En Vozpópuli lo llaman “la mafia del agua”, y el juez instructor, desde luego, no se fía ni un pelo de los cabecillas de la trama que, desde la empresa pública Acuamed, manejaban contratos y desviaban dinero igualmente público. El problema actual, que tiene que resolverse “a la mayor brevedad posible”, según el juez Velasco, es que estos cabecillas han sido readmitidos después de pagar sus fianzas y salir de prisión, y podrían destruir pruebas capitales para la investigación, que como agravante incluye acoso laboral a los denunciantes.
¿De verdad nadie sospechaba de Pujalte?
En El Plural no tienen piedad: “De nada esta vez le han servido sus contactos con Fiscales amigos ni tampoco la protección vergonzosa y vergonzante” del Grupo Popular. Por fin “va camino del juzgado”, después de años de “jugosos e incompatibles ingresos a los que añadía a los que percibía como diputado por Murcia” con sus sociedades paralelas, en las que “dos facturas que emite su sociedad a sus colegas de aventuras empresariales, también investigados por los tribunales, la pareja Aristegui y De la Serna” pueden salirle muy caras.
Por fin alguien más lo dice
Uno de los principales fontaneros del PSOE, Luis Arroyo, suele relativizar el valor de las redes sociales digitales en política. Sin embargo, el uso que supuestamente hacían especialmente los candidatos del PSE se nos presentaba poco menos que modélico. Gurús que han acabado de manera poco recomendable, personajes advenedizos pero soberbios y, sobre todo, muchas empresas amigas que han girado muchas facturas… Para acabar leyendo en El Español que “El PSOE no usa bien las nuevas tecnologías”. Pues estoy de acuerdo.
Por el morro
Llama poderosamente la atención, de saque, que en el blog de Museumeam, que es de los gratuitos de WordPress, copien y peguen el artículo de Quim Monzó titulado: “El morro es para quien se lo trabaja”. Llama la atención porque el texto está disponible en la versión de pago de La Vanguardia y en esta bitácora lo han fusilado por el morro. En cualquier caso, el texto es muy recomendable y va, precisamente, del morro que le echan algunos artistas contemporáneos.
Todos somos Eduardo Parra
Todos los que publicamos nuestro trabajo nos podemos poner en la piel de Eduardo Parra mientras leemos su columna en Quesabesde. El fotógrafo cuenta cómo cubrió un salón del cómic para una agencia, sacó fotos a chavales disfrazados, y muchos de ellos se enfadaron cuando descubrieron que ganaba dinero (en concreto, se gana la vida) con las imágenes. Parra ironiza con las amenazas en Twitter de algunos de estos jóvenes ignorantes. Pero la “foto” es terrible: la desinformación echa una carrera en Internet al todo gratis, y los damnificados son los profesionales.