El Brexit de Johnson

Solo necesito que la previsión del tiempo para el domingo no sea buena para lanzarme a hacer recomendaciones de lectura sosegada que, sí, también es posible en Internet. Por ejemplo, en El Confidencial han publicado un reportaje bastante interesante sobre cómo está la situación ahora mismo del Brexit, después del último órdago de Boris Johnson (ese que desliza Otegi que es un modelo a seguir). Pues bien, el Prime Minister ha decidido poner en riesgo todo su capital político y el del Reino Unido en su conjunto: ¿quién va a querer negociar tratados internacionales con gobiernos y estados que deciden incumplirlos?

Vamos con la actualidad

El caos en la Comunidad de Madrid no lo discute ya nadie. Algunos como Teodoro García Ejea o, como señala Pepo Jiménez, Ignacio Aguado, intentan desviar la atención o repartir las culpas, pero es evidente que las instituciones, empezando por la Comunidad de Madrid, que es la que tiene el mando, igual que en el resto de las autonomías, han puesto en riesgo a la población con decisiones desacertadas, falta de previsión y de inversiones. Hoy, la situación parece descontrolada y da la sensación de que Madrid (el modelo de PP, Ciudadanos y Vox) es un foco de contagios al que nadie desea aproximarse.

Esto es importante

Pablo Iglesias nunca me ha generado confianza. Sí lo hace a millones de españoles que deciden votar las candidaturas tan personalistas de Podemos, tanto en las cámaras de representación como en los órganos internos del partido. Y me parece bien, claro. Porque esto no va de quién me guste o no, esto va, sobre todo, de quién delinque (y hay políticos españoles que lo hacen) y de quién no. Y si la Audiencia Nacional ha decidido devolver a Iglesias la condición de perjudicado en el conocido como “caso Dina” (en contra de la opinión del juez instructor) tenemos que contarlo para marcar esa diferencia.

Y esto, también

Empezábamos la semana confirmando que la familia real española no gasta ni un euro en residencias o despachos: se lo pagamos todo nosotros. Después supimos que Juan Carlos I, mientras ere jefe de Estado, mandó comprar, a cargo del presupuesto de la institución, una contadora de billetes y tres cajas fuertes para el dinero saudí que presuntamente le regalaron y no declaró. Y el domingo podemos repasar en El Orden Mundial la enorme flota de vehículos de la Casa Real: coches, camiones, furgonetas y hasta un autobús que no son pagados con la asignación (no da la suma) y van a cargo de diferentes ministerios.

Yo sí tengo segundo equipo

Ya he encargado mi camiseta de la Società Sportiva Sabrina Salerno. Sí, la de aquella Nochevieja del 87. Se trata de un equipo amateur de fútbol en Sevilla, de treintañeros y algún cuarentón, como yo, que pelean por mantenerse en forma pese a los años, los hijos y lo ricos que están el pincho de tortilla y la cerveza; que añoran aquellos años de niñez de tele sencilla, de familias que se apretujaban y de aburrimiento infantil que no se apaciguaba con un móvil; y que buscamos símbolos (y Sabrina lo es) que nos unan y nos definan: porque no somos como nuestros padres pero tampoco como nuestros hijos.

No son ellos, somos nosotros

Me sorprendió leer este titular en Vozpópuli: “CC.OO. prepara protestas en Andalucía y costas españolas porque la hostelería ‘no cumple los protocolos’”, porque sigo pensando que, aunque haya hosteleros que se pasen todo por el arco del triunfo, en Andalucía como en Euskadi, creo que la culpa de la expansión del coronavirus en espacios de ocio es, sobre todo, de los clientes. Es fácil echar la culpa a las instituciones (les va en el sueldo), “la patronal” o hasta “las cloacas”, pero el virus se propaga flotando en la insolidaridad de la sociedad, el egoísmo individual y entre quienes piensan que las normas son siempre para los demás.

Vamos dopados

El fracaso de Sánchez es su ronda diplomática no es un fracaso político, es económico. Si Europa no apuesta por un Plan Marshall superlativo el dopaje financiero se acabará antes y, entonces, sí, vamos a pasarlo mal. Esto en El Confidencial no puede ser más elocuente, hasta la última palabra tiene mensaje, y en todo caso, negativo y pesimista: “La banca endurecerá el crédito a pymes y familias cuando acabe el efecto ICO. La ‘nueva normalidad’ de los bancos pasa por endurecer el crédito a empresas y familias. En el primer caso esperan una caída de la demanda y en el segundo una recuperación”.

Vox, contra los periodistas

Da la casualidad de que Antonio Papell es uno de los que, para mí, suman en Los Desayunos, pero aunque fuera uno de los que no me gustan denunciaría de igual manera el señalamiento que está sufriendo por parte de Vox. Él mismo le resta importancia en Twitter: “Era previsible que los medios afines a Vox, que veta e insulta a periodistas, empezarían una campaña mendaz y distorsionadora. No les valdrá de nada: acabarán aislados cuando los partidos decentes les den la espalda, como procede en democracia”. Pero es grave, porque Vox es un partido de ultras que no duda en marcar objetivos. Y eso es intolerable.

La vieja normalidad

El conocido como “caso Dina” me parece una filfa. Es, sobre todo, un autorretrato: el del político que señala cloacas para tapar miserias, paternalista aunque va de feminista, y que vendía nuevas formas, nueva política y transparencia absoluta… Y se acoge a pactos de partidos en el gobierno para no dar explicaciones. Pablo Iglesias se está sacando un selfie que va guardado en la famosa tarjeta SD que parece que sí tuvo y retuvo, que alguien intento destruir, que llevaba fotos personales (no necesariamente íntimas) y que sirvió para denunciar persecuciones que, por lo menos en ese caso, no lo fueron.

Airbnb nos toma por tontos y tontas

Pocas empresas más dañinas que Airbnb. Para empezar, por su venta falsa (ceder habitaciones que no usas a viajeros). Para seguir, porque nos enfrenta entre personas: dueños que se vuelven locos con su propiedad y que pierden el respeto a quienes fueron sus vecinos. Y para terminar, porque ha acabado siendo un business para inversores que montan un negocio de hostelería con varios pisos saltándose las obligaciones, generando molestias en comunidades y trabajos no siempre declarados para arreglar y abrir casas. Y ahora va Airbnb, y lanza la iniciativa de dejar propina extra (¿con comisión?) al “anfitrión”.