Un buen reportaje

Cuando el periodismo es útil de manera tan sencilla es bueno: “Alimentos básicos en el súper: repetimos la compra de hace un año y pagamos un 55% más”. El titular incluso de Nius es suficientemente gráfico (sin “clickbait” ni subterfugios). Y yo realmente tengo poco más que añadir: “Hace un año el pack de ocho yogures naturales costaba 1,99 euros. Hoy su precio es de 2,24. El brick de leche es también 20 céntimos más caro y hasta 70 céntimos se ha incrementado el kilo de café. Todo, o prácticamente todo, ha subido y lo sigue haciendo”, escribe Cristina Herráez de un modo que cualquiera puede entender.

Treintañeros hacinados

No es un grupo de música pop, es la realidad de muchas personas que han alcanzado la treintena pero no tienen una pareja estable con la que compartir los gastos de una casa. Compartir casa, a lo que algunos llaman ahora “coliving” es la manera en la que muchos consiguen salir de la de sus padres y madres o tras una ruptura con su pareja: “La media de edad de las personas que comparten piso es de 31,8 años”. “Casi el 60% de quienes comparten piso son ellas, lo que demuestra que la brecha salarial existe”. “La mayoría de los que comparten son andaluces y madrileños” (El Blog Salmón).

Pero todos vamos a pasarlo mal

El siempre recomendable Xavier Peytibi, entre otros, ha relativizado en El Periódico de España esos mensajes apocalípticos que hemos oído en las últimas semanas a líderes europeos: “Es el fin de la abundancia”. “El fin de la despreocupación”. “Harán falta sacrificios”. “El invierno va a ser largo y durísimo, con mucho sufrimiento”. Peytibi explica que “algunos líderes pueden intentar blindarse”. “A menos incertidumbre, menos quejas airadas cuando lo notemos en nuestros gastos, comida, gasolina, familia”. Mario Saavedra avisa: “Pueden contribuir a una profecía autocumplida. Que el miedo lleve a la parálisis del consumo y la inversión”.

Sí, tiene que ver

Es evidente a estas alturas de que el acceso a la información que permite Internet no ha solucionado la brecha cultural. Al contrario: ha creado nuevas. Porque Internet también ha permitido el acceso a contenidos de mierda que empoderan a quienes son capaces de creer cualquier cosa, como lo que vaya a decir Toni Cantó en una televisión que se sitúa ideológicamente entre la derecha y la pared. Incluso tenemos que convivir con mentecatos de este estilo: “Un evento terraplanista en un cine de Barcelona agota todas las entradas” (La Vanguardia). A 18 € la butaca y con un espectáculo de magia, incluido, para más señas.

Todo de pago

La crisis afecta a los pobres, que nadie lo dude. Si eres ultramillonario vas a seguir siéndolo, incluso más, como ha sucedido durante la crisis por la pandemia. Si todo sube y la inflación se dispara en todo el mundo los de las Big Four y similares ya sabrán blindarse: Twitter, Facebook, Instagram e incluso WhatsApp ya preparan funcionalidades de pago: editar tuits será solo para los que paguen, y acabar con la publicidad en las plataformas también será posible si pagas. Ya sé que en WhatsApp no hay publicidad, pero parece que esto cambiará junto a la aparición de la opción premium. Pasar por caja va a ser trending topic queramos o no.

Pesadas y pesados de concurso

La final del concurso “Ya te lo explico yo porque tú eres tonto” está muy reñida. A ella han llegado las y el más inteligente, las y el que todo lo sabe, las y el que todo lo ve con claridad, las y el que puede opinar sobre cualquier cosa porque tiene un bagaje vital y una superioridad intelectual fuera de toda duda: Pablo Iglesias, Pilar Rahola e Irantzu Varela se han puesto manos a la obra para explicarnos desde sus tribunas digitales qué supone el bofetón de Will Smith a Chris Rock, para iluminarnos, para marcarnos el camino de lo que está bien. Mañana resolverán lo de Ucrania y el viernes, por fin, la huelga del transporte.

No estoy de acuerdo pero me parece bien

Aunque no esté de acuerdo me parece bien que haya personas que piensen que la solución a la invasión rusa sobre Ucrania es la rendición del país invadido. La masacre, seguramente, se pararía rápidamente pero, ¿qué pasaría después? Al respecto, Josep Borrell respondía a Manu Pineda, eurodiputado de IU, de este modo: “Piense bien esta frase: ‘No enviemos armas para no prolongar más la guerra’. Cuando dejemos de prolongarla, ¿cómo se acaba?” (El Huffington Post). Insisto: quienes opten por la rendición que lo digan claramente, sin taparse, pero que lo hagan también asumiendo las consecuencias hoy y mañana.

La guerra en el PP

La historia de los mensajes en WhatsApp de Miguel Ángel Rodríguez a Pablo Casado en los que el primero llama al segundo “hijo de puta” y “mierda”, para concluir: “Me has demostrado ser mala persona”, me interesa bastante menos que la filtración de los mismos a El Mundo solo unos días antes de que Casado deje paso, por fin, a Núñez Feijóo. En mi opinión, todo apunta a que el jefe de gabinete de Isabel Díaz Ayuso ha sido la fuente porque, ¿qué gana cada bando con que todos conozcamos esta historia en este momento? A Rodríguez su reputación ya le da igual, pero mostrar su arsenal hasta a Núñez Feijóo antes de que entre sí le importa.

¿Qué queremos?

Tenemos que rescatar a la hostelería, al sector del Transporte, una Sanidad de primera división, una Educación con los mejores medios, un funcionariado muy bien pagado y, al mismo tiempo, una rebaja en los impuestos porque está todo muy caro. Pues aunque no esté de acuerdo con las formas de Carmen Baños, sí lo estoy en el fondo: “A todos los q pedís la bajada de los impuestos, deciros q los Reyes Magos son los padres” (sic). Tiene razón la diputada socialista con su tuit: no podemos actuar como ciudadanas y ciudadanos infantiles y cándidos, que creemos que lo que pedimos no tiene coste.

Para promesas, estas

No es menos cierto que vivimos tiempos muy extraños y que la sociedad está muy, muy cansada. Y aferrarnos a ilusiones es una vía de escape perfectamente legítima. También lo es convertir esa ilusión en candidez, pero esto ya tiene sus consecuencias: la policía ha desmontado una especie de escuela de inversiones en criptomonedas con rasgos evidentes de estafa piramidal, pero sus cabecillas siguen activos en sus redes sociales (y prometiendo que volverán), las mismas desde las que captaban a menores que iban haciendo inversiones progresivamente y en las que alardeaban de buena vida, como suele pasar en estos casos.

Todo fue un error

Parece que la caída en todo el mundo de Facebook, Instagram y WhatsApp fue por culpa de un error humano, hasta el punto de que su recuperación fue posible a la inserción de código de un modo manual. Lo que sucedió tiene que servir, como hemos avisado en esta misma columna en otras ocasiones, para que tengamos presente siempre la fragilidad del sistema al que estamos confiando toda nuestra vida, sin exagerar: nuestros recuerdos, nuestras relaciones y nuestras conversaciones. Y los titulares que estamos leyendo tienen que servirnos de alerta ante los monstruos a los que estamos alimentando.

Pero, ¿de qué?

“La caída de WhatsApp, Instagram y Facebook cuesta 140 millones de euros por hora a la economía mundial”, titulaban en El Independiente. Y no era el único medio que se hacía eco de la llamativa cifra que, por mucho que uno rebusque en el texto, nadie explica cómo ha aparecido ni cómo puede ser posible. Todo son cálculos basados que parecen más sacados de un Excel que de un estudio realista que extrapole datos concretos. Y si fuera real, si ese impacto existiese en un chat de seguridad relativa como es WhatsApp y dos redes de puro entretenimiento, una de ellas en desuso, mereceríamos ese derrumbe.

¿Podemos empezar a ser personas un poco más serias?

Otra cifra se ha repetido aún más que la del párrafo anterior porque es más redonda y vistosa, la de los 6.000 millones que “Zuckerberg pierde” (Bolsamanía). Según algunos cálculos, “el apagón le ha costado a la empresa unos 164.000 dólares por minuto, mientras que la caída de las acciones ha eliminado más de 40.000 millones de dólares en capitalización bursátil”. Esto es, simplemente, mentira: muy pocas campañas se hacen con un horario tan cerrado, y sabemos suficiente sobre la especulación de la bolsa como para relativizar ciertas cantidades. Lo que no podemos permitirnos es confundir el periodismo de datos con el de cifras.

Y en el peor mes

Si Facebook cae en bolsa y sus acciones se sostienen a la baja no será por la caída de su servicio durante unas horas, será por las declaraciones de Frances Haugen, a la que Jordi Pérez califica como “la última garganta profunda” de la compañía. Haugen está convirtiendo en información lo que hasta ahora solo eran percepciones: Facebook sabe que gana más dinero con los contenidos perjudiciales que si la red estuviese limpia. El odio genera más actividad, más tiempo de permanencia y un mejor reclamo para los anunciantes, y el bien solo genera trabajo y cierto aburrimiento. Pero Facebook no es la enfermedad: es el síntoma.

¿La nueva industria del tabaco?

En Twitter, Hugo Sáez intenta dar respuesta a esta pregunta: “¿Por qué en EEUU se dice que Facebook es la nueva industria del tabaco?”. La investigación del Wall Street Journal basada en las informaciones facilitadas por Frances Haugen ha demostrado que, como las compañías tabaqueras, la red social sabía qué tenía que hacer para hacer su contenido menos perjudicial pero no lo aplicaba porque también generaba menos dependencia hacia el producto. Una dependencia muy perjudicial y con estudios al respecto en el caso de Instagram. Estudios que la compañía negaba, como sus decisiones para mantener el alto consumo.

Cómo entienden los fascistas la política

La política solo puede perseguir una cosa: el bien común. También en procesos transformadores como un nuevo país, el objetivo y el medio tiene que ser el bien común. Nada se consigue destruyendo, obviamente. Tampoco persigue el bien común ni consigue nada quien, en mitad de una pandemia, pide elecciones anticipadas. Este último es Santiago Abascal. A los del principio del párrafo todos los conocemos en Euskadi y ahora se permiten regalar lecciones sobre hacer país (por cierto, España) y cuidar a la gente a la que antes amedrentaban. Qué asco de año.

El plan de Madrid

El plan de Díaz Ayuso y la Comunidad de Madrid más que sanitario parecía político. Y lo sigue pareciendo ahora que empezamos a observar consecuencias que muchos esperábamos, por desgracia: aunque ha reculado y ha hecho más restrictivas sus medidas en Navidad, el desastre parece inminente al confirmarse como menos útiles de lo esperado los test de antígenos por los que apostaron en Madrid cuando ya despertaban muchas dudas. Pasadas estas semanas cada vez hay más voces que alertan de que la herramienta es incluso peligrosa, al no detectar muchos positivos asintomáticos que han seguido contagiando.

Si no quieres oírlo…

¿Podemos pedir a la nieta de Juan Carlos I que pregunte a su abuelo si el origen del dinero que saca de la tarjeta que le regaló es lícito? ¿Podemos reprochar algo a Victoria Federica de Marichalar? ¿Podemos reprochárselo por las veces que la prensa está aireando que se pasa por su real arco del triunfo las recomendaciones sanitarias? ¿O podemos liberarnos y pensar que la familia entera se lo ha buscado con esa sensación de impunidad que desparraman y esa acumulación de abusos? Y es más: ¿no sería Juan Carlos I el único culpable de esta situación y de que increpen a su nieta, la de la tarjeta “black”?

¿De la red o de la empresa?

Cuando oigo hablar del fin de Facebook siempre pienso en la red social, que desde hace un par de años emite evidentes signos de agotamiento pero sigue siendo indispensable para fines comerciales o políticos. La empresa, sin embargo, va viento en popa. Tanto que, en EE.UU., “la Comisión de Comercio de Estados Unidos demanda a la red social por monopolio” (El Independiente). Su posición dominante, después de comprar Instagram y WhatsApp, y hacerlas crecer, es indiscutible. Pero no es el único: Google, Apple o Amazon también se han agigantado, ¿poniendo en riesgo nuestra libertad de decisión?

Le Carré tenía razón

No se me ocurre mejor homenaje a John Le Carré que recordar, como Juan Tallón en Twitter, esta genial frase suya: “Téngame informado, pero no muy informado”. La información es necesaria, sin duda, y en esta pandemia estamos demostrándolo. Tanto como que un exceso de información deriva inevitablemente en una desinformación y, esta, en mentiras, bulos y patrañas que son aprovechadas por los populistas en la oposición (Euskadi, Alemania, Francia, España…) o en los gobiernos (EE.UU., Brasil, Hungría, Polonia…). Informar bien de lo importante es lo único que deberíamos exigir y exigirnos.

«España, el país de la patraña»

El verso no es mío, ni de Aitor Esteban, cuyo tuit ilustra este párrafo. El verso es de una canción de Ska-P, de 1996: “Ñapa es”. Ni sé las veces que la habré canturreado mientras leo noticias sobre España como la que comentaba el portavoz del PNV en el Congreso: su partido preguntará al gobierno español si va a iniciar algún tipo de investigación sobre el grupo de WhatsApp de antiguos altos mandos del ejército, y puede que alguno en activo, en el que se hablaba de un golpe militar, se alaba el franquismo y se fantaseaba con 26 millones de fusilamientos. No es el ejército, es el Estado el que está señalado.

Un gravísimo problema de fondo

La existencia de ese grupo y que haya salido a la luz, o piezas como la de Diario16 en la que entrevistan a soldados que hablan de mandos claramente golpistas, franquistas y que abrazan a la extrema derecha, son solo la confirmación de lo que todos sabíamos. Del mismo modo que sabemos que si han estado callados y quietos hasta ahora es porque todos ellos han vivido muy bien en sus puestos y con sus capitales. Hoy, el crecimiento de Vox, las posibilidades de conectarse en un chat y lo mucho tiempo que llevan acomodados, han despertado el problema que es grave, es de fondo y es de España. Les toca resolverlo.

Acción-reacción

El parlamento europeo está lleno de personas resentidas que han consagrado su vida a la política continental dejando atrás sus propias familias y amistades… Personas que no van a tener ninguna piedad en destruir la reputación, con comentarios y lo que les dejen, de József Szájer, el eurodiputado y cofundador del Fidesz, la formación de extrema derecha que gobierna Hungría. Que Szájer sea homosexual o acuda a orgías no interesa a nadie, pero importa porque él mismo “trabaja activamente contra las personas LGTB” (El Confidencial) y porque ha participado en una fiesta del roce… En pleno confinamiento.

No. El gol lo mete Europa

Boris Johnson está pagando bandazos en su gestión de la pandemia: la negó hasta que pasó la enfermedad, entonces puso condiciones extremas a la ciudadanía, y ahora adelanta la vacunación… Solo por poder decir que lo hará antes que Europa y gracias al Brexit. Así va el populismo en tiempos del COVID. Pero creo que el gol se lo está metiendo el continente e la Gran Bretaña: las vacunaciones previas en otros países van a generar más certidumbre a la ciudadanía europea, lo que va a facilitar que haya un mayor número de vacunados y una respuesta grupal. No se trata de llegar antes, sino de llegar.

Eskerrik asko!

Pongo el pantallazo al tuit de la Adurizpedia por la reacción que ha generado su anuncio de que recibía el reconocimiento de DEIA a una de las mejores iniciativas digitales de Bizkaia, pero Roger Álvarez se merece el galardón igual que el resto de premiados y premiada (Aran Goyoaga, José Antonio Pérez y Gonzalo Bartolomé). Y el resto de los participantes en el evento del miércoles que tuve la suerte de conducir (Oihane Agirregoitia, Inge Sáez, Sabino San Vicente, Esti Manzaneque, Kerman Munitxa y María Jabat) merecen nuestro agradecimiento. A veces, en esta columna parece que olvidamos lo local, pero no, no lo hacemos.