Una vez certificada la defunción de la legislatura, en Twitter hubo división de opiniones sobre el 10-N: muchos animaron a no ir a votar y aseguraban que votar al PSOE era admitir que te siguiesen tomando el pelo, y otros apostaban por seguir siendo ciudadanía activa y comprometida, como Pepe Colubi: “Cuatro elecciones en cuatro años y se teme la desmovilización del electorado y el aumento de la abstención. Votar una vez al año es demasiado para el votante español. Esa perezosa desidia. Mucho curro. Se le hace bola”. Colubi no ve que el desánimo es por los que se presentan, no por los que elegiremos.
No pudieron, ¿podrán?
Creo que el PSOE no ha medido bien sus fuerzas antes de llevarnos de nuevo a una campaña electoral, pero también creo que serán los que tiene enfrente en España (Casado, Rivera, Iglesias y Abascal) los que harán a Sánchez ganador de las elecciones. Por la izquierda parece que lo tendrá fácil porque en Podemos siguen buscando el récord Guinness de velocidad en el proceso de descomposición de un partido político: según Electomania, en Andalucía, Teresa Rodríguez planearía presentarse por su cuenta, y en Madrid, Errejón tantearía la posibilidad de extrapolar Más Madrid. Quien calculó fatal fue Iglesias.
Vox, contra los consensos
Vox es tan rancio que no va a poder surfear la ola de populismo que se le aproxima. Como bien sugería César Calderón en Twitter: estaba el mejor colocado para decir que el establishment no se pone de acuerdo y que ellos son la alternativa para los más cabreados. Por suerte, no parecen tan listos, sino todo lo contrario: “Vox no irá al minuto de silencio por la mujer asesinada porque es ‘una campaña propagandística’”, tuiteaban de un modo directo desde la Cadena SER. No hace falta más de línea y media para dibujar a Vox y a las personas incapaces de empatizar que por ese partido se presentan.
Montoro se perpetúa
La parálisis política a la que nos condena el PSOE tiene muchos efectos colaterales: España lleva sin presupuestos dos años, y así, son los de Montoro y Rajoy los que siguen vigentes. Hay que decirlo todo: de esto los principales culpables son los diputados de ERC que no votaron a favor de unos nuevos y dieron la excusa a Sánchez para convocar elecciones después de haber ganado la moción de censura. Pero así va España: sin posibilidad de mejorar el gasto, con los ministros esperando eternamente y con una crisis económica llamando a la puerta. Y todo para que el 11 de noviembre sigamos igual… O peor, con el trifachito.
La nueva política era la falta de entendimiento
Por supuesto que en esta situación echamos de menos a políticos como Rajoy (pero sin toda la corrupción de su partido, claro). Al final, la principal diferencia entre la vieja política y la nueva (y Sánchez es nueva política porque ha acabado con toda la vieja guardia del PSOE) es que ahora es mucho más difícil alcanzar acuerdos y que esto sucede por las rivalidades personales de los nuevos políticos. Quienes se presentaron como nuevas bisagras (Rivera) ahora echan balones fuera, y los que quisieron asaltar los cielos no evitan las trampas más pedestres. Lo peor es que ninguno de ellos ha pensado en dimitir.