podemos”, “Ciudadanos”, “Más País”, “Vox” e incluso “Partido Popular” han acabado representando lo contrario a lo que dice su nombre. Yo soy más de nombres clásicos, de siglas que dicen lo que son aunque solo sea para no olvidarlo.

Lo aprendió de Iglesias y Errejón

El 25 de mayo, precisamente, de 2014, Pablo Iglesias fue elegido eurodiputado y arrancó una carrera política fulgurante marcada por una premisa básica: ser siempre el niño en el bautizo. Pero volvamos a aquel mayo de 2014, cuando Íñigo Errejón, entonces muy próximo al líder de Podemos, decidió que en la papeleta electoral apareciese la cara del televisivo Iglesias (hasta ese momento, tertuliano muy activo). Aquella maniobra fue un acierto y, precisamente por eso, en 2022, “Adelante Andalucía pondrá una foto de Teresa Rodríguez en la papeleta del 19-J”, según leemos en Público. La idea sigue siendo válida, pero esta vez contra Podemos.

Todas y todos nos equivocamos

Cada vez que sale mal alguna tarea doméstica, me quejo airadamente (una tradición muy arraigada entre los de Ezkerraldea, esta de ciscarse en algo alto por una pequeñez) y mi hija me recuerda: “Tranquilo, aita: todos nos equivocamos”, pienso que algo estamos haciendo bien. No hay que tener miedo al error ni podemos pasar por la plancha a quien lo cometa. Pero lo de Podemos en Andalucía no ha sido solo un mal cálculo, y el papel de Lilith Verstrynge como secretaria de Organización está siendo cuestionado por ello, según Vozpópuli. No menos que el de las mismísimas Ione Belarra e Irene Montero.

Elon Musk, también

Con cada noticia que leo tengo más claro que a Elon Musk le ha bastado solo con ser el más hábil para beneficiarse del sistema económico virtual que hoy nos golpea. Ya no es capitalismo, es otra cosa. Es una cacería para caníbales. Y en esta competición en la que gana el que menos escrúpulos tiene, Musk ha acabado siendo la persona más rica del mundo. Además de eso, anuncia la compra de Twitter (ahora en suspenso) y, esta misma semana, que no volverá a votar a los demócratas. Su papeleta será para los republicanos. Teniendo en cuenta el sistema estadounidense, podemos suponer que también parte de su fortuna.

En Internet sigue vigente el carné de gilipollas

Estoy bastante seguro de que no viviremos en el “metaverso” igual que no lo hicimos en Second Life. Lo más cerca que hemos estado de algo así ha ido Fortnite. Pero incluso aunque Zuckerberg acabe convenciéndonos en el futuro de que al llegar a casa tenemos que quitarnos los zapatos y ponernos unas gafas de realidad virtual, seguiremos teniendo vigente nuestro carné de gilipollas en los dos planos. En EPE tenemos la primera prueba: “Vete a fregar, estás gorda, vaya tetas… El acoso que sufren las ‘streamers’ en Twitch. ‘Gamers’, ‘streamers’ y comentaristas femeninas denuncian el machismo en el mundo de los videojuegos en directo”.

Crispación

Si Alberto Muñoz ha escrito en El Periódico de España un párrafo inapelable, ¿quién soy yo para añadir nada más? Así que, ahí va: “Nueve de cada diez españoles esperan más de sus dirigentes. Esperan que bajen el tono, que lleguen a acuerdos y que resuelvan cuestiones clave para el futuro del país como son el precio de la energía, la lucha contra la violencia de género y los desafíos derivados de la invasión de Ucrania. Así lo refleja una encuesta publicada por el CIS en la que, además, se señala como responsables de esa crispación al PSOE y a VOX como principales agitadores del mal ambiente”. Ahora, que lo lean los referidos.

Condición

También me parece inapelable el tuit de Aitor Salinas-Armendariz sobre la noticia de que Bildu “exige a Sánchez una excarcelación masiva de presos de ETA” (Vozpópuli). El abogado tiraba de retranca: “Yo pensaba que lo de ‘condicionar la acción política en Madrid a la defensa de los intereses de unos pocos frente a los intereses de la mayoría de los vascos’ era lo que Bildu recriminaba a otros”. Esta legislatura en el Congreso está resultando bastante curiosa, pero nada más asombroso que las contorsiones de Bildu para parecer el PNV, servir a ERC, sostener al PSOE y contentar a su núcleo duro.

Financiación

La democracia es cara, pero cualquier alternativa lo es aún más, sin dudas. Y la financiación es importante para poner en marcha campañas y sostener partidos políticos que articulen reclamaciones. Así que, sí, es lógico que el reparto del dinero preocupe ahora en la gran coalición a la izquierda del PSOE en Andalucía que no supieron armar. Podemos se ha quedado fuera después de perder a su propio juego, y ahora les toca a todos recomponer la imagen de la agrupación, defender su posición dentro de ella y averiguar cómo pagan ahora la campaña. Hablamos de 1,5 millones de euros, según El Independiente.

Adhesión

También anda fino Niporwifi cuando tuitea: “Si hace un año alguien nos dice que Finlandia en 2022 iba a solicitar su adhesión a la OTAN lo habríamos tomado por loco”. Hasta hace un año solo oíamos hablar de la OTAN cuando veíamos en los PGE la partida destinada a la compra de armamento a la que obligaba la organización al estado español. Desde que Putin decidió invadir Ucrania volvemos a hacerlo como espacio de seguridad y solidaridad en el caso de que un loco decida invadir militarmente otro país por el morro. Y esto ya no es una hipótesis que roza el chiste, es una posibilidad real, por desgracia, sobre todo, para las y los ucranianos.

Y hundimiento

Estoy seguro de que Víctor Ventura se ha esforzado en explicarnos en El Economista en qué demonios consistía el “criptochiringuito financiero” que ha generado la caída de las monedas digitales, una detrás de otra. Lo que sí me ha quedado claro es que esta primera pieza del dominó usaba la tecnología para generar una percepción de crecimiento que atraía a nuevos inversores que eran los que pagaban la fiesta, y que el dinero se ha volatilizado (¿se ha volatilizado o ha cambiado de manos?) en cuanto ha surgido un fallo (¿ha surgido o lo han hecho surgir?). Demasiadas preguntas para respuestas tan sencillas.

No vivo para trabajar

Hoy que muchas y muchos volvemos al trabajo y afrontamos otra semana de tareas que siempre se acumulan, es un buen día para recordar esto que escribió Jordi Martí el pasado 1 de mayo: “Mi vida empieza al acabar mi trabajo. Y solo tengo una, así que debo aprovecharla al máximo posible”. Este profesor valenciano recordaba en su blog que el trabajo es solo eso, que llega un momento en el que tienes que tener claras tus prioridades, y que si detraes tiempo a tu familia ya puede ser a cambio de dinero que te permita disfrutar cuando vuelvas a descansar. Es un pensamiento tan básico y sencillo que lo olvidamos.

La gran dimisión

Recuerdo perfectamente cómo, hace unos meses, leía columnas y posts sobre “la gran dimisión”: el movimiento que había surgido en EE.UU. con de la pandemia por el que la ciudadanía, después de probar a quedarse en casa, aunque fuera por un confinamiento forzado, decidía no regresar a sus puestos de trabajo. No lo hacían porque estos eran una mierda y habían descubierto que no les compensaban. Ahora asistimos a la llegada de un fenómeno parecido a España y, por contagio, a Euskadi: algunos tipos de vacantes han dejado de cubrirse porque las malas condiciones se han generalizado.

Derechos laborales básicos

“La hostelería no encuentra camareros para hacer frente a la recuperación del turismo” (Nius). Y no lo hace porque los “trabajadores del sector han optado por sectores con menos restricciones como el comercio y la logística” y “por las condiciones laborales del sector”. Y estas nos las conocemos todos: horarios imposibles, sueldos bajos y falta de estabilidad. Es decir: faltan derechos laborales básicos que las y los empleados exigen. Por lo menos, ya han conquistado uno (o así debería de ser): el de ser tratado con el necesario respeto porque ya no hay una cola de gente esperando para coger la bandeja.

Si me voy, que pongan un robot

No planteo nada loco en esta columna, no me he vuelto un sindicalista, no he empezado a gritar “sí se puede” sin pensar antes si realmente puedo hacer yo algo para sentirme más a gusto con cómo me gano la vida (es decir, lo que empieza cuando termina mi horario laboral). Solo hablo en estos párrafos del mínimo exigible en un empleo. Y si ese mínimo no es satisfactorio ni con lo que he puesto de mi parte, no pasa nada: yo buscaré mi satisfacción en otro lado… Y siempre podrán poner un robot en mi puesto: “Las cadenas de comida rápida no encuentran trabajadores humanos. Así que los están sustituyendo con robots” (Nius). O no.

Nuevos empleos, viejos problemas

El texto de Analía Plaza en El Periódico de España sobre los editores de los vídeos de los youtubers ha dado mucho que hablar, también entre quienes emiten ahora en Twitch mientras se jactan de no leer webs de noticias. Plaza explica cómo las grandes estrellas de Internet cuentan con chavales que cortan sus largas intervenciones para hacerlas más atractivas en otras redes sociales. Eso hacen los editores, en muchos casos, por menos de un euro la pieza. Unos precios exageradamente baratos que han provocado el inicio de una actividad sindical y la subsiguiente indignación de la patronal. Nada nuevo bajo el sol.

No, la mayoría no podemos tener criados

La mayoría de nosotras y nosotros no tenemos poder adquisitivo para tener criados. Así que los alquilamos y tiramos de riders. Porque, oye, con lo cansado que vuelvo de mi trabajo de mierda lo mejor que puedo hacer es llamar a otra persona que tiene un trabajo todavía más de mierda y que va a llegar a casa todavía más cansada. Y si jarrea, ni te cuento lo señoritos y señoritas que nos volvemos: “Los pedidos se triplican los días que llueve a cántaros”, es una de las varias denuncias que hace un repartidor valenciano. Lo cierto es que la solución es muy sencilla: si no queremos trabajos precarios no ayudemos a precarizar el mercado laboral.

Ni podemos picotear en un cinco estrellas

Metido en harina y con una semana de retraso, entro también en el tema de la familia que denunciaba que le hubieran cobrado 75 euros por un par de pinchos de tortilla y unas croquetas en una terraza de Donostia. Y lo hago replicando los tuits de Beef Cola: “Si te sientas en la terraza de un 5 estrella sabes lo que hay, no seáis catetos”. El segundo es, simplemente, precioso: “Además de que la dinámica esa de pedir un pincho, unas croquetas y postre, me huele a kilómetros a tiesura máxima que intenta salir lo más indemne posible de la ratonera. A ver si os creéis que nos hemos caído del guindo ayer, chavales”.

Elon Musk, sí

Elon Musk se ha podido comprar Twitter porque tiene una milmillonada. Y la tiene porque le viene de familia: no se ha convertido en la persona más rica del mundo porque vendió un juego que él mismo programó siendo aún un niño (¿se lo hubiera comprado aquella publicación si no fuera de una de las familias más poderosas y blancas de Sudáfrica?) sino porque su padre tenía una mina de esmeraldas en Zambia, porque estudió en EU.UU., y porque cuando montó su primera empresa contó como con clientes como el The New York Times. Algo que le puede pasar a cualquiera. Claro que sí, guapi.

Cambiamos de sátrapa

La millonada infame de Musk se explica, en parte, por sus orígenes, y en parte porque pocos como él han sabido aprovecharse de la actual economía virtual. Y como muestra quedará siempre lo que ganó en una semana comprando bitcoins y haciendo que se disparase el valor de esta moneda digital, para venderlos inmediatamente y sacarse un beneficio que él solo generó. Ese capitalismo salvaje nos obliga a depender de aprovechados y sátrapas: Qatar es el emirato (es decir, una dictadura) que más se está beneficiando de que hayamos decidido no comprar más petróleo o gas ruso. Suman y seguimos.

Relajémonos. Si podemos

Queremos ser como Elon Musk y por eso llamamos a un rider mientras nos quejamos de la precarización de nuestro empleo. No queremos a Putin pero llamamos a un Emir para que nos traiga el gas y el petróleo que nuestro consumismo demanda. Para descansar de nuestras propias contradicciones suelo detenerme en posts como este de Microsiervos: Sam Battle, que es una especie de inventor con blog, ha creado una máquina que puede contar hasta un gúgol (10 a la 100), a un ritmo de 30.000 números por segundo. Pues bien, incluso a esa velocidad la máquina dejará de contar dentro de miles de años… Si sigue encendida y funcionando.

Fachas de aquí

Son los tontos que nos tocan, no hay que darle más vueltas. Hace unos años había una organización cuya mayor habilidad era encontrar a los psicópatas y sociópatas que, por porcentaje, nos correspondían en Euskadi, y convencerles de que el nacionalismo vasco se defendía con tiros en la nuca. Hoy, quienes no distinguen un fascista de su cara en el espejo, spray en mano, acosan a las personas refugiadas que han huido de Ucrania por culpa de Putin. Lo más gracioso (porque es de chiste) es que nos intentarán convencer de que lo progre, lo justo, es solidarizarse con una potencia invasora y criminal como Rusia.

Fachas del norte

El resultado de las elecciones en Francia, que no había que ser muy avispado para adivinar, me deja sin embargo un par de dudas que no tiene nada que ver con la política del país al norte de Euskadi ni con la elección de sus votantes. La primera: ¿por qué una parte de la prensa y de las tuiteras y tuiteros nos intentan hacer creer siempre que hay una gran esperanza progresista, como Melenchon o Sanders que, al final, no llega a nada? Y la segunda, que tiene que ver con la primera: ¿por qué después casi los mismos “clarividentes” nos sugieren que quien vota a Melenchon o Sanders puede hacerlo también por Le Pen o Trump?

Fachas del sur

Mientras en Francia llaman a las cosas por su nombre y eso facilita tanto que Le Pen no tenga ninguna opción en la segunda vuelta como que la ultraderechista llegue sin problemas a la ronda definitiva y en Euskadi, como ya hemos visto, tenemos a los tontos con spray que todos sabemos quiénes son (y qué votan), en España, por su parte, siguen presentando a la fascistada como una opción legítima de gobierno: “el ‘efecto Feijóo’ acerca al PP al Gobierno con Vox”, titulan en El Periódico de España, como si pactar con la ultraderecha estuviese normalizado. ¿O para que lo esté? ¿Eso no sería colaboracionismo?

Con detenimiento

Los tuits que han sacado en Abc de la entrevista al propio Núñez Feijóo el fin de semana antes de que el PP meta a Vox en un gobierno (en este caso, en Castilla y León), son para leerlos con detenimiento: “Hay que bajar impuestos para dar oxígeno a las familias”. Bueno, pues los impuestos son los que han enriquecido a familias como Medina y Luceño. “El bilingüismo cordial es el ‘no’ a la inmersión lingüística en Cataluña”. Es decir: negarte a la imposición del español es de mala educación. El gallego también cree que “deberíamos normalizar” que Juan Carlos I vuelva a España impune, como salió pero riéndose más de nosotros, básicamente.

Lo normal es trincar

Hablando del que vive de los impuestos de la ciudadanía de la Comunidad de Madrid: dice Luis Medina que su comisión de un milloncejo para comprarse un yataco con el dinero de la venta de material sanitario defectuoso en lo peor de la pandemia, es normal. “No hay irregularidad alguna”. Y concluye: “La fiscalía, y sabes, que son todos de izquierdas y así actúan”. Luz Sánchez-Mellado le traduce: “Rojos de mierda, dejadme vivir, o sea”. Y yo, le interpreto: si en la fiscalía hubiese gente decente, es decir, españoles de derechas, no pasaría nada porque unos millones de comisión, entre gente de bien, se protegen.