ULURU (AYERS ROCK): Emblema de Australia

Tres horas de vuelo separan los aeropuertos de Melbourne y Ayers Rock (como de Bilbao a Lanzarote). Parece que hemos llegado a otro mundo. Hace calor y estamos en un lugar en el que todo es propiedad de la multinacional francesa Accor Hotels. De hecho, en el aeropuerto no te dan la bienvenida a Ayers Rock, sino a Accor Hotels Resort. Aquí todos los precios son desproporcionados, por lo que solo pasaremos 24 h (una noche). Los vuelos de entrada y salida (Melbourne-Ayers Rock-Cairns), nos han costado 600 € por persona, un hotel de gama media, el Desert Gardens Novotel, 330,50 € la habitación doble, el alquiler del coche, 133,55 €. A ello hay que añadir las comidas, las consumiciones, la entrada al parque nacional, la gasolina y el agua, todo a precios desorbitados. Es el “impuesto revolucionario” que hay que pagar por venir a este lugar.

Hasta las 3 de la tarde no nos dejan entrar en la habitación, así que aprovechamos para comer y coger el coche de alquiler. No podemos perder ni un segundo para ver cuanto antes uno de los principales objetivos del viaje, la enorme y mística roca roja de Uluru, un gran monolito de 348 metros de altura, que se encuentra en mitad del desierto. Tiene 3,6 km de largo y 8 km de profundidad, siendo lo más llamativo su color rojo intenso, que va cambiando de tono dependiendo de la luz del sol. Objetivo cumplido.

Entramos en el parque nacional de Uluru- Kata Tjuta, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. No disponemos de tiempo para dar la vuelta a pie al gran monolito y además hace calor. Menudo contraste con el frío que hemos pasado en el sur de Australia. Pese a todo dedicamos algo más de una hora a caminar por los senderos Lungkata y Mala Walk, recorriendo la parte soleada de la roca, ya que es mucho mejor para tomar fotografías y descubrir las curiosas formas que toma.

En nuestro recorrido a pie bordeando el monolito de Uluru, nos fuimos deteniendo en Kulpi Watiku, Kulpi Minymaku y Tjilpi Pampa Kulpi, cuevas que fueron vivienda de muchas generaciones de anangus, los antiguos pobladores de la zona, como lo prueban las pinturas que se conservan en algunas de las paredes. Os recuerdo que por seguridad y por respeto a la cultura aborigen y el significado espiritual que tiene, no es aconsejable escalar la roca.

Cuando empieza a caer el sol nos trasladamos hasta el Wiewpoint para ver el atardecer y los tonos que va tomando la roca de Uluru según va variando la luz. Es el lugar desde donde todo el mundo saca la foto típica, lo que significa que cuantos hemos viajado a la zona nos encontramos allí. Los más afortunados están sentados en sillas e incluso en improvisadas terrazas en las que les sirven vino blanco y cerveza, bien frío todo, que han pagado previamente a precio de oro. Nosotros nos conformamos con haber pillado una sombra para presenciar el espectáculo. El vino lo tomaremos cuando regresemos al hotel, pagándolo a un precio bastante caro, como todo.

Comienza un nuevo y día y toca madrugar. Antes de amanecer ya hemos abandonado el hotel. De camino al parque nacional venos un enorme globo aerostático y, en el primer mirador, a una pareja de aves, que creo que se llaman paloma bronce cresteada, con el macho exhibiéndose ante la hembra.

Pasamos de largo la gran mole de Uluru y nos detenemos en el Kata Tjuta Dune Viewing, mirador desde el que se contempla en todo su esplendor el macizo de Kata Tjuta, también conocido como monte Olga. El conjunto se compone de 36 cimas de diferentes tipos de roca, como granito y basalto, conglomerados en arenisca. Sobrepasa en algo más de 200 metros la altura de Uluru.

No disponemos casi de tiempo para caminar por Kata Tjuta, así que solo lo hacemos por la zona de Kurkara. Tenemos casi 50 km para regresar al hotel, desayunar y dejar la habitación antes de las 10. Devolvemos el coche y luego a esperar para ir al aeropuerto. Estamos cogiendo aviones para los tramos largos, pues las distancias en Australia son enormes (por ejemplo, el vuelo Sydney-Perth tarda media hora más que el Bilbao-Estambul). Nuestro vuelo a Cairns sale a las 15:15 h. Serán dos horas y media de vuelo y un nuevo lugar para descubrir.

MELBOURNE (Australia)

Capital del estado de Victoria, Melbourne es la segunda ciudad más poblada de Australia, la más “europea” y particularmente la que más me ha gustado, quizás porque su centro histórico está lleno de vida, aunque la primera imagen que tuvimos fue la de su skyline, que luego volveríamos a ver a orillas del río Yarra. Situada en la costa sureste de Australia, en 2012 fue elegida como la mejor ciudad del mundo para vivir, pese a que muchas de las personas que trabajan en ella, tienen que vivir en otras localidades de la periferia debido al elevado precio de los alquileres.

Pasamos solo un día completo en Melbourne (2 noches), dirigiéndonos en primer lugar al gran Queen Victoria Market, al que se accede por un edificio del siglo XIX. Se encuentra junto a los altos edificios del distrito central de negocios, ocupando una superficie de siete hectáreas, lo que le convierte en el mercado al aire libre más grande del hemisferio sur. Nos gustó especialmente la zona de frutas, verduras y marisco.

La siguiente cita la tenemos muy cerca. Se trata de la State Library, la Biblioteca central del estado de Victoria, que guarda más de dos millones de libros y 350.000 fotografías, manuscritos, mapas y periódicos. Su interior merece realmente la pena, pues cuenta también con curiosas esculturas. Se inauguró en 1854 como Biblioteca Pública de Melbourne, por lo que es la biblioteca pública más antigua de Australia y una de las primeras bibliotecas gratuitas en el mundo. En 1887 se instaló una estatua conmemorativa de Sir Redmond Barry. Antes de entrar nos detuvimos ante la escultura Charles La Trobe, de Peter Corlett.

Seguimos recorriendo la ciudad a pie. Estamos en el Central Business District y enseguida llegamos a los Carlton Gardens, un agradable parque en el que se encuentra el Palacio Real de Exposiciones, (Royal Exhibition Building), el primer edificio de Australia en ser declarado por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad, en el año 2004. El palacio, construido con ladrillo, madera, hierro y pizarra, integra diversos estilos arquitectónicos: románico-bizantino, lombardo y renacentista italiano.

Nuestro siguiente destino no está muy lejos, por lo que podíamos haber seguido caminando, pero nos apetece coger el tranvía y más en concreto la Route 35, que recorre el centro de la ciudad y es gratuito. También llamada City Circle (Free Tourist Tram), tiene paradas cerca de los principales puntos de interés turístico de la ciudad. Desde él vamos contemplando curiosos edificios, altas torres y varias esculturas esparcidas por la ciudad.

Bajamos del tranvía junto a la Finders Street Landmark Station, la estación central del sistema de ferrocarriles y metros de Melbourne, situada en pleno centro de la ciudad, a orillas del río Yarra. Al otro lado de la calle tenemos las modernistas construcciones de Federation Square, lugar dedicado a las artes, la cultura y los eventos públicos. Frente a nosotros se encuentra una de las principales construcciones de la ciudad, St. Paul’s Cathedral. La Catedral anglicana de San Pablo se terminó en 1891, aunque la construcción de las torres se realizó entre 1926 y 1932.

Caminamos ahora por la Flinders street, por la acera de la Catedral. Justo frente a los edificios modernistas sale una estrecha callejuela de suelo con adoquines de la que nos habían hablado. Su nombre es Hosier Ln. Es un lugar decadente, con algún bar y muchos locales cerrados. Su atractivo son las pinturas murales que la animan. Merece la pena.

Caminamos ahora por una calle lateral a la Catedral, la Swanston st,  observando sus comercios, esculturas y artistas callejeros. Se ha echado la hora de comer y qué mejor lugar que el cercano casco antiguo. Calles como la Degravees st cuentan con una gran variedad de restaurantes. Nos llama la atención que parejas de novios acudan a este lugar, sin mayor interés que el gastronómico, para sacarse las foto de la boda.

En esta apresurada visita a Melbourne ya hemos estado en los lugares que más nos interesaba. Regresamos a la Finders Street Landmark Station y nos dirigimos a la gran avenida St Kilda road. Cruzamos el río Yarra por el Princes bridge y accedemos a la zona más moderna y cultural de la ciudad. A nuestra derecha tenemos el The Arts Center, con zonas verdes y varios grupos escultóricos en su exterior. Luego viene el State Theatre y varios edificios modernistas. Pasaremos todavía junto a varios teatros antes de volver a cruzar el río Yarra por el puente situado junto al Acuario. Desde aquí tenemos una preciosa vista. Estamos a un paso de nuestro alojamiento, el Quality Hotel Batman’s Hill on Collins, situado frente a la estación de tren de Southern Cross. Nos hemos pegado una buena “panzada” de caminar, pues tan solo hemos cogido un taxi para ir al mercado y el pequeño recorrido en tranvía, realizando el resto a pie. Todavía nos queda mucho viaje por delante.

Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (y 3)

Dejaba la pasada semana este relato en la ciudad de Albi, desde donde nos desplazamos a Montauban, distante 85 km, realizando tres paradas por el camino. La primera de ellas la efectuamos en Castelnau-de-Montmiral, clasificado entre los pueblos más bellos de Francia, bastida fundada a principios del siglo XIII a la que se accede por la Porte des Garrics, destacando en su interior la place des Arcades. Enseguida nos detenemos en la ciudad fortificada de Puycelsi, construida en un promontorio que domina el bosque de la Grésigne. Forma también parte de los pueblos más bellos de Francia, destacando la iglesia de Saint-Corneille, la Porte de l’Irissou y la Tour de la Prison. Entramos en el departamento Tarn-et-Garonne y realizamos la última parada, como no, en otro de los pueblos más bellos de Francia, Bruniquel, coronado con un castillo encaramado a una peña sobre las gargantas del Aveyron. De su patrimonio destaco un par de lugares, la iglesia de Notre-Dame-de-l’Assomption y la Porte Mejane.

Pese a no ser de las ciudades que más me han gustado, en Montauban pasaremos las tres próximas noches, para así visitar los interesantes pueblos situados en su alrededor. De esta forma pudimos ver la capital de Tarn-et-Garonne en diferentes momentos. Debido al ladrillo de sus construcciones es conocida como “la más rosa de las villas rosas”. Ante todo me quedo con la imagen del Puente Viejo sobre el río Tarn, aunque si tienes ocasión te recomiendo el mercado que cada miércoles se celebra en la plaza Lalaque. Al igual que he visto en otras localidades de Midi Pyrénées y de la Provenza, el miércoles se preparan paellas al aire libre. También me gustó mucho la place Nationale, centro neurálgico de la ciudad. Otros edificios de interés son la iglesia de Saint-Jacques, único vestigio medieval junto al Puente Viejo, la Cathédrale de Notre-Dame-de-l’Assomption, el Teatro y la escultura Saphö situada frente a él.

El undécimo día de viaje fue uno de los que más kilómetros hicimos, 254, pues desde Montauban nos desplazamos a tres pueblos. La primera parada fue en un viejo conocido por ser el centro de una escapada anterior, Rocamadour, ciudad medieval suspendida en un acantilado, así que prepararos con las cuestas, incluidos los 233 peldaños de la escalera monumental. Os aconsejo que antes de visitar la ciudad toméis la carretera D32, en la parte baja de la población, para poder disfrutar de una espectacular vista de conjunto y haceros idea de lo que váis a ver luego. Situada en el derpartamento de Lot, dicen que es el tercer lugar más visitado de Francia, tras la Tour Eiffel, en París y Mont-Saint-Michel, en Normandía. La ciudad de Rocamadour posee tres niveles. En el primero se encuentra una calle estrecha en la que concentran comercios típicos y restaurantes. En el segundo están las capillas, las iglesias, la basílica y el palacio. El santuario esta formado por siete iglesias. En el tercer nivel, sobre el acantilado, se encuentra el castillo fortificado. Nosotros aparcamos en la parte alta, realizando el recorrido a la inversa de lo indicado, cuesta abajo, regresando en ascensor. Pese a todo sufrimos mucho por el intenso calor.

Tras comer en Rocamadour hicimos un alto para tomar café en St-Cirq-Lapopie. Un lugar que me encantó sobre todo por su emplazamiento junto a un acantilado sobre el río Lot, a cuyo departamento pertenece. La carretera de acceso a este pequeño pueblo permite disfrutar de una espectacular panorámica. No me extraña que forme parte de los más bellos pueblos de Francia y que en 2012 le dieran el premio al más bonito de todos. Aunque cuenta con 13 edificios clasificados como monumento, sobre todo antiguas mansiones, me quedo con la imagen de la iglesia fortificada de Saint-Cirq, del siglo XVI y del Château de la Gardette, sede del Musee Rignault.

Aunque la tarde estaba ya avanzada, no quería dejar de volver a visitar otro lugar que me encantó en un viaje anterior. Construido en el siglo XIV, el puente fortificado de Valentré se ha convertido en el emblema de Cahors, ciudad de arte e historia. Forma parte de la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO junto al otro edificio notable de la ciudad, la Catedral de St-Étienne, en el marco de los Caminos de Santiago en Francia. Cuando empieza el atardecer, el sol proporciona al puente una luz especial. Además tuvimos la suerte de ver pasar una embarcación por la esclusa del río Lot, al lado del puente. También nos llamó la atención que mobiliario urbano y troncos de árboles contaban con”trajes” de lana, hechos con ganchillo.

El duodécimo día de viaje, desde Montauban realizamos otra excursión de 93 km para visitar un par de pueblos. La primera parada fue en uno en el que ya habíamos estado con anterioridad, Moissac, población situada en el departamento de Tarn-et-Garonne, que cuenta con una joya arquitectónica declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Se trata de la Abadía de St-Pierre, en la que destaca el tímpano, construido entre 1110 y 1130, además del claustro, que data de la misma época. En las afueras de Moissac se encuentra otra maravilla arquitectónica, el puente canal de Cacor, construido sobre el río Tarn, para que puedan pasar los barcos que navegan por el canal del Garonne. Algo realmente curioso.

Por la tarde visitamos otro de los más bellos pueblos de Francia, Auvillar, donde destaca la plaza triangular, que está rodeada de viviendas de los siglos XVII y XVIII, llamando sobre todo nuestra atención el mercado de los granos, edificado en 1825 con forma circular, único de este tipo existente en el sudoeste francés. También son de interés la Tour de l’Horloge (Torre del Reloj) y la iglesia de Saint-Pierre, antiguo priorato benedictino entre los siglos XII y XIV. Desde Auvillar se tiene una magnífica vista sobre el río Garonne.

Día 13 de viaje. Hoy toca traslado hasta la ciudad de Auch (115 km), pero de camino efectuaremos dos paradas en sendos pueblos de la red de los más bellos de Francia. Cambiamos de departamento, pasando al de Gers. La primera parada es en Sarrant, donde la puerta de la villa da acceso al recinto histórico, en el que destacan la iglesia de Saint-Vincent (siglo XIV) y la capilla de Notre-Dame-de-Pitié (siglo XVIII). Poco después nos detenemos en Lavardens, pueblo con un pintoresco emplazamiento, del que sobresalen la iglesia (siglo XV) y el castillo (siglo XVII).

Circulando entre campos de girasol llegamos a nuestro último destino, Auch, tierra de mosqueteros y pequeña capital del departamento de Gers, en la que su principal monumento es la Catedral de Saint-Marie (siglos XV-XVII), que cuenta con dos torres de 44 metros de altura. En su interior destacan las vidrieras, los sitiales del coro y el gran órgano. Forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO, en el marco de los Caminos de Santiago en Francia. Nos acercamos también a la place de la Liberation y al Ayuntamiento. Para concluir la visita subimos los 232 peldaños de la escalera monumental, que une el muelle del Gers con la place Salinis. Pasada la estatua de d’Artagnan, descubrimos el emblema de la ciudad, la Tour d’Armagnac, torre del siglo XIV y 40 metros de altura. El viaje ha concluido, aunque todavía nos quedan cuatro horas de viaje (371 km) para regresar a Leioa, pero eso será mañana.

Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (2)

Dejaba la pasada semana este relato en la ciudad de Rodez, desde donde dedicamos la sexta jornada a recorrer el valle del río Lot. La ruta fue de solo 124 km en todo el día. La primera parada la hicimos en Espalion, donde su principal atractivo es el Pont-Vieux, construido en el siglo XIII sobre el río Lot, incluido por la UNESCO en el lugar Patrimonio de la Humanidad llamado “Caminos de Santiago de Compostela en Francia”, al formar parte de una de las rutas jacobea, la Via Podiensis. Cuenta también con otros lugares de interés como el Palacio de Justicia el Museo Joseph Vaylet de arte y tradiciones populares y la iglesia de San Juan Bautista.

Pronto hacemos otra parada en el pequeño pueblo de Estaing. Seguimos en la ruta jacobea, así que el puente gótico sobre el río Lot también ha sido incluido en la lista del Patrimonio de la Humanidad. Este pueblo, clasificado entre “les plus beaux villages de France”, es también conocido por su castillo del siglo XVI, edificado por la familia d’Estaing, antiguos señores de la villa. Cuenta también con la notable iglesia de Saint-Fleuret, del siglo XV. Paseando por Estaing contemplamos hermosas fachadas de los siglos XVI, XVII y XVIII, destacando la del palacete Cayron, actual Ayuntamiento, y una cruz de hierro forjado, símbolo del Aveyron.

La última visita del sexto día fue a la población de Conques, de la que tengo grato recuerdo de un viaje anterior, ya que es un sitio emblemático de la Via Podiensis del Camino de Santiago. El apogeo de Conques en los siglos XI y XII, coincide con la construcción de la abadía románica. La Abbatiale Sainte-Foy (iglesia abacial de Santa Fe) forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 1998, pues está considerada como una obra maestra de la arquitectura románica del sur de Francia, destacando especialmente por su tímpano, que cuenta con 124 figuras, y por su Tesoro, que incluye obras de arte únicas, datadas en el período carolingio. Por hoy ya vale de visitas. Regresamos a Rodez.

El séptimo día de viaje nos trasladamos a Albi (131 km), ciudad en la que pasaremos las tres próximas noches, aunque de camino realizamos tres paradas, siendo la primera en Villefranche-de-Rouergue, población situada a 250 metros de altitud, a orillas del río Aveyron, cruzado por el puente de los Cónsules. Cuenta con un rico patrimonio, destacando la Colegiata de Notre Dame, concluida a finales del siglo XV, que preside la coqueta plaza porticada del mismo nombre. De visita obligada es la capilla barroca de los Penitentes Negros, muy austera en su exterior, pero profusamente decorada en su interior. La segunda parada fue más breve, en Najac, uno de los “pueblos más bellos de Francia”, que se desarrolló a los pies del castillo.

25 km antes de llegar a Albi, ya en el departamento del Tarn, nos detenemos en uno de los “pueblos más bellos de Francia”, Cordes-sur-Ciel. Es la segunda vez que visitamos este pueblo pues es de los que más me gustan de Midi Pyrénées. Antes de llegar existe un mirador desde el que se puede contemplar todo el recinto medieval de comienzos del siglo XIII, del que sobresale la iglesia de Saint-Michel. Una vez en su interior nos detenemos en la Tour de la Barbacane y en las diferentes puertas de acceso, entre las que destacan la de Jane y la de l’Horloge (Reloj). Caminando sobre sus empedradas calles nos acercamos hasta la plaza del mercado. Las viviendas más importantes y mejor conservadas se encuentran en la Grand-Rue Raymond-VII, destacando la Maison du Grand Fauconnier y la del Grand Veneur, decorada con escenas de caza. Una preciosidad de pueblo.

El octavo día de viaje no cogemos el coche, pues vamos a pasar todo el día en la ciudad que más me gusta de Midi Pyrénées, Albi, capital del departamento del Tarn. Conocida como “la ciudad roja” por el color de sus edificios, está bañada por el río Tarn. Quizás la vista más espectacular es la que tiene como marco el río, el Puente Viejo en primer plano y al fondo la Catedral. La ciudad episcopal de Albi forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde el año 2010. Comenzamos la visita en la place du Vigon, para contemplar algunas casas señoriales, como la Maison du Vieil Alby. Nos desplazamos a continuación al Palacio de la Barbie, al que luego volveremos, para contemplar desde sus jardines el río Tarn, los barcos turísticos que por él navegan y los molinos albigenses. Lo único que no me gusta de Albi es que su plato tradicional sean los callos con azafrán.

Continuamos nuestro recorrido por Albi acercándonos al mercado y a los puestos existentes en el boulevard de Strasbourg. Provistos del Albi City Pass (13 €), que incluye la visita a la Cathédrale Sainte-Cécile y al Musée Toulouse-Lautrec, además de descuentos en otros 20 museos y atracciones, accedemos a la Colegiata y claustro de St-Salvi, sede episcopal de la ciudad entre los años 474 y 584, donde podemos ver varias esculturas policromadas. Regresamos al Palacio de la Berbie, antiguo palacio episcopal construido en el siglo XIII, actual sede de otra visita obligada, el Museo Toulouse-Lautrec, donde se exponen más de 1.000 obras del autor, entre ellas sus 31 carteles más conocidos.

He dejado para el final el edificio más emblemático de Albi, la Cathédrale Sainte-Cécile (Catedral de Santa Cecilia). Construida a partir del siglo XIII, es la mayor catedral de ladrillo del mundo, con 113 metros de largo por 35 de ancho. Con aspecto de fortaleza, su campanario se eleva hasta los 78 metros de altura. Es también la única catedral europea cuyas paredes y bóvedas estén totalmente pintadas; unos 18.500 m². En su interior destacan la pintura mural del “Juicio final”, situada bajo el órgano, el “jube”, pared que separa el coro del trascoro, que parece un encaje de piedra blanca, adornado con más de 270 estatuillas esculpidas por artistas borgoñones de Cluny y la bóveda, pintada entre 1509 y 1512, que representa la bóveda celeste.

El octavo día, desde Albi, realizamos una excursión de 85 km, deteniéndonos en primer lugar en un pueblo en el que no teníamos previsto hacerlo, Lescure-d’Albigeois, pero llamó nuestra atención la monumental Torre del Reloj, vestigio de las fortificaciones del siglo XIV y la iglesia de y la iglesia de Saint-Michel, fundada en el siglo XIII. La segunda parada fue en Castres, una localidad que nos agradó por sus múltiples lugares de interés, como el Quai des Jacobins (casas situadas al borde del río Agoût), el parque de Goujarde, el Museo Goya, el Teatro, la Catedral y las iglesias St-Benoit y Santiago. La última parada fue en el pequeño pueblo de Lautrec, clasificado entre los “pueblos más bellos de Francia”. Especialmente nos gustó su plaza, la Porte de la Caussade y las vistas que se tienen desde el molino, además del Atelier du Sabotier, dedicado a la elaboración de calzado artesanal. Concluimos la jornada en Albi. El viaje continúa.

Viaje por el sur de Francia: Midi Pyrénées (1)

He estado unas cuantas veces en esta región francesa, pero casi siempre en escapadas cortas teniendo como centro Toulouse, Albi, Millau, Rocamadour, Auch o Tarbes. En esta ocasión, como tenía que gastar las vacaciones, me animé a realizar un viaje de dos semanas recorriendo buena parte de esta variada región. Eso sí, cometí un fallo, viajar en agosto, pues pasamos mucho calor. La primera etapa fue la más larga, 452 km desde Leioa. Nos quedamos en Toulouse, ciudad que ya conocíamos, así que supuso realmente el punto de partida del viaje. En esta ocasión nos limitamos a recorrer la Place Capitole, donde se encuentra el Ayuntamiento y visitar sus dos principales templos, la basílica de Saint-Sernin y el convento de los Jacobinos.

De Toulose nos dirigimos a Millau, realizando cuatro paradas por el camino, la primera de ellas en Ambialet, pequeña población situada en uno de los meandros del río Tarn, a cuyo departamento pertenece. Su emplazamiento es precioso, presumiendo de estar construida sobre el istmo más pequeño de Europa. Llevamos 100 km. Pasamos al departamento de Aveyron y 25 km después nos volvemos a detener en Brousse-le-Château, pueblo con un rico patrimonio medieval, destacando la iglesia de Saint Cirice y el castillo, construido entre los siglos XIII y XVIII. Está clasificado como uno de “les plus beaux villages de France”. En este viaje veremos unos cuantos de “los pueblos más bellos de Francia”. Abandonamos este pueblo y poco después, en un alto, vemos un taller en el que elaboran diferentes figuras, sobre todo animales, con materiales reciclados. 35 km más tarde nos volvemos a detener en Saint-Rome-de-Tarn, pueblo que fue fortificado en el siglo XI, conservando restos de la muralla y de sus puertas de acceso. Concluimos la jornada en Millau. La etapa de hoy ha sido de 179 km.

Hemos elegido el Millau Hotel Club para pasar las tres próximas noches. Tiene un buen precio y cuenta con piscina, algo de agradecer con el calor que hace. Desde Millau visitaremos los alrededores, dedicando las tardes para recorrer esta población y acercarnos al viaducto de Millau, espectacular obra de ingeniería diseñada por Norman Foster, construida entre 2001 y 2005. Es el viaducto más alto del mundo, al discurrir a 245 metros del suelo, teniendo su pilar más alto 336 metros desde su base hasta la punta. La longitud total del viaducto es de 2.460 metros. De Millau me quedo con el río Tarn y su entorno, el Puente Viejo y el Molino, pero también con la torre de la iglesia de Notre Dame de l’Espinasse y el Campanario (Beffroi). Como es habitual, también nos acercamos al mercado. Millau es una ciudad agradable y tranquila.

De Millau nos acercamos al pequeño pueblo de Peyre, distante poco más de 7 km, construido sobre un escarpe rocoso, por lo que cuenta con casas trogloditas, así como su iglesia fortificada. Desde este pueblo, catalogado como uno de los más bellos de Francia, se tiene una magnífica vista del viaducto de Millau. La siguiente cita la tenemos en Roquefort-sur-Soulzon, pueblo que da nombre al famoso queso Roquefort, elaborado en las cuevas cercanas. Por segunda vez visitamos la fábrica de la Société, aprovechando para comprar queso. Me encanta. Llevamos 78 km de viaje cuando nos detenemos en La Couvertoirade, otro de los pueblos más bellos de Francia, que me ha encantado principalmente por su espectacular recinto amurallado, el castillo y la iglesia de Saint-Christol. Aprovechamos para comer en este agradable lugar.

La tarde la dedicamos a recorrer las Gorges de la Dourbie, hermosas gargantas en las que se encuentran pequeños pueblos como el de Cantobre, construido en el sitio de un castillo del siglo XII. En la actualidad el edificio más relevante es la iglesia de Saint-Etienne. Seguimos recorriendo las gargantas y realizamos la última parada del día en otro pequeño pueblo, La Roque-Sainte-Marguerite, que cuenta con un castillo y una pequeña iglesia. Lo mejor de estos pueblos es su emplazamiento. Finalmente regresamos a Millau, tras haber recorrido 128 km.

Unos de los motivos de alojarnos en Millau es porque estamos a solo 19 km de un lugar que nos encantó en un anterior viaje y al que hemos vuelto, Montpellier-le-Vieux. El agua y el viento han esculpido en la piedra gris del Causse Noir una fantástica ciudad, el Parc du Chaos de Montpellier-le-Vieux, “la Ciudad de las Piedras”, un parque del estilo de la Ciudad Encantada de Cuenca, en la que la erosión ha dado curiosas formas a la piedra. Existen 6 senderos marcados. Recomiendo efectuar el llamado Le Belvédère (hora y media), que conduce a la roca más famosa del parque, la “Porte de Mycènes”. Hay opción de regresar en un pequeño tren, reduciendo a la mitad el recorrido. El precio de la entrada es de 7 €, existiendo una entrada combinada con l’Aven Armand (17 €), que visitaremos a continuación. Más información en www.lacitedepierres.com.

Continuamos el viaje durante unos kilómetros por las gargantas de la Jonte rumbo a la cueva de l’Aven-Armand, que desde el año 2011 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. En funicular descendemos a cien metros de profundidad para contemplar el bosque de estalagmitas. La sala principal tiene 110 metros de largo, 60 de ancho y una altura media de 45 metros, albergando más de 400 estalagmitas. La más grande tiene 30 metros de altura, por lo que está considerada como la mayor del mundo. Accedemos después a las preciosas gargantas del Tarn. Circulamos bordeando meandros y disfrutando de espectaculares vistas y algunas edificaciones como el castillo de La Caze, de estilo renacentista del siglo XV, o el pequeño pueblo de Hauterives, de donde parten excursiones en piragua. La excursión de hoy ha sido de unos 130 km.

Quinto día de viaje. Hoy tenemos tan solo 67 km para llegar a la capital del departamento de Aveyron, Rodez, en la que pasaremos dos noches, así que disponemos de casi todo el día para recorrer esta ciudad de unos 24.000 habitantes, en la que su principal monumento es la Catedral de Notre Dame, obra maestra del gótico, construida entre los siglos XIII al XVI. Al su lado está el Palacio Episcopal, de finales del siglo XVII. Alrededor de la Catedral se encuentra el casco antiguo, que cuenta con notables edificios como la iglesia de Saint Amans, la Tour de Corbières, la Tour de Maje o la Maison d’Armagnac. El viaje continúa.

Escapada castellana: Por tierras de Valladolid y Burgos

Hace menos de dos semanas me encontré en Leioa con mi vecino Eliseo, quien me dijo que al día siguiente marchaba “al pueblo” y que iba a ser el pregonero de la “Boda de El Empecinado”, en Castrillo de Duero. ¿Por qué no os animáis y venís? No tenía ni idea de dónde se ubica ese pueblo, así que me explicó que está a 11 km de Peñafiel, una población vallisoletana en la que he estado en varias ocasiones. Les hice la propuesta a unos amigos madrileños y también se animaron. Menos mal que el Hotel Ribera del Duero, en Peñafiel, tenía habitaciones libres. Está bien de precio, tiene un buen aire acondicionado y desayuno a 4 €. Lástima que el bar y el restaurante los tengan cerrados. Así comenzó esta imprevista e intensa escapada, que realizamos del 2 al 4 de agosto cortejando al río Duero, por tierras de viñedos y campos de girasol.

Al mediodía ya habíamos cubierto los 271 km que separan Peñafiel de Leioa. Comimos en el restaurante Molino de Palacios (nos pareció caro), un molino harinero restaurado situado a orillas del río Duratón, punto de descanso de varios patos. A media tarde, bajo un sol de justicia y 34 grados de temperatura, fuimos visitando las cuatro iglesias de la localidad: Santa María, del siglo XVI, sede del Museo Sacro, el convento de Santa Clara, del siglo XVII, convertido en Hotel de 4 estrellas, San Miguel, templo herreriano del siglo XVI, que conserva un buen conjunto de retablos barrocos procedentes de otras iglesias y, finalmente, el convento de San Pablo, edificio gótico-mudéjar del siglo XIV, que alberga la capilla funeraria plateresca de los Manuel, del siglo XVI, que merece la pena visitar.

Finalmente llegamos al lugar que más me gusta de Peñafiel, la Plaza del Coso, de origen medieval y una de las plazas mayores más antiguas de España (1433). Está rodeada por 48 edificios y adquiere especial relevancia en las fiestas de San Roque (del 14 al 18 de agosto) y en la Bajada del Ángel, el Domingo de Resurrección. Desde la plaza se tiene una buena vista del castillo. Subimos luego a la Torre del Reloj, el edificio más antiguo de la población, pues es lo único que queda de la iglesia de San Esteban, del siglo XI. Antes de ir a tomar algo a la zona de la plaza de España, vimos a los vecinos cortar la carretera N-122, exigiendo la construcción de la Autovía del Duero (A11). Para la noche Eliseo nos había preparado una sorpresa: cena en la bodega San Juan, de su amigo Carlos, a base de morcillas y chuletillas de lechazo, hechas a la parrilla con sarmiento, todo ello regado con buen vino recién sacado de la barrica. Una delicia. Nos impresionó el interior de la bodega, que llega casi hasta debajo del castillo. Menos mal que no cenamos dentro, pues hacía un frío que pelaba. Nos sorprendió el ambiente que había en la calle, pues estábamos 10 personas en la mesa y desde ella veíamos otras 7 mesas, con gente cenando frente a las bodegas. Entre pitos y flautas no nos acostamos hasta las dos y media de la madrugada.

Aunque ya lo hemos visitado en ocasiones anteriores, el sábado por la mañana subimos hasta el castillo, considerado uno de los más bellos del Estado. La fortaleza está enclavada en un alto, desde donde se domina Peñafiel y las cuencas de los ríos Duero y Duratón. Mis amigos de Rivas Vaciamadrid son aficionados al buen vino, por lo que aprovecharon para comprar en el Museo Provincial del Vino, una caja de Quelías rosé, de Bodegas Sinforiano, que ha obtenido el premio al mejor vino rosado.

La siguiente cita la tenemos a un paso de Peñafiel, en el pequeño pueblo de Curiel de Duero, que se ve de lejos, pues sobre un cerro rocoso se alza la mole de su castillo, convertido en Hotel de 4 estrellas. Antes de subir a él nos detuvimos en este coqueto pueblo, que tiene un notable núcleo histórico, en el que destacan los restos del Palacio de los Zúñiga, construido en 1410, y la iglesia gótico-mudéjar de Santa María, del siglo XV, que conserva una valiosa portada románica.

Nos desplazamos ahora a uno de los pueblos que más me gustan de la provincia de Burgos, Peñaranda de Duero, aunque como nos hemos entretenido mucho por el camino, tenemos que conformarnos con recorrerlo sin poder acceder a ninguno de sus monumentos. Antes de llegar se divisa imponente la Torre del Homenaje del castillo, construido sobre un cerro en el siglo X, aunque reformado en el XV. Me encanta su Plaza Mayor, con vistas al castillo, a la que se asoma el Palacio de los Condes de Miranda o de Avellaneda, construido en el siglo XVI, que cuenta con un elegante patio señorial con galería doble. Frente a él se alza majestuosa la iglesia de Santa Ana, comenzada en 1540, con su elegante portada barroca. Entre ambos edificios contemplamos una picota o rollo jurisdiccional, de líneas góticas. Mientras comemos en los soportales de la plaza tenemos entretenimiento, pues une enjambre de abejas se ha adueñado el acceso a la iglesia y un apicultor tiene que emplearse a fondo para trasladarlas a una colmena.

A media tarde del sábado llegamos por fin al objetivo principal de esta escapada, Castrillo de Duero, pequeño pueblo de 152 habitantes, aunque no llegan a 70 los residentes durante todo el año, del que sobresale la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción, que conserva la cabecera románica del siglo XII. Acompañados de Eliseo visitamos la vivienda de uno de los vecinos, que parece un museo y el portalón de acceso a la de su familia, que será escenario de la escena de la fragua por la tarde. Castrillo de Duero es el pueblo natal de Juan Martín Díez, “El Empecinado” (1775-1825), así que también visitamos el Centro de Interpretación a él dedicado y la escultura situada frente al Ayuntamiento.

Como cada primer sábado de agosto, el día 3 a las 19:30 h dio comienzo la recreación de la “Boda de El Empecinado”, en la que participa buena parte del pueblo y de los veraneantes, aunque los “novios” son actores profesionales. Este año, mi vecino Eliseo fue el pregonero, así que fui acompañando al cortejo por todo el pueblo, bajo un sol de justicia. En diferentes lugares se recrean nueve escenas que llevan por título “Vecinas en la plaza”, “Pregón y juego de niños” “Fraguando amistades”, “Hablares de taberna”, “Hilando fino, fino”, “Sale el novio”, “Ronda a la novia”, “El casamiento” y “Festejo”. En este último se reparten viandas y limonada a los asistentes a la “boda”. La verdad es que ha merecido la pena, pese al calor que hemos pasado durante dos horas. Estamos cansados pero no llegamos al hotel de Peñafiel hasta las 00:30 h.

Hemos dejado para el domingo la visita a una población en la que hemos estado varias veces, pues queda a mitad de camino entre Bilbao y Madrid. Además, llevamos varios años acudiendo a las exposiciones de “Las Edades del Hombre”, organizadas por las diócesis de Castilla y León. Este año celebran el XXIV aniversario en Lerma, ocupando tres recintos religiosos, la ermita de la Piedad, el Monasterio de la Ascensión y la Colegiata de San Pedro. Lleva por título “Angeli”, pues en esta edición está dedicada a los ángeles, Además de poder comer cordero, en Lerma tenemos que visitar también la Puerta de la Cárcel y la Plaza Mayor, presidida por el Palacio Ducal, actual Parador de Turismo.

En Lerma tuvimos una agradable sorpresa, pues no contábamos con ella. Durante todo el fin de semana ha tenido lugar la Fiesta Barroca, una especie de mercado medieval con muchos actos paralelos, que se celebra cada dos años. El domingo a partir de las 12 del mediodía tuvo lugar el acto final, el combate de Tercios del siglo XVII, que se concentran frente al Palacio Ducal, para luego descender hasta el descampado, donde tiene lugar la gran batalla. Bajo infiltrado entre los piqueros de uno de los Tercios y me sorprende que el capitán les habla en castellano e inglés. Me comentan que hay muchos extranjeros que participan en la recreación del mayor combate nunca celebrado en el estado, pues hay más de 450 participantes de varios países. Bajo un sol de justicia presencio la batalla, en el que primero disparan los mosqueteros, luego viene el enfrentamiento de los piqueros y finalmente la pelea cuerpo a cuerpo con espadas. El descampado se va llenando de víctimas, hasta que por fin conquistan la bandera del rival. He tenido suerte, mi bando ha ganado, pero todavía tengo que subir la interminable escalera que conduce a la Plaza Mayor, beber dos claras seguidas, comida y regreso a casa. Ha resultado una escapada muy intensa y muy cansada debido al calor. Menos mal que al llegar a Leioa el termómetro marcaba 23 grados.

Memorias de un viaje por Alemania en tren (y 3)

Continúo el relato del viaje del viaje realizado en tren por Alemania durante la primera quincena de julio de 2007. La pasada semana lo dejaba en Berlín, de donde partimos a nuestro siguiente destino, Lübeck. Como teníamos que cambiar de tren en Hamburgo (Hamburg), aprovechamos para conocer un poco el centro de la ciudad, pero como bien digo solo un poco, pues llovía a cántaros y optamos por no alejarnos mucho de la estación de tren, así que nos conformamos con su vistoso Ayuntamiento, de finales del siglo XIX y la Catedral de San Pedro.

Situada en el norte de Alemania, Lübeck es una encantadora ciudad que atrae desde lejos cuando contemplamos sus siete altivas torres, fruto del esplendor alcanzado a partir del siglo XIV como capital de la Liga Hanseática. La Puerta de Holsten da acceso al casco antiguo, rodeado por una canal, que conserva interesantes edificios de ladrillo rojo y negro entre los que destacan el Ayuntamiento, la Puerta Bugtor, el Hospital del Espíritu Santo y las iglesias de Santa María y de Santa Catalina. Como se quedó una tarde espectacular, la aprovechamos para ver todo lo posible. Al día siguiente lo pasamos también en esta ciudad pero, como no dejaba de llover, nos desplazamos hasta el pequeño pueblo de Travemünde (media hora de tren), puerto de salida de los ferrrys a Suecia, Finlandia y Estonia, aunque optamos por estar a cubierto en el mercado.

Iniciamos el regreso. Las dos próximas noches las pasaremos en Dusseldorf, ciudad que prácticamente no pisaremos salvo el Ibis Duesseldorf Hauptbahnhof, que nos resulta muy cómodo por estar en la misma estación. De camino nos detenemos en Bremen, otra ciudad que nos ha encantado, conocida mundialmente por los “Músicos de Bremen”, el popular cuento de los hermanos Grimm que tiene por protagonistas a un asno, un perro, un gato y un gallo, Su rico patrimonio se sitúa en torno a la Plaza del Mercado, donde están el Ayuntamiento, uno de los más importantes ejemplos de arquitectura gótica en Europa y la gigantesca estatua de Roland, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO desde 2004. Mención especial merece el pintoresco barrio de Schnoor, con las antiguas casas de pescadores. Hemos tenido poco más de tres horas para recorrer la ciudad (está todo muy a mano) y comer en una cervecería tradicional antes de volver al tren.

De Dusseldorf a Colonia (Köln) solo tenemos 22 minutos de tren, así que aprovechamos todo el día para “patear” esta ciudad de la que solo conocíamos la Catedral, pues en un viaje anterior, ya que teníamos que cambiar de tren en nuestro viaje de la Expo de Hannover a Paris, aprovechamos para visitar ese majestuoso templo situado al lado de la estación. En Colonia destaca su impresionante Catedral gótica, que por sí misma justificaría el viaje a esta ciudad bañada por el río Rin. El templo forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y guarda dos importantes joyas, el cofre-relicario de los Reyes Magos y el altar de los patrones de la ciudad.

Tras las intensas lluvias de días pasados, el 13 de julio regresó el verano, así que aprovechamos para pasar un día de relax en Colonia (Köln) después de tantos días de ajetreo. De esta forma pudimos caminar sin prisa por las orillas del Rin, disfrutando de las vistas sobre la Catedral, sentarnos a tomar algo en sus terrazas y visitar otros lugares de interés, como el antiguo Ayuntamiento y el conjunto de iglesias románicas, principalmente San Juan, San Gereón, San Pantaleón y Santa María del Capitolio. En Colonia se utiliza mucho la bici, así que hay que tener cuidado al cruzar los bidegorris.

El penúltimo día de viaje, camino de Stuttgart, nos detuvimos en Heidelberg, donde casi nos arrastramos por sus calles debido al intenso calor, pues la temperatura ha subido casi 20 grados en un par de días. Nada más salir de la estación nos llamó la atención la escultura “S-Printing Horse”, realizada en el año 2000 por Jürgen Goertz. Es la escultura de un caballo más grande del mundo, pues tiene 13 metros de alto, 15 de largo y un peso de 90 toneladas. Como no está el día para subir al castillo, nos dedicamos a caminar por el Puente Viejo y su principal calle, la Hauptstraße, contemplando la antigua puerta de acceso a la ciudad, la antigua Universidad, la estatua de Hércules y la Heiliggeistkirche (iglesia del Espíritu Santo), de estilo gótico tardío.

Tras instalarnos en el hotel en Stuttgart y como somos un poco masocas, en lugar de refugiarnos en el aire acondicionado del hotel, por la tarde nos metimos 45 minutos y otros tantos de vuelta en un tren-sauna para conocer el casco antiguo de Tubingen, donde estaban en fiestas, con txosnas y música en la calle, llevándonos un grato recuerdo de este país que tanto nos ha sorprendido. Jamás había oído hablar de esta población situada al sur de Stuttgart, a orillas del río Neckar, que el fin de semana del 15 de julio se encontraba en fiestas. Luego supe que, al salir indemne a los combates de la II Guerra Mundial, conserva su encanto medieval formado por estrechas callejuelas, coquetas plazas y casas con entramados de madera en sus fachadas, situadas a los pies del castillo de Hohentübingen. Destaca el edificio del Ayuntamiento, situado en la hermosa Plaza del Mercado. También son de interés la Colegiata de San Jorge y la Fuente de Neptuno. Fue la guinda de este intenso viaje realizado en tren por buena parte de Alemania. Al día siguiente, en el aeropuerto de Stuttgart tomamos el vuelo de regreso a Bilbao.

Memorias de un viaje por Alemania en tren (2)

Continúo el relato del viaje del viaje realizado en tren por Alemania durante la primera quincena de junio de 2007. La pasada semana lo dejaba en Augsburg, ciudad desde la que también nos desplazamos a Munich (München). Solo se tarda 40 minutos y hay trenes cada cuarto de hora. La capital de Baviera es ante todo conocida por su monumental Ayuntamiento nuevo (Neues Rathaus), edificio neogótico con una torre de 85 metros de altura, que preside la Marienplatz. Por cierto, parte de él estaba con andamios. El edificio fue proyectado por Georg von Hauberrisser en estilo neogótico, extendiéndose la construcción desde 1867 hasta 1908. A un paso tenemos el mercado de las flores y el Viktualienmarkt, mercado de frutas y verduras. También está la Frauenkirche, la Catedral de Nuestra Señora.

Munich (München) me ha decepcionado un poco, quizás porque el tiempo no nos acompañó durante nuestra visita. Sin embargo tiene edificios de interés, como el Teatro Nacional, la iglesia de los Teatinos y de San Cayetano (Theatinerkirche St. Kajetan), el edificio de la Logia (Feldherrnhalle), la Catedral (Frauenkirche), la Odeonsplatz y el antiguo Ayuntamiento (Altes Rathaus), aunque para el recuerdo solo quedará la imagen del nuevo Ayuntamiento y el codillo y las salchichas que comimos en la popular cervecería Donisl, ubicada nada más entrar en la calle Weinstraße, al lado mismo del monumental edificio.

Tras pasar cinco noches en Augsburg, de nuevo subimos al tren para dirigirnos hacia Leipzig, pero a la hora de viaje nos bajamos, dejamos los equipajes en la consigna de la estación y nos dispusimos a recorrer Núremberg (Nürnberg), la ciudad que más nos ha gustado de Baviera, pese a que solo disponíamos de poco más de cuatro horas antes de continuar viaje hacia Leipzig (3 horas de tren). Su casco histórico tiene un atractivo especial, al estar rodeado por una muralla medieval de más de 5 km, construida en 1325. Os dejo un resumen en imágenes, en las que destaca la Torre Spittlertor, la iglesia de San Lorenzo, la fuente de las Virtudes, el antiguo Hospicio del Espíritu Santo (Heilig-Geist-Spital) y la Nassauer Haus. Si algo llamó especialmente nuestra atención fue la fuente maravillosa (Schöner Brunnen). Se trata de una aguja gótica de 19 metros de altura, construida entre 1385 y 1396, que cuenta con 40 figuras. Durante la Segunda Guerra Mundial se salvó de los bombardeos gracias a que fue envuelta en un abrigo de hormigón. Todos los lugares citados se encuentran en la llamada milla monumental.

Hicimos dos noches en Leipzig, así que al día siguiente nos desplazamos hasta Dresde (Dresden), distante poco más de una hora de tren. La que fue conocida como “la Florencia del Norte”, fue excluida en 2009 por la UNESCO de la lista del Patrimonio de la Humanidad, por la construcción de un puente sobre el río Elba. Cuando visitamos la ciudad se notaba mucho que habíamos pasado a la antigua Alemania Oriental, pues sus edificios estaban muy negros, aunque supongo que ahora todo habrá cambiado. Sus principales monumentos se encuentran en un reducido espacio a orillas del río. Residencia de la realeza de Sajonia a finales del siglo XV, la ciudad ha sufrido varias guerras e incendios. De su rico pasado hoy podemos contemplar la iglesia luterana de Nuestra Señora (Frauenkirche), la Catedral católica (Hofkirche), la antigua residencia de los reyes de Sajonia (Dresdner Schloss), el edificio de la Ópera y el Zwinger, palacio de estilo barroco, aunque lo que más original nos pareció fue el “Desfile de los Príncipes” (Fürstenzug), un mural formado por unos 24.000 azulejos de porcelana de Meissen, situado junto a la Schlossplatz, que representa a los monarcas de la casa de Wettin entre 1123 y 1906.

Leipzig nos dio imagen de ciudad más moderna, quizás debido a los murales que la adornan, algunos cubriendo fachadas enteras o por la presencia de su edificio más alto, el City-Hochhaus, de 142 metros. De la parte monumental me quedo con los dos Ayuntamientos, el viejo y el nuevo (Altes Rathaus y Neues Rathaus) y la iglesia de San Nicolás (Nikolaikirche), uno de los lugares de donde partió en 1989 la rebelión contra el régimen comunista alemán. Mañana tenemos menos de hora y media de tren para llegar a Berlín.

Berlín es una ciudad que nos encanta y muy fácil de recorrer, pero como ya hemos estado con anterioridad solo le dedicamos algo menos de dos días. La tarjeta Berlin Welcome Card incluye transporte gratis y descuentos en muchos muesos. Una forma para desplazarse por la ciudad es utilizar el autobús nº 100, pues es casi como un autobús turístico, ya que une Alexanderplatz con Zoologischer Garten, pasando por los principales lugares de interés. En esta ocasión nos dedicamos a visitar los lugares que ya conocíamos, pero teníamos una asignatura pendiente, subir hasta la acristalada cúpula del Reichstag, diseñada por Norman Foster. Además, el Parlamento alemán está a un paso de la archiconocida Puerta de Brandemburgo (Brandenburger Tor), antigua puerta de entrada a Berlín y emblema de la ciudad.

Berlín es una de esas ciudades que resulta muy atractiva para el visitante. En la Alexanderplatz, bajo la enorme torre de la televisión visible desde casi toda la ciudad, iniciamos nuestro recorrido acercándonos al viejo Ayuntamiento (Roten Rathaus), para continuar por esa gran avenida que es la Unter den Linden, trazada en 1647 durante el reinado de Federico el Grande. Sucesivamente fuimos viendo la iglesia de Santa María (Marlenkirche) y la Catedral de Berlín (Berliner Dom), concluida en 1905, desde donde nos desviamos a la impresionante Isla de los Museos, de la que os hablo a continuación. Caminando entre palacios junto al río Spree, llegamos a la hermosa plaza Gendarmenmarkt, a la que se asoman el Konzerthaus y las catedrales alemana y francesa. De nuevo en la avenida, nos dirigimos a la Puerta de Brandemburgo y al Reichstag. Todavía nos queda por ver algún resto del antiguo muro, Postdamerpltz y los alrededores de Zoologischer Garten, donde se encuentra la iglesia Memorial Kaiser Wilhelm y, muy cerca, la escultura “Berlin”.

En Berlín recomiendo especialmente acercarse a la llamada Isla de los Museos, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, en la que al menos hay que visitar dos de los museos existentes. El Museo de Pérgamo (Pergamonmuseum) es uno de los museos de arquitectura más impresionantes del mundo. Su origen se encuentra en las expediciones de los museos berlineses por Asia Menor (Antioquía), Pérgamo, Mileto, Babilonia y otras metrópolis de Mesopotamia. Sus obras más relevantes son los Altares de Zeus y de Pérgamo y la Puerta de Ishtar. El otro es el Museo Nuevo (Neues Museum), donde se exhiben las colecciones egipcias, siendo la obra más conocida el busto de la Reina Nefertiti.

Memorias de un viaje por Alemania en tren (1)

Haciendo memoria, recuerdo un viaje realizado durante la primera quincena de julio de 2007, en el que recorrimos buena parte de Alemania en tren, con Interrail, visitando sus principales ciudades y pueblos monumentales. Fueron 36 horas de viaje en todo tipo de trenes, llegando incluso a superar los 300 km/h. Las estaciones alemanas son magníficas, pues parecen centros comerciales con abundante hostelería. Además de contar con conexiones de tren constantes a numerosos lugares, se han convertido en el punto de salida de la principal arteria comercial de cada ciudad. Las 15 noches nos alojamos en hoteles Ibis, cerca de cada estación o incluso dentro de ella. Como tantas cosas habrán cambiado en el país, en este relato me centraré en contar lo que más nos gustó de cada lugar que visitamos. Trato con ello de daros ideas para realizar un viaje similar.

El 30 de junio llegamos a Stuttgart, la capital del Estado de Baden-Würtemberg. La temperatura era de 36 grados, la misma que hizo el 15 de julio cuando tomamos el vuelo de Lufthansa de regreso a Bilbao. Esto nada tuvo que ver con lo que sucedió el resto de días, en los que llovió a diario e incluso hubo jornadas en las que no se superaron los 16 grados. De hecho, en trenes, restaurantes y en las terrazas de Berlín, encendieron la calefacción. 27 minutos en tren separan el aeropuerto del centro de Stuttgart así que, una vez instalados en el hotel y como los días son largos, aprovechamos para dar una vuelta por la industrial ciudad alemana, una encantadora población en la que sus principales atractivos se concentran en dos plazas, la inmensa Schlossplatz a la que se asoma el barroco Palacio Nuevo y la coqueta Schillerplatz, rodeada por el Palacio Viejo y la Colegiata.

Stuttgart es una ciudad muy relacionada con la industria automovilística, pudiendo en sus alrededores visitar el Museo de Mercedes-Benz y el de la firma Porsche. Nosotros optamos por el primero de ellos, pues resultaba más fácil de llegar en autobús. Resultó ser una maravilla que merece la pena conocer y eso que lo tuvimos que ver deprisa, pues a mediodía salíamos para nuestro siguiente destino, Augsburgo.

Aunque nuestro destino era Augsburgo, decidimos bajar del tren a mitad de camino, en la ciudad de Ulm, a la que también volvimos otro día. Dejamos el equipaje en la consigna de la estación y directamente nos dirigimos a su principal monumento, la Catedral, edificio de arquitectura gótica que presume de tener la torre de iglesia más alta del mundo (161,53 m). También nos gustaron las casas tradicionales que se asoman al canal, el reloj astronómico del Ayuntamiento, la torre medieval y las fuentes, coronadas con curiosas esculturas, como las dedicadas a San Cristóbal y San Jorge.

Por fin, el intenso segundo día de viaje concluyó en Augsburgo (Augsburg), ciudad en la que pasamos cinco noches, usando el Ibis Hotel Augsburg Hauptbahnhof como campamento base para recorrer Baviera. El hotel está muy cerca de la estación y a un paso descubrimos un restaurante italiano, para las cenas, en el que nos sentimos casi como en casa. Augsburgo no es de las ciudades más interesantes que hemos visitado, así que me quedo con la calle Maximilianstrasse, en la que se encuentran la fuente de Hércules y la iglesia de San Ulrich y Afra. También nos gustó el Ayuntamiento, construido por Elias Holl entre 1615 y 1620 y considerado como el más importante edificio renacentista situado al norte de los Alpes. Junto a él se encuentra la Torre Perlach, desde la que se tiene una excepcional vista del casco antiguo. Sin embargo lo que más llamó nuestra atención fueron las Casas de Fugger, mandadas construir entre 1512 y 1515 por Jakob Fugger para los pobres de la ciudad.

Pensábamos alquilar un coche para desplazarnos hasta el castillo de Neuschwanstein, pero resultó fácil hacerlo en tren, pues desde Augsburgo a Füssen hay trenes cada hora que tardan 1 h 52 min. De la misma estación sale un autobús que enlaza con el tren y te lleva a las taquillas del castillo. Mandado construir por Luis II de Baviera en 1866 en estilo neoclásico, el castillo de Neuschwanstein se ha convertido en uno de los emblemas de Baviera. Es toda una fantasía de torres y muros, en perfecta armonía con las montañas y lagos de su entorno. Su interior no merece realmente la pena, pero resulta obligado ir caminando hasta Marlenbrücke, el puente que salva los 90 metros de profundidad de la garganta de Pöllat, desde el que se tiene la magnífica vista del castillo. Como solo hay unos 4 km hasta la estación, descendimos caminando y así contemplamos otro castillo en lo alto de una colina.

Al día siguiente fuimos a Rothenburg ob der Tauber, en el norte de Baviera, empleando 2 h 22 min. Es una pequeña población que, debido a su aspecto medieval, se ha convertido en una atracción turística de fama mundial. Presidida por el edificio del Ayuntamiento, la plaza del Mercado (Marktplatz) constituye el centro neurálgico de esta ciudad que se alza sobre el río Tauber y conserva intactas sus murallas de los siglos XIII-XIV, incluidas las torres defensivas, siete puertas y el impresionante baluarte Spitaltor. Presume de ser el pueblo más bonito del país, cosa que no me extraña, pues a nosotros es el que más nos ha gustado.

Por la tarde, como solo estábamos a una hora de tren, decidimos desplazarnos hasta Wurzburg, población situada todavía más al norte de Baviera, a orillas del río Main. Cuenta con un importante monumento declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, la Residencia (Würzburger Residenz), construida entre 1720 y 1744 y considerada la principal obra barroca del sur de Alemania. Para tener una hermosa vista del casco antiguo, merece la pena cruzar el río por el Puente Viejo (Alte Mainbrücke), construido entre 1473 y 1543 y adornado con estatuas en 1730. También contemplamos la Catedral de San Filian, la Marienkapelle y el castillo de Marienburg, situado en un alto. Lo malo es que todavía teníamos por delante regresar a Augsburg, aunque lo hicimos en menos de dos horas en un tren ICE. El viaje continúa.

Escapada al norte de Galicia

Esta escapada tiene como “campamento base” la localidad lucense de Viveiro, que del 11 al 14 de julio celebra la decimosegunda edición del Mercado Renacentista, versión gallega de nuestros mercados medievales. Eso si, un consejo, no se os ocurra consumir nada en el gran bar medieval que montan en la plaza. Una ración de calamares y dos Alvariños cuestan el doble que en Leioa y los calamares son incomestibles, pues están refritos.

Lo mejor de Viveiro es su privilegiada ubicación en la Mariña lucense, en torno a la playa de Covas, de 2.100 metros de longitud, que cuenta con un agradable paseo marítimo. En la parte occidental de la playa hay unas rocas conocidas como Os Castelos, así como el islote Insua, que contribuyen a embellecer el paisaje.

Merece la pena recorrer el casco antiguo de Viveiro, al que se accede por la Puerta de Carlos V, resto de la antigua muralla. Esta nos conduce a la Praza Mayor, plaza rodeada de casas con miradores, en la que se encuentra el centro del Mercado Renacentista. A un paso tenemos la iglesia de Santa María del Campo, el edificio religioso más antiguo de la ciudad. Un poco más alejada está la iglesia del convento de San Francisco, construcción del siglo XIV, junto a la que se encuentra el grupo escultórico “Los heraldos del encuentro”, que hace referencia a la Semana Santa.

Salimos de Viveiro y recorremos la costa hasta llegar a uno de los lugares que más me gustan de Galicia, el cabo de Ortegal, el segundo más septentrional de la península Ibérica, solo superado por el cabo de Estaca de Bares. Se encuentra en el término coruñés de Cariño. Si no hay niebla, merece la pena pasar un rato junto al faro y contemplar los acantilados que lo rodean.

Nos dirigimos ahora a la localidad coruñesa de San Andrés de Teixido, pero antes nos detenemos en el Miradoiro de Teixidelo. Un corto paseo nos permite llegar a un pequeño montículo situado a 337 metros sobre el nivel del mar, donde se encuentra el Cruceiro do Curutelo, desde donde tenemos una espectacular vista de la costa de A Serra da Capelada, la ensenada de San Andrés de Teixido y los acantilados del Monte Tarroiba.

Al fin llegamos a San Andrés de Teixido, situado en el municipio de Cedeira. La capilla de San Andrés es un famoso centro de peregrinación pues, según el dicho popular, “vai de morto quen non foi de vivo” (va de muerto quien no fue de vivo). Merece la pena pasar un rato en esta agradable aldea, donde aprovecharnos para tomar algo, pues ha salido uno de esos días de julio en los que hace mucho calor.

Nos detenemos a comer en la localidad coruñesa de Ortigueira, muy vinculada a la gaita gallega, motivo por el que tiene una gran escultura dedicada al gaitero. El casco urbano está ya cerrado al tráfico, pues del 11 al 14 de julio será escenario del Festival Internacional do Mundo Celta, al que acuden miles de personas.

En el mismo municipio de Ortigueira (A Coruña) y más en concreto en la parroquia de San Julián de Loiba buscamos un banco que se ha hecho famoso porque alguien realizó en él la siguiente inscripción: “The best bank of the world” o, lo que es lo mismo, “el banco más bonito del mundo”. Hoy se ha convertido en un lugar de peregrinación de turistas. La verdad es que merece la pena, pues desde él se pueden contemplar unas impresionantes vistas de la costa situada entre el cabo de Estaca de Bares y el de Ortegal.

El siguiente día comemos churrasco en el puerto del pintoresco pueblo de O Barqueiro, situado a un paso del cabo de Estaca de Bares, situado en el municipio de Mañón (A Coruña). Constituye el lugar más septentrional de la península Ibérica, por lo que está considerado el punto en el que confluyen el océano Atlántico y el mar Cantábrico. Cuenta con un faro e instalaciones militares abandonadas.

No soy de ir a la playa, por lo que todavía no os he hablado de ellas, pese a que la costa gallega cuenta con excelentes arenales. Sin salir de Viveiro podemos contar con varias playas, pero os recomiendo otras dos Si quieres paz y tranquilidad y un entorno sin urbanizar, el lugar es la playa de Arealonga, en el municipio de O Vicedo (Lugo), a 13 km de Viveiro. Tiene una longitud de 1.300 metros y una anchura que oscila entre 15 y 80 metros. En el mismo municipio, pero más urbanizada y concurrida, aunque llena de encanto, está la playa de Xilloi, de 550 metros de largo y una anchura que oscila entre 60 y 90 metros.

INFO: En esta escapada a Viveiro no hemos alojado en el Hotel Thalasso Cantábrico Las Sirenas (www.thalassocantabricolassirenas.com), moderno establecimiento de 4 estrellas situado sobre la playa de Sacido, que cuenta con piscina y un excelente restaurante con vistas al mar. Probablemente nunca he comido tan bien en Galicia. Os dejo algunos de los platos degustados.