Que arranque

Avisan en EPE de que “Sánchez arranca un incierto mandato marcado por la dependencia de ERC y Junts”. Me quedo con las dos primeras palabras: “Sánchez arranca”. Ya era hora. Igual, con suerte para España, también arranca por fin su presidencia europea de turno, que andaba al trantrán, es decir, como podía en medio de la vorágine electoral y negociadora después. Sánchez nos condenó a unas elecciones en verano y sin descanso, a una negociación larga por lo difícil que resultaba armarla, y a una investidura que vino después de otra que fue una pérdida de tiempo pero que, aun sabiéndolo, Felipe VI encargó. Que arranque. De una vez.

La responsabilidad

Llevo tiempo pensando que los enredos de la política española, entre otros, son entretenimientos burgueses. La emergencia climática y bélica, y la crisis de valores que vivimos en todo el mundo me importan más. Por supuesto que sé que el modelo de PP y Vox es diferente (y claramente peor) que el modelo del bloque de la investidura, pero, ¿qué podemos hacer ante lo que vemos en Xataka? España, y por extensión Euskadi y Catalunya, forman parte de ese grupo enorme de países que emite un 20% de la contaminación. Solo China emite el 30%; EE.UU., el 13%; India, el 7%; y Rusia casi el 5%. Esto es urgente e importante.

Tenemos un problema

Stephen King se lo toma a risa, pero el asunto es grave: “Debo estar haciendo algo bien”, responde en Twitter cuando se entera de que 16 libros de su autoría están dentro de la lista de 300 que han sido retirados en las bibliotecas escolares de Florida. Entre los censurados hay otros nombres ilustres, también en la literatura estadounidense: “‘Juego de Tronos’, de George R.R. Martin; ‘Dune’, de Frank Herbert, ‘Outlander’, de Diana Gabaldon, 2001: ‘Odisea del espacio’, de Arthur C. Clarke y ‘Forrest Gump’, de Winston Groom”, según Infobae. Los salvajes están a los mandos y, lo que es peor, resultan modélicos para otros salvajes.

¿No más burpees, bro?

Me cuesta creer que Amadeo Lladós vaya a retirarse de Internet, como ha anunciado en YouTube. Pero no se me ocurre mejor oportunidad para hablar de un personaje que personifica lo peor que le atribuimos a la gran red: culto al cuerpo y al dinero, competitividad máxima, consejos de salud o economía de quienes no son expertos en salud ni en economía, un negocio poco claro que pasa por enganchar a gente joven… Pero Llados también resulta más interesante que lo que deja ver: sus llamadas a la autoexigencia y a abandonar la vida sendentaria, y su manejo del storytelling, en su justa medida, son más que correctas.

¿Quién puede competir contra ellos?

La sorpresa que me generó este titular en Palco 23: “FC Bayern triplica su beneficio en 2022-2023 tras ingresar 854 millones de euros” duró lo que tardé en leer este otro en 2 Playbook: “El Manchester City dobla beneficio en 2022-2023 tras lograr ingresos récord de 964 millones de euros”. ¿Quién puede competir contra ellos? Es evidente que solo los clubes nacionalizados en Arabia Saudí, donde no hay fair-play financiero y los fondos de inversión pueden gastar tanto dinero como quieran, sin necesidad de declarar beneficios, que es lo que da margen de gasto a los clubes europeos.

De lunes

No suelo traer posts en Linkedin a esta columna, pero confieso que me gustan cada vez más. Será que me hago mayor. De hecho, en los últimos días he encontrado un par de post muy interesantes: “Más funcionarios y menos empleados” explican que, en España, “en comparación con el máximo de hace 16 años, hay 32.000 empleados menos en el sector privado y se han perdido 60.200 autónomos, mientras que la cifra de trabajadores públicos ha sumado más de medio millón de puestos”. En “Haz que me merezca la pena ir a la oficina” ponen el acento en la flexibilidad: esta es la clave hoy para atraer o perder talento.

Pues vale

Un colectivo flexible de trabajadoras y trabajadores es, por ejemplo, el de las y los influencers, que en vez de tener un horario trabajan todo el día y en vez de un jefe deciden tener miles de ellos, millones en algunos casos. Un colectivo que no entiende que lo mejor que puede pasarles es que regulen su actividad, como avisar de lo que es publicidad de modo claro y no solo intuitivo. No me parece mal como primer paso para ellas y ellos, pero para las y los followers no es ya necesario: casi todas y todos contamos que cuando un influencer utiliza, menciona o deja ver una marca lo hace a cambio de algo.

¿Servirá para algo?

Las llamamos redes sociales pero ya no tienen nada de eso porque Facebook o Instagram (Twitter siempre fue y es otra cosa) no conectan ya a personas: después de ver un par de fotos de gente a la que conocemos pasamos a ver vídeos generados por “creadoras y creadores de contenido” sin fin. Ellas y ellos son “influencers” y sus contenidos se unen a un marasmo que generan desconfianza, tanta que “más de 40 estados de EE.UU. demandan a Meta al entender que Facebook e Instagram son dañinas para los niños”. También son dañinas para las niñas, ya lo aclaro yo, compañeras y compañeros de Público.

Y de camino a la oficina

Cuando una persona a la que admiro me pasó esta noticia supe que la iba a guardar para la columna: según Xataka, lo que más escuchan quienes tienen paneles con apps en sus coches (y viven en EE.UU., pero los datos parecen extrapolables) y, por lo tanto, acceso a Spotify, Apple Music o YouTube, es la radio. La de toda la vida. Bueno, en vez de dial elegirán una app que la ofrezca redifundiendo las emisiones de sus páginas web. Pero la gente quiere radio: un 47% es lo que escucha durante sus trayectos. El otro 53% se divide en diferentes plataformas y, por supuesto, podcast, dejando a las emisoras como líderes de hoy y de siempre… de momento.

El modelo de negocio

Twitter nació sin modelo de negocio. Lo inventó Zuckerberg para Facebook y Twitter intentó trasladarlo con sus limitaciones, por eso no es rentable. El modelo de negocio es la clave de bóveda de toda idea empresarial. Y algunos son sorprendentes por rentables: “Prefieren a un cliente que pague mil euros que a dos que paguen 500”, por eso los hoteles de lujo de Madrid están siempre mediovacíos, según El Periódico de España. “Un cliente que paga mil o 1.500 euros, en vez de 700, también compra botellas de champán francés y come caviar. Sus gastos extra en el hotel son muy superiores”, y ahí está su modelo de negocio.

Necesitamos cambiar

No se me ocurre qué puedo añadir a este párrafo tan redondo, tan preciso, tan doloroso de leer, que ha escrito Juan Ignacio Pérez Iglesias: “Calificar de ‘mejor’ el año, el verano, septiembre o el puente del Pilar por haberse batido récords de vuelos y, a la vez, afirmar que es importante preservar la salud de los ecosistemas y combatir el calentamiento global es, además de una disonancia cognitiva de manual, un verdadero sarcasmo”. Todo su texto, titulado “un ideal posnarcisista de la vida buena”, es recomendable y necesario. Porque sí, necesitamos leer la verdad y necesitamos cambiar, por nuestra propia supervivencia.

¡Pero si todo está fatal!

El consumismo está acabando con nuestras posibilidades de supervivencia como especie y, al mismo tiempo, es lo que ofrece un modo de vida a muchísimas personas. Encontrar el equilibrio es el reto, mirar para otro lado y asegurar lo económico es un error, y negar que ese consumismo enriquece, sobre todo, a las y los más ricos, es negar una evidencia. De la misma manera, resulta contradictorio que en Euskadi, donde según los sindicatos y la oposición política todo está fatal, sea la comunidad autónoma “que más gasta en bares y restaurantes: 1.350 euros al año” (El Independiente). Insisto: necesitamos abrir los ojos y evitar tutelas.

¿Volverán a casa? ¿Cobrarán el paro? ¿Saldrán por la tele?

Ojo al tema porque es importante: “En España, gente que tenía 100.000 espectadores ahora no llega a 30.000. Peña que tenía 5.000 no pasa de 800. No pasa nada: no somos conscientes de lo que cuesta tener 800 hoy en día. Está todo para abajo. Todos para abajo, pegándonos una hostia brutal”. Lo dice Cristinini y lo recoge EPE. En su caso, ha pasado de 16.700 espectadores a mil. Según el medio, el descenso del sector es del 51% de la audiencia. Y ahora, ¿qué? ¿Abandonarán Andorra los streamers que se fueron? ¿Querrán cobrar el paro? ¿Serán los medios tradicionales tablas de salvación aceptables?

No es solo YouTube

Pero no es solo YouTube: las redes sociales han muerto de éxito. El planteamiento de Shubham Agarwal en Business Insider me parece muy sugerente: antes, en Facebook, podías seguir el día a día de gente a la que tenías cerca y un poco lejos, y a alguna marca. Ahora entras en Instagram y después de dos fotos ya estás viendo vídeos de frituras, furgos camperizadas o fotos hechas con cámaras de carrete. Una pérdida de tiempo que nos desmotiva a subir nuestras fotos. Así, nos encerramos en WhatsApp o los mismos grupos de Instagram. “Buenas noticias: las redes sociales se están viniendo abajo”, sentencia.

No necesitamos aprender nada

El mundo que conocemos se va. No ya porque no sepamos distinguir un otoño de buen tiempo de un calentamiento global abrasador, no ya porque nos dejemos desinformar por quienes nos han engañado siempre, no ya porque lo que hacíamos en Facebook no podremos volver a hacerlo: Lightroom va a incorporar una función para que una inteligencia artificial haga el desenfoque de las fotos por nosotros, según Photolari. Podemos olvidar todo lo que sabemos de profundidad de campo y apertura, las y los nuevos fotógrafos no tendrán que aprenderlo. Y esto no es un detalle ni una anécdota: es un camino peligroso que ya hemos iniciado.

A qué dedicamos nuestros megas

“Netflix es responsable del 15% del tráfico mundial de internet”, titulan en Statista. Pero no es el único servicio de streaming que se come nuestros megas: “YouTube no se queda atrás, con un 11,6%, y Disney+ es responsable del 4,5%. Además, Amazon Prime Video tiene una cuota del 2,8%. Las redes sociales y los juegos son las otras categorías destacadas, con TikTok, Facebook, Playstation y Xbox”. Es decir: utilizamos la gran herramienta que nos iba a liberar de no sé qué tiranías, básicamente, para entretenernos. Y no me parece mal. Solo hace que eche la vista atrás y me acuerde con cierta melancolía de aquellas y aquellos evangelizadores.

También a las y los gurús

Además de al entretenimiento, en muchas ocasiones chorra (¿cuánto tiempo perdemos con los reels de Instagram, TikTok u opiniones que no nos importan en Twitter?), dedicamos nuestros megas (y nuestras horas) a líderes de opinión que no los merecen. “¿Qué ha hecho vuestro gurú de cabecera por vosotros o por vuestro alumnado?”, propone Jordi Martí que nos preguntemos. De aquellas y aquellos evangelizadores, a las y los empoderadores. Y de estos, a las y los gurús que no ofrecen soluciones prácticas pero sí dan consejos con más atrevimiento (ni siquiera les concedo lo de “las buenas intenciones”) que utilidad.

Ya veo dónde está el negocio

Es difícil de creer pero mentir es un modelo de negocio. No hablo de timadores, ni de personas que con opiniones de mierda se sacan su buen dinero en YouTube o Twitch. Hablo de verdaderas millonadas facturadas por empresas conocidísimas. ¿Cuánto de rentable es mentir como para que Fox haya aceptado que lo hace y pagado 787 millones de dólares a la empresa que fabrica las máquinas que cuentan los votos en EE.UU., y a la que habían señalado como responsable del supuesto amaño que denunció Trump cuando perdió las elecciones? ¿Cuánto dinero factura Fox con sus falacias, sus fake news y sus opinadores?

Este sí necesita un golpe de efecto

A Alberto Núñez Feijóo no le vendría mal una Fox española. Quiero decir: una televisión ultraconservadora con éxito y penetración, no los intentos de chiste que hemos visto (y ya van unos cuantos, por cierto). Lo cierto es que la imagen del líder del PP no atraviesa un buen momento: no solo es lo que percibimos, en el Huffington Post repasan algunos datos y algunos hitos que han perjudicado claramente al que se presenta como alternativa a Pedro Sánchez. Incluso recogen que “hasta él mismo reconoce que los resultados el 28-M no serán los que ellos esperaban”. Lo malo es que lo que el PP pierde puede ganarlo Vox.

Una opinión impopular

Soy perfectamente consciente de que las instituciones son motor económico ni que las buenas condiciones laborales del funcionariado venían sirviendo para generar, a modo de efecto cascada, mejoras en el sector privado. Pero hace tiempo que esta dinámica parece rota: “El teletrabajo de los funcionarios alcanza ya el 41% frente al 12% del sector privado” (The Objective). Este tipo de noticias generan tensión y sensación de agravio. Y ahí el populismo se desenvuelve con mucha soltura. No discuto que haya que mejorar las condiciones de todas y todos, pero creo que debemos asegurar primero que eso pueda ser así.

Veinte años de aquellas mentiras

Esta semana se cumplen veinte años de la Guerra de Irak. El aniversario invitaba a Miguel de la Fuente a recordar en Twitter: “Me empotré para TVE con el ejército americano en Kuwait y desde allí entramos por el sur hasta posicionarnos a 100 kilómetros de Bagdad”. Como en todas las guerras, la tragedia fue inevitable: “Para mí, tres meses de intenso trabajo, muchas vidas perdidas. Mi recuerdo para Julio Anguita Parrado y José Couso”. Lo que era evitable era el conflicto en sí: todas y todos recordamos que esa guerra se basó en las mentiras que nos contaron Aznar, Blair y Bush por intereses particulares.

Dentro de otros veinte estaremos igual

Para ser exacto, dentro de 19 años estaremos recordando cómo en 2022 Rusia invadió Ucrania por decisión de Vladímir Putin. Y cómo empezamos a aguantar a gilipollas con argumentos trasnochados. La realidad es que trece meses después del inicio, según The Kyiv Independent, ya hay más de 165.000 bajas rusas. Hablo de personas, sí, y solo de un bando. 165.610, concretamente. Además de los tanques, los aviones, los helicópteros, los barcos… Que son lo de menos si lo comparamos con las miles y miles de familias rusas que recibirán cartas de pésame o a familiares con secuelas físicas y psíquicas de por vida.

Ojalá dé testimonio

No tengo ninguna esperanza en que Roma Gallardo, un youtuber que se ha sumado a la moda de ser reconocido legalmente como mujer, cuente las dificultades reales de su tránsito, en su canal o en el programa de Iker Jiménez, sobre el que ya han hecho todos los chistes entre su contenido paranormal y para anormales. Solo espero que Gallardo sea reconocido finalmente como mujer y viva, en sus carnes, todas las dificultades de las personas trans. Y hablo solo de las legales, las psicológicas van aparte y son las más importantes, además de las físicas, empezando por su propia integridad en algunos casos. De imbéciles vamos sobrados.

Ya han vuelto más veces

No seré yo el que corrija a César Calderón por su columna sobre cómo Vox está metiéndose en un jardín, el de la moción de censura de Tamames, del que tendrá difícil salir. De hecho, estoy deseando que tenga razón y que Vox sufra y se debilite por sus propias acciones y decisiones. Pero me temo que si algo ha demostrado la ultraderecha es que es capaz de volver, también del ridículo. Nadie esperaba este resurgir en el siglo XXI y aquí la tenemos, en Europa y en América. De lo que no quito ni una coma es de su reflexión sobre cómo Vox, Podemos y Ciudadanos no han sido capaces de gestionar su éxito inicial y cada vez son más irrelevantes.

La Xavineta

Me fastidia que esta liga la gane el FC Barcelona, y es lo que parece que va a pasar después de su último triunfo sobre el Real Madrid. Aunque, sinceramente, no encuentro una alternativa apetecible, una vez descartados Real Sociedad, Athletic y Osasuna, para ese primer puesto. Es cierto que el Barça ha protagonizado seriales extradeportivos recientes bastante antideportivos, y por eso está generando aversión ese mismo club con el que no hace tanto simpatizábamos. Pero no lo es menos que Xavi, con su peinado impropio de un entrenador de primer nivel, y sus errores ante los micrófonos, se está ganando esta liga. Aunque joda.