“El director de la oficina de Nueva York del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Craig Mokhiber, ha presentado su dimisión por la inacción de los organismos de la ONU para prevenir el ‘genocidio’ de la población palestina en la Franja de Gaza a manos de Israel”. Hay más dignidad en este párrafo de InfoLibre que en los ríos de tinta que necesitan quienes hacen piruetas para no señalar la violencia del estado israelí y de Hamás, con la población de Gaza como rehén colectivo. “Estamos viendo un genocidio ante nuestros ojos”, clamó Mokhiber, atónito, como muchos, con la impunidad de Israel.
Y mucha indignidad
Quien no muestra dignidad alguna es José Luis Martínez-Almeida, que se ha plegado a otorgar la medalla de oro al pueblo israelí a petición de Vox y PP, en este orden, por lo que parece en las crónicas capitalinas. Hacer ese reconocimiento ahora, usando a la ciudadanía, en este caso, la del estado sionista, permite que veamos una falta de empatía significativa. Y permite que hablemos también de lo desnortada que está la extrema derecha española, que ya no sabe con quién debe empatizar como católica meapilas que es. Pero vuelvo al reconocimiento, que solo aporta ruido, insensibilidad, tensión innecesaria y vergüenza a paladas.
Eso ya lo hizo la justicia
Es evidente para todo el mundo que si Pedro Sánchez no necesitase los votos de Junts, el PSOE seguiría en contra de la amnistía. Es tan evidente eso como que el carácter revanchista y “represor” (El Independiente) de la justicia española cuando intervino en el Procés no se lo otorga Sánchez, se lo regaló la propia Justicia. No podemos negar, tampoco Núñez Feijóo, que cuando entró, la justicia quiso corregir lo meliflua que le había resultado la actuación de Rajoy en Catalunya. No solo judicializaron el conflicto: lo agravaron con sentencias desmedidas que los niveles superiores del poder judicial entendió como ejemplarizantes.
Tenemos un problema
El populismo fascista prende bien entre la juventud. Lo vemos en España y mucho más cerca. Así que en Vox han decidido impulsar “Revuelta, una organización juvenil que aspira a penetrar en las universidades” (The Objective). Es evidente que España tiene un problema si la ultraderecha ha encontrado un target penetrable en su juventud. Pero el mismo exactamente tenemos en Euskadi, donde quienes quieren que no tengamos memoria quieren convencer a quienes no vivieron los años de plomo de que no pasó nada y de que quienes ahora se esconden (como antes) importan menos que quienes tuitean guay.
Gol, no, goleada
No ha tenido ni que ganar. Tampoco le ha hecho falta competir. Los impulsores del mundial de fútbol en Arabia Saudí se han limitado a esperar sentados sobre su montaña de dinero a que la organización del campeonato les cayera encima. Y les ha caído para 2034 después de ver triunfar a Qatar con la de 2022, celebrada el pasado invierno. Yo voy más allá: estoy seguro de que para la fecha la superliga mundial será una realidad, impulsada por el dinero árabe y los equipos nacionalizados para competir con los de las mejores competiciones europeas. Para entonces el fútbol será diferente y quienes lo seguimos, también.