Ni víctimas ni sorprendidos

En Facebook no son las víctimas del embrollo que ha generado, otra vez, Donald Trump. Si el actual presidente se apoyó para ganar en los datos que Cambridge Analytica había recabado por un agujero de seguridad en esta red social, y estos se habían obtenido de un modo que comprometía a Facebook con pleno conocimiento de Facebook, la culpa, evidentemente, solo es de Facebook. Ángel Jiménez en Twitter explica muy bien la secuencia, que no se hagan los sorprendidos.

Y Facebook reacciona fatal

Pero el mayor fracaso de la hasta ahora todopoderosa Facebook ha sido su mala reacción cuando se ha publicado lo que, por otro lado, muchos intuíamos. Primero, un silencio cuestionable. Después, una sorpresa que nadie se cree. Y finalmente, como cuenta Manuel Moreno en Trecebits, unas medidas que, simplemente, por novedosas ofenden: el control sobre las aplicaciones de terceros y la información transparente a sus usuarios tenían que estar ya en marcha.

Sabido… ¿y consentido?

Nadie lo admitía. Tampoco nadie lo esperaba. Pero es evidente que Facebook hacía negocio con los datos: no solo se trataba de colocar anuncios en su plataforma con públicos autosegmentados, podía tratarse también de gestionar esa enorme base de datos… O de dejar que la gestionen. En The Guardian continúan el serial: Sandy Parakilas, un ex de la empresa, admite que la “recolección” de datos de otras aplicaciones era algo normal y que Facebook simplemente miraba para otro lado.

Solo es un negocio

Uno de los fundadores de WhatsApp, Brian Acton, que formó parte del reparto de los 19.000 millones de dólares que Facebook pagó por la compañía y trabajó después tres años para Facebook (en WhatsApp, claro), ha tuiteado que tal vez haya llegado la hora de que borremos nuestros perfiles en la red social. No podemos perder de vista que cuando se fue Acton puso en marcha Signal, una plataforma de mensajería parecida a WhatsApp pero más segura. Vaya, qué casualidad.

Pero tetas, no

La mejor frase publicitaria se la escuché a Steve Jobs: “Quien quiera porno que se compre un Android”. Pero hay porno en Twitter, Flickr o Tumblr (que se ofrecen en los iPhone), y no lo hay, es cierto, en Instagram o Facebook (aunque aquí sí que hay grupos para compartir fotos sugerentes de menores). Ambas plataformas, propiedad de Facebook, son especialmente mojigatas, capaces de censurar el cuadro “La Libertad Guiando al Pueblo”… Y permitir luego la recolección de datos.

No contribuyamos

La turba ha revivido gracias a Internet. En el caso del supuesto asesinato de Gabriel Cruz, es evidente: mensajes de WhatsApp, tuits y textos o fotos en Facebook absolutamente falsos (como que con un número de “likes” la justicia será más severa), y una agresividad que ha regado la impunidad del anonimato. Hoy cualquiera puede decir lo que le dé la gana, amenazar, insultar y dar por cierto lo que cualquier descerebrado o irresponsable diga. Qué valioso es saber quedarse callado.

Innenarity en estado puro

Siempre es interesante escuchar o leer a Innenarity. En Letras Libres recogen una entrevista al filósofo, que acaba de publicar “Política para Perplejos”, solo con sus reflexiones acompañadas de titulares sencillos. Así apreciamos mejor las dudas y los atisbos de certeza de un hombre informado y que reflexiona. Sobre Internet, por cierto, también tiene una idea apreciable: “Se ha convertido en una cámara de eco capaz de confirmar nuestros prejuicios hasta unos extremos inéditos”.

Todas son empresas

Me gusta el titular de La Información porque creo que empieza excepcionalmente bien: “Esta empresa pretende revolucionar la educación (sin ofrecerte ningún título)”. Udemy ofrece vídeos con formaciones on-line y su modelo de negocio es haber hecho posible que incluyamos en el currículum lo que hemos aprendido viendo tutoriales de YouTube. Pero lo más importante es que se trata de una empresa, como en casi todas las iniciativas disruptivas que van de molonas.

Cristina podría estar deprimida

Cuando Pedro J. Ramírez anunció que su medio digital daría una vuelta al periodismo pensé que, si hay experiencias como la de Ignacio Escolar que han dado pasos interesantes, alguien con mucho dinero y experiencia podía ir más allá. Pero me temo que no va a ser el de El Español, de momento: su digital sigue siendo, entre otras cosas, cortesano, el rasgo del rancio español. Su preocupación por la depresión de Cristina de Borbón si Iñaki Urdangarín entra a la cárcel es muy significativa.

También esto es fútbol inglés

Somos muchos los que admiramos la Premier League porque vemos que han sabido conjugar el gran negocio del fútbol con las mejores tradiciones de este deporte incluso reduciendo la violencia en las gradas (también es cierto de que partían de niveles de violencia muy altos). Pero tiene sus miserias: en La Media Inglesa relatan muy bien las del West Ham, ese club que ha cambiado de barrio (eso en Londres es toda una traición) y de estilo por marketing, y ha hundido a una hinchada.

Una gran, gran viñeta

Manel Fontdevila está soberbio en su viñeta para El Diario en la que caricaturiza el nacionalismo español que nos rodea. También dedica un ratito a aclarar que todos los nacionalismos son malos (no es recomendable ser políticamente incorrecto del todo en esta España), pero la idea general es acertadísima: algunos están muy interesados en tapar con la rojigualda y el himno las miserias judiciales, económicas y políticas del gobierno y el partido que lo ocupa, y les va bien.

Listos muy poco listos

Me parece imprescindible dar a conocer tanto como esté en mi mano el tuit de Libros del KO, la editorial de Fariña, de Nacho Carretero, ese libro secuestrado por la justicia: “Está circulando el PDF de Fariña por WhatsApp con la leyenda de que ‘nosotros lo hemos liberado’. Es mentira. Eso nos hace daño. Nosotros vivimos de la venta de libros”. Dicho de otra manera: los listos que mueven el libro “libre” de la justicia y los derechos de autor por la vía de la piratería, no lo son tanto.

Sí, el objetivo está alcanzado

A propósito de Fariña, David Bravo también recuerda en Twitter una idea muy importante: “Es cierto que si censuran algo suelen provocar un efecto Streisand. Pero no lo celebremos tanto, porque hay otro efecto, mucho más difícil de cuantificar, que es el de los autores que acaban de decidir justo ahora que no escribirán algo como Fariñas y de los que ya nunca sabremos”. Puede que el libro de Carretero se convierta ahora en un superventas, pero la autocensura funciona, por desgracia.

El idioma no es el problema

No creo que Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal hayan formado dos frentes irreconciliables en el consejo de ministros por su posición sobre el castellano en las escuelas catalanas. Dicen en El Confidencial Digital que la primera, junto a Montoro y Báñez, es más laxa, y la segunda, con Zoido, mucho más dura. Pero me temo que el enfrentamiento ni es nuevo ni es por el idioma, y que la lucha de alfiles es una tradicional miseria en Moncloa. Catalunya, otra vez, solo es la excusa.

La culpa no es siempre de los periodistas

Es muy fácil que “ardan las redes” con mensajes sobre la falta de cobertura, por ejemplo, al fútbol femenino. Pero creo que hay que tener en cuenta aportaciones como la de Miguel Ángel Puente: “El Athletic se empeña en convocar las ruedas de prensa del femenino a su antojo. Están en su derecho. El mismo que tienen los medios de acudir. No es obligatorio. Pero, si ves que con tus horarios nadie va, conociendo la realidad laboral que hay, la responsabilidad es sólo tuya”.

En contra de los que se aprovechan

No vivo en los mundos de Yupi, vivo en Bilbao, y por eso soy consciente del problema que han generado los grupos de chavales muy jóvenes a los que no se les puede atribuir “pequeños robos” cuando los hacen con intimidación y se quedan con teléfonos de 600 euros, y hay un muerto víctima de un atraco. Pero tampoco voy a hacer el caldo gordo a quienes intentan convertirse en líderes ciudadanos por medio de Facebook y WhatsApp para después (como antes) vendernos su moto.

Trump nos da la razón

Cuando salió el libro de Michael Wolff sobre Donald Trump disfruté con una columna monográfica sobre un presidente empeñado en dar la razón a quien le dibuja como un tipo que no tiene ni idea de política y, al mismo tiempo, ostenta el mayor poder político del mundo. Trump insiste en emponzoñarse: en una reunión en el despacho oval preguntó por qué EE.UU. tenía que acoger a personas que vienen de “agujeros de mierda” para referirse a El Salvador, Haití o países del continente africano.

Que desayune lo que quiera

No se me ocurre culpar a mi madre, que me daba galletas con mantequilla para desayunar, de que ahora esté rozando el larguero con mi nivel de colesterol y tenga un ligero (¡ejem!) sobrepeso. Y aunque los hábitos alimenticios son importantes, no hacer el tonto también lo es: una nutricionista ha buscado (y obtenido) notoriedad mostrando una foto de su hijo desayunando garbanzos y presumiendo de que el chaval no conoce lo que es una galleta. Por eso desayuna garbanzos.

¿Colaborativo?

Gracias a Ícaro Moyano descubrí un hilo muy interesante de Javier Gil, sociólogo, que hace un análisis del mercado de pisos turísticos en Madrid. Básicamente, concluye que no se trata de una economía colaborativa, ni mucho menos consiste en que ciudadanos pongan a disposición de visitantes (previo pago) sus pisos: menos del 5% de los pisos ofertados corresponde a propietarios que los comparten. Más del 95% pertenecen a empresas especializadas en el modelo Airbnb.

Karanka, a un campeón de Europa

Aitor Karanka va a entrenar a un doble campeón de Europa: si no recuerdo mal, el Nottingham Forest es, además, el único club del mundo que tiene más Copas de Europa que ligas porque ganó dos “orejonas” consecutivas habiendo ganado solo una competición de su país. Desde hace muchos años es un club venido a menos pero el alavés ha sido llamado para repetir su éxito con el Middlesbrough: consolidarlo y llevarlo a primera. Otro reto futbolístico para un vasco.

Cuidado

Miquel Roig es tan bueno que en media docena de tuits contradice un montón de portadas y noticias. En resumen: Juncker no dijo que Europa acogerá a Catalunya si gana el “sí”. Dijo que se podría iniciar un proceso de adhesión después de que, en primera instancia, este nuevo estado quedase fuera de la UE, y que hacía falta un acuerdo previo Catalunya-España. Pero la falta de concreción y las ganas de quienes quieren un argumento, por fin, han hecho el resto.

La injusticia es palpable

Ayer publiqué una columna muy dura contra el nacionalismo catalán, el mismo que cargaba desde el Govern contra las empresas vascas. Y aunque mantengo mi tono crítico este no impide que, como hasta hoy, les cuente las palpables injusticias que está viviendo la ciudadanía de Catalunya, a la que no dejan votar: solo en El Confidencial encontramos un catálogo de atropellos como la imposibilidad de recibir material electoral o de publicar anuncios en medios.

Cumplir no era el plan

Y de la injusticia a la incoherencia: Soraya Sáenz de Santamaría aseguraba vía Twitter que “el Estado de derecho siempre tiene un plan: cumplir con la legalidad”. Vaya. ¿Ese era el plan también cuando, según investigaciones, el PP pagó la reforma de su sede central en “B”? ¿Ese era el plan cuando, según investigaciones, sus dirigentes cobraban sobresueldos sin declarar? ¿Y cuando sus cuadros, según investigaciones, otorgaban obra pública para enriquecerse?

No es ninguna «broma»

Zebenzuí González tiene un problema: sus mensajes machistas en un grupo de WhatsApp equivocado han provocado noticias y comentarios como el que leen, que aparecerán cada vez que alguien le busque en Google. Abogado de profesión, asegura que su comentario sobre “follar” con “enchufadas” por él en el ayuntamiento solo era una broma. Pero no lo es: ese tipo de comentarios no hace ninguna gracia. Pero no es menos cierto que va a pagar un precio muy caro.

La solución es otra

Las empresas contratadas por Facebook para validar qué noticias de las que se publican en sus redes son verdaderas no dan abasto. El resultado es que muchas de las sospechosas de ser falsas se quedan sin marcar como tal… Y acaban siendo más creíbles todavía por la comunidad de usuarios, cada vez menos crítica. Evidentemente, la solución no puede ser el “etiquetado” insuficiente de información malintencionada. Facebook tiene que agarrar el toro por los cuernos.