BERMEO (Bizkaia): Mirador del Cantábrico

Dejamos las islas y nos quedamos cerca de casa, en concreto a 36 km de Leioa. La cita es en uno de los pueblos que más me gustan de Bizkaia, Bermeo, población fundada en el año 1236 que llegó a ser la principal del Señorío. En su escudo se recoge parte de la historia de la villa. Antes de llegar a su centro urbano acostumbro a detenerme en un lugar emblemático, el alto de Sollube, desde el que se tiene una magnífica vista de la localidad, teniendo como telón de fondo la isla de Izaro. Aunque me gustaba más como estaba antes, en el puerto hay un recuerdo al ciclismo y al corredor Jesús Loroño.

Estamos en un importante puerto pesquero, así que a él corresponde la primera imagen que tenemos cuando accedemos a Bermeo por el parque Lamera, dejando el coche aparcado al lado de la Cofradía vieja de San Pedro, junto a la que se encuentran la Oficina de Turismo y la Biblioteca. Enfrente tenemos el busto dedicado al poeta madrileño Alonso Ercilla, que pasaba temporadas en Bermeo. A un paso se encuentra la iglesia de Santa Eufemia, la más antigua de la villa, reconstruida en el siglo XV, en cuyo interior encontramos la sepultura de los Mendoza. El globo terráqueo instalado en el muelle recuerda al navegante local Juan de Acurio, embarcado en la vuelta al mundo de Fernando de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, de hace 500 años.

El centro de la localidad se articula en torno el precioso Portu Zaharra, donde aprovechamos para hacer el hamaiketako en uno de los bares de la zona. Como telón de fondo de las embarcaciones, tenemos la Torre Ercilla, Santa Eufemia y el Chalet Kikunbera, más conocido como casa-barco. En este paseo portuario contemplamos la fuente más antigua de Bizkaia (Las dos Fuentes) y varios grupos escultóricos: “Última ola, último aliento”, de Enrike Zubia, “Olatua”, de Nestor Basterretxea e “Itzulera. El regreso”, de Carlos Solano, que se presentó al público en el Pabellón de Euskadi de la Expo 92, celebrada en Sevilla.

Abandonamos el puerto subiendo las escaleras que conducen a la Torre Ercilla, que parece datar de finales del siglo XV y que alberga en la actualidad el Museo del Pescador. Frente a ella se encuentra el grupo escultórico que más me gusta “Badatoz!”, del bermeano Enrike Zubia, que representa a parte de una familia esperando al resto que viene de la mar. Continuamos subiendo hasta la plaza Sabino Arana, a la que se asoman dos monumentos histórico-artísticos, el Ayuntamiento, de 1732 y la Iglesia de Santa María. Continuando la subida encontramos algunas interesantes casas en la calle Doniene.

Seguimos subiendo. La calle Doniene nos conduce al Portal de San Juan, que data del siglo XIV y constituye el único vestigio que queda de las murallas de la villa. A ambos lados de este arco encontramos las esculturas “Vendedoras de pescado”, del bermeano Enrike Zubia, Pasamos ante el Hospital y enseguida llegamos a nuestro destino final, el parque de la Tala, magnífica atalaya sobre el mar Cantábrico, con la isla de Izaro y el cabo de Ogoño como telón de fondo. En el parque se encuentra un monumento en homenaje a Benito Barrueta, obra de otro bermeano, Nestor Basterretxea, así como varios murales sobre la pesca de la ballena.

Descendemos ahora en busca del punto de partida. Pasamos por la Mikel Deunaren enparantza y llegamos al convento de San Francisco, uno de los más antiguos de Bizkaia, pues fue mandado construir en 1357 por el conde Tello y su esposa Juana de Lara. Destaca su claustro, frente al que se encuentra la histórica fuente de Taraska. A un paso tenemos un grupo escultórico más reciente, “La lechera”, del bermeano Enrike Zubia.

Nuestro recorrido por el casco histórico de Bermeo esta llegando a su final. Ante nosotros tenemos el monumental edificio del Casino, obra de Severino Achucarro, con aspecto de palacete francés. Fue construido en 1894 como sede de la Sociedad Bermeana. El Casino se asoma a Lamera parkea, donde concluye nuestra ruta. En este coqueto parque nos detenemos a contemplar “Euskal Kosmogonia”, del bermeano Nestor Basterretxea, obra compuesta por 18 esculturas,

Aunque sin salir del municipio, abandonamos el centro de Bermeo en dirección a Bakio. Nuestro destino se encuentra a poco más de 6,5 km, en el cabo de Matxitxako. Si hace poco estuvimos en el extremo más septentrional de Cantabria, cerca del faro de Ajo, ahora lo hacemos en el de Bizkaia, que cuenta con un faro con varios edificios anexos. También se conserva la torre del viejo faro, que me gusta más y data de 1852. Desde él contemplamos una impresionante vista del mar Cantábrico y su agreste costa, teniendo como telón de fondo el islote Akatz y San Juan de Gaztelugatxe, que más tarde volvemos a ver de más cerca desde el mirador.

7 km más adelante aparcamos el coche en el parking habilitado para la enorme demanda que tiene nuestro siguiente destino, San Juan de Gaztelugatxe, ermita situada sobre un peñón del Cantábrico, unido al continente por un sencillo puente. Para llegar a la ermita tenemos una subida por una escalinata de 231 peldaños. Es uno de esos lugares mágicos cuya fama se vio acrecentada por la serie “Juego de Tronos”, donde era “Rocadragón”. Es por ello que desde entonces hay limitación de aforo, teniendo que reservar día y hora en https://web.bizkaia.eus/es/gaztelugatxe. Tras un largo cierre por un desprendimiento, espero que haya vuelto a abrir cuando leas estas líneas.

Aunque no pertenece a Bermeo sino al barrio de San Pelayo de Bakio, aprovechando la visita a San Juan de Gaztelugatxe os recomiendo comer en el restaurante Eneperi (https://eneperi.com/es/). Merece realmente la pena.

Guadalupe, el Caribe francés (y 3): Fin del viaje

Concluyo el relato de la estancia, en febrero de 2016, en la caribeña región francesa de Guadeloupe. El día 10 lo dedicamos a recorrer el sur de la isla de Basse-Terre, comenzando por las cascadas de Carbet (chutes de Carbet), situadas en el Parque Nacional de Guadalupe. Son tres pero sólo nos acercamos hasta la segunda, de 110 metros de caída, caminando por un bosque tropical. Desde ella contemplamos entre la niebla la primera, de 115 metros. El siguiente pequeño recorrido lo hicimos junto al lago Grand Etang, el más extenso de las Antillas Menores.

La siguiente cita la tenemos en una pequeña ciudad llamada como la isla, Basse-Terre que, pese a contar con tan sólo unos 10.000 habitantes, es la capital administrativa de Guadeloupe. Situada a orillas del mar y a los pies del volcán La Soufrière, cuenta con interesantes edificios históricos, entre los que destaca el fuerte Delgrès, construido entre los siglos XVII y XVIII, así como dos iglesias, la de Notre-Dame-du-Mont-Carmel y la Catedral de Notre-Dame-de-Guadeloupe.

Continuamos recorriendo el sur de la isla de Basse-Terre y más en concreto la zona de Trois-Rivières, teniendo siempre como telón de fondo las islas de Saintes. Nos detenemos en el extremo sur, donde se encuentra el pequeño pueblo de Vieux Fort, acercándonos a su coqueto puerto y al faro, desde el que disfrutamos de hermosas vistas y, al lado, de restos de viejas fortificaciones que surgen entre las palmeras. De allí nos dirigimos a la playa de Grande Anse, en la que rompen las olas con fuerza, para concluir la jornada en Capesterre-Belle-Eau, uno de los principales centros de producción de plátanos de la isla, discurriendo la carretera por la hermosa alameda Dumanoir, rodeada de palmeras.

Hasta el final del viaje nos quedamos en la isla en la que se encuentra nuestro hotel, la de Grande-Terre. El día 11 no salimos del municipio en el que nos alojamos, Le Gosier, para realizar un pequeño tramo del Sentier Litoral, entre el puerto pesquero de Anse du Mont y la playa de la Saline. Son tan sólo unos 2 km de ida, que realizamos caminando por la franja costera, y otros tantos de vuelta, que hicimos por el interior en compañía de un perro que nos acompañó hasta el puerto. En nuestra ruta disfrutamos de la acrobática pesca de los pelícanos, de vacas y bueyes acompañados por pequeñas garcetas y de hermosas playas. También contemplamos la estela conmemorativa de la abolición de la esclavitud en 1794.

El día 12 lo pasamos en el centro de la isla de Grande-Terre, unos 80 km de recorrido, comenzando con la visita al curioso cementerio de Morne-à-l’Eau, con sus enormes tumbas en forma de pequeñas casas en blanco y negro, dispuestas en cascada por la colina. De allí nos dirigimos al pequeño pueblo de pescadores de Vieux-Bourg, que cuenta con la playa de Babin, frecuentada por personas que acuden a darse baños de barro. Cuenta con mesas cubiertas para realizar el pic-nic. Nosotros, tras la comida en una de ellas, aprovechamos para dar un paseo por el manglar, por una zona acondicionada para ello.

El último día de estancia en Guadalupe lo dedicamos a recorrer, a lo largo de unos 140 km, el extremo norte de la isla de Grande-Terre, deteniéndonos en primer lugar en la elegante mansión colonial de Zevallos, para de allí dirigirnos al coqueto pueblo de Le Moule, que antiguamente fue el mayor puerto azucarero de Guadalupe. Hoy vive del turismo gracias a la hermosa playa de l’Autre Bord. En el pueblo destacan dos edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de San Juan Bautista, junto a la que se instala el mercado.

Nos dirigimos ahora al extremo norte de Grande-Terre, al municipio de Anse-Bertrand, para recorrer un precioso espacio natural, la Porte d’Enfer (Puerta del Infierno), un remanso de paz en forma lagón de color turquesa, protegido por altos acantilados. Caminando entre manglares por un sendero acondicionado, llegamos al Trou (Agujero) de Madame Coco, una gruta horadada en el acantilado, que tiene como telón de fondo la Punta del Piton. En coche nos dirigimos a la punta del Gran Vigía, situada en el extremo norte, con un paisaje que nos recuerda un poco a Bretaña.

Cambiamos de zona. pero sin salir del municipio de Anse-Bertrand, nos detenemos en Anse Laborde, una preciosa playa de fina arena blanca y aguas color turquesa, rodeada de acantilados. Aprovechamos para comer el bocadillo en este paradisíaco lugar, antes de dirigirnos a Port Louis, que cuenta con un enorme monumento dedicado a los niños de la población muertos en la primera guerra mundial y dos elegantes edificios, el Ayuntamiento y la iglesia de Ntra Sra del Buen Socorro. De allí regresamos al hotel, donde por fin me di un baño en una playa caribeña. Justo el último día. En coche hemos recorrido unos 640 km por Guadalupe.

14 de febrero. Desde el aeropuerto internacional de Guadeloupe contemplamos por última vez el paisaje caribeño, en su eterno verano. Una vez en el interior vuelven a llamar mi atención las bonitas botellas de licores de ron. A las 18:10 sale el vuelo de Aire France al aeropuerto de Orly, con llegada prevista a las 07:10 del día 15, tras 8 horas de vuelo. Tenemos que cambiar de aeropuerto, al Charles-de-Gaulle y esperar 13 horas, hasta las 20:15, para coger el vuelo a Bilbao. Menos mal que en ese aeropuerto cogimos un hotel para dormir y descansar un rato. Esta misma operación la repetimos dos años después regresando de otra isla francesa del Caribe, Martinica, pero con París cubierta por una intensa nevada.

Destino La Palma (y 2)

Continúo el relato del reciente viaje a Canarias, que dejaba la pasada semana en el extremo sur de la isla de La Palma, en las salinas de Fuencaliente. La mañana del 9 de febrero la dedicamos a caminar durante un par de horas por el Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, por uno de los rincones con más encanto de La Palma, los Tilos, bosque primitivo de laurisilva que forma parte de la Reserva Mundial de la Biosfera de la UNESCO. Caminando entre grandes helechos, tilos y brezos, alcanzamos nuestro objetivo, el mirador de “El espigón atravesado”, donde nos reciben unos simpáticos pájaros.

Comemos de bocadillo en el norte de la isla, cerca de Barlovento, dirigiéndonos a continuación a unas piscinas naturales, de nombre Charco Azul, de donde parte un agradable paseo costero que bordea también una platanera. Tras caminar algo más de 1 km, nos conduce hasta un coqueto horno de cal restaurado. Regresamos al punto de partida, donde hemos dejado el coche, para concluir la jornada en el cercano pequeño pueblo de San Andrés, que se agrupa en torno a la iglesia del mismo nombre, junto a la que existe una hermosa plaza. Allí me tomé el mejor barraquito de esta escapada.

10 de febrero. Para la mañana de hoy hemos optado por un lugar emblemático, el Roque de los Muchachos, que además es el techo de la isla de La Palma, con 2426 metros de altitud. Hasta él se accede en coche por una serpeante carretera por la que subimos desde el nivel del mar. Aquí se encuentra uno de los observatorios astronómicos más importantes del planeta, con una docena de enormes telescopios de diferentes países. Es un buen lugar para contemplar la Caldera de Taburiente e, incluso, las islas de Tenerife, La Gomera y El Hierro, eso sí, si no hay calima. Previamente nos detenemos en el mirador de los Andenes.

Continuamos el viaje rumbo a Garafía, deteniéndonos en primer lugar en el mirador Tanausú, desde donde contemplamos el núcleo de Santo Domingo de Garafía. En él nos detenemos para tomar un vino de la zona y tratar de comprar un queso curado de cabra de la isla, misión imposible en el mes de febrero. Breve parada junto a la iglesia de Ntra Sra del Carmen en el barrio de Las Tricias, de donde nos dirigimos a un precioso lugar del municipio de Puntagorda, el mirador de los Dragos. Ya en el municipio de Tijarafe sendas paradas en otros dos miradores, el de Garome y el de la Muralla, donde se encuentra el moderno restaurante del mismo nombre, en el que aprovechamos para comer. Un lugar a recomendar. Nos sorprende ver allí un avestruz.

Tras la comida nos acercamos al centro del pueblo de Tijarafe, que se articula en torno a la iglesia de Ntra Sra de la Candelaria, edificada entre los siglos XVII y XVIII, que cuenta con un coqueto balcón en su fachada. De regreso al hotel y aprovechando que hay menos calima, nos detenemos junto a la iglesia de Tajuya, convertida durante la erupción del Cumbre Vieja en un excelente mirador sobre el volcán, tal como pudimos ver en televisión. De hecho, cuando llegamos había un cámara. Además de contemplar los gases que todavía emanan del volcán y los campos de lava, nos llamó la atención la existencia de un bar, ahora cerrado, y de un repetidor de telefonía móvil de Movistar,

Dado que en nuestro anterior viaje a La Palma, debido a la lluvia, no pudimos recorrer bien el norte de la isla, el 11 de febrero decidimos volver al Parque Natural Las Nieves y, más en concreto, al paraje denominado Cubo de La Galga, para realizar una sencilla ruta de senderismo de 2 km, y otros tantos de vuelta. Se trata de un precioso bosque de laurisilva situado en el municipio de Puntallana. Caminamos por el fondo de un barranco que cuenta con una frondosa vegetación en la que destacan los tilos y un par de árboles emblemáticos, el barbusano del Cubo, de 25 metros de altura, y el conocido como “los mil hijos del viñátigo, así llamado por la multitud de ramas que surgen de su base.

Ha sido una semana de circular por las sinuosas carreteras de La Palma, más de 500 km de un continuo sube y baja bordeando barrancos y paradas en algunos miradores. En esta zona norte nos hemos detenido en unos cuantos, el primero al poco de salir del hotel. Se trata del mirador de Risco Alto, que domina Los Cascajos. Nada más pasar Santa Cruz de la Palma tenemos el del Barranco del Carmen. Cerca del Barranco de La Galga tenemos el del Jardín de las Hespérides y antes de llegar a Barlovento, uno dedicado a la minería. Los últimos momentos de nuestro viaje por La Palma los dedicamos al municipio de Puntallana, visitando el centro de la población, el mirador El Salto del Enamorado, dos coquetas ermitas dedicadas a San Bartolomé y Santa Lucía y un buen área de pic-nic, donde comimos el bocadillo.

12 de febrero. Media hora de vuelo y de nuevo estamos en el aeropuerto de Tenerife Norte, donde cogimos un taxi que nos trasladó al Hotel Escuela Santa Cruz, en la capital de la isla, en el que pasamos las dos últimas noches de esta escapada canaria. Por primera vez no nos dan la habitación hasta las 14 h, así que dejamos las maletas y caminamos por la calle San Sebastián hasta el bonito mercado de Ntra Sra de África, en el que aprovechamos para comprar queso y tomar un vino. A su entrada se encuentran dos vistosas esculturas dedicadas a la lechera canaria y al chicharrero. Hemos dejado para la tarde la visita al Museo de Naturaleza y Arqueología y a la iglesia de Ntra Sra de la Concepción.

El 13 de febrero lo dedicamos íntegramente a Santa Cruz de Tenerife, ciudad que no conocíamos pese a haber estado unas cuantas veces en la isla. Esta jornada batimos el récord de caminar, pues primero recorrimos íntegramente la Rambla Santa Cruz, contemplando las numerosas esculturas que lo adornan, haciendo un alto para adentrarnos en el bonito parque García Sanabria. Caminamos luego hasta la plaza de España, para desplazarnos a continuación hasta la iglesia de San Francisco, en cuyo entorno comimos en una terraza, tras conocer la plaza Príncipe de Asturias y el Teatro Guimerá. Para la tarde hemos dejado el desplazamiento hasta el Auditorio de Tenerife, el castillo de San Juan Bautista y el Parque Marítimo César Manrique, que forman un hermoso conjunto, al que hay que añadir el Palmetum, un precioso parque botánico, en el que damos por concluida la visita a esta ciudad que nos ha gustado y de la que volveré a hablar con más amplitud.

El 14 de febrero tomamos el vuelo de vuelta a Bilbao. Nos despedimos de Tenerife contemplando desde el avión el Teide, que tiene algo de nieve. Tres horas en el Airbus 320 de Vueling y al mediodía estamos en casa. Hemos tenido suerte, pues el tiempo nos ha respetado toda la semana. El viaje ha concluido.

Destino La Palma (1)

Abro un paréntesis en el relato del viaje por la isla de Guadalupe, para contaros mi última escapada a Canarias, realizada entre el 5 y el 14 de febrero. Aunque en mi vida he cogido más de 300 vuelos con origen y destino diferente, llevaba 740 días sin coger un avión, siendo el último el VY3281 Lanzarote-Bilbao, el 27 de enero de 2020. Como la situación sanitaria ha mejorado, decidimos viajar el 5 de febrero a una de las islas que me faltaba por repetir en Canarias, La Palma, que no visitaba desde 1999, para de paso ver los efectos del volcán. Como Vueling canceló en enero el vuelo dominical que unía Bilbao con Santa Cruz de la Palma, volamos a Tenerife Norte, optando por alojarnos una noche en la misma localidad en la que se encuentra el aeropuerto, en el La Laguna Gran Hotel.

Aprovechamos la estancia en Tenerife para volver a visitar La Laguna, una ciudad que me gusta y que tiene mucho ambiente. Además, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Lo primero que hicimos fue acercarnos a su magnífico mercado. Posteriormente, de forma sucesiva fuimos visitando el santuario del Cristo de la Laguna y el casco viejo, con sus magníficas construcciones, llegando hasta la torre de Ntra Sra de la Concepción, junto a la que comimos. Pasando por la iglesia de San Agustín, ubicada en la calle del mismo nombre, regresamos a descansar un rato al hotel, dejando para la tarde el Palacio de Larcero, sede del Museo de Historia y Antropología, la casa Salazar y la Catedral de Ntra Sra de los Remedios. Para concluir, nos detuvimos en un original comercio dedicado al calzado artesanal, de nombre Pisaverde. En otra ocasión volveré a hablar de esta hermosa población.

El 6 de febrero, a bordo de un ATR-72 de Canaryfly, realizamos el corto vuelo entre los aeropuertos de Tenerife Norte y Santa Cruz de la Palma. Para pasar las seis próximas noches elegimos el Hotel H10 Taburiente Playa, ubicado en Los Cancajos. Estábamos poquísimos turistas, siendo el 80 % de los alojados personas que se quedaron sin su vivienda por la erupción del volcán Cumbre Vieja. En el patio central del hotel contemplamos cada vez que íbamos a la habitación la cascada del Los Tilos, a la que no pudimos ir al estar el acceso cerrado por las pasadas lluvias. Si que pudimos caminar por el sendero litoral y contemplar las olas, pues los dos primeros días tuvimos aviso amarillo por impacto en costa.

Con el coche que recogimos en el aeropuerto, la tarde de nuestra llegada a la isla la dedicamos a recorrer su hermosa capital, Santa Cruz de la Palma que, al ser domingo, estaba casi vacía. Su centro histórico está delimitado por dos calles, O’Daly (calle Real) y la avenida Marítima. En otra ocasión volveré a hablar de esta ciudad y de sus interesantes edificios, entre los que destacan la Casa de Salazar, el Ayuntamiento y la iglesia de el Salvador, llamando ante todo nuestra atención los hermosos balcones de muchas de sus casas y varios grupos escultóricos, con especial atención al monumento al Enano.

El 7 de febrero nos desplazamos en primer lugar hasta el la Cumbrecita (1267 m), donde conviene reservar aparcamiento por Internet. Es un buen mirador sobre el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente aunque, como sucedió durante toda la semana, la calima hizo que las vistas fueran difuminadas. Eso sí, hicimos una pequeña ruta caminando hasta el Lomo de las Chozas, disfrutando de un precioso paisaje de montaña, teniendo como telón de fondo los Roques y el Pico Bejenado.

La siguiente cita del día la tenemos en la localidad más poblada de la isla, Los Llanos de Aridane, distante 33 km de la capital. El primer sitio que llamó mi atención fue la plaza de España, por los laureles de Indias que la adornan, que fueron plantados en 1863. A ella se asoman el Ayuntamiento y la coqueta iglesia de Ntra Sra de los Remedios. Por la plaza discurre la calle Real, que cuenta con hermosos edificios de estilo colonial, en la que podemos contemplar varios de los numerosos grandes murales, algunos de conocidos artistas, que forman parte del proyecto “la ciudad en el museo”.

Después de comer en Los Llanos nos dirigimos al mirador de El Time, atalaya situada a 594 metros sobre el nivel del mar, que se encuentra a sus pies. Por primera vez circulamos por impresionantes barrancos, algo que será habitual todos los días y contemplamos las plataneras. Hacia la costa, donde se encuentra la fajana, no hay forma de ver nada con nitidez debido a la calima. Nos volvemos a detener en la playa del puerto de Tazacorte y regresamos a Los Cancajos, pasando otra vez por Tajuya, pues lo habíamos hecho a la ida, donde contemplamos el volcán Cumbre Vieja, todavía humeante, los destrozos causados por la lava y alguna casa rodeada por ella, a donde no nos pudimos acercar, pues muchas carreteras permanecen cortadas. Además todavía hay gases en bastantes viviendas. He dejado como base de la ilustración la ceniza, todavía abundante en algunos lugares.

8 de febrero. Dedicamos toda la jornada a la zona de Fuencaliente, para caminar por el GR 131 que discurre por la Ruta de los Volcanes, en buena parte cerrada por efecto del volcán, aunque no nos afectó, pues solo pensábamos caminar en descenso por los 5,9 km de sendero existente entre el centro de visitantes del volcán San Antonio y el faro de Fuencaliente, donde previamente dejamos aparcado el coche, viajando al punto de partida en el autobús 23 (2,40 €). Hay cinco al día, cada dos horas entre las 09:45 y las 17:45 h. El camino pasa junto a otro volcán, el famoso Teneguía, el anterior en entrar en erupción. Junto al faro se encuentra un lugar lleno de encanto, las salinas de Fuencaliente, que funcionan de forma artesanal desde 1967. La visita es gratuita y cuentan con un buen restaurante.

Nos quedan por delante tres días completos en la isla de la Palma y casi dos en Santa Cruz de Tenerife. El viaje continúa.

Guadalupe, el Caribe francés (2): Rumbo al sur de Grande Terre

Continúo el relato del viaje realizado por la francesa región de ultramar caribeña de Guadeloupe, que dejaba la pasada semana en su ciudad más poblada y capital económica del archipiélago, Pointe-à-Pitre. Allí visitamos su principal atracción, el Memorial Acte, inaugurado el 10 de mayo de 2015, día de la conmemoración de la abolición de la esclavitud, por François Hollande en compañía de los jefes de estado de Senegal y Malí, además del presidente de Haití. Este museo ha sido diseñado para ser el centro más grande del mundo dedicado a la memoria de la trata de esclavos y la esclavitud. También tiene como objetivo revitalizar el turismo a Guadeloupe al estilo Guggenheim de Bilbao. La entrada cuesta 15 €.

Hicimos coincidir el viaje con la celebración del Carnaval, que en Guadeloupe se vive de una forma especial, paralizándose Ponte-à-Pitre tal como pude comprobar, pues se averiaron los ascensores del hotel y así estuvieron cuatro días. El Jueves de Carnaval es festivo y hacen puente hasta el domingo, día en el que todos los autobuses son gratuitos, poniendo servicios especiales a las zonas hoteleras, así que optamos por no utilizar el coche, decisión acertada pues todo el centro de la ciudad estaba cerrado al tráfico.

El domingo 7 de febrero acudimos al desfile de Pointe-à-Pitre, que se llama «Dimanche Gras» y comienza con el vehículo que ocupan Miss Carnaval y la dama de honor. Intercalándose entre las peñas carnavaleras se integran grupos de animación musical. El desfile dura unas 8 horas y acuden multitud de personas, tanto a participar como de espectadores, así que van preparados con sillas e incluso mesas para comer. Nosotros estuvimos un par de horas bajo un sol de justicia, mezclándome entre los participantes para tomar las fotos. Los tambores no pueden faltar ya que dicen que la percusión ahuyenta a los malos espíritus. En el momento de escribir estas líneas, recibo la noticia de la suspensión del Carnaval 2022 debido a la pandemia.

Guadeloupe está formada por un grupo de islas, siendo las dos mayores las de Grande-Terre y Basse-Terre. Es en el norte de esta segunda isla donde comenzamos las rutas, dedicando la primera jornada a recorrer 115 km, siendo el objetivo el Parque Nacional de Guadalupe, creado en 1989 y convirtiéndose en el primer parque nacional de los territorios de ultramar franceses, con una extensión de 22.000 hectáreas, incluyendo 17.300 de bosque tropical. Hicimos también una sencilla ruta a pie hasta la pequeña Cascada de los Cangrejos (Cascade aux Écrevisses), de unos 10 metros de caída.

La siguiente jornada la pasamos en el sur de la isla de Grand-Terre, en la que se encuentra nuestro hotel. Hoy toca costa, recorriendo 94 km comenzando nuestra ruta en la Pointe de la Saline, para luego caminar por un tramo del Sentier Litoral hasta la Plage de Bois Jola, la típica playa caribeña de arena blanca, agua de color azul turquesa y rodeada de cocoteros. Estamos a un paso de la población de Sainte-Anne, que cuenta con la iglesia dedicada a Santa Ana y un monumento dedicado a Victor Schoelcher (1804-1893), político francés que fue uno de los más fervientes antiesclavistas.

La siguiente cita la tenemos en la población de Saint-François, situada en la costa sur de la isla de Grand-Terre, en la que su principal edificio es la iglesia de San Francisco, junto a la que se encuentra el monumento a los caídos en la guerra. De visita obligada es el animado mercado, en el que disfrutamos contemplando el colorido de sus frutas, verduras, especias, licores y sabrosos ponches. Para abastecerse de pescado fresco hay que ir al puerto pesquero, donde los pescadores lo venden directamente, mientras reparan las redes bajo la atenta mirada de los pelícanos.

Para la tarde hemos preparado otras dos sencillas rutas a pie en las proximidades de Saint-François. La primera tiene su origen en la Pointe des Châteaux, situada en el extremo este de la isla de Grand-Terre, un lugar protegido clasificado como Gran Sitio Nacional. Contemplamos como rompen las olas y luego caminamos una hora para subir a un montículo que cuenta con una cruz, desde donde se disfruta de una vista excepcional de las rocas de la Punta de los Castillos y del islote de La Desirade. El siguiente recorrido, de unos 2 km, tiene como origen otro precioso lugar, la Pointe à Cabrits

Todavía nos quedan cuatro días completos y parte del quinto en la isla de Guadalupe antes de emprender el viaje de regreso a casa, pero de ello os hablaré en una próxima entrega. El viaje continúa.

Guadalupe, el Caribe francés (1): Pointe-à-Pitre

Guadeloupe es una región francesa formada por un grupo de islas en el sur del Caribe, siendo las mayores las de Grande-Terre y Basse-Terre. Habíamos estado en el Caribe en tres ocasiones, en México, en Costa Rica y Panamá y en Cuba, en esta última en un mes de octubre y en las anteriores en agosto, pasando siempre mucho calor. Es por ello que decidimos probar en invierno, en este caso en el año 2016, realizando un crucero de 7 días por diferentes islas, quedándonos luego una semana en la isla de Guadeloupe, punto de salida y llegada del crucero. Lo que no podía creer cuando abandonamos el aeropuerto de Pointe-à-Pitre sobre las 7 de la tarde, ya de noche, es que casi nos mareamos debido a la humedad y el calor. Además estábamos agotados, pues con las 5 horas de diferencia, hacía 18 horas que habíamos salido de casa. Volamos vía París con Air France, teniendo que cambiar allí de aeropuerto, del Charles de Gaulle a Orly. Dos años después volvimos a repetir destino pero con otra isla francesa, Martinica, como lugar de estancia.

Por si surgía algún problema, nos desplazamos al punto de partida del crucero con un día de antelación, así que, como nuestro barco no salía hasta la una de la madrugada del día 31 de enero, tuvimos todo el día 30 para estar en Pointe-à-Pitre, la capital económica de Guadeloupe. Dicen que es la ciudad americana de mayor calidad de vida, exceptuando las de Estados Unidos y Canadá. Nos alojamos en esta ocasión en un hotel muy sencillo, pero muy céntrico, el Saint John Perse **. A un paso tenemos el puerto pesquero, en el que los pescadores realizan directamente las ventas del pescado. Allí contemplamos por primera vez los pelícanos, los yates de lujo, las motos de agua y un par de pinturas murales.

El marcado de los pescadores y el anexo mercado de la Darse, es la zona más concurrida de la ciudad siempre que no sea en domingo, pues dos años después volvimos a este lugar y estaba todo cerrado, como casi toda la ciudad. Estamos en una región francesa y eso se nota. Sin embargo el Marché de la Darse no nos recuerda en nada a Francia, ni por el colorido de la indumentaria de las vendedoras, ni por las frutas y verduras exóticas que en él se venden. Es un lugar de visita obligada.

Comenzamos a recorrer Pointe-à-Pitre en la gran plaza de la Victoria, que cuenta con numerosas palmeras reales y estatuas de los gobernadores Felix Eboue y Charles Victor Frébault. Junto a ella tenemos la Oficina de Turismo, instalada en un edificio de estilo colonial neoclásico. Caminando por sus calles vamos descubriendo otras casas coloniales y el Cinema Renaissance. Nos detenemos ante un grupo musical y contemplamos la estatua dedicada al Gwoka, tambor grande declarado por la UNESCO Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Llaman nuestra atención las bicitaxis y las coloristas pinturas murales.

Pasamos junto al mercado de las flores y accedemos al interior del edificio más notable de la ciudad, la Catedral Saint Pierre et Saint Paul, conocida como la Catedral de Hierro, concluida el 1 de diciembre 1817. Clasificada como monumento histórico, lo primero que llama la atención es su bella fachada amarilla y blanca. En el interior nos sorprende la estructura metálica y el altar de mármol de Carrara. Una hermosa fuente nos da acceso al único local abierto los domingos, el Mercado Central. Bajo una vistosa estructura metálica, este colorista mercado turístico alberga numerosos puestos de especias y licores.

El día 6 de febrero nuestro crucero concluyó en Pointe-à-Pitre, pero esta vez optamos por alojarnos en un hotel de costa, el Karibea Beach Resort Clipper ***, situado apoco más de 7 km de la ciudad, en Le Gosier. Esto es otra cosa. estamos a orillas de la típica playa caribeña, tenemos piscina y vemos pescar a los pelícanos por primera vez, mientras que por el jardín deambulan libremente diferentes especies de aves y pequeñas iguanas. Además hemos alquilado un coche para movernos con libertad.

En Le Gosier, junto al hotel tenemos de todo. Enfrente hay un pequeño complejo comercial con diferentes restaurantes. Al lado del hotel se encuentra una base náutica que oferta diferentes actividades tanto en la arena como en el mar. Se pueden alquilar motos de agua y realizar cursos de buceo en las proximidades del islote de Le Gosier. La zona cuenta también con senderos balizados, pero de ello os hablaré en una próxima entrega.

La estancia en la isla de Guadalupe continúa.

BARBADOS, la joven república caribeña

Siempre ha llamado mi atención la cantidad de países que tienen como jefa de estado a la reina de Inglaterra. Sin embargo, desde el pasado 30 de noviembre hay uno menos, Barbados, pues ese día se convirtió en una república parlamentaria, asumiendo Sandra Mason la Jefatura del Estado tras haber sido nombrada por el parlamento. Justo habían pasado 55 años desde que el país se independizó del Reino Unido, adoptando el sistema de monarquía constitucional con parlamento, con la reina Isabel II como jefa de Estado y la gobernadora general como su representante en la isla. Con una población que roza los 300.000 habitantes (puesto 181 del mundo), Barbados se encuentra relativamente cerca de la costa de Venezuela y tiene una extensión de 430 km², siendo la más oriental de las Antillas Menores.

A bordo del MSC Fantasía, procedente de Port Castries, en Santa Lucía, el 30 de enero de 2018, a las 8 de la mañana, llegábamos a la terminal de cruceros de Bridgetown, la capital de Barbados. Estamos en una isla de tan sólo 34 km de largo y 23 km de ancho. Siguiendo al práctico, hemos llegado al puerto, en el que vemos amarrados otros dos grandes cruceros. Al bajar del barco, nos sorprende la presencia de un numeroso grupo de ciclistas, que supongo que realizarán alguna excursión por un país bastante llano. En el collage figura también la bandera y una placa de matrícula.

Para pasar la mañana nos hemos apuntado a una excursión a la principal atracción turística de esta república caribeña, la Cueva de Harrison (en inglés: Harrison’s Cave). Para acceder a ella, en primer lugar tenemos que bajar en un ascensor. Todavía en la superficie, cerca de la entrada a la cueva existe un interesante jardín botánico, que nos permite contemplar algunos de los árboles, arbustos, plantas y flores tradicionales de Barbados.

Abierta al público en 1981, la Cueva de Harrison está ubicada en las tierras altas centrales de Barbados, a unos 8 km de Bridgetown, la capital del país. A lo largo de algo más de 2 km, a bordo de una especie de tranvía eléctrico, vamos disfrutando de amplias cámaras cubiertas de estalactitas y estalagmitas. También contemplamos curiosas formaciones rocosas, una laguna subterránea y una pequeña cascada. Esta cueva se creó de forma natural por la erosión del agua a través de la roca caliza.

El puerto de Bridgetown se encuentra a un par de kilómetros del centro de Bridgetown, la capital de Barbados. Está ubicada en la bahía de Carlisle, al sudoeste de la isla, donde se asentaron los ingleses en 1628. En la terminal de cruceros existen algunos comercios y una parada de taxis, pero dado lo cerca que se encuentra la ciudad, tras concluir la excursión optamos por ir caminando por un sombreado paseo que bordea la bahía. Eso sí está prohibido andar sobre las rocas.

Llevamos caminado tan sólo un kilómetro cuando nos detenemos en el Bridgetown Fish Market, uno de los dos mercados de pescado existentes en Barbados. Aunque es un sector que da trabajo a muchas personas, este mercado no es muy grande, pero podemos encontrar diferentes especies como el pez espada, el rey o el atún, pero también un pescado emblemático del país, el pez volador. Siempre que tengo ocasión, en todos los lugares costeros que visito me acerco al puerto pesquero y al mercado, dos de los lugares en los que mejor se conservan las y tradiciones.

Un kilómetro más adelante llegamos al centro de Bridgetown, la capital de Barbados, en la que vive el 60% de la población de esta isla caribeña. Nos detenemos en primer lugar para contemplar los barcos amarrados en el Careenage. Seguidamente nos acercamos a la National Heroes Square, presidida por la la estatua de bronce del almirante Nelson, que se colocó antes que la Columna de Nelson en Trafalgar Square, en Londres. Al fondo vemos el edificio más representativo de la ciudad, el Paramento.

El centro histórico de Bridgetown forma parte desde 2011 de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Nos acercamos al Parlamento, de estilo neogótico del siglo XIX, que nos recuerda el pasado colonial británico de Barbados, cuya bandera luce en lo alto de la torre. Estamos también en un importante centro financiero, contemplando también otro notable edificio colonial, el de la Mutual Life Assurance Society, para concluir esta apresurada visita en el Independence Arch, que en sus pilares cuenta con dos de los símbolos de la isla caribeña, el pelícano y el pez volador.

Avanzada la tarde regresamos al MSC Fantasía, el crucero en el que por segunda vez estamos navegando por las caribeñas Antillas Menores. Enseguida anochece pudiendo contemplar desde la cubierta la luna llena y los otros dos cruceros que todavía siguen amarrados en el puerto. Tras pasar 12 horas en Barbados, a las 20:00 h nuestro barco zarpa con rumbo a un nuevo destino, Port of Spain, la capital de otro estado insular, Trinidad y Tobago.

El Faro de Ajo (Cantabria)

Reanudamos la actividad. En el mes de enero hemos realizado dos escapadas de día, una a la población bizkaina de Bermeo, de la que os hablaré más adelante,  y otra a la localidad cántabra de Ajo, capital del municipio de Bareyo, situada a 29 km de Santander y poco más de 80 de Leioa, que se realizan en buena parte por la autovía A8, hasta la salida 184. Es una localidad turística que en invierno languidece, así que cuando nos acercamos el domingo 23 de enero, había muy poca gente y algunos bares estaban cerrados.

Nuestro objetivo no era la población en sí, sino la costa, pero me acerqué a fotografiar tres lugares que me parecieron interesantes. El primero, el más alejado es la Casa Solar Torre Cubillas, conjunto solariego del siglo XVI. Tampoco se encuentra en el centro el convento de San Ildefonso, convertido en un Centro de Interpretación del Camino de Santiago por la Costa. Una vez en el centro de la localidad, a un paso de la avenida Benedicto Ruiz, tenemos la iglesia parroquial de San Martín de Tours, de finales del siglo XVI.

El principal objetivo de esta escapada no era otro que contemplar cómo había quedado el faro de Ajo, tras ser pintado en agosto de 2020 por el artista cántabro Óscar “Okuda” San Miguel y la verdad es que me ha gustado. He tardado en ir porque en verano es un lugar muy frecuentado y, pasada la temporada estival, sólo abre los sábados y domingos, si tienes suerte de que así sea, pues tanto cuando estuve yo como cuando lo hizo un amigo, estaba cerrado. Y eso que sólo se  puede acceder al recinto en el que se encuentra, pero no al faro. Esto hace que la gente tenga que saltar un pequeño muro de piedra.

Un camino vallado rodea el faro, cuya pintura es más sencilla en el lado que se asoma al mar Cantábrico. En teoría hay un sendero que bordea la costa o al menos lo hubo, pues se ven algunas marcas tiradas, pero en la actualidad casi todo está vallado por pertenecer a la Demarcación de Costas o a diferentes explotaciones ganaderas. Nada más abandonar el entorno del faro vimos un grupo de vacas y caminamos por pequeños senderos abiertos por ellas.

Seguimos caminando sobre el borde del acantilado del cabo de Ajo, en busca del punto más septentrional de Cantabria o al menos así lo indica Google Maps, en un punto cercano a la Punta del Rostro. Parece que aquí hubo un sendero, pero ahora caminamos sobre una senda que parece abierto por el ganado y por un terreno en parte propiedad de la Demarcación de Costas. Eso sí, algo debió de haber, porque dos de las vallas las cruzamos por unos pasos de madera bastante deteriorados.

Al fondo vemos la carretera y un aparcamiento muy básico, que nos sirven para saber hacia donde dirigirnos. En él aparcan los coches quienes se dirigen a nuestro siguiente destino, las cuevas de La Ojerada. Son dos amplios huecos horadados en la roca caliza, fruto de la erosión, por los que se accede a una inclinada plataforma que da acceso a la base del acantilado, donde vemos a un pescador. Casi hay que trepar para alcanzar el peldaño de madera que han puesto para salir del aparcamiento, pues la antigua ruta está cerrada a cal y canto, con la amenaza de que hay ganado y perros sueltos, aunque no los vimos.

Volvemos a subir la pequeña cuesta hasta el aparcamiento. La vista de la costa y los acantilados de Arnuero es espectacular. En el faro hemos estado solos, pero La Ojerada tiene un flujo de personas constante. Es hora de regresar al punto de partida, pues hemos dejado el coche cerca del faro, a unos 2 km de aquí. Ahora caminamos por una estrecha carretera que luego se ensancha, por la que hay más “tráfico” de personas que de coches. Al principio vemos varias viviendas unifamiliares y luego praderas con vacas.

Nos ha gustado el faro y La Ojerada, pero hemos regresado un poco decepcionados de lo dejado que está todo. El faro cerrado sin ningún tipo de aviso en la web, aunque Google lo advierte, el tramo costero abandonado y los accesos a La Ojerada también. Ignoramos lo que ocurre, pero suponemos que el faro se pintó para revitalizar económicamente la zona. O no fue para eso?

Destino: La Naturaleza (y 2)

Continúo esta serie de propuestas viajeras a espacios naturales, que iniciaba hace dos semanas concluyendo en las Rocosas canadienses. Comienzo esta entrega en África, continente en el que he estado en varios países e incluso subido a su monte más alto, el Uhuru peak, en el Kilimandjaro, además de los puntos culminantes de Rwanda (Karisimbi) y Marruecos (Toubkal). En el aspecto natural, el que ahora nos ocupa, también he estado en varias reservas de animales de Camerún y de Tanzania (Serengeti, el cráter de Ngorongoro y el lago Manyara). Las imágenes que os presento corresponden a mi viaje más reciente, en el que recorrí Sudáfrica (Blyde River Canyon y Kruger National Park), Zambia (navegación por el Zambezi River y Victoria Falls), cataratas que también vimos desde Zaimbabwe. Concluimos en Botswana, en Chobe NP, al que corresponden las imágenes del cocodrilo, elefantes, jirafas y búfalos.

Continúo estas propuestas de naturaleza en el país europeo que más me gusta para disfrutar de ella, Islandia, en el que he estado en dos ocasiones. Allí podemos encontrar de todo, especialmente cascadas, tan espectaculares como las de Oxarárfoss, Godafoss, Dettifoss, Litlanesfoss, Hengifoss, Skógafoss, Seljalandsfoss y Gullfoss. Si os fijáis todos los nombres acaban en foss, que en islandés significa cascada. Recorrimos varios fiordos como Skagafjordur y vimos curiosas formaciones rocosas en la costa, en Hvítserkur, Djúpavogshreppur, Eystrahorn, Dyorholaey y Vik, además del Arco de Gatklettur. Estuvimos en el campo termal de Hverir y vimos el geiser Strokkur. Un lugar que me encanta es la laguna de Jökulsarlón, con sus bloques de hielo. Vimos infinidad de aves, sobre todo gran variedad de patos, frailecillos y los peligrosos charranes, pues atacan cuando tienen el nido cerca. Húsavik es un excelente lugar para observar ballenas.

Otro país europeo en el que estuve mucho tiempo en contacto con la naturaleza fue Irlanda, comenzando con la observación de aves en la Wexford Wildfowl Reserve, especialmente gansos de Groenlandia. En la

Saltee island disfrutamos durante una mañana con la presencia tan cercana de infinidad de frailecillos, araos y alcas. También recorrimos el Killarney National Park (Torc Waterfall y Upper Lake) y otra cascada, Glencar Waterfall. Si por algo destaca este país es por sus impresionantes acantilados, como Mizen Head, Cliffs of Moher, Sliabh Liag y Malin Head. En Irlanda del Norte nos acercamos a la Calzada del Gigante (The Giant’s Causeway) y a Carrick-a-Rede Bridge.

Desde que subí a la cumbre del Mont Blanc me han atraído los Alpes, así que obligatoriamente visité los dos países alpinos por excelencia, Austria y Suiza. En el primero de ellos, disfrutamos de los paisajes de la carretera Silvretta, de los 130 metros de caída de la cascada Jungfernsprung y de la gran sorpresa del viaje, la cascada más alta de Austria, Krimml, de 380 metros, sumando sus tres saltos de 140, 100 y 140 metros. De visita obligada es la montaña más alta del país, el Grossglockner y su imponente glaciar. La cascada en diagonal nos introduce en el otro país, Suiza, que cuenta con espectaculares montañas, como el Matterhorn o Cervino, el Monte Rosa y el grupo formado por el Eiger, Jungfrau y Mönch, accesibles en tren hasta la estación de Jungfraujoch. Situados en los Alpes Berneses, están a un paso de Lauterbrunnen e Interlaken.

He recorrido varias veces los Balcanes, disfrutando de preciosos lagos habitados por cisnes como los de Bled (Eslovenia) y Skradin (Croacia). También son de interés las cuevas Postojna (Eslovenia). He estado en los techos de Bulgaria, el Musala, situado en el macizo de Rila y Eslovenia, el Triglav, en los Alpes Julianos. He disfrutado de preciosos lagos en Albania, Eslovenia (Bohinj) y Macedonia del Norte (Ohrid) y atravesado algunos cañones, como el de Matka (Macedonia del Norte) y el que forma el río Moraça (Montenegro). Sin embargo, si algo ha llamado especialmente mi atención en los Balcanes, son sus preciosas cascadas, como las de Savica (Eslovenia), Kravica (Bosnia), las del Parque Nacional de Krka (Croacia) y, sobre todo, las de otro parque croata, Plitvicka Jezera, un lugar de visita obligada.

Para ir cerrando esta entrega, un pequeño resumen de algunos de los sitios que me gustan del resto de Europa, teniendo como fondo la puesta de sol en El Pireo (Grecia), país en el que he subido a su punto culminante, el Mytikas, en el monte Olimpo. He dedicado la parte superior del collage a imágenes de la navegación un mes de marzo por la costa de Noruega, donde podemos ver los Alpes de Romsdal, el Círculo Polar Ártico, Cabo Norte y una aurora boreal. De Portugal he seleccionado dos imágenes, las Praias do Malhada do Baraço y do Barranquinho (Algarve) y los Passadiços do Paiva. La columna de la izquierda está dedicada al Pirineo francés: Font Romeu, Gavarnie y cascadas de Pont d’Espagne y Latour. El resto de imágenes corresponden a Polonia: Bisonte europeo en Bialowieza, cisnes en Sopot y ciervos y lago Morskie Oko en el Parque Nacional de los Tatras. La última imagen pertenece a Rumanía y más en concreto la osa que, acompañada de dos oseznos, apareció de repente junto a nosotros en el lago Santa Ana (Lacul Sfanta Ana). Difícilmente olvidaremos esta escena. Un animal tan grande y tan cerca, sin la protección del coche.

En España he estado en infinidad de sitios, por lo que me ha costado hacer una selección, así que para muestra un botón, o varios: Caminito del Rey y Torcal de Antequera (Málaga), Circo de Gredos y sus cabras monteses (Ávila), Picos de Europa y salto del Asón (Cantabria), Parque Natural de Salinas del Mar Menor (Murcia), Mallos de Riglos (Huesca), Nuria (Girona), Grand Encantat y Estany Colomers (Val d’Aran), aves en el Parc Natural dels Aiguamolls de l’Empordà (Girona), Lago del Valle, Bufones de Pría y lago Enol (Asturias), Lagunas Negra y Larga de Urbión (Soria), Laguna de los Peces (Zamora), Laguna de la Cascada (Neila, Burgos), Mirador A Siradella (O Grove, Pontevedra), Patos en el PN Tablas de Daimiel (Ciudad Real), la Ciudad Encantada (Cuenca) y una cascada en la garganta de las Nogaleas (Valle del Jerte, Cáceres).

He querido concluir esta serie de propuestas viajeras a destinos naturales, en Canarias, archipiélago al que he viajado en un montón de ocasiones, recorriendo todas sus islas e islotes, algunas de ellas varias veces. Eso sí, nunca he estado tomando el sol en la playa. En esta selección de imágenes he incluido de Lanzarote, el PN Timanfaya, La Caldereta y la laguna Verde. También el Islote de Lobos. De Fuerteventura, Tiscamanita y una de sus numerosas ardillas. De Gran Canaria, el Roque Nublo y la Cruz de Tejeda. La isla La Graciosa. De Tenerife, el Teide y el cañón de Masca, en cuya costa abundan los delfines y calderones. De La Gomera, el descenso de Garajonay a Hermigua. De La Palma, el barranco de las Angustias y el Roque de los Muchachos. De El Hierro, uno de sus emblemas, la sabina.

A lo largo de estas dos entregas, he presentado un montón de propuestas que espero que os hayan servido para ir preparando algún viaje en el que disfrutar de la naturaleza. Como dice mi mujer, no hay nada que haya hecho el hombre que supere a la naturaleza. Si estáis interesados, puedo desarrollar en amplitud alguna de estas propuestas.

Destino: La Naturaleza (1)

Los destinos de naturaleza se han puesto de moda desde el inicio de la pandemia, así que, por si pensáis en hacer planes para el año 2022, durante las dos primeras entregas del año me voy a centrar en algunos de los lugares naturales en los que he estado en los últimos 20 años, desde que tengo cámara digital. En la primera fila he puesto una imagen norteamericana, Niagara Falls (Canadá), y cuatro de Asia: Valle de Pasabag (Capadocia, Turquía), Manali (India), Río Lijiang (Yangshuo, China) y Kegon Falls (Nikko, Japón). En el centro dos lugares más cercanos, la cascadas de Goiuri y el Salto del Nervión. Como no necesitamos desplazarnos a lugares lejanos, cuatro propuestas en Euskal Herria: Salburua (Araba), Parque Natural de Urkiola (Bizkaia), campas de Urbia (Gipuzkoa) y Castildetierra (Bardeak, Nafarroa).

El viaje por espacios naturales lo inicio en el punto más lejano al que he viajado, Nueva Zelanda. De la isla Norte me quedo con Whangarei Falls y el entorno de la ciudad de Rotorua, donde se encuentran el Parque Termal de Wai-O-Tapu, con sus lagos de colores y el Geyser de Te Puia. La isla Sur es mucho más atractiva, visitando sucesivamente dos imponentes glaciares, Franz Josef y Fox. Desde Wanaka nos desplazamos al lago Pukaki, rodeado por las montañas más altas del país, para luego acercarnos al lago Tekapo, concluyendo el viaje en Queenstown, punto de partida para conocer ese fascinante fiordo de nombre Milford Sound, con sus montañas, cascadas y focas. Un lugar único, sobre todo si tienes la suerte de pillarlo con buen tiempo.

Y de Nueva Zelanda pasamos a Australia, enorme país con numerosos espacios naturales, siendo Uluru (Ayers Rock) su principal atracción. Comenzamos nuestro viaje en Adelaida, punto de partida para acceder a Kangaroo island, donde vimos los primeros canguros, pelícanos, cisnes negros y leones marinos. Recorriendo la costa camino de Melbourne, disfrutamos de las curiosas formaciones rocosas existentes junto a Port Campbell, siendo las más conocidas la de Twelve Apostles. Muy cerca, en Tower Hill, vimos emús y koalas en libertad. Para terminar el viaje, dos espacios naturales situados cerca de Cairns, Barron Falls y Green Island, isla situada en la gran barrera de coral.

Cambiamos de continente. Nuestro siguiente destino es Sudamérica, en donde he estado unas cuantas veces, aunque me voy a centrar en los tres viajes realizados a Argentina y Chile, comenzando en un lugar excepcional, Patagonia. De la parte chilena me quedo con el Parque Nacional de las Torres del Paine (tres primeras fotos de la izquierda), en las que de arriba abajo podemos ver la cascada y los lagos Pheohe y Gray, con sus bloques de hielo. A la derecha vemos un grupo de guanacos. Las dos siguientes imágenes de la izquierda, ya en Argentina, son de otro lugar excepcional, el glaciar Perito Moreno. Completa este collage imágenes del Cruce de Lagos de Puerto Montt a Bariloche y la fauna que vimos en la Patagonia argentina, como la ballena franca en Puerto Pirámides o los pingüinos en Punta Tombo. El zorro y las aves son de la zona de Ushuaia.

La fotos de la parte superior corresponden al segundo viaje a tierras chilenas y, más en concreto, al Desierto de Atacama, en las que podemos ver los flamencos de la laguna Chaxa y otra variada fauna: focha, gansos de los Andes, vizcacha y vicuñas. También vemos el Valle de la Luna y los Geysers del Tatio. La foto central corresponde al Parque Nacional del Leoncito, con el que inicio el grupo de imágenes del segundo y tercer viaje a Argentina. En la parte superior aparecen los parques nacionales recorridos en la región de Cuyo: Sierra de las Quijadas, El Chiflón, Talampaya e Ischigualasto, donde también vimos guanacos. La última fila corresponde al NOA, la zona de Salta: Quebradas del Toro, Escoipe y de las Conchas, además de Los Castillos y del Cerro de los 7 Colores (Purmamarca). La última imagen es del techo del continente, el Aconcagua.

He estado en las tres cataratas más importantes del planeta, Victoria (Zambia-Zimbabwe), Niagara (Canadá-EEUU) e Iguazú (Brasil-Argentina). Son éstas últimas las que más me gustan, así que las que quiero destacar, además de ser las únicas en las que he estado en dos ocasiones. Las Cataratas del Iguazú, están formadas por 275 saltos del río Iguazú, con una anchura de unos 2.700 metros. La parte superior del collage corresponde al lado brasileño. La parte inferior son de la parte argentina, donde se encuentran el 80 % de los saltos, entre los que destaca el más alto (80 metros) y el de más caudal de todos, que recibe el nombre de Garganta del Diablo. Es la magia del agua.

Nos desplazamos ahora a un país al que he viajado en cuatro ocasiones, Estados Unidos. Como nos dispongo de fotos digitales de Alaska, un estado excepcional, las imágenes que os presento corresponden a dos viajes por diferentes parques nacionales, especialmente dedicadas al que más me gustó (las cuatro de la columna de la izquierda), Yellowstone, al que también corresponden los bisontes del centro. Situado a una altitud media de 2800 metros, en este parque hay de todo: fauna, géiseres, lagunas termales y cascadas, pero no conseguimos ver ningún oso. Las otras tres fotos de abajo corresponden al Grand Teton y a Yosemite. El resto de imágenes, de arriba abajo e izquierda a derecha son de los parques nacionales del Gran Cañón, Arches, Zion, Monument Valley, Capitol Reef, Canyolands y Bryce Canyon, muchos de ellos situados en el estado de Utah.

He estado en dos ocasiones en Canadá, pero mi incursión al Yukón y la British Columbia queda ya muy lejana, así que todas las imágenes son de la provincia de Alberta y más en concreto a las espectaculares Rocosas canadienses. En el mes de junio el tiempo no nos acompañó, pues todas las tardes llovía. Todavía se conservaba bastante nieve, motivo por el que los animales se acercaban a la carretera en busca de hierba verde y flores, así que pudimos contemplar increíblemente cerca ardillas, wapitis, osos negros, enormes osos grizly, cabras blancas muy difíciles de ver, muflones y gran variedad de cérvidos, casi todos mudando la piel. Vamos, una gozada. Recorriendo los parques nacionales de Banff, Jasper, Yoho y Kootenay, disfrutamos también de impresionantes paisajes como las Athabasca Falls, el Moraine lake, lago ubicado en el Valle de los Diez Picos, el Bow lake, situado a 1920 metros de altitud y rodeado de montañas nevadas y con bloques de hielo en su aguas, el Campo de Hielo y el Glaciar Athabasca, además del Maligne Canyon. Las Rocosas son uno de los lugares naturales más salvajes que conozco.

Espero que os haya gustado esta primera selección de espacios naturales. Dentro de quince días espero volver con nuevas propuestas cada vez más cercanas.