Viaje a Patagonia (1)

Octubre es un buen mes para viajar a Patagonia, así que os traigo a esta entrada mi primer viaje por Argentina y Chile, del que tengo un gran recuerdo por la espectacular naturaleza y por lo bien que comimos y bebimos. Buenos Aires fue la puerta de entrada al fascinante mundo de la Patagonia. Aunque la capital argentina no era nuestro objetivo, la estructura de vuelos de Aerolíneas Argentinas ha hecho que hayamos tenido que pernoctar en tres ocasiones en esta gran ciudad que me ha decepcionado bastante. Nos alojamos en la confluencia de las dos calles más animadas de la capital argentina, Lavalle y Florida. Además, En Lavalle 941 está uno de los mejores restaurantes bonaerenses para comer carne, La Estancia, donde me obsequié con un bife de chorizo, especie de entrecot, de medio kilo. Por supuesto, en primer lugar nos acercamos a la plaza de Mayo, para contemplar la Casa Rosada y el relevo de la guardia. Dos lugares que me parecen de visita obligada, por su originalidad, son el café Tortoni, el más antiguo de Argentina, fundado en 1858 y situado en la avenida de Mayo 825 y la librería El Ateneo, instalada en la avenida Santa Fe 1860, dentro de lo que fue el cine-teatro Grand Splendid, un hermoso edificio que data de 1919.

Seguimos recorriendo la ciudad, contemplando notables edificios como el Congreso y la Torre Monumental. La plaza General San Martín es el principal espacio verde en el barrio de Retiro. Para las compras merece la pena las Galerías Pacífico, centro comercial inaugurado en 1992, ubicado en un histórico edificio construido en el siglo XIX, en pleno centro de la ciudad. A la hora del esparcimiento un buen lugar es Puerto Madero, donde podemos ver la Fragata Presidente Sarmiento, botada en 1897.

En esta apresurada visita a Buenos Aires no podemos dejar de acercarnos a Caminito, una calle de unos cien metros de longitud. Se trata de un barrio portuario que siempre se ha diferenciado de los demás por sus casas bajas de chapa y madera, vistosamente coloreadas. Murales y esculturas decoran la calle, en la que se dan cita pintores, bailarines y cantantes de tango. Está en el barrio de la Boca, el mismo en el que se encuentra el estadio del club de fútbol Boca Juniors. A un paso existe un puente colgante, al estilo del de Portugalete. También merece la pena visitar el barrio de Recoleta, que se ha convertido en una de las zonas más lujosas de la capital, contando con un gran centro comercial y el conocido cementerio. La iglesia adosada al mismo, dedicada a Nuestra Señora del Pilar, se inauguró el 12 de octubre de 1732. También nos llamó la atención ver a paseantes de perros.

Pensábamos que estábamos en plena primavera austral, pero el bonaerense aeropuerto de Eceiza nos recibió con una temperatura de 3 grados. El viaje de verdad empezaba a dos horas de vuelo, en Trelew, donde cogimos un taxi para cubrir los 70 km que nos separaban de Puerto Madryn, nuestro campamento base para recorrer la Península Valdés, primer destino patagónico. Antes nos despojarnos de la ropa de invierno, ya que la temperatura rondó los 27 grados. Lo malo son las grandes distancias, pues al día siguiente, con el mismo conductor, tuvimos que recorrer unos 400 km, la mitad de ellos por ripio, nombre que dan a las pistas de tierra. Pronto nos damos cuenta que el paisaje patagónico es desolador, grandes planicies en las que sólo crecen matojos en los que pastan infinidad de ovejas. En Puerto Pirámides cogimos un barco desde el que observamos una enorme ballena franca a la que acompañaba su ballenato, que se pegan literalmente a nuestra embarcación, jugueteando a su alrededor y despidiéndose de nosotros con media docena de saltos. En la preciosa Caleta Valdés observamos sendas colonias de pingüinos y elefantes marinos, además de obsequiarnos con unas escandalosas raciones de cordero patagónico, de las de no olvidar. Desde luego, el mejor cordero asado del viaje.

Al día siguiente, antes de coger el vuelo a Ushuaia, nueva paliza de coche para ir hasta Punta Tombo, donde existe una colonia de pingüinos de cientos de miles de individuos. Para estas fechas ya habrán tenido las crías y se situará en torno al millón y medio de animales, algo increíble. Este simpático animal no se asusta de nuestra presencia, pues salen de las zonas acotadas y nos mordisquean los pantalones. En el puerto de Rawson comemos una “picada de mariscos” y rabas, nombre que también reciben en Argentina los calamares rebozados.

Me viene a la memoria el reciente viaje a Australia, pues en el viaje patagónico, además de los vuelos transoceánicos hemos tenido que coger 7 aviones, el siguiente Trelew-Ushuaia, de algo más de dos horas. Hemos vuelto al invierno. La llegada a Ushuaia nos resultó una preciosidad. Desde su moderno aeropuerto pudimos disfrutar de una vista excepcional, con la ciudad rodeada de montañas nevadas sobre las que se ponía el sol y por el otro lado el Canal de Beagle, con más montañas nevadas como telón de fondo, ya en tierras chilenas. En Ushuaia aprovechamos la tarde para visitar la antigua prisión de reincidentes, convertida en museo y, por la noche, nos obsequiamos por primera vez con un “tenedor libre”, en el que por un módico precio puedes comer cuanto quieras de ensaladas y de carnes (ternera, cordero, pollo, salchichas…), con la guarnición que desees y un postre.

El día siguiente amaneció completamente despejado, así que aprovechamos para desplazarnos en el carísimo Tren Austral Fueguino hasta el Parque Nacional de Tierra de Fuego, para ver cantidad de lagos y montañas nevadas. En nuestro recorrido hemos podido contemplar unas curiosas aves que siempre se desplazan en pareja y un zorro, al que casi podemos tocar con la mano, pues se acerca a los visitantes en busca de comida. El tren sigue el curso del río Pipo, cruzándolo por el puente Quemado, realizando una parada en su corto recorrido para que podamos acceder a la cascada Macarena y contemplar la reproducción de un campamento yamana, los antiguo indígenas de la zona. Nos acercamos también a las bahías Ensenada y Lapataia.

Al día siguiente todo cambió, algo bastante habitual en Ushuaia. Las montañas desaparecieron tras la niebla, la temperatura cayó en picado hasta los 2 grados y el agua y la nieve no cesaron en todo el día, pese a encontrarnos en la primavera austral. Por la tarde navegamos por el Canal Beagle, eso sí, sin tener como telón de fondo las nevadas montañas chilenas. Pese al factor climatológico, pudimos contemplar cormoranes, lobos y leones marinos. Llegamos hasta el faro del fin del mundo, objetivo de las primeras temporadas de «El conquis», de ETB.

Antes de despedirnos de Ushuaia, al día siguiente cruzamos la cordillera fueguina, para visitar el lago Escondido en medio de un paisaje invernal. Parecía Navidad, con los pinos cubiertos de la nieve caída el día anterior. Estamos en el 9º día de viaje y por la tarde tenemos un nuevo vuelo, esta vez de poco más de una hora, con destino a El Calafate. El viaje continúa.

Un comentario en «Viaje a Patagonia (1)»

  1. Precioso viaje este. Me ha venido genial la información sobre Buenos Aires,pues en breve estaremos por allí.Como siempre felicidades por tan bellos relatos de tus viajes.Un abrazo.

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