Se juegan la vida

En el Mundial de fútbol, como en las rondas eliminatorias de cualquier competición deportiva, recurrimos a la expresión “se juega la vida” para referirnos al equipo que puede quedarse fuera. Pero en el caso de los jugadores de la selección iraní, lo de jugarse la vida, la suya y la de sus personas más próximas, es literal: “Irán amenaza con “violencia y tortura” a las familias de sus jugadores en el Mundial de Qatar” (El Plural). ¿Cuánto tiempo más y por qué vamos a aguantar esto? ¿Por no intervenir en un estado soberano aunque se trate de una dictadura represiva brutal? Sigo sin entenderlo en este mundo globalizado que hemos construido.

Fascistas de más cerca

Twitter falla. Falla porque hace creer a sus usuarias y usuarios que tuitear esto es libertad de expresión: “Un país, una bandera, si seguís sin entenderlo volvemos a dar y repartir estopa y estáis callados otros 30 años”. Lo escriben en una cuenta anónima llena de banderas españolas como respuesta a Josean Beloqui, que expresaba, en uso de su libertad y sin amenazas, esto otro: “Los mismos que están echando las muelas por lo de la bandera española en Mallorca serían los que exigirían retirar una senyera, ikurriña, bandera navarra, de Galicia, etc., de las escuelas quejándose de que se está adoctrinando al personal. Los mismos”.

Y de más lejos

Esto que publican en El Periódico sobre Twitter es terrible: “La plataforma propiedad de Elon Musk anuncia que desde la semana pasada ya no moderará los contenidos para frenar bulos sobre el coronavirus, sus posibles remedios o el uso de vacunas”. Es decir: todas y todos sabemos que ese aviso no funciona con quien no tiene dos dedos de frente, pero es peligroso que la red social en la que más corren los bulos, más ahora, que nadie lo modera, emita el mensaje de que da igual lo que digas. Ese aviso coarta al emisor del bulo, o coartaba, claro, porque la liberación es una llamada a la locura.

Una civilización que se va por el desagüe

Supongo que los textos de historia contarán, dentro de cien años, que en 2020, con la última gran pandemia mundial, empezó el declive de una civilización a la que solo le quedaban dos opciones: acabar con los ricos del mundo o desaparecer. Confío en que alguien lea esos textos dentro de cien años porque elegimos bien y permanecimos. Porque es evidente que nos vamos por el sumidero: en China hay una fábrica de iPhones que se ha convertido casi en una cárcel: las y los operarios no pueden salir por la política de “cero covid” de la dictadura y la empresa estadounidense sigue reclamando los terminales para la campaña de Navidad.

Hay más fútbol que el del Mundial

Vuelvo al Mundial, que está siendo bueno sobre el césped y está siendo mejor fuera de él: FIFA y emirato de Qatar no dejan de ser señalados por sus excesos. Todo en orden. Pero hay más fútbol que el que estamos viendo: “LaLiga cierra noviembre con un 76% de asistencia media y Segunda se dispara hasta el 57,2%”, leemos en Palco 23. El dato bueno, en mi opinión, es el del segundo escalón, y ahora que tenemos equipos vascos importantes, más. Porque el fútbol no es solo el de las selecciones, ni Barça y Real Madrid, tampoco Athletic y Real Sociedad. El fútbol también es el de los campos más humildes y el de las ciudades sin equipos de Primera.

La milonga del marinero y el capitán

Está claro que Pablo Iglesias se pide ser el marinero porque el capitán, oh, capitán, mi capitán, para él es Jaume Roures. Su columna en Público es pastosa y en ella omite, porque lo sabe, cómo su líder empresarial mando a FOGASA a trabajadoras y trabajadores de Público, ese diario que él podía “comprar en Madrid” (el resto somos de provincias). El texto de Iglesias es previo a su ingreso en la Complutense que, además de perfectamente lógico, espero que le calme, y también a que haya alcanzado 100.000 euros en unas horas para su canal de televisión, que huele desde ya y desde aquí a Fox cutre con una altura moral estratosférica.

Periodismo de “ir allí y contarlo”

Después del pasteleo gratuito (o no tanto) de Iglesias con Roures, caí en el tuit de Miguel de la Fuente, el cámara de RTVE que ha vuelto a Ucrania, en el que mostraba una cena de periodistas en Odesa junto a Óscar Mijallo, Gervasio Sánchez o Mikel Ayestarán, entre otros y otras. Personalmente, prefiero ese periodismo de “ir allí y contarlo”, que el metaperiodismo de Pablo Iglesias, que no deja de reflexionar sobre qué es, qué debería de ser, quién lo hace mal (básicamente, todos menos él) y la excelencia que han alcanzado en La Base él y sus compañeras y compañeros (elegidos por él).

Alex Scott, en mi equipo

Cada torta que caiga sobre la FIFA y Qatar durante este Mundial están bien dadas. La desvergüenza de Infantino y la soberbia de los emires merecen un buen equilibrio y, para lograrlo, nos necesitamos todas y todos. Por ejemplo, necesitamos a la exfutbolista Alex Scott, que comenta partidos para la BBC y que apareció en una previa con uno de los brazaletes que eran motivo de amonestación solo por llevar los colores del arco iris. La indecencia de quien los ha prohibido, insisto, necesita contrapesos como el de Scott y como todas las críticas que, además, son muchas gracias a una prensa que no se está cortando.

Irán va ganando

No en fútbol pero sí en dignidad Irán va ganando: la negativa de los jugadores a cantar su himno nacional como símbolo de solidaridad a su pueblo, reprimido por el régimen, ha sido un gesto muy significativo e importante. De momento, ningún capitán de una gran selección se ha expuesto a recibir una tarjeta por portar el brazalete arco iris, pero un equipo humilde sí se ha jugado mucho más que una amonestación. Por suerte, hay periodistas en Qatar, por suerte, el boicot (promovido por quienes no iban a ver el Mundial de ninguna manera) no ha impedido que veamos este valiente gesto que esperamos que no sea el último.

Pues a mí no me gusta

No resto ni un ápice de mérito ni talento a Annie Leibovitz que, como escriben en Photolari, ha conseguido que casi cada foto suya sea una noticia en sí misma. Pero tengo que confesar que la que ha hecho a Leo Messi y Cristiano Ronaldo para una campaña de Louis Vuitton no me gusta. El cuadro, la composición y la luz son impecables, pero la imagen no transmite nada: es fría (una crítica que no es solo mía) y es forzada. Ponerles a jugar al ajedrez no me parece una buena idea cuando sus talentos son, evidentemente, otros, y competir en un juego de mente no es sacarles de contexto, es no tener ni idea de qué van el fútbol y la competición.

Dos meses luchando por su vida

Se juegan la vida, literalmente, pero las y los manifestantes en Irán saben que con sus protestas están jugándose la vida que pueden llevar. Después de “dos meses de atroz represión y derramamiento de sangre” (República) nada ha cambiado, y el régimen ahora condena a muerte a algunos manifestantes detenidos. Manifestantes hartos de que en su país una lectura integrista de la religión haga que las mujeres especialmente vivan con miedo porque las pueden matar, como mataron a Mahsa Amini por no usar correctamente su hiyab y por ser kurda. La comunidad internacional no puede mirar a otro lado ni un día más.

Hemos enriquecido y adorado a idiotas

Elon Musk es solo el ejemplo más visible de que algunas fortunas, además de indecentes por su volumen, son intolerables por cómo se han conseguido: el único mérito del de Twitter es haber entendido mejor que nadie (solo Jeff Bezos le hace sombra) cómo funciona esta nueva economía virtual. Pero no son los únicos: Stephen Findeisen recordaba en su cuenta en Twitter que Sam Bankman-Fried y Elizabeth Holmes habían aparecido en la portada de Forbes poco antes de perder sus respectivas fortunas con ventas fraudulentas y evidentes señales de no tener ni idea de cómo funciona un negocio básico. Las y los ricos son el lastre.

Insisto

Amancio Ortega no me parece el peor, comparado con los Musk, los Bezos, los Bankman-Fried y las Holmes, pero es evidente que forma parte del grupo que pone en peligro nuestra civilización: “Ortega más otros 124 multimillonarios contaminan tanto como toda Francia, según Oxfam. Las personas más ricas del mundo producen 393 millones de toneladas métricas de emisiones de CO2” (El Economista). No podemos permitirnos sus jets privados, su exclusividad asentada en importaciones de lujo hasta sus casas y sus negocios, o sus excentricidades (como poner en marcha empresas de cohetes espaciales).

Cada cosa, a su tiempo, pero…

No podemos pedir a IU, ni a Sumar, ni a Podemos, que haga algo contra las y los ultrarricos. Son las instancias supranacionales las que deben tomar la iniciativa porque son las únicas que pueden hacer palanca. Pero a los partidos de izquierda españoles sí podemos advertirles de que están haciendo un camino que puede acabar en un sitio muy pequeño o en un barranco. Elige tu propia aventura. Ahora IU “pide paso con un macroevento con mensaje a Podemos: ‘Somos la organización con mayor presencia municipalista’” (El Plural), después de saber que la coalición Unidos Podemos no se reedite para las próximas elecciones.

El tiro en el pie se lo dan todas y todos

Por el bien de la democracia solo espero que esta semana no pasemos otro episodio de bochorno en la izquierda española: “El padre de Yolanda Díaz la defiende frente a Pablo Iglesias: ‘No sé por qué tiene esa obsesión’” (El Independiente). ¿Qué hace este hombre, por mucho que sea un padre defendiendo a su hija, por mucho que haya sido un sindicalista conocido en Galiza, representando ese papelón en Cuatro? Las críticas de Iglesias, en cualquier caso, son el desencadenante, y parece que nadie es consciente de que con esta división televisada a la carrera electoral salen todas y todos cojos, aunque finalmente haya coalición.

Irán quiere ejecutar a manifestantes

No podemos mirar para otro lado pero, ¿debemos hacer algo? ¿Qué? ¿Intervenir? ¿Quién? ¿En nombre de qué, en nombre de quién? Como sea, pero no podemos permitir que un gobierno imponga su terror a la ciudadanía: lo hace Irán, cuyo parlamento, si es que se le puede llamar así, propone aplicar la pena de muerte a las y los manifestantes que han sido detenidos durante las protestas después del asesinato de Mahsa Amini. Tenemos que ayudar a esas personas cuya vida depende ahora de la voluntad de su gobierno de escarmentar a quien quiera hacerle frente. Si no lo hacemos nuestra civilización no tendrá sentido.

La que ha liado Musk

Cobrar ocho dólares al mes por una verificación casi idéntica a la que antes de la compra de Musk otorgaba Twitter a organizaciones o personalidades puede salirle caro a la plataforma si prosperan las demandas de empresas que quieren cargar contra la red social las pérdidas en bolsa por anuncios falsos desde cuentas que han contado con esa verificación de pago. Hablamos de tecnológicas y farmacéuticas que han sufrido suplantaciones burdas que han colado porque en Twitter, no nos engañemos, puedes y podías colar cualquier mierda también antes de Musk. Solo que ahora, además, puedes hacerlo con un “tic” de pago.

Todos menos él tenemos la culpa

Una cosa muy de niñato es echar la culpa a los demás de todo lo que suceda. Es lo que hace Elon Musk cuando un senador estadounidense se queja, precisamente, de una suplantación. Es el dueño de Twitter, en persona, el que le responde justificando que se hayan podido hacer pasar por él porque la cuenta de Ed Markey suena a parodia, según el propio Musk. Ni una pequeña muestra de autocrítica, ni pensar en una disculpa: él no ha hecho nada malo aunque su primera idea recaudatoria haya sido, evidentemente, un fracaso notable que le puede salir caro en lo económico y en lo político. Y eso son negocios. Los negocios de Musk.

No es casualidad

El hombre más rico del mundo ha hecho públicas varias veces, la última, recientemente, su preferencia por el partido republicano en EE.UU., lo que no extraña mucho, precisamente, en un hombre rico y blanco. Y Ed Markey, el senador al que Musk respondía con suficiencia, es demócrata. No es una casualidad, como no lo es que muestre tanta mala leche cuando parece que se confirma que los de Markey y Biden retendrán el control del senado por la mínima: 50 senadores serán azules (demócratas) y 49, rojos (republicanos). El mundo será un poco mejor cuando se confirme esa noticia y, con ella, un grave tropiezo de Trump. Y de Musk.

“El agente”

Según la exclusiva de El Mundo que recogen en República, Kosmos, la empresa de Gerard Piqué podría facturar hasta 24 millones de euros por la venta a Arabi Saudí de la Supercopa de España. 30 al año (y son seis años) se lleva la RFEF, pero hay una “tarifa de éxito” a un “agente” (que podría ser Kosmos, según el diario y el digital) que se lleva cuatro con cada edición. Un negocio redondo basado en la venta de un torneo a unos señores muy, muy ricos, que desean ver eventos deportivos en directo sin que les molesten sus mujeres. Y cuya comercialización pudo aventurar muy bien Piqué porque el mundo y el fútbol son para los ricos.

Insoportable

Este titular en El Nacional me ha dejado sin palabras: “La policía iraní mata a una chica de 16 años por negarse a cantar el himno en el instituto”. ¿Qué dices, qué escribes después de leerlo? ¿Qué demonios queremos, como civilización? ¿Permitimos que cada país tenga sus particularidades, incluidos los regímenes islamistas, porque las injerencias están mal vistas? ¿Estamos realmente globalizados o somos la suma de particularidades, aunque algunas incluyan el asesinato de adolescentes? ¿No debemos actuar ya desde nuestra cosmovisión para frenar tragedias perfectamente salvables con dos dedos de frente?

¡Solo es un rico!

Elon Musk es el ejemplo perfecto de que se puede ser rico y tonto. Pero, claro, como es el más rico del mundo, el futuro dueño de Twitter y el más irresponsable de los lanzadores de mensajes, hay que hacerle caso. O aprovecharse de él, que es lo que hace Dmitry Medvedev enredándole en una conversación en la mencionada red social que acaba, para asombro de nadie, con una invitación del expresidente ruso a Musk para celebrar en Moscú el día de la victoria. Musk ha quedado mal: como un muñeco de Rusia, de esa Rusia a la que él regalaría territorio (lleno de personas) ucraniano porque la vida, para Musk, es para quien más tiene.

Tanto dolor, ¿para qué?

Los lectores de la declaración de Aiete, Arkaitz Rodríguez y Arnaldo Otegi, han mostrado empeño un año después en dejar claro que, para ellos, la de los presos de ETA es una cuestión del pasado que tiene que gestionar la Euskadi de ahora. Pero no tienen razón: el dolor que infringieron aquellos asesinos y asesinas es una mochila que tienen que portar quienes les justificaron y ampararon. Euskadi avanzó pese a ETA y sus integrantes, que han ido reincorporándose a la sociedad vasca de forma dispar, cuando lo han hecho. Al respecto, el reportaje de Mikel Segovia en El Independiente, una vez más, es muy recomendable.

El coche volverá a ser de lujo

¿De verdad están preparados el mercado, la sociedad e incluso la industria para sustituir el parque móvil y echarnos en mano de los eléctricos? ¿Nadie ha pensado en los nuevos consumos que vamos a generar de una energía que ya es la base de nuestra vida? ¿A nadie le importa o algunos y algunas están frotándose las manos con el negocio que se viene? ¿Y los coches, para quién serán? Porque no son baratos ni van a serlo: “La industria comienza a tener dudas sobre si realmente será posible tener coches eléctricos baratos”, anuncian en Xataka. El cobalto puede ser el nuevo petróleo y la ciudadanía, otra vez, rehén.

¿Demasiadas preguntas?

Ya sé que estoy haciendo demasiadas preguntas en esta columna para un sábado otoñal en el que apetece más una cerveza fría que unas castañas asadas. Pero creo que no podemos rendirnos, que tenemos que seguir siendo críticos y autocríticos, que no pueden vencer quienes piensan que somos su alimento mientras nos entretienen, como en Matrix. También sé que hay que desdramatizar y, en ocasiones, relajarse y ver la vida pasar y a los niños, crecer: “A veces una persona está simplemente agotada de remar y solo necesita que alguien le diga: te entiendo, ¿comemos pizza?”, tuiteaba Lady Fuet. Comamos pizza.