La derrota del partido de Le Pen en las legislativas francesas es otro match-point que ha salvado Europa frente a la ultraderecha. Lo hicimos también el pasado junio, cuando no crecieron tanto como esperábamos y los tres grandes grupos del parlamento europeo han podido maniobrar para arrinconar al fascismo. Y hasta cuando ganó Meloni en Italia parece que nos libramos de los ultras más ultras dando por buena a una ultra, pero menos. ¿Cuántos más vamos a salvar? Jordan Bardella ya se emplaza a sí mismo para la noche electoral de las presidenciales de 2027, en las que espera, por fin, vencer. ¿Libraremos también ese día?
¿Y en España?
Mientras en Francia la ciudadanía da la espalda claramente a la ultraderecha y los partidos expresan con claridad que se organizarán para apartarla de la vida política, en España los medios conservadores siguen dando por hecha una coalición de PP y Vox que, según Vozpópuli, “sumarían mayoría absoluta impulsados por los escándalos en torno al PSOE de Pedro Sánchez”. ¿Y qué dice Núñez Feijóo? Pues imparte una clase de hipocresía en X, poniendo de modelo a Francia como país moderado y de centro político. Es indiscutible que no se entera o que piensa que nadie menos él lo hace. Y que se equivoca de todas las maneras.
Bajo obediencia francesa
La elección de Peio Dufau en la sexta circunscripción del departamento de Pirineos Atlánticos es una victoria histórica de la izquierda abertzale, fruto de una decisión estratégica acertada, la de acudir con el Nuevo Frente Popular y negociar el puesto de salida de Dufau. Pero también es la evidencia de un rendimiento: la izquierda abertzale es hoy en el sur el socio que más fácil se lo pone a PSOE y Sumar, y en el Norte, un partido más de una gran coalición con casi una única argamasa: su naturaleza jacobina y centralista. Lo que hace ahora la izquierda abertzale está muy bien, por fin, pero lo que deja a la vista está, también, muy claro.
¿Cuál es la diferencia?
¿Cuál es la diferencia entre que Israel lance un misil contra un hospital en Gaza y que lo haga Rusia en Ucrania? Ninguna. Así que los que justifican lo injustificable, por favor, que aprovechen el silencio de ayer, síntoma de vergüenza, para callarse para siempre. Un hospital infantil ha sido bombardeado por el ejército del Kremlin, ha provocado cinco muertes y ha dejado a las y los pacientes, niñas y niños, recibiendo tratamientos contra el cáncer en la calle. ¿Y por qué? ¿Cuál es el objetivo de este ataque? ¿Qué demonios lo justifica?
¿Y a mí, qué?
Me pasma cómo hemos normalizado en Euskadi la presencia de la selección española. Hasta he leído en un periódico que es una falta de respeto que al lehendakari Pradales no le guste el fútbol y no muestre su apoyo a los jugadores vascos en “la roja”. ¿Y a mí, qué? Hoy se enfrentan dos países que no nos dejan tener ni selección ni estado propio. Yo me fijo en eso. Y me importa lo mismo que esté Nico jugando con España que lo que me importaba que estuviera Lizaranzu con Francia o Amorebieta con Venezuela. Si tengo que quedarme con un estado opresor, me quedo con Inglaterra, que por lo menos nos dio el fútbol.