Municipios de Bizkaia (10)

Continúo el recorrido por otros diez municipios de Bizkaia, los siguientes en orden alfabético a los publicados el pasado 3 de mayo. En total son 112 y los recorrí entre los años 2012 y 2016. De esta forma pausada os iré mostrando lo que en mi opinión es lo más interesante en cada uno de ellos.

Comienzo esta entrega en el municipio de Muskiz, del que hablé con más amplitud el pasado 5 de abril (https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2022/04/05/muskiz-bizkaia-via-verde-de-itsaslur/), centrándome principalmente en lo que más me gusta de este municipio del Gran Bilbao, que tiene una extensión de 21,50 km² y cuenta con una población de 7.438 habitantes. Se trata de la Vía Verde Itsaslur que une los barrios de Pobeña y Kobaron, por la que discurre el Camino de Santiago. También son de interés la playa de La Arena y la Ferrería de El Pobal.

Nos desplazamos ahora hasta la comarca de Busturialdea y más en concreto al extenso (49,89 km²) y poco poblado (1.475 habitantes) municipio de Muxika. En 1966 este municipio se anexionó los vecinos municipios rurales de Ibarruri y Gorozika. En el patrimonio del primero de ellos destacan la moderna iglesia de Andra Mari y la gótica ermita de San Pedro y San Pablo. Otra iglesia, la de Santa María es el edificio más relevante de Gorozika. En la capital, Ugarte, destaca el conjunto que forman el Ayuntamiento y la iglesia de San Vicente Mártir.

Sin salir de la comarca de Busturialdea nos trasladamos al municipio con menor densidad de población de esta entrega (20,9 hab/km²), Nabarniz, pues tan sólo cuenta con 255 habitantes que viven en una superficie de 12,2 km² y se distribuyen entre seis barrios. En lo alto de Elexalde se encuentra su principal edificio, la iglesia de Santa María de Gorostiza. En Lekerika auzoa encontramos dos interesantes edificios, la ermita de Santiago y el caserío Aldekoa. Finalmente, en el barrio de Ikazurieta encontramos el edificio más original de todos, el caserío Ibargüen, que cuenta con un hórreo de 1581. Vemos también una imagen del viejo autobús.

Pasamos ahora a la comarca de Lea Artibai para visitar el municipio de Ondarroa, que cuenta con una extensión de 3,60 km² y una población de 8.326 habitantes. Declarado conjunto monumental en 1996, su casco antiguo merece una detenida visita, que debe comenzar en la iglesia de Santa María, de estilo gótico tardío, siendo también relevante la Torre de Likona, del siglo XV, ejemplo de la típica casa torre vasca. También me gustaron la Cofradía de Santa Clara y el grupo escultórico “La mujer del mar”, de Casto Solano. Hay que citar tres puentes, el Viejo, el de la playa o del perro chico (perra chica) y el más moderno, el de Itsas Aurre, obra de Santiago Calatrava.

Y de la costa al interior, a la comarca de Arratia-Nerbioi, para recorrer el municipio más extenso (102,42 km²) de esta entrega, poblado por 2.658 personas. Situado a los pies del macizo de Gorbeia, Orozko cuenta con un rico patrimonio disperso por sus diferentes barrios, entre los que destacan las Casas-Torre de Aranguren y Torlanda, además de la Casa Palacio Legorburu y la Casa Consistorial. De la arquitectura religiosa podemos citar las iglesias de San Bartolomé de Olarte, San Juan Bautista, San Lorenzo de Urigoiti y San Pedro de Murueta. También merece destacar el molino de Uxuluze y las casas que se asoman al río Altube, donde vimos una garza.

Volvemos a la comarca del Gran Bilbao para recorrer el municipio de Ortuella, que tiene una extensión de 7,65 km² y una población de 8.379 habitantes. Enclavado en la antigua zona minera, cuenta con un notable monumento dedicado a los mineros y se divide geográficamente en dos partes diferenciadas, la alta, donde se encuentran los barrios de Cadegal, La Orconera y las Losinas, y la baja, que comprende los barrios de Urioste y Nocedal, así como el núcleo central del municipio, donde contemplamos el monumento al Barrenador. También nos detenemos ante el Horno de Siderita, inscrito como Bien Cultural, el Ayuntamiento y dos iglesias, la de San Félix de Cantalicio y la de Santa María Magdalena.

Nos desplazamos ahora al Duranguesado, al municipio de Otxandio, fronterizo con Araba, que tiene una extensión de 12,43 km² y una población de 1.359 habitantes. Su patrimonio es rico en casas palacios blasonadas, concentrándose lo más interesante en torno a la plaza Nagusia, presidida por la fuente de Vulcano, a la que se asoman la Casa Consistorial, la Kultur Etxea, la bolera  y, un poco más apartada, la iglesia parroquial de Santa Marina. En el municipio se recuerda a los fallecidos en el bombardeo de Andikona y a Arrese Beitia, ilustre poeta local.

Y del interior a la costa, a la comarca de Uribe donde se encuentra el municipio de Plentzia, que tiene una extensión de 6,30 km² y una población de 4.414 habitantes, que aumentan considerablemente en verano gracias al atractivo de su playa, su ría, su pequeño puerto pesquero y la plaza del Astillero, a la que se asoma el Ayuntamiento. Merece la pena recorrer de forma pausada el casco histórico, situado en torno a la iglesia de Santa María Magdalena y unido a la estación de Metro mediante un emblemático puente.

Volvemos a donde empezamos, a la comarca del Gran Bilbao para recorrer el casco antiguo de Portugalete, municipio densamente poblado (14.367,6 hab/km²), pues en tan sólo 3,21 km² viven 45.285 personas. Su principal atracción es el Puente Bizkaia, popularmente conocido como Puente Colgante de Portugalete, construido en 1893, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Cuenta también con un rico patrimonio arquitectónico, destacando la Basílica de Santa María, de estilo gótico-renacentista, construida entre los siglos XV y XVI. Junto a ella se encuentra la Torre Salazar, del siglo XIV. También hay que reseñar el Gran Hotel Puente Colgante (1871), la Casa Consistorial (1883), el monumento a Victor Chavarri (1903), el Mareómetro (1883), el muelle de Hierro (1887), la estación de La Canilla (1888), el Palacio El Saltillo (1894) y el Museo de la Industria (Rialia).

Concluimos esta entrega en el municipio situado al lado, Santurtzi, que cuenta con una población similar, 45.795 habitantes pero más del doble de extensión, 6,77 km². Si por algo es conocido Santurtzi es por el puerto y por el monte Serantes, bajo el que se ubica la población, en la que obligatoriamente tenemos que visitar el puerto pesquero, los monumentos a la Virgen del Carmen y a la Sardinera y comer unas sardinas asadas junto a la Cofradía de Pescadores. Los edificios más significativos son el palacio de Casa Torre, el Ayuntamiento, el Palacio de Oriol y el Hospital San Juan de Dios, concluyendo nuestro recorrido dando un agradable paseo por el parque municipal contemplando las diferentes esculturas existentes.

Las fotos que ilustran esta entrada fueron tomadas entre el 28 de abril y el 28 de julio de 2015, correspondiendo a los municipios número 84 a 93, por orden alfabético. Ya sólo faltan 19.

Yellowstone National Park (y 2)

Continúo el relato del viaje realizado en junio de 2012 por Yellowstone,  primer parque nacional creado por el gobierno de los Estados Unidos en 1876, que ahora forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. El 12 de junio nos detuvimos a orillas del río Madison para fotografiar a dos enormes ciervos, aunque enseguida continuamos hasta nuestro primer destino, que fue la gran sorpresa del viaje pues no habíamos oído hablar de él. Se trata del Gran Cañón de Yellowstone, que tiene 30 km de largo y 500 metros de profundidad. La zona está muy preparada, con carreteras y senderos que conducen a diferentes miradores desde los que contemplar el cañón y las cascadas que, además, tenían mucha agua, dado que nos encontrábamos en plena época de deshielo. Un lugar de visita obligada.

Seguimos circulando hacia el Sur por el “ocho” inferior del parque, hasta llegar a las zonas de servicios de Yellowstone Lake, un enorme lago de 32 km de largo y 23 de ancho, situado a 2376 metros de altitud. A orillas del lago se encuentra nuestro siguiente destino, West Thumb Geyser Basin, notable conjunto termal que nos permite ver en un corto espacio fumarolas, pequeños géiseres y alguna de las más espectaculares piscinas termales del parque, como Black Pool y Abyss Pool.

Nuestro recorrido continúa hasta otro lugar de visita obligada, el Old Faithful Geyser, que dicen que constituye la imagen más representativa del Parque Nacional de Yellowstone, además de ser el géiser más famoso del mundo, que expulsa agua cada 90 minutos durante un periodo de 5 minutos y alcanza alturas entre 55 y 75 metros. Prueba de su importancia es que cuenta con un centro de visitantes propio, dotado de cafetería y unas gradas en las que sentarte a la espera de la erupción, cuyo horario se anuncia en carteles. Los bisontes, el Grand Canyon y el Old Faithful Geyser constituyen en mi opinión tres de las cuatro cosas que no hay que perderse en Yellowstone. Ya sólo nos falta una.

Casi al lado tenemos la siguiente cita. Se trata de Upper Geyser Basin, por donde dimos un agradable paseo, caminando sobre pasarelas de madera, por la zona en la que se concentran aproximadamente la mitad de los géiseres del parque y un tercio de todos los conocidos en el mundo. Particularmente me quedo con la preciosa laguna Chromatic Spring y tres géiseres, Castle Geyser, el más antiguo de la zona y el de mayor cono, que puede lanzar el agua a 27 metros de altura dos veces al día, el Daisy Geyser, que lanza el agua a 23 metros en intervalos de 2 a 4 horas y el Giant Geyser, en el que el agua puede alcanzar los 76 metros de altura. Una zona preciosa, que tampoco hay que perderse.

Tras pasar cuatro noches en West Yellowstone, el 13 de junio abandonamos el hotel pero no el parque, en el que pasamos todavía unas tres horas, deteniéndonos en primer lugar en Fountain Pint Pot, que recibe su nombre por los tonos que adquiere debido a los distintos estados de oxidación del hierro. Estamos en el Lower Geyser Basin, en el que volvemos a caminar por pasarelas de madera deteniéndonos en varios lugares, como la hermosa piscina termal de color azul y nombre Celestine Pool y el Clepsydra Geyser, que entra en erupción casi sin pausa.

Nos acercamos a continuación al Firehole Lake, rodeado de actividad termal y fumarolas. Nuestro viaje en Yellowstone está a punto de concluir, pero no podemos abandonar el parque, sin recorrer una de sus zonas más bonitas, el Midway Geyser Basin, acercándonos en primer lugar a su principal géiser, el Excelsior, que emana 15.000 litros de agua caliente por minuto. Sin embargo, lo más hermoso de este lugar son las lagunas de colores que vamos a ver a continuación.

Seguimos en el Midway Geyser Basin, acercándonos en primer lugar al cuarto sitio cuya visita resulta obligada, Grand Prismatic Spring, la laguna de agua termal más grande de Norteamérica y tercera del mundo, pues tienen unos 113 metros de diámetro. Destaca por su variedad de colores, mucho más visibles en una imagen aérea, que van del azul del centro al naranja del exterior pasando por verdes y amarillos. Aquí nos sacamos la foto de grupo de despedida del parque, aunque si salir del recinto todavía nos acercamos a dos hermosas lagunas de color azul turquesa, de nombre Turquoise Pool y Opal Pool.

En los dos últimos días recorriendo Yellowstone National Park hemos contemplado espectaculares lugares, de la talla del Grand Canyon, Old Faithful Geyser y Grand Prismatic Spring, pero ¿qué ha sido de los bisontes que veíamos todos los días? Sucede que suelen frecuentar las riberas de los ríos y las grandes praderas, no siendo habitual verlos ni en los cañones ni en las zonas termales. Sin embargo, un pequeño comité vino a despedirnos al borde de la carretera antes de abandonar Yellowstone y entrar en su prolongación, el Grand Teton National Park, por el que continuó el viaje.

Tras recorrer 337 km, concluimos la jornada del 13 de junio en Jackson Hole, para asistir al rodeo que se celebraba ese día y que cogió fama porque el año anterior acudieron a él Shakira y Piqué, Al día siguiente regresamos a Salta Lake City para un día después tomar un vuelo a Calgary, pues todavía teníamos por delante 9 noches en Canadá para recorrer las Rocosas y visitar las Catarata del Niagara, pero esa es otra historia. Un viaje de los de no olvidar.

Yellowstone National Park (1)

Han pasado diez años, pero parece  que fue ayer cuando estuvimos recorriendo uno de los parques nacionales que más me gustan del mundo, Yellowstone National Park. Intentamos visitarlo en octubre de 2009, pero una ola de frío polar, con las carreteras cubiertas de hielo e infinidad de accidentes, hizo que desistiéramos, concentrándonos en otros parques de Utah, esperando hasta junio de 2012 para volver a intentarlo, esta vez volando a Salt Lake City, la capital del estado de Utah, con Air France a París y luego 11 horas de vuelo con Delta. El 9 de junio recogimos en el aeropuerto el coche alquilado y las dos parejas realizamos los 516 km que nos separaban de West Yellowstone, en Montana, donde nos alojamos cuatro noches en el Hotel Best Western Cross-Winds Motor Inn.

West Yellowstone es la típica población del oeste norteamericano situada en el condado de Gallatin, en el estado de Montana. Aquí se encuentra la entrada oeste del Parque Nacional de Yellowstone. Cuenta con una gran variedad de servicios, como alojamientos, comercios, estaciones de servicios y restaurantes. Es el lugar en el que cenamos las cuatro noches y donde compramos comida y bebida para degustar al mediodía en las áreas de pic-nic del parque. También cuenta con un pequeño museo en el que, como una premonición, vimos una foto de bisontes con nieve sobre su piel.

Teníamos muchas ganas de visitar el Parque Nacional Yellowstone, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, así que nada más instalarnos en el hotel nos dirigimos al acceso oeste que, aunque en su mayor parte está en el estado de Wyoming, se encuentra en el de Montana. El tiempo estaba inseguro, por lo que optamos por desplazarnos sólo hasta la zona del Madison river. Pronto recibimos una gran alegría, pues la carretera estaba ocupada por una manada de bisontes, animal que teníamos muchas ganas de ver. Aunque están muy acostumbrados a los humanos, recomiendan no acercarse a ellos a menos de 25 metros, ya que es un animal salvaje que alcanza los 1.000 kg de peso. Muchos van con sus crías y todos están mudando la piel. Aunque es 9 de junio, pronto empieza a nevar, por lo que, contentos pero preocupados, decidimos regresar al hotel.

10 de junio. Los primero que hago al despertarme es mirar el parque que tenemos frente a la habitación y contemplo que está completamente nevado. Además sigue nevando. Como el acceso a las habitaciones se realiza desde la calle, en la puerta tenemos nieve. Empezamos a mosquearnos, pues hace 3 años se frustró nuestro viaje a Yellowstone por el hielo y ahora estamos rodeados de nieve, pese a haber adelantado cuatro meses la fecha del nuevo viaje. Al mediodía el temporal remite y, aunque hace frío, optamos por volver al cercano Madison river. Veo un par de ciervos y la coqueta cascada Gibbon Fall, de algo más de 25 metros de altura, en el río del mismo nombre, para luego entretenerme fotografiando al primer animal que tengo cerca, una ardilla terrestre, que parece posar para la cámara.

El día sigue amenazante pero no nieva, así que decidimos acercarnos a Artists Paint Pots, un pequeño grupo termal formado por más de 50 manantiales, géiseres y pequeñas lagunas de colores, que recorremos por una pasarela a lo largo de un kilómetro. De aquí nos dirigimos al cañón del río Gibbon, para contemplar desde un mirador la Virginia Cascade, de 18 metros de altura. Concluimos la jornada en The Canyon Visitor Education Center, donde contemplamos fotografías de la fauna del parque, destacando los osos, que no tuvimos oportunidad de ver, teniendo que esperar unos días para, en las Rocosas Canadienses, tener muy cerca osos negros y enormes gryzzlys. Eso sí, volvemos a ver un buen grupo de bisontes.

11 de junio. La cosa se anima. Por fin sale el sol, así que hay que aprovechar la jornada. Estamos en una gigantesca caldera volcánica, que cuenta con numerosas zonas termales, por lo que dedicamos buena parte de la mañana al Norris Geyser Basin, el punto más caliente del parque, con temperaturas que rozan los 270ºC bajo el suelo. De forma pausada vamos pasando sucesivamente por la preciosa laguna termal de Emerald Spring, de color azul claro, el Steamboat Geyser, el géiser activo más alto del mundo, pues puede subir hasta 90 metros, aunque lo normal es que no pase de 12, la piscina azul de Cistern Spring y dos géiseres más pequeños, Minute Geyser y Echinus Geyser.

Continuamos recorriendo el gran complejo termal de Norris Geyser Basin, dedicando la segunda parte a caminar por las pasarelas de la zona más amplia, de nombre Porcelain Basin, así llamada por el color lechoso depositado en una amplia superficie, bastante llana, por la que fluye una pequeña lámina de agua caliente. Cuenta también con varios pequeños géiseres y unas cuantas lagunas de color azul turquesa y esmeralda. Poco a poco, lo que visitamos va creciendo en interés.

Volvemos a una zona en la que ya hemos estado, pero ahora con sol. Se trata de la cuenca del río Madison, donde vemos a un solitario bisonte antes de cruzar el Golden Gate Canyon. Nuestro destino es Mammoth Hot Springs Terraces, zona termal en la que han acondicionado un recorrido por pasarelas, desde las que se pueden ver las distintas formaciones de las terrazas. De allí nos dirigimos a la cercana Undine Falls, una cascada de unos 30 metros, en cuyo entorno aprovechamos para comer el bocadillo.

Cerca de Tower Roosevelt se encuentra el árbol petrificado, junto al que parte la carretera que se dirige a Lamar Valley, una extensa llanura rodeada de montañas nevadas, que dicen que está llena de animales, como bisontes, lobos, wapities, y alces. Es por ello que hay quien le llama “el Serengeti de Estados Unidos”, dada su facilidad para ver animales grandes. Sin embargo nosotros nos tuvimos que conformar con contemplar un grupo de ciervos y cientos de bisontes, que poblaban la pradera como champiñones. Un espectáculo fascinante.

Por la carretera del parque podemos ver todo tipo de vehículos y algún bisonte. Bien avanzada la tarde nos dirigimos a Tower Fall, una cascada que se precipita de la Tower Creek con una caída de 40 metros. Recibe este nombre por las columnas de basalto que se encuentran sobre ella. Emprendemos el regreso al hotel pasando por una zona alta del parque, en la que la nieve se encuentra al borde de la carretera. Antes de abandonar el parque nos tenemos que detener, pues una manada de bisontes ocupa la carretera. Es una gozada verlos tan cerca.

Esto ha sido sólo el aperitivo. Nos queda por ver lo que más me gustó del Parque Nacional de Yellowstone, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

A MARIÑA LUCENSE bajo la bruma

Mediados de julio. Previsión de ola de calor en Bizkaia, con temperaturas que rondarán e incluso superarán los 40 grados, así que no me lo pienso dos veces y, aunque los precios son caros, por estar en temporada alta y reservar con sólo dos días de antelación, decidimos escapar del 15 al 19 de julio a la localidad lucense de Viveiro, distante 454 km de Leioa, desde donde nos desplazaremos por la costa de Lugo, conocida como A Mariña Lucense. Nos convertimos por 5 días en migrantes climáticos. Al final fue un acierto, pues durante esos días las temperaturas máximas oscilaron entre los 22 y los 24 grados y el sol permaneció muchas veces semioculto por la bruma que entraba por el mar y que ya hemos visto en otras ocasiones. Como salimos casi a mediodía, paramos a comer el bocadillo en un lugar que me encanta, la playa de San Antolín, perteneciente al concello asturiano de Llanes.

Para esta escapada, la quinta de 2022, hemos escogido un alojamiento en el que ya estuvimos hace cuatro años, el Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas ****, situado sobre la playa de Sacido y unido a la de Covas por un agradable paseo de un kilómetro. Por fin hemos podido dormir sin ruido, al hacerlo con las ventanas cerradas. Los amaneceres desde la terraza son preciosos, pero si por algo me gusta sobre todo este hotel es por su restaurante panorámico Las Sirenas, que cuanta con una carta muy variada y una excelente relación calidad/precio. Prueba de ello es que hemos repetido y, en esta ocasión, henos cenado aquí las cuatro noches.

Viveiro no tiene mucho que ver. Además su centro urbano se encuentra a unos 3 km del hotel, así que, como ya lo conocíamos, tan sólo nos acercamos un día a tomar café cerca de la Plaza Mayor, a la que se accede, tras cruzar el ponte da Misericordia, por la Puerta de Carlos V. A un paso se encuentra la iglesia de San Francisco, con el grupo escultórico “Los Heraldos del Encuentro” y una exposición de imágenes religiosas en el claustro. A donde si bajamos tres de las tardes fue a la playa de Covas, para contemplar las rocas Os Castelos y tomar un Alvariño en el Mesón K2, un lugar más que recomendable por las tapas con las que te obsequian.

16 de julio. Pasamos el día muy cerca de Viveiro, yendo en primer lugar al concello de O Vicedo, para realizar una ruta a pie de poco más de una hora de duración (unos 4 km) por “O Fuciño do Porco”, en castellano “El Hocico de Cerdo”, al que llaman aquí el San Juan de Gaztelugatxe gallego. En el acceso a la ruta han habilitado un aparcamiento (2 €), donde se encuentra la cabina de control, pues hay que reservar la entrada gratuita, en https://puntafucinodoporco.gal/es/inicio/. Estamos a sólo 5,2 km del hotel. El aforo diario es de más de 1.000 personas, con acceso cada 45 minutos. De septiembre a junio no hace falta obtener el permiso de acceso. Se camina primero por un pista entre eucaliptos, hasta contemplar a nuestra izquierda Punta Lodelas, comenzando aquí la ruta por escaleras y pasarelas de madera, con dos subidas y bajadas, hasta llegar al pequeño faro de Punta Socastro.

Como esta ruta nos ha sabido a poco, regresamos a Viveiro y, sin salir del concello, nos desplazamos ahora 5,8 km hasta el Área recreativa de Portochao, muy abandonada por cierto, en la que luego comeremos el bocadillo. De aquí parte el “Paseo fluvial del río Landro”, un recorrido lineal de 3,3 km, prácticamente llano que nos traslada hasta Viveiro, caminando en buena parte sobre pasarelas de madera que dicen que patinan mucho en invierno y épocas de lluvia. Al final, el suelo es de losas de piedra. En el recorrido hay varios bancos.

El 17 de julio decidimos pasar la jornada en la zona de Ribadeo, así que nos dirigimos en primer lugar al segundo lugar más visitado en Galicia en la actualidad, la playa de As Catedrais (Las Catedrales), por lo que han tenido que poner un cupo diario cercano a los 5.000 visitantes, teniendo que efectuar la reserva gratuita, obligatoria del 1 de julio al 30 de septiembre, en https://ascatedrais.xunta.gal/monatr/inicio. Hemos estado con ella en pleamar y bajamar, pero nunca la habíamos visto con tanta bruma, así que decidimos caminar durante una hora hasta la Praia da Pasada, pasando por las de Augasantas y Arealonga. Al principio el camino va sobre pasarelas de madera. A nuestro regreso, parte de la bruma ha desaparecido, pero los aparcamientos están repletos de coches.

Por la autovía A8 cruzamos la ría de Ribadeo por el ponte dos Santos, para comer el bocadillo, en el área recreativa del mismo nombre, perteneciente al municipio asturiano de Castropol. De allí nos dirigimos nuevamente al concello de Ribadeo, para visitar un lugar que he visto y fotografiado en varias ocasiones, pero en el que nunca hemos estado, el Faro de Illa Pancha, uno de los tres emblemáticos de la costa lucense, que visitaremos en los próximos días. Esta isla alberga realmente dos faros, siendo transformado el antiguo en dos lujosos apartamentos turísticos (https://faroislapancha.es/).

Lunes, 18 de julio. Sigue la bruma pero nuestra escapada continúa. Nuestro destino es otro de los faros más importantes de A Mrtiña Lucense, el de punta Roncadoira, que tiene 14 metros de altura. Aunque el paisaje está un poco difuminado por la bruma marina, efectuamos un corto recorrido por la Senda Costeria de Xove, concello en el que nos encontramos, cortejando al monte Castelo y deteniéndonos sucesivamente en el banco de Poñente, Peña Sombrireira y el Miradoiro de Nacente, desde donde tenemos una amplia vista costera con nuestro siguiente destino al fondo. Volvemos a la carretera y, pasando junto a Peña Cabaleira, regresamos al faro.

Sin salir del concello de Xove, nos dirigimos a Morás, donde hacemos un alto para tomar un Alvariño antes de dirigirnos a la Praia de O Portiño, donde dejamos aparcado el coche. Pasamos junto al Parque de fabricación de dolos, los bloques de hormigón que protegen los puertos y seguimos los carteles que indican el Cantis de Papel, un sendero que sube a las rocas donde se encuentran los llamados Acantilados de papel, preciosas formaciones de rocas graníticas, siendo la más llamativa la Pedriña de Morás. No podemos abandonar Galicia sin comer un churrasco, así que en nuestro último mediodía en esta tierra optamos por hacerlo en la Parrillada Don Chuletón, en Burela.

Aunque el día sigue triste, decidimos ir a tomar el café al cercano municipio de Cervo y más en concreto a la localidad de San Cebrao, sede de la empresa Alcoa, cuya chimenea hemos visto todos los días. Nuestro principal destino es el Faro de Punta Atalaya, el tercero de los importantes de Lugo. En la playa llama nuestra atención que conservan una mina de la segunda guerra mundial, aunque me interesa mucho más la figura de la Maruxaina, una extraña sirena. También contemplamos el interesante grupo escultórico dedicado A xentes do mar y la escultura de A Modistas.

Por cuarta noche consecutiva cenamos en el restaurante panorámico del Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas, pues tenemos que despedirnos de las zamburiñas. El calor ya ha remitido en Leioa, así que el 19 de julio regresamos a casa, con parada a comer en el concurrido restaurante La Corbata, de Unquera.

CASTRILLO DE DUERO (Valladolid): “Boda de El Empecinado”

Castrillo de Duero es un pequeño pueblo vallisoletano de poco más de un centenar de habitantes que el primer sábado de agosto celebra la recreación de la “Boda de El Empecinado”, en la que participa buena parte del pueblo y de los veraneantes, aunque los “novios” son actores profesionales. Tras tres años de espera, este año se celebrará el 6 de agosto, dando comienzo a las 19:30 h en la Plaza Mayor. Castrillo de Duero es el pueblo natal de Juan Martín Díez, “El Empecinado” (1775-1825), contando con un Centro de Interpretación a él dedicado, además de la escultura situada frente al Ayuntamiento. Se encuentra a 265 km de Leioa, que se realizan en buena parte, hasta Aranda de Duero, por autovía. Para alojarnos, a 11 km tenemos en Peñafiel el Hotel Ribera del Duero. En 2019 tuve ocasión de asistir a esta celebración, en la que mi vecino Eliseo fue el pregonero. Ahora os la muestro en imágenes, ya que fui siguiendo a la comitiva bajo un sol de justicia.

La recreación se celebra en nueve actos o escenarios diferentes, dando comienzo en la Plaza Mayor con el título “Vecinas en la plaza”, en la que posan las mujeres, pero también algunos de los protagonistas masculinos.

Nos trasladamos entonces a uno de los extremos del pueblo para asistir al “Pregón y juego de niños”, siendo el primero de ellos a cargo de mi amigo Eliseo, al que os muestro en tres fases consecutivas. Concluido el pregón, comienzan a jugar los niños  y niñas.

Siguiendo al cortejo que encabezan los músicos y las “autoridades”, me dirijo al tercer escenario, que lleva por título “Fraguando amistades”, que se realiza en el portalón de entrada de una vivienda, convertido en fragua. Niñas y niños ocupan las primeras filas del público

Procurando no entorpecer la labor de la televisión de Castilla y León, sigo al cortejo en su recorrido por el pueblo hasta el siguiente escenario, “Hablares de taberna”, en el que aparecen tres cantineras y cuatro aldeanos jugando una partida de cartas. El público que se congrega a verlos va en aumento por momentos.

Sigo a las “fuerzas vivas” hasta el siguiente escenario, ante el que se congregan muchos espectadores. Se trata de “Hilando fino, fino”, en el que desarrollan su actividad cuatro hilanderas. El sol me está abrasando, pero hay que seguir.

Llegamos al sexto acto, de nombre “Sale el novio”. Por fin podemos ver al primer protagonista del festejo, el novio, que aparece acompañado por la madrina y seguido por el cura y el pregonero.

Acompañamos al novio hasta el consultorio de atención primaria, en el que me sitúo junto al novio y los fotógrafos. Esperamos la salida de la protagonista, la novia al balcón situado en la casa de enfrente. La “Ronda a la novia” es uno de los momentos más esperados. Una vez en la calle, sigue la marcha del cortejo ya completo, encabezado por los músicos, tras los que van la novia y el padrino, el novio y la madrina y, finalmente, los invitados.

Por fin llegamos a la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, donde se celebra “El casamiento”. Cuando accedo al interior del templo se encuentra abarrotado, cosa que no resulta extraña ya que es el motivo principal de la recreación. Además se está a cubierto del tórrido sol. Tras la boda, los novios, ya casados, salen a la calle pasando bajo un arco de palmas.

La celebración todavía no ha concluido, pues falta el noveno acto, de nombre “Festejo”. Tras las fotos de rigor a la salida de la iglesia, el cortejo desciende a la plaza, donde tiene lugar el baile que encabezan los novios. En este último acto se reparten viandas y limonada a los asistentes a la “boda”.

La verdad es que ha merecido la pena asistir a esta celebración, pese al calor que hemos pasado durante dos horas, así que os animo a estar la tarde del 6 de agosto en Castrillo de Duero.

AUVERNIA, tierra de volcanes y de románico

Concluyo el relato del viaje realizado por Francia de 12 al 27 de junio pasado, que dejaba la pasada semana en Colmar (Alsacia). El 23 de junio iniciamos la siguiente fase con un viaje de 556 km hasta la capital de la antigua región histórica de Auvergne (Auvernia), Clermont-Ferrand. Las tres siguientes noches las pasamos en el confortable Hotel Ibis Styles Clermont-Ferrand République. Como dejó de llover, a media tarde cogimos el tranvía y nos trasladamos al centro y, más en concreto, a la place de la Victoire, donde se encuentra la oficina de turismo y la fuente de Urbain II. A la plaza se asoma la elegante catedral gótica de Nuestra Señora de la Asunción, en buena parte construida en el siglo XIII. Sobre las 6 de la tarde el comercio cierra sus puertas y la ciudad languidece, hasta en torno de las 19:30 h cuando las terrazas de los bares están abarrotadas. Estamos en tierra de volcanes, aquí llamados puys y de enormes iglesias románicas. De ambas cosas guardo un grato recuerdo de cuando recorrí esta zona en mayo de 2005. Nos gustó tanto que dos meses después repetimos, visitando más iglesias y volcanes.

El 24 de junio amaneció chispeando, así que optamos por el plan B, consistente en visitar varias iglesias románicas, comenzando en el propio Clermont-Ferrand con la basílica de Notre-Dame-du-Port (siglo XII), que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, dentro del Camino de Santiago en Francia. Prestamos especial atención a los capiteles, que llaman más nuestra atención por estar policromados en nuestra siguiente cita, la abadía benedictina de Saint-Austrmoine, en el pueblo de Issoire. También del siglo XII, es probablemente la iglesia que más me gusta. Hay que destacar lo enormes que son, pensando en lo pequeñas que suelen ser nuestras ermitas románicas.

Las dos siguientes iglesias las tenemos bastante cerca, encontrándose la siguiente en el pueblo de Brioude. Se trata de la basílica de Saint-Julien, construida entre los años 1060 y 1180. Es la iglesia románica más grande de Auvernia, llamando especialmente mi atención las columnas con pinturas y, sobre todo, los frescos del siglo XII situados en la bóveda de la capilla de Saint-Michel. Tras la visita aprovechamos para comer, desplazándonos luego a Lavaudieu, donde se encuentra la abadía e iglesia de Saint-André, en la que destaca el claustro, el único románico de Auvernia, con sus curiosos capiteles. También es relevante el Refectorio, adornado con una pintura mural del siglo XII.

Como la tarde ha quedado preciosa decidimos alargar el viaje hasta una ciudad que me encanta, Le Puy-en-Velay, conocida por ser el principal punto de partida del Camino de Santiago en Francia, por los encajes y por las lentejas verdes. Antes de llegar nos detenemos para contemplar la Fortaleza de Polignac. Poco después lo hacemos para disfrutar de una vista panorámica de la ciudad, de la que sobresalen la capilla de Saint-Michel d’Aiguilhe, construida sobre un pitón volcánico de 80 metros de altura, la roca Corneille sobre la que se levanta la imagen de Notre-Dame de France y la curiosa Catedral, a la que subimos, que forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

25 de junio. Siguen indicando lluvia, pero ha amanecido un día precioso. Seguimos “de románico”, teniendo la primera cita en Saint-Nectaire, preciosa iglesia del siglo XII, que guarda dos joyas de la misma época, el busto de Saint-Baudime, realizado en cobre dorado, y la imagen de Notre-Dame-du-Mont-Cornadore, de madera policromada. Subimos al Puy de Sancy, del que luego os hablo y, por la tarde nos acercamos a Orcival para visitar la iglesia románica de Notre-Dame, que guarda la imagen de la Virgen de Orcival. Llamaron mi atención la enorme cripta y las estaciones colgadas de las paredes. Y la lluvia llegó.

Entre las dos iglesias anteriores nos acercamos a Le Mont Dore, estación termal e invernal sobre la que se levanta la montaña más alta de Auvernia, el Puy de Sancy (1886 m). En 2005 realizamos una buena travesía desde esta montaña pero en esta ocasión nos limitamos a subir a su cumbre, mirando al cielo por la amenaza de lluvia. La ascensión es muy sencilla, pues se sube en teleférico hasta 1755 metros de altitud. A partir de allí hay que caminar por pasarelas y escaleras de montaña, para nos estropear la sensible pradera, subiendo primero hasta el Pas de l’Ane (1815 m) y de allí a la cumbre. Pasadas las dos de la tarde tuvimos la suerte de poder comer una rica hamburguesa en el restaurante Azur Sancy, partiendo después hacia Orcival, realizando tres paradas por el camino para fotografiar el Lac de Guéry, las Roches Tuilliere et Sanadoire y un grupo de vacas.

De regreso a Clermont-Ferrand, como llovía y había niebla descartamos ir al Puy de Dome, acercándonos a Mozac para visitar la iglesia románica de Saint-Pierre, del siglo XII como casi todas, en cuyo interior destaca el relicario esmaltado de Saint-Calmin, pudiendo tocar con las manos varios esculpidos capiteles, pues se encuentran en el suelo. El 26 de junio iniciamos el regreso a casa. De camino pensábamos subir al Puy Mary, pero debido a que llovía sin parar cambiamos de planes y nos acercamos a otra interesante iglesia románica que no conocíamos, la de Notre-Dame de Saint-Saturnin, también del siglo XII, yendo a dormir hasta el Hotel Ibis Pessac, cerca de Burdeos, donde nos alojamos la primera noche.

Con estas tres entregas de nuestro último viaje por Francia he pretendido tan sólo mostraros el “escaparate” de cuanto hemos visto, por si os animáis a realizarlo. Espero más adelante presentaros con más detalle los lugares más interesantes. Eso sí, tened en cuenta que la crisis también ha llegado a Francia y con ella los recortes, que la gasolina está más cara que aquí especialmente en las autopistas, que hay que pagar muchos peajes, que los servicios han caído por falta de mano de obra y que muchos lugares que antes no cerraban al mediodía, ahora lo hacen, como restaurantes de carretera y teleféricos.

Destino Alsacia (y 2): Alto Rin y Selva Negra (Alemania)

Continúo el relato de mi último viaje por Alsacia que dejaba la pasada semana en Estrasburgo. Sin salir de esta región, el 18 de junio cambiamos de hotel, trasladándonos al Ibis Colmar Est, situado en las afueras de Colmar, a tan sólo 80 km de nuestro hotel anterior. Seguimos en Alsacia y más en concreto en el departamento de Alto Rin, pues de camino nos detuvimos en dos pueblos, siendo el primero Obernai, que cuenta con una hermosa plaza del Mercado (place du Marché), en cuyo centro se encuentra la fuente de Sainte-Odile, desde la que contemplamos el Ayuntamiento, el Beffroi o Torre de la Capilla y el Halle au Blé.  A un paso tenemos el pozo de los Seis Cubos y la iglesia de los santos Pedro y Pablo. Sin salir del departamento, la siguiente cita la tenemos en Selestat, donde los principales edificios son la Tour Neuve y las iglesias de Sainte-Foy (románica). y Saint-Georges (gótica), llamando la atención la veintena de juegos de madera para niños, que vimos repartidos por la población.

Cambiamos de departamento, pasando al de Bajo Rin, donde pernoctamos las siguientes cinco noches alsacianas, para acercarnos al castillo Haut Koenigsbourg, del que guardo un buen recuerdo de cuando lo visité hace veinte años. Situado a 800 metros de altitud, rodeado de viñedos, sus orígenes se remontan al siglo XII, aunque se encuentra en magnífico estado gracias a la restauración concluida en 1908. Entre el calor que hacía y la cantidad de escaleras con que cuenta, optamos por no subir a las torres, desplazándonos luego a comer a un restaurante cercano, L’Orée du Chateau, donde degustamos unas ricas salchichas con ensalada y patatas fritas. Pensábamos haber visitado otra localidad que ya conocíamos, Kayserberg, pero con 38 grados de temperatura decidimos refugiarnos en el aire acondicionado del hotel.

Domingo 19 de junio. Tratando de evitar el intenso calor, decidimos desplazarnos a la alemana Selva Negra. Habíamos pensado en el lago Titisee, pero eso mismo pensaron muchísimos franceses, suizos y alemanes. Nos sorprendió que los aparcamientos de otros lagos más pequeños estaban abarrotados pese a contar con parquímetro. Luego supimos que en los lagos franceses parece ser que está prohibido el baño. Nuestro destino fue una pequeña cascada, de nombre Menzenschwander Waterfall, por cuyo entorno caminamos un rato. Al menos en altitud, la temperatura era más soportable.

Comemos en un italiano pagando por tercera vez en efectivo, ya que en ningún restaurante alemán nos han aceptado la tarjeta de crédito, llenamos luego el depósito de gasolina pues en Alemania estaba a menos de 2 € y nos dirigimos a Freiburg im Breisgau, oficiosa capital de la Selva Negra en la que, tras tomar un helado y un café, nos arrastramos por sus desérticas calles, ya que los domingos está todo cerrado. Menos mal que en el interior de la Freiburger Münster, la gótica Catedral, hacía fresquito. En la plaza que preside se encuentra el colorista Almacén Histórico (Kaufhaus). También nos agradó el antiguo Ayuntamiento y la Torre Martinstor. Lo malo fue el regreso a Colmar, pues tuvimos un gran atasco en el que tardamos una hora en recorrer 5 km de autopista, perdiendo el ahorro de la gasolina.

Para el 20 de junio hemos dejado la visita de los pueblos que más nos gustaron del departamento de Alto Rin (Haut-Rhin) cuando viajamos a Alsacia en 2002, comenzando en Bergheim, al que accedemos por la Grand Rue, sobre la que se levanta la monumental puerta de Obertor. Recorremos el casco antiguo, que luego bordeamos por el exterior de la muralla, fotografiando las diferentes torres. La siguiente cita la tuvimos en una pequeña joya de nombre Ribeauvillé. La mayoría de sus hermosas y monumentales construcciones se asoman a la calle principal, la Grand Rue, que se va abriendo formando diferentes plazas, pero que otras veces se estrecha, teniendo que pasar bajo la airosa Tour des Bouchers.

El tercer pueblo que visitamos, Riquewihr también se articula en torno a una calle principal, en este caso la del Général de Gaulle, a la que se asoman los principales edificios. Accedemos a la población desde la place des Charpentiers, donde se encuentra el aparcamiento, pasando bajo sus dos principales construcciones, la Porte Haute y la Tour Dolder. Se ha echado la hora de comer optando nuevamente por la cocina alsaciana, con el cerdo como protagonista, en Au Tire Bouchon, un buen restaurante por cierto. Los treinta y muchos grados nos vuelven a tirar al aire acondicionado del hotel, pero a media tarde nos desplazamos a la capital administrativa de Alto Rin, Colmar, cuya visita es obligada, para disfrutar de sus preciosos rincones, entre los que destacan la Pequeña Venecia (Petite Venise), la rue de la Poissonerie, la Colegiata Saint-Martin, la Casa Pfister y la Maison des Tetes. En otra ocasión volveré a hablar con más detalle de estos lugares.

Empachados de tantos monumentos, el 21 de junio decidimos dedicarlo a la naturaleza, realizando en coche una ruta de casi 200 km por la zona de los Vosgos, acercándonos sucesivamente a cuatro lagos, Blanc, Noir, por cuya orilla caminamos un rato, Forlet, también llamado des Truites y Vert. Bordeamos luego el monte Hohneck, contemplando desde lo alto otros lagos y varios rebaños de vacas, deteniéndonos a comer de bocata en unas mesas al borde de la carretera. Luego tocó caminar, algo menos de una hora entre ida y vuelta, para subir al punto culminante de los Vosgos, el Grand Ballon (1424 m). Como hemos pasado la jornada a bastante altitud, hemos disfrutado de una magnífica temperatura pero, en cuanto descendemos al valle, volvemos a la cruda realidad de los más de 30 grados, así que en Thann nos limitamos a un corto paseo, pues su principal monumento es la gótica Colegiata de San Theobald, en cuyo interior se estaba de maravilla. Lo peor fue el caos circulatorio que ocasionó el Día de la Música, que se celebra en casi todos los pueblos, que se dejan peatonales.

22 de junio, último día en Alsacia. Como la previsión era de lluvia, cosa que agradecimos, optamos por un plan B, desplazarnos a la capital económica de Alto Rin, Mulhouse. Como llovía poco nos animamos a recorrer un poco su centro histórico, que se articula en torno a la Place Reunion, a la que se asoman la iglesia de Saint-Étienne y el Antiguo Ayuntamiento. Siguiendo las recomendaciones de la Oficina de Turismo, nos desplazamos luego en tranvía hasta el Musée National de l’Automobile, uno de los más importantes museos del automóvil del mundo. Merece la pena pagar los 18 € que cuesta la entrada. De nuevo en el centro, como el tiempo mejoró, antes de regresar a Colmar dimos un agradable paseo por el Parc à Sculptures.

Tras pasar 9 noches en Alsacia, sigo manteniendo que es la región francesa que más me gusta. Hemos disfrutado de sus pueblos, de los viñedos y de la presencia de las cigüeñas, el emblema de la zona. Eso sí, hemos salido un poco saturados de comer cerdo, tanto que el último día pedimos en el hotel que nos prepararan para cenar huevos fritos con patatas. Otra cosa buena es que en todos los pueblos hay amplios aparcamientos, la mayoría gratuitos, aunque en el centro suele haber OTA, pero gratis, siendo necesarios los antiguos relojes que aquí pasaron a la historia, así que estamos agradecidos al transportista que nos regaló uno en Wissembourg, el segundo día. El viaje continúa, pero será en Auvernia, de donde espero hablar la próxima semana.

Destino Alsacia (1): Bourges, Nancy y Bajo Rin

Del 12 al 27 de junio realizamos el cuarto viaje del año, en esta ocasión de 16 días, teniendo como destino lugares en los que en la mayor parte ya habíamos estado con anterioridad, caso de Nancy y Alsacia (en junio de 2002) y Auvernia (en mayo y julio de 2005). En total hemos recorrido 4.417 km en coche, 112 a pie y unos cuantos en tranvías de tres ciudades. Lo peor ha sido el elevado precio de la gasolina, pues hemos gastado en repostar 701 €, a los que hay que añadir más de 200 de peajes de autopistas. Vamos, que en transporte hemos gastado más que en los viajes a La Palma y Menorca juntos. El dormir tampoco ha resultado barato pese a que hemos optado las 15 noches por los sencillos Hoteles Ibis, en los que he viajado por todo Europa, comprobando que los precios han subido con la pandemia y la calidad se ha desplomado. Mientras que en el de Colmar Est nos trataron de maravilla, preparándonos unos huevos fritos con patatas para la última cena, nunca volveré al Strasbourg Avenue du Rhin, donde nos castigaron sin cenar, primero adelantando la hora de cierre a las 21:00 pese a que en los carteles del hotel ponía una hora más tarde y las dos noches siguientes alegando que tenían un grupo, de Fuerteventura por cierto. Tampoco nos perdimos nada, pues los canarios nos comentaron que la comida era penosa. Este hotel no era nada barato (414,20 € las cuatro noches con desayuno), pues las habitaciones eran minúsculas y las parcelas del aparcamiento de pago en versión reducida. Vamos, un lugar para no recomendar.

Como Alsacia queda muy lejos de Leioa, salimos el 12 de junio por la tarde, para hacer una noche de paso en Pessac, en la periferia de Burdeos y fijamos como primer destino para el 13 de junio, Bourges, de forma que nos quedara la tarde libre para visitar la Catedral de Saint-Etienne, una de las obras maestras del arte gótico que, desde 1992, forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Construida entre los siglos XII y XIII, cuenta con excelentes imágenes y vidrieras. Recorrimos también su centro histórico, en especial la rue Bourbonnoux y la place Gordaine, a las que se asoman hermosas casas con entramados de madera en su fachada. Lo malo es que aquí empezamos a sufrir la ola de calor que nos acompañó durante 10 días, acostumbrándonos a pasar las tardes con temperaturas de 38 grados, a cenar con 30 y a desayunar con 27. Menos mal que para dormir y viajar teníamos aire acondicionado.

Al día siguiente, 14 de junio, todavía teníamos muchos kilómetro hasta Estrasburgo, así que, para no tener la sensación de estar todo el día en una autopista y de paso estirar las piernas, decidimos parar algo más de una hora en un lugar que me encantó en el viaje anterior, Nancy, aunque en esta ocasión nos limitamos a tomar un café en la preciosa plaza Stanislas que, desde 1983, forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, junto a otras tres cercanas plazas a las que también nos acercamos, la de la Carrière y la de la Alliance. También vimos la Catedral, pues junto a ella se encontraba el parking en el que aparcamos el coche.

Tras conducir durante más de 1.500 km, el 15 de junio decidí no tocar el coche, así que nos desplazamos en tranvía hasta el centro de Estrasburgo, cerca de la plaza Kléber. Desde 1988, esta ciudad forma parte también del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. A media mañana tomamos un barco que, durante hora y cuarto, recorre los canales, la Petite France, los Puentes Cubiertos y la zona en la que se encuentran el Parlamento Europeo y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. La excursión merece la pena, aunque pasamos muchísimo calor. Tras salir del barco, aprovechamos que la gente estaba comiendo para visitar el interior casi vacío de la monumental Catedral, comiendo a continuación un rico codillo con chucrut (jarret braisé) en el restaurante Au Dauphin, un lugar a recomendar situado frente a la Catedral y la emblemática Casa Kammerzell. Fue la mejor relación calidad-precio del viaje. La tarde la dedicamos a volver a visitar, ahora a pie, la Petite France y los Ponts Couverts.

El plan para el día 16 de junio consistió en recorrer unos 200 km por el departamento del Bajo Rin (Bas-Rhin), regresando a Estrasburgo por la vecina Alemania. Pese a haber sido integrada en 2016 en la nueva región de Gran Este con bastante oposición, Alsacia sigue conservando un estatus especial desde 1921 como “colectividad europea de Alsacia”. Personalmente es la región francesa que más me gusta, contando con preciosos pueblos como el primero que visitamos, Hunspach, en el que todas sus casas (filas superiores del collage) son de postal. La segunda parada fue en el florido pueblo de Seebach, en el que destaca su coqueto Ayuntamiento.

El tercer y último destino del Bajo Rin fue una población bastante más grande y con más personalidad, Wissembourg, situada en el extremo norte del departamento, haciendo frontera con Alemania. Su edificio más representativo es la iglesia abacial de Saint-Pierre-et-Saint-Paul, en cuyo interior destacan la capilla del Sagrado Corazón y los frescos góticos sobre la vida y pasión de Cristo. Cuenta también con un notable centro histórico, en el que destacan la Maison du Sel y el Ayuntamiento. Aprovechamos para comer en esta población antes de continuar el recorrido.

Tras la comida cruzamos los cuatro brazos que aquí tiene el caudaloso río Rin, continuando en dirección a Estrasburgo un centenar de kilómetros hasta Gengenbach, pequeña localidad alemana que presume de ser la joya medieval de la Selva Negra. Al llegar nos sorprende encontrar todo el comercio cerrado y muchas banderas amarillas y blancas. Pronto descubrimos que es el Corpus, festivo en buena parte del sur de Alemania. El rincón más hermoso es la Plaza del Mercado (Marktplatz), en cuyo centro se encuentra la monumental fuente Röhrbrunnen. A la plaza se asoman el Ayuntamiento (Rathaus) y el Palacio de Löwenberg. Cuenta también con otros notables edificios como la iglesia de Santa María y dos impresionantes puertas-torre de nombres Obertor y Kinzigtor. También llamó mi atención la fuente en forma de grupo escultórico dedicada al Carnaval. Estamos a 40 km de Estrasburgo.

El 17 de junio, última jornada en el Bajo Rin, tuvimos otros 200 km de viaje, pues nos desplazamos nuevamente hasta el extremo norte del departamento para conocer el Parque Natural de los Vosgos del Norte, deteniéndonos en primer lugar en la Casa del Parque, en La Petite-Pierre. Nuestro destino final es Roppeviller, donde aprovechamos para comer en el Restaurant Lorrain, muy bien y barato por cierto. De este pequeño pueblo parte el circuito circular del “Rocher d’Altschlossfelsen”, de unas dos horas de marcha, que tiene como principal destino estas hermosas y rojizas formaciones rocosas situadas en la vecina Alemania, por cuya muga caminamos.

Más adelante volveré a hablar de algunos de estos lugares con mayor amplitud. Estamos en el sexto día de viaje, pernoctando por cuarta noche consecutiva en Estrasburgo, la capital de Alsacia, aunque todavía pasaremos otras cinco en esta colectividad europea, cerca de la ciudad de Colmar, pero de ello espero hablar la próxima semana. El viaje continúa.

Las Edades del Hombre en Plasencia (Cáceres)

No suele ser nada habitual que la exposición “Las Edades del Hombre” salga de la comunidad de Castilla y León, pero este año se ha desplazado a tierras extremeñas y más en concreto a la localidad cacereña de Plasencia, una población que me gusta y en la que he estado en varias ocasiones, la última el pasado año. Bajo el lema “Transitus” la XXVI edición de “Las Edades del Hombre” tiene como escenario la Catedral de Plasencia hasta el mes de diciembre. El recorrido consta de 7 capítulos y un epílogo, pudiendo contemplar 180 obras de arte sacro de artistas de la talla de Zurbarán, El Greco y Gregorio Fernández. La imagen del cartel de la exposición está sacada del manuscrito “Placentiae urbis et eiudem episcopatis, descriptio” (Descripción de la ciudad y obispado de Plasencia), de Luis de Toro, documento datado en el año 1573.

La Catedral es el principal monumento de Plasencia. Aunque el interior estará completamente modificado para mostrar la exposición de “Las Edades del Hombre”, es de obligada visita cuando nos acercamos a esta ciudad. En realidad son dos edificios solapados, que ahora no resulta fácil diferenciar. La Catedral Vieja o de Santa María fue construida entre los siglos XIII y XIV en estilo románico, destacando en ella el claustro. Por su parte la Catedral Nueva fue proyectada a finales de siglo XV, siendo dirigida por arquitectos de la talla de Juan de Álava, Francisco de Colonia, Diego de Siloé y Rodrigo Gil de Hontañón, con objeto de sustituir a la Catedral Vieja.

Seguimos recorriendo la Catedral. La parte izquierda del collage corresponde a la Catedral Nueva y más en concreto a lo que más me atrajo de ella, el retablo mayor, junto al que se encuentra el de la Asunción. El retablo mayor fue tallado por el imaginero Gregorio Fernández y su escuela vallisoletana, contando con pinturas de los madrileños Francisco Rizi, Luis Fernández y Mateo Gallardo. En la parte derecha tenemos a una de las joyas de la Catedral Vieja, la Sala Capitular. En ella se encuentra también el Museo Catedralicio, del que vemos alguna de sus obras.

Siguiendo en la Catedral Nueva nos detenemos en otra de sus joyas, la sillería del Coro, de madera de nogal, que cuenta con cientos de figuras talladas a finales del siglo XV por el maestro Rodrigo Alemán. En el presbiterio se encuentra un sepulcro con la escultura orante del que fuera obispo de la diócesis de Plasencia en el siglo XVI, Pedro Ponce de León. Frente a ella tenemos la monumental puerta de la sacristía, realizada por Francisco de Colonia y Juan de Álava en estilo plateresco. También llamó nuestra atención el órgano.

542 km separan Leioa de Plasencia, que se cubren en poco más de 5 horas, pues todo el viaje se efectúa por autopista y autovías. Una buena opción para pernoctar es el Parador de Plasencia **** (https://www.parador.es/es/paradores/parador-de-plasencia), pues es como alojarse dentro de un museo, ya que se trata de un edificio histórico que se ubica en el antiguo convento de Santo Domingo, construido en el siglo XV en estilo gótico. Tras recorrer la ciudad, resulta relajante sentarse a tomar algo en la terraza de la cafetería, situada en el claustro, o darse un chapuzón en la piscina si hace calor. Tiene una puntuación de 9,5.

Plasencia cuenta con un destacado conjunto monumental, así que aprovechamos para callejear por el centro histórico. Nada más salir del Parador tenemos el convento de San Vicente, que alberga el Museo de la Semana Santa. Al lado se encuentra el Palacio del Marqués de Mirabel (siglo XV) y, en frente, la iglesia de San Nicolás (siglo XIII). Pronto vemos la Casa de los Carvajal, frente a la que vemos la curiosa escultura “Escena 3”, de Antonio Morán. La calle Zapatería nos conduce a la Plaza Mayor, marco ideal para sentarnos en una terraza mientras contemplamos la torre de la iglesia de San Esteban y la Casa Consistorial, con el Abuelo Mayorga situado en su tejado. Es el autómata que se encarga de dar las horas a la población.

A un paso tenemos el acceso a la Catedral Vieja que cuenta con interesantes edificios en su exterior, siendo el más notable la Casa del Deán, en la que destaca un gran balcón en ángulo neoclásico-corintio, coronado por un monumental escudo. También contemplamos el Obispado y la escultura de Manuel García Matos. En nuestro peregrinar por el centro histórico, sucesivamente nos vamos deteniendo ante la Casa de las Argollas, el Auditorio, que ocupa la antigua iglesia de Santa Ana, el Teatro Alkazar, la plaza de Torre Lucía, la iglesia románica del Salvador y la Casa de los Almaraz, de estilo herreriano.

Un buen lugar para pasear consiste en bordear la muralla medieval, de 2,39 km de perímetro, construida a finales del siglo XII con fines defensivo, que protege el casco antiguo desde la fundación de la ciudad. Nos detuvimos en dos de sus puertas, las que más nos gustaron, comenzando en el Cañón de la Salud, una peculiar estructura que se construyó entre 1721 y 1723 en lo que originalmente era la puerta de Trujillo. La otra, mucho más auténtica es la de Berrozanas, aunque su actual aspecto renacentista data de 1571. Concluimos este apresurado recorrido por Plasencia en el el acueducto medieval del siglo XVI, conocido como los Arcos de San Antón.

El horario de la exposición “Las Edades del Hombre” es de 10 a 14 y de 16 a 20 h, de martes a viernes, no cerrando a mediodía los sábados y domingos. El precio de la entrada individual es de 6 euros.

Viaje por Polonia (y 3): De Cracovia a Varsovia

Continúo el relato del viaje a Polonia realizado del 6 al 23 de junio de 2015, que dejaba la pasada semana en la ciudad de Cracovia, donde todavía pasamos una jornada más, el 19 de junio, desplazándonos en primer lugar tan sólo 12 km hasta un sitio en el que ya había estado con anterioridad y que me gustó como para repetir, sobre todo por su originalidad. Se trata de la Mina de Sal de Wieliczka, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1978. Lo más impresionante es la Capilla de St. Kinga, una sala de 54 metros de longitud que cuenta con una exquisita decoración realizada a base de sal. Para su visita hay que tener en cuenta que en el recorrido tenemos 800 peldaños de escalera y que sólo hay dos baños, a los 40 y 90 minutos del inicio de la visita, que dura casi tres horas.

38 km más y llegamos al segundo lugar a visitar y que no conocía, pese a que desde 1999 también forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, porque “es un paisaje cultural de enorme belleza e importancia espiritual. El marco natural en el que están ubicados los lugares simbólicos de culto relacionados con la Pasión de Jesucristo y la vida de la Virgen María, ha permanecido prácticamente inalterado desde el siglo XVII. Hoy en día sigue siendo un lugar de peregrinaje”. Se trata del Santuario Kalwaria Zebrzydowska, en el que destaca la basílica barroca.

El día 20 de junio tuvimos que recorrer 318 km para desplazarnos a Zamosc, pero a los 83 nos detuvimos en la coqueta población de Tarnów, conocida como la pequeña Cracovia, situada en la ruta jacobea a 3.822 km de Santiago de Compostela, tal como pudimos ver en un cartel. Lo que más me gustó fue la Plaza del Mercado (Rynek), que ha conservado gran parte de su antiguo aspecto, teniendo en el centro el hermoso Ayuntamiento. Nos acercamos también a la Catedral y al mercado, para concluir con la visita al Museo Etnográfico, que muestra la única exposición permanente de la historia y de la cultura gitana en Europa. También hay una colección de ropa, herramientas y otros servicios públicos, llamando especialmente la atención los cinco carruajes ubicados en el patio trasero.

235 km más y estamos en Zamosc, donde nos alojamos dos noches en el Hotel Renesans, situado en pleno centro histórico, para pasar íntegramente el 21 de junio en esta población cuya ciudad vieja forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1992. Una gozada poder estar una jornada sin tener que conducir. La ciudad tiene infinidad de cosas para ver, como la torre de la Catedral, por lo que ampliaré la información en otra ocasión, pero ante todo me quedo con el Rynek o Plaza del Mercado, donde se encuentra el coqueto Ayuntamiento, en cuyas escaleras tuvo lugar un espectáculo nocturno. A esta porticada plaza se asoman hermosas casas armenias, algunas profusamente decoradas. Por cierto, os dice algo la última imagen que ilustra este texto, tomada en 2015?

El viaje va tocando a su final, así que el 22 de junio iniciamos la última etapa de 263 kilómetros hasta Varsovia, aunque a los 88 nos detuvimos en Lublin para visitar el castillo (Zamek-Muzeum Lubelskie), situado en una colina sobre los restos de un castillo construido entre los siglos XIV y XVI. A sus pies se encuentra la hermosa plaza del Castillo, donde iniciamos un breve recorrido por el centro histórico pasando junto al Tribunal Real y la Catedral, antes de llegar a la Brama Krakowska o Puerta de Cracovia, resto de la muralla del siglo XIV.

175 km más y llegamos a Warszawa (Varsovia), la capital del país, donde nos alojamos en el Hotel Karat. Como en mi anterior viaje no me cautivó especialmente la ciudad, dejamos para ella tan sólo una tarde y una mañana. Como las previsiones para el día siguiente daban lluvia, dedicamos la tarde a “patear” ampliamente el centro histórico, formado por la Ciudad Vieja (Stare Miasto) y la Ciudad Nueva (Nowe Miasto), que desde 1980 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, como “ejemplo destacado de reconstrucción casi total de una secuencia histórica que se extiende desde el siglo XIII hasta el siglo XX”. Quién diría que el 90 % de lo que ahora nos deslumbra quedó destruido durante la segunda guerra mundial. Entre otras muchas cosas pudimos contemplar el Castillo Real, la columna del rey Segismundo III Vasa, la Barbacana, la colección completa de iglesias y el símbolo de la ciudad, la sirena.

Hemos disfrutado de un tiempo magnífico durante el viaje por Polonia pero, el último día, 23 de junio, amaneció en Varsovia amenazando lluvia, como estaba previsto. Menos mal que aprovechamos la tarde anterior, pues para este día tan sólo pensábamos caminar por la zona moderna, en la que abundan los rascacielos, hasta llegar al mayor de ellos, el Palacio de la Cultura y la Ciencia, construido en 1955 en la época soviética. Con 237 metros de altura, es el edificio más alto de Polonia, Al llegar frente a él comenzó a “diluviar”, refugiándonos en el moderno Centro Comercial Zlote Tarasy, de donde en taxi regresamos al hotel, comida y al aeropuerto. De esta forma tan sosa concluyó el viaje por un país que me ha encantado.

Del Hotel Karat al Warsaw Chopin Airport hay tan sólo 9 km, así que comimos tranquilos antes de desplazarnos hasta él, pues el Airbus A319 de Brussels Airlines tenía prevista su salida a las 17:45 h. Dos horas de vuelo hasta Bruselas y menos de una de espera para coger el vuelo a Bilbao, aunque luego tuvo 45 minutos de retraso, llegando al aeropuerto de Loiu sobre 23:15. Desde el aire contemplamos una hermosa puesta de sol, que puso el broche a nuestro viaje por Polonia.

No estaría nada mal que las compañías Vueling o Volotea, aunque fuera en verano, se animasen a poner un vuelo directo a Varsovia, como han hecho a otros destinos como Bucarest o Atenas. Creo que tendría demanda.