Así es él

Elon Musk es el puto amo: es el tío más rico del mundo, el que susurra al oído de Trump y, por si fuera poco, es un jugón. O no. Ya había presumido con anterioridad que se le daban bastante bien los videojuegos (con Diablo 4 incluso logró algún récord mundial), pero ahora se ha pasado: “Elon Musk se convierte en el hazmerreír de la escena gaming”, aseguran en Clave CD. Al parecer, en un streaming se mostró torpe jugando al Path of Exile 2, demasiado para la puntuación que acumula (mayor que algunos jugadores profesionales), lo que ha despertado las sospechas de que alguien está jugando por él entre stream y stream.

Está bien conocerlo

Hace unos días descubrí Voz.us, la web trumpista de noticias en castellano. Es interesante porque, en unos minutos, puedes ver cuál es su punto de vista. Lo malo es que seas un sociópata y te parezca bien lo que escriben. Mierdas como el intento que hace Alejandro Baños de vincular el “fact-checking”, o la comprobación de noticias, con la censura, poniendo el acento en las presiones que, según él, ha recibido el propio Zuckerberg del entorno de Biden “para su beneficio”. Habla Baños de “el cartel de la censura, como lo definen los republicanos”, y señala finalmente a Google. Ya sabemos dónde va a presionar el trumpismo ahora.

Lo que supone

Lo que leemos en Voz.us no es verdad, es propaganda: el control de lo que se publica en Facebook, en X o en Google es necesario. Que Internet sea como el salvaje Oeste, donde triunfaron los que podían comprar más rifles y más balas, y tenían menos problemas en arrasar, conviene a la versión actualizada de aquellos sanguinarios. ¿Qué supone la eliminación del fact-checking? Esto: “Zuckerberg cambia las reglas de Facebook e Instagram y permite calificar a personas gays o trans como ‘enfermos mentales’” (El Diario). ¿No permitir esto es censurar, como afirman los trumpistas? Es urgente llamar a las cosas por su nombre.

Cada año me apetece menos

Mallorca, Barcelona y Canarias, esos son los tres “grandes destinos” que “una de las guías con más solera entre los viajeros de habla inglesa, Fodor’s Travel, invita a sus usuarios a ‘reconsiderar’”, según Xataka: “El turismo español afronta el riesgo real de morir de éxito”, concluyen ya en el titular. Es el problema del “sobreturismo”, que a mí me quita las ganas de viajar, la verdad. Todos los destinos atractivos se parecen entre sí demasiado y creo que ya he cubierto mi cupo. Cada año, más, me apetece pasar mis vacaciones en sitios que conozco y que me permiten descansar, despreocuparme, que no me hagan sentir invasor.

¿Quién no quiere un Laporta?

Joan Laporta me cae mal, me parece un tramposo y un soberbio, pero si alguien dilapida el dinero y el crédito en el club del que soy socio, espero que surja un Joan Laporta inmediatamente después. El modo en el que defiende su gestión y el club es extraordinario: se inventa palancas, consigue favores institucionales y políticos, mantiene al Real Madrid en silencio y ficha como si no costase. Otro presidente se habría apretado el cinturón y habría reconstruidos sobre cenizas. Laporta lo hace sobra andamios frágiles que se tambalean, pero sigue sumando pisos al edificio. Ojalá nunca necesitemos desear a un euskolaporta.

¿Qué quieren? ¿Qué más tenemos que ceder?

Las y los presos condenados por atentar en nombre de ETA que estaban en las cárceles del estado español ya han sido trasladados a las de la CAV. Por lo tanto, ¿qué pretenden quienes convocan manifestaciones como la de ayer y quienes generan noticias como esta en El Independiente: “Pintadas, ‘aurreskus’, cenas de Navidad… así fueron los 421 actos de apoyo a los presos de ETA en 2024”? ¿Qué es ese “etxera”? ¿A sus casas sin cumplir las condenas? Si esto es lo que quieren, que lo digan. Si esto es lo que apoyan las y los políticos de Bildu, que lo digan. Pero las grandes preguntas son: ¿en qué más tiene que ceder la sociedad vasca? ¿Y por qué?

Veámoslo así

Estaba yo dando vueltas a la pieza de Mikel Segovia en El Independiente de la que acabo de hablar cuando me encontré con esta noticia: “Indignación en Orriols por la fiesta para celebrar la libertad del joven que atropelló a un niño” (Levante). ¿Por qué esto resulta indignante en València y en Euskadi es una muestra de sensibilidad: “Familiares y amigos cuelgan un vídeo en una red social donde reciben con fuegos artificiales al chico a su salida de la prisión de Picassent”? Ni estoy siendo capcioso ni estoy jugando la carta de ETA (lo hace quien organiza la manifestación de ayer en Bilbao), estoy haciendo una pregunta que, simplemente, debemos hacernos.

Los ultras matan

Los ultras de todo el mundo, de Trump a Abascal, pasando por Musk y Meloni, comparten dos características: son negacionistas en lo climático y liberales en lo económico. Dicho de otro modo: “Los Ángeles lucha contra el peor incendio de su historia sin agua, con bomberos insuficientes y bajo recortes” (El Diario). Porque lo que está pasando en California tiene mucho que ver con el calentamiento global (igual que la fuerza con la que golpeó la DANA), y que no haya recursos suficientes tiene mucho que ver, al mismo tiempo, con esa tradición política que aboga por rebajar impuestos y por adelgazar lo público todo lo que sea posible.

Mira, no

Soy un pollavieja que se queja de los actos de amor a “los presos”, que los compara con quien atropella a niños (algunos de “los presos” hicieron cosas peores), que odia a los liberales y que ahora muestra su total desacuerdo con la mandanga (como la de La Sexta) de que la gente joven no tiene hijos porque no puede. Mira, no. Vivimos un profundo cambio social y moral que empuja a la juventud a no querer sacrificarse ni en una relación, ni en un trabajo, ni con la maternidad o la paternidad. ¿Acaso tienen que sacrificarse? Pues no sé dónde ha surgido la idea de que vivir en sociedad o tribu no supone una cesión de lo propio para lo común.

¿Pero qué me estás contando?

Lo que escribe Ignasi Noguer en El Nacional no hay por dónde cogerlo. Es un truño esférico: mires por donde la mires la mierda es igual. Va el tío y asegura que el FC Barcelona sufre un “juicio mediático sumarísimo” por “el caso Olmo”. ¿Se cree lo que escribe o piensa que todos menos él y Laporta (que no le dedicará “botifarras”, claro) somos idiotas? “Como con el caso Negreira, el Barça es culpable”, lamenta Noguer. Hostia, tú, que no hubiese pagado a exárbitros y que no hubiese gastado lo que no tiene para fichar como si pudiese. Mi parte favorita es esta en la que asegura que el Barça se ha visto “empujado a politizar el caso Olmo”. Fantástico.

Ya es casualidad

Leemos en Deutsche Welle que “políticos de AfD se reunieron con neonazis en Suiza”. En concreto, lo hicieron con la organización “Blood & Honour” y “para abordar temas políticos como la inmigración”. Tuvieron que hacerlo en Suiza porque “dicha agrupación fue prohibida en Alemania en el año 2000”. Además, “en el encuentro participaron miembros del grupo suizo ‘Junge Tat’ (Acción Joven) y los llamados ‘Schweigersöhne’ (Hijos del Silencio)”, que son “radicales violentos neonazis”, según el medio que lo ha publicado la información en Alemania, ‘Correctiv’. Ya es casualidad. También lo es que Elon Musk pida el voto para la AfD.

“Racistas contra ‘tech bros’”

Me ha hecho gracia el titular en El Diario sobre la noticia del enfrentamiento dentro de la derecha estadounidense: su ala más racista está en contra de “los visados para contratar a extranjeros altamente especializados”, a los que Elon Musk quiere quitar los límites. Lo cierto es que es contradictorio que Donald Trump esté aprovechando cada tiroteo para hablar mal de la inmigración y que su fichaje estrella (¿o Musk fichó a Trump?) ahora quiera abrir la barrera sin límites a quien pueda mejorar sus productos tecnológicos (principalmente, los de Musk, sí). Pero así es la derecha estadounidense.

Esto lo permite la tecnología

Soy de los (pocos) que cree que el acceso a Internet debería de estar controlado. De hecho, creo que lo peor que nos ha pasado como civilización es la internet comercial. Así que para acceder a la inteligencia artificial, como poco, pediría el carné de buena persona. Lo que es indiscutible es que la tecnología y las grandes plataformas son las que han posibilitado esto: “Una periodista alemana descubre un chat de Telegram con 70.000 hombres que comparten cómo drogar a sus parejas y cómo violarlas”. Lo publica el Telegraph y lo he visto en Meneáme. Pero no es la primera vez que leo alertas preocupantes sobre Telegram.

Le falta lo de Airbnb

Un síntoma clarísimo de que me hago mayor es que estoy de acuerdo recurrentemente con Enrique Dans. De hecho, su post: “Turismo: la crisis que viene”, me parece bien medido porque no se coloca en la posición fácil (criticar el turismo) y sugiere la solución más evidente (los cupos). Yo sí hubiese señalado sin tapujos a Airbnb como el principal causante de la saturación, pero de lo que ha escrito Dans, el párrafo más valioso está casi al final: “Seguir sobredimensionando el modelo masivo no funciona, y menos aún para destinos que supuestamente venden un modelo distinto”.

Spoiler: no tiene hijas ni hijos

En Genbeta (sí, sigo leyendo blogs) he llegado también al final de este post: “Durante años decidí trabajar pocas horas al día, vivir con poco y tener tiempo libre. Los que no me entendían, ahora me dan la razón”, para comprobar si en el relato de su autora, Bárbara Bécares, aparecía algo que lo cambia todo, tener hijas e hijos. Todo lo que apunta: la libertad, seguir estudiando, vivir en varios países, trabajar poco, preocuparte menos por el dinero, compartir tu casa con desconocidos e incluso relajarte, es imposible cuando una persona decide ser socialmente responsable y asegurar otra generación.

No, no hay equidistancia

Como en todos los casos, quien mantiene una equidistancia se posiciona. Así que cuando en El Diario aseguran que “el partido de Ione Belarra y los nacionalistas vascos han protagonizado en las últimas semanas intensos cruces de reproches en el Congreso”, sin explicar quién insulta, quién provoca y quién busca ese enfrentamiento, y quién reacciona después de varios silencios, se posiciona. Y lo hace a favor de quien insulta, provoca y busca el enfrentamiento. Luego nos llevamos a la cabeza con los bulos y nos rasgamos las vestiduras clamando “periodigno”, pero en el día a día, algunos sueltan la hostia y esconden la mano.

Aquí, tampoco

También en el digital que dirige Pablo Iglesias, Diario Red, califican ahora al PNV como partido de derechas (nada que ver con cuando lo elogiaba como vicepresidente por sus políticas sociales). Y también hay equidistancia, pero de la asquerosa. En su pieza: “La fatiga de la guerra pasa factura a Zelensky”, explican que el presidente ucraniano no convoca elecciones por la ley marcial y porque decae su apoyo, no mencionan la invasión rusa (una sola vez hablan de “ataque”, como si no fueran continuados) pero sí que la población es cada vez más favorable a negociar con Putin y ceder territorios. Ahí queda eso.

El triunfo del bulo

Los bulos triunfan. Por eso los usan en Podemos. Por eso hay digitales que juegan a la equidistancia: porque la verdad no vale nada, porque la responsabilidad no genera atención, y eso algunos lo traducen en votos y en audiencia. En el Huffington Post aseguran que “2024 ha estado marcado, informativamente, por el bulo”, y me temo que ese titular lo veremos repetido el año que viene. Pero es ese “informativamente” entre comas el que me deja atónito. Si hablamos de información no hablamos de bulos, son antónimos (aunque la equidistancia, ya lo hemos visto, da mucho juego). El que no tenga eso claro, que deje libre el paso.

Da igual si informas

Pero no voy a cargar las tintas contra algunos medios y algunos partidos políticos: es la ciudadanía (incluidos periodistas, políticas y políticos) la que es permeable a los bulos porque quiere, porque dan la razón, porque permiten seguir habitando espacios mentales confortables (cuánto daño hizo aquello de “tienes que salir de tu zona de confort”). Y lo cierto es que cuando informamos lo mejor que podemos no importa: “Occidente recomienda no viajar bajo ninguna circunstancia, pero el turismo ha dado con un insólito destino: Afganistán” (Xataka), que “se presenta como un destino sorprendente y enigmático”. Somos idiotas.

La tele no es

Nos quejábamos de “la caja tonta”, pero teníamos más certidumbre y menos bulos cuando era la reina de los medios de comunicación. Desde que su consumo ha caído notablemente, todo ha ido a peor. No soy capaz de calcular la relación entre un hecho y otro, pero es evidente que existe. Aunque cada vez la vea menos gente, sigue habiendo batallas por la audiencia: ETB se mantiene pese a la bajada generalizada (esto no lo dicen en la pieza de El Plural, claro, pero hay que mencionarlo), y en España “Telecinco cae a mínimo histórico anual, Antena 3 se enroca líder y La 1 rentabiliza el efecto Broncano en 2024”.

Vamos a plantar batalla

Celebro ver que en El Nacional lo tienen claro y van a plantar batalla ante el “laboratorio de normalización españolista de Salvador Illa”. En Euskadi también estamos asistiendo a una peligrosa españolización, en nombre de la izquierda, de la que se ha contagiado alarmantemente Bildu, que con una mano agita la Ikurrina y la bandera navarra (¿y para Iparralde no tienen ninguna?), y con la otra se agarra al tren de la izquierda española. No podemos dejarnos, vamos a plantar batalla, no vamos a subsumirnos en esa asimilación que empieza con Nico Williams en La Roja y termina con David Broncano en su televisión muy española.

Audiencia… Y España

David Broncano es el mejor vehículo de esa España de izquierdas que idealiza sus principios y aparta, con desdén, los sentimientos que no comprende, como los nacionales no españoles. Ya lo manda gritar él al público: “¡Española!”. Así es su televisión, no se esconde. Y la batalla por la audiencia que mantiene con Pablo Motos beneficia ambos pero, sobre todo, lo hace a la asimilación y a la uniformidad: puedes elegir entre la España casposa y la que va de progre, pero no puedes elegir algo alternativo a España porque, ¿para qué, con lo graciosos que son los dos y todos sus colaboradores?

Por lo menos, el Teleberri se mantiene

Mi manera de plantar batalla a la asimilación española que estamos sufriendo es recordar la realidad vasca: el Teleberri, igual que la audiencia de EITB, en términos generales, se mantiene pese a la tendencia a la baja del resto de televisiones y radios. Un ejemplo: “Los informativos de las grandes cadenas de televisión pierden casi 450.000 espectadores en 2024” (El Independiente). Este dato disgregado es muy importante porque no se trata solo de tele, va de información: los medios de comunicación y, sobre todo, los “informadores” alternativos ganan espacio y nos hacen perder a todas y todos.

Los malos lo saben bien

Van ganando los malos: algunos triunfos políticos, parciales o totales, son los síntomas más claros. Y los malos ganan porque se han adaptado mejor, como las ratas, a los cambios: en lo informativo, se aprovechan del desapego a los medios tradicionales y del crecimiento de otras fuentes alternativas y, digámoslo claro, carajo, peores: “Ofensiva de Vox en Google: gasta en publicidad en 2024 lo mismo que en los últimos cinco años” (Vozpópuli). Y ni siquiera ha sido un año electoral. Los ultras saben que la mayoría consulta Google sin atender a las fuentes, así cuelan sus mierdas, literalmente.

+1

Como hacíamos los más viejos en Twitter (antes de que se llamara X), me sumo con ese “+1” a lo que he leído en El Diario: “He decidido no mirar mi WhatsApp en vacaciones, ¿lo respetarán mis amigos y familiares?”. Reconozco que este período (que no ha sido vacacional, precisamente, y a estas líneas me remito) estoy siendo muy remolón con el WhatsApp: solo cuando escriben por trabajo leo, respondo cuando puedo, no me escondo, y para mi sorpresa me siento bien. No he felicitado el año como una metralleta, he respondido solo algunos mensajes, sin mucho criterio y, por supuesto, salvo excepciones, no he escuchado audios.