Es así

No discuto ni uno de los “508 euros por hacer guardia un festivo” (El Independiente) para las y los santiarios vascos. Pero parece que cuando hablamos de reclamaciones laborales en lo público (esta y otras) hablamos de eso: “Con este acuerdo se pone fin a una reivindicación que había llevado a cerca de 600 médicos a renunciar a realizar estas guardias”. Además, “no es el único incremento relevante acordado”. Mikel Segovia recuerda que el vasco “es uno de los sistemas sanitarios públicos más caros. El presupuesto roza los 4.000 millones de euros, ­casi 11 millones de euros cada día. Su coste en personal absorbe cerca de la mitad de ese importe”.

No va del futuro, va del presente

Ninguna persona que trabaja y cotiza hoy lo hace para su jubilación: lo hacemos para la pensión de quienes ya están fuera del mercado laboral por su edad, merecidamente. Y quienes vendrán lo harán por la nuestra, si es que la caja da, claro. A estas alturas ya sabemos cómo es la pirámide poblacional y lo aterradoras que resultan las previsiones. El resumen de la situación que hacen en El Blog Salmón es claro y me parece acertado: “El estado lleva 10 años tratando mejor al pensionista que a los jóvenes. Aun así, los jubilados planean protestas”. No luchan por el futuro de todas y de todos, luchan legítimamente por su presente. ¿Es justo?

Correcto

El dinero público es limitado: si las y los médicos o las y los conductores de autobús ganan más, de algún sitio se quita. Si viajamos por la mitad de precio en transporte público, de algún sitio se quita. Si suben las pensiones, de algún sitio se quita. Es necesario que las y los gestores sean responsables y que la ciudadanía sea consciente. Y por eso me parece muy bien esto: “La justicia francesa avala la retirada de ayudas públicas a un medio por difundir bulos sobre la salud” (El Diario). Claro que pido control (recorte, no: control), y por supuesto que estoy dispuesto a empezar por lo mío. Quien necesite que use, quien no hace lo que debe que sea sancionado.

Que actúen

Llevo haciendo información política, de una u otra manera, toda mi vida profesional desde que dejé mi breve paso por la información deportiva local, y porque sé en qué consiste la política (y lo dura que resulta para quien la ejerce) soy muy exigente con las y los gestores (y también con la sociedad). Por ejemplo, me parece perfectamente exigible el fin de los pisos turísticos: “Airbnb declara un 32% más de ingresos en España en plena pugna por los pisos turísticos”, leo en 20 Minutos y pienso en las negativas consecuencias que conlleva ese incremento de ingresos. También pienso en el extraordinario ejercicio de hipocresía que implica.

¿Y nosotras y nosotros, qué?

No creo que el lobby de las mascotas tenga tanto poder, y aunque huyo siempre de teorías de la conspiración, sí pienso que no puede ser casual el impulso global de nuestra civilización que empuja a la juventud a no tener descendencia (y preferir perros o gatos). Por supuesto que sé que las malas condiciones laborales y perspectivas económicas influyen y no invitan a la natalidad, pero tampoco debe servirnos de excusa global: “Con la natalidad hundida, los surcoreanos siguen comprando miles de cochecitos para bebé. Solo que ya no lo usan bebés”. “En 2023 se vendieron más carros para mascotas que para niños” (Xataka).

La Ley de Vivienda cumplió su función (electoralista)

Es evidente a estas alturas que la Ley de Vivienda cumplió su función: dio un gran argumento de campaña a PSOE, Sumar, Bildu y ERC, que anunció un recurso de invasión de competencia después de las elecciones. Un argumento que, pese a que el resultado de la ley ha sido un desastre, siguen usando como si su iniciativa electoralista no fuera la causante de que el precio del alquiler “ha crecido un 50%, de 845 a 1.268 euros mensuales” (El Blog Salmón). La Ley genera esto: “La escasez de oferta y los numerosos requisitos exigidos a los propietarios para evitar impagos, está expulsando del mercado al segmento poblacional más vulnerable”.

Sigue resistiendo

Sánchez ya ha terminado con su manual de resistencia y va ya por el vals del obrero de Ska-P: podemos imaginarle cantando en Moncloa “¡resistencia, desobediencia!”, antes de adelantar el congreso del PSOE un año para “proyectarse como detentador absoluto e indiscutible de los valores y símbolos del PSOE”, como explica César Calderón en The Objective. El consultor cree que Sánchez vencerá con el traje de guardián de los valores socialistas, y que eso le permitirá colocar una ejecutiva federal de afines que vayan socavando a los barones socialistas que hoy son críticos, especialmente, con la financiación singular de Catalunya.

¿Qué puede salir mal?

“Trump designará a Elon Musk para liderar un comité que audite las medidas de su Gobierno”, leo con asombro en El Confidencial. El expresidente y candidato anunciaba que la idea había surgido del dueño de X y que este le había dado “su apoyo total y completo”. Lo que buscan ambos es que el dinero de los contribuyentes se gaste “correctamente”, por supuesto, desde su visión privilegiada y ultraliberal de la vida. Después de este anuncio yo tengo aún más claro que votaría a Kamala Harris si fuese estadounidense. Pero como no lo soy, lo que me toca es tener claro qué ideas favorece Musk desde X.

Quim Monzó se jubila

Me he enterado por medio de Bernat Dedéu en El Nacional de que Quim Monzó ha anunciado que dejará de escribir sus columnas en La Vanguardia “porque está cansado y aburrido tocar los mismos temas”. Antes ya había anunciado que también dejaba de escribir novelas. Dedéu avisa: “El tedio monzoniano no es un paripé y, justamente por eso, hay que tomarlo como una advertencia”, “entiendo perfectamente que Quim cuelgue las botas justo ahora, cuando Barcelona vive uno de sus periodos de decadencia más evidentes y Catalunya se enfrenta a un nuevo intento de pacificación autonomista”.

La locura de las ligas Fantasy

Llevo años jugando alguna liga “Fantasy”: lo he hecho ya en casi todos los formatos y plataformas, buscando, cada temporada, una un poco más tranquila que la anterior, y pensaba que era una cosa del viejo que el domingo por la noche necesita la emoción de averiguar si acertó comprando a Iñaki Williams en vez de a Nico. Para mi sorpresa, este tipo de juegos está de moda entre la chavalada, como explican en EPE: el propio Marcos Llorente reconoció en una entrevista que jugaba. Lo malo es que esa generación traslada todo a las redes sociales, y su furia por un mal partido la dirigen a los futbolistas sin control.

Bien hecho

“FACUA lanza una web que vigila a diario la evolución del precio del aceite de oliva en seis grandes cadenas de supermercados”. Tan pronto como lo leímos en la web de FACUA lo probamos, claro, y está muy bien: no solo porque aporta información, sino también porque Mercadona, Carrefour, Eroski, Día, Hipercor y Alcampo tienen una lupa sobre el precio de sus alimentos más básicos (aceite de girasol, aceite de oliva y leche). Así, si hay oscilaciones tendrá que haber explicaciones (o por lo menos, podremos exigírselas con datos en la mano), lo que otorga cierta sensación de control a las personas consumidoras.

Para algo ya ha servido

2024 y vuelvo a ver en X diatribas recientes contra quienes quieren acabar con el anonimato en Internet. Llevo leyéndolas desde que X se llamaba Twitter y nos conocíamos (o reconocíamos) todas y todos. Incluso después de ver, como hemos visto, lo rápido que se propagan bulos como el falso origen africano del asesino en Mocejón, hay quien defiende que ese anonimato es positivo. Sí lo es, pero para la extrema derecha, esa misma que luego se rila con facilidad: “Varios difusores de bulos racistas cierran sus cuentas de redes sociales tras el anuncio de la investigación de la Fiscalía” (El Diario). Los valientes.

Ey, criptobro

“Más del 65% de las criptomonedas que se han lanzado al mercado han fracasado”, aseguran en The Objective. Solo “Bitcoin o Ethereum siguen una tendencia alcista en el largo plazo, mientras que la mayoría de criptomonedas se quedan por el camino con depreciaciones del 90 o incluso el 95%”. Un negocio “estupendo”, a todas luces. ¿Y ahora, qué? ¿Qué pasa con el dinero invertido? ¿Dónde está? ¿De verdad tenemos que creer que se ha volatilizado? Todas estas preguntas sin respuesta acaban en un único sitio: “Un desinterés generalizado por parte de los inversores”. ¿Quién querrá meter pasta en este sector si no es para esconderla?

Un mercado que ya ha cambiado

No entendí la euforia por las criptomonedas, no entiendo esa defensa cerrada al anonimato en las redes, y no entiendo por qué “Las marcas europeas de coches creían que no íbamos a confiar en el coche chino barato”. Como bien escribe Sergio Delgado en El Blog Salmón: “Estaban muy equivocadas”. Hoy día, el precio de un eléctrico europeo es, de media, el doble que el de uno chino. Así que la industria (importantísima en el continente y en Euskadi) y la UE tienen un severo problema: quienes nos han asegurado que eran fiables los componentes orientales no pueden decirnos ahora que sus productos acabados no lo son.

Mucho tienes que vender…

“Comienzan a llegar las primeras multas por vender ropa y objetos de segunda mano en Vinted y Wallapop”. Leo esto en El Economista y me sorprendo, claro. Yo que nunca he vendido nada en estas plataformas, ahora que no puedo me siento interesado, como siempre. Pero la verdad es que el titular cumple su función de llamar la atención: tienen que declarar sus ingresos quienes “hayan vendido 30 artículos o más en un año, con un importe de más de 2.000 euros en las ventas”. Y eso solo es posible si uno usa estas plataformas como tiendas encubiertas, por lo que las sanciones son absolutamente lógicas y garantistas.

¿Quién paga la fiesta?

Voy a dar por buena esta noticia aunque, lo confieso, cada vez me cuesta más hacerlo: “El Gobierno aprueba la mayor Oferta de Empleo Público de la historia: más de 40.000 puestos”. Y ahora voy a hacerme la pregunta que creo que cualquier ciudadana y ciudadano debe hacerse: ¿quién va a pagar la fiesta? No nos engañemos: con las cotizaciones del funcionariado no alcanza. Hace falta atraer riqueza, generar empleo, cobrar impuestos por actividades económicas y, por supuesto, que haya muchísimos contratos en el sector privado que sostengan al público. Si todo lo anterior se desincentiva no habrá ni fiesta que abonar.

¿Esta es la realidad?

En El Blog Salmón han desmontado con pasmosa facilidad este tuit del ministerio español de la Seguridad Social: “En los cinco primeros meses del año, la Seguridad Social ha ingresado 51.000 millones de euros frente a los 48.800 millones de gasto”. Aquí estaría la trampa, según la bitácora: “El problema, que no dice el Gobierno, es que el gasto de la Seguridad Social no solo son las pensiones, sino otros subsidios y prestaciones. Y si sumamos esos 6.700 millones ya entendemos que la Seguridad Social está en déficit”. Y esto lo escriben sin miedo a ser “unos catastrofistas o simplemente unos rivales políticos desleales al Estado”.

Que paguen ellas y ellos

Yo lo tengo claro: la fiesta del funcionariado y el déficit en la Seguridad Social deberían de empezar a pagarlo las “15.186 las personas que ganan más de 600.000 euros al año” (El Plural) en España. Luego, ya aportaremos el resto lo que nos corresponda. Y si esto sigue así, podremos con todo lo que nos propongamos: “El número de ricos crece en España un 25% en tan solo un año”. Personas que “a diferencia de lo que sucede en las rentas bajas y medias, que en esencia suelen vivir de su trabajo, los más ricos complementan estos rendimientos con todos aquellos ingresos que se engloban en las rentas del capital y el ahorro”.

¿Y a mí, qué?

Entiendo que es una voladura controlada, y que antes de que algún medio afín al PP saque los sueldos que cobran los presentadores estrella de RTVE, lo hace Público para desactivar el impacto. Pero incluso así me parece mal que el digital haya entrado al juego. ¿Y a mí qué me importa lo que haya ganado Carlos Franganillo, Mónica López, Antonio Buitrago o Xavier Fortés que, para el chascarrillo queda, son los periodistas que más han cobrado o cobran? Lo que me importa es que se lo ganen, que informen bien (y esto no tiene nada que ver con hacerlo siempre con los mejores medios) y que se deban a la ciudadanía que les paga.

Yo me aferro a esto

Una parte de mi trabajo diario se refleja en esta columna: tengo que repasar lo que van generando los digitales o las y los políticos en sus redes sociales. Y la mayoría de lo que veo no me gusta, esta es la verdad. Por suerte, por el camino me encuentro a personas muy inteligentes y necesarias, que nos recuerdan esas certezas a las que debemos aferrarnos, como Marcelino Madrigal en X: “No todo el mundo es igual y todo el mundo no miente. Lo que tenemos que aprender es a diferenciar quiénes nos mienten de quienes no lo hacen”, y de paso, castigar a quien miente y manipula, y premiar a quien va de frente.

Algo que hay que medir

Quien siga esta columna sabe que estoy en contra de Airbnb, Uber, Glovo y plataformas similares que empobrecen nuestro tejido social. Y también estoy en contra, por supuesto, de la hipocresía de quienes usan los servicios de estas empresas mientras se quejan de sus evidentes efectos perjudiciales. Esas plataformas solo son útiles para destacar las contradicciones de algunas y algunos, como hacen y muy bien en El Blog Salmón: “La izquierda en España no para de criticar el turismo. También es lo que está salvando la economía para el actual gobierno de izquierdas”. El turismo hay que regularlo, no estigmatizarlo.

Entonces, ¿quién turistea?

Va a más la aversión a las y los turistas, en nuestro entorno y en los lugares a los que más acudimos. Yo no me libro de ser turista, ¿quién sí lo hace? ¿Quién dice que no es turista? ¿Alguien quiere hacernos creer que es “viajera” o “viajero”, o que se integra en las costumbres locales del sitio que visita, sin parecernos la tonta o el tonto de su pueblo? Al mismo tiempo, cada día entiendo menos algunas manifestaciones, el odio a un sector que genera un impacto económico positivo e importante, la hipocresía y a las y los “aprobetxategis” de la política que hacen bandera de la turismofobia pero participan del business.

Los que sobran

En el caso del turismo me sobra Airbnb, me sobra la hipocresía y creo que necesitamos mantener un flujo sostenible (para lo que los hoteles son clave) y asumir que toda regulación supondrá un encarecimiento del turismo cuando nos toque hacerlo a nosotras y nosotros. Por supuesto, también me sobran reflexiones como esta en Las Provincias: “Es una barbaridad que la Malvarrosa no esté llena de hoteles de cinco estrellas y que en primera línea de playa haya un hospital, un instituto y viviendas VPO”. Lo dice Roberto Centeno, presidente de un grupo inversor (también inmobiliario) y sobrino de Juan Roig, el de Mercadona.

Correcto

No tengo nada que apelar a este anuncio del gobierno español: “Vivienda limitará los alquileres por temporada y permitirá a las comunidades de vecinos prohibir los pisos turísticos” (La Sexta). De hecho, me parece hasta ligero el planteamiento para frenar este tipo de viviendas que yo, no me escondo, directamente prohibiría porque perjudica a todo el mundo menos a la persona propietaria del inmueble. Claro, que luego no podremos quejarnos si tenemos que quedarnos en casa (en la de cada una o uno) porque los hoteles resultan prohibitivos para una familia. Va con el pack.

La película, al revés

Ya sé que no es popular esto que voy a decir, pero el de la vivienda es un problema que tiene fecha de caducidad: en unos años un montón de viviendas van a pasar de una generación envejecida a otra menos numerosa. Y entonces este problema que denuncian en El Diario (porque es un problema) se agravará: “Uno de cada cinco declarantes de IRPF con una renta entre 30.000 y 60.000 euros brutos al año tiene unos ingresos medios de casi 800 euros al mes por arrendar propiedades inmobiliarias. Estas cifras se disparan según aumenta lo que se gana”. Un aplauso también para quienes han impulsado durante décadas el alquiler.