WANAKA (Nueva Zelanda): Los lagos de la isla Sur

Dejaba hace dos semanas el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, cuando nos dirigíamos a la localidad neozelandesa de Wanaka, en la que pasamos por fin dos noches seguidas, alojándonos en el Wanaka Hotel *** (138 € las dos noches), magníficamente situado, que cuenta con un excelente restaurante, en el que unos cenamos salmón y otros cordero. Estamos a un paso del lago que lleva el nombre de la ciudad, que tiene como telón de fondo las cumbres nevadas de los Alpes, entre las que destaca el Mount Aspiring (3027 m), la segunda mayor montaña del país. Antes de llegar al hotel nos detuvimos para tomar unas fotos de la colorista y única atracción del mundo de este tema, el Puzzling Word.

16 de octubre. Día 24 de viaje. Iniciamos una nueva jornada con un potente desayuno tipo británico y haciendo unas compras para comer de bocata. Hoy nos toca mucho coche (426 km), que por cierto ha respondiendo fenomenal, pues aunque tuvimos buenas carreteras, también tuvimos que circular por pistas, así que creemos que fue un buen acierto alquilar el Toyota Highlander. Esperamos seguir con buena suerte con el tiempo, pues hoy estaremos todo el tiempo en medio de la nada y con extraordinarios paisajes de montaña. A los pocos kilómetros de salir de Wanaka nos dan el alto, pues de frente aparece un transporte especial con una casa prefabricada, que pronto se orilla y podemos continuar.

Cuando llevamos recorridos 80 km hacemos la primera parada. Estamos en el Lindis Pass, situado a 971 metros de altitud, que divide los valles de los ríos Lindis y Ahuriri. El lugar no nos dice gran cosa, pues es un paisaje bastante árido, con laderas de hierba de color amarillo-marrón. Un cartel nos indica que a 200 metros, caminando por una empinada cuesta, tenemos un mirador, así que allí vamos, pudiendo contemplar desde arriba la nevada cumbre de Longslip Mountain (1494 m).

80 km más tarde volvemos a efectuar otra parada, para fotografiar el lago Pukaki, aparcando el coche en una pista que bordea una gran pradera verde, situada a orillas del lago. Justo al lado tenemos un gran rebaño de vacas, el primero que vemos, así que pasamos un buen rato tomando unas fotos, ya que se acercan a la valla que nos separa, especialmente las chalas, que chupan el dedo de mi mujer cuando les acerca la mano.

Comentaba que nuestro siguiente destino fue el Lke Pukaki, al que cortejaremos ampliamente, pues nos ofrece un espectáculo impresionante, con una amplia panorámica de cumbres nevadas que se reflejan en sus aguas de color azul turquesa. ¡Qué suerte estamos teniendo con el tiempo en una isla muy lluviosa! Bordeamos el lago por tres de sus lados, circulando finalmente muchos kilómetros por una pista de tierra en busca de la foto del Mont Cook (Aoraki), reflejado en el lago, cosa que no conseguimos pues queda muy lejos y aunque lo contemplamos aparece muy difuminado. Pese a todo hemos disfrutado de unas vistas espectaculares. Ha sido uno de los puntos fuertes del viaje.

En busca de la foto del Mont Cook (3754 m), el techo de Nueva Zelanda, nos hemos perdido en el entramado de pistas, así que tenemos que tirar de Google Maps para buscar la ruta a nuestro siguiente destino, el lago Tekapo, pero antes de llegar a él nos dirigimos a la montaña sobre la que se encuentra el observatorio astronómico Mount John, la estación que Estados Unidos construyó para tener una visión del cielo nocturno sin contaminación lumínica, lo más al sur posible del planeta. Desde arriba tenemos una visión casi aérea del lago y de las montañas que lo rodean. Además cuenta con un bar, así que fue un placer tomar un vino neozelandés en un marco tan especial.

Finalmente llegamos al último destino de la jornada, el Lake Tekapo. Pese a que me ha gustado más el lago Pukaki, este también es espectacular. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para dar cuenta del bocata en una mesa de picnic, con unas vistas impresionantes, que me recordaban a algunos lugares de Islandia. Enseguida se nos acercan patos y gaviotas para ver «lo que cae», terminando alborotándoles, al tirarles patatas fritas. Tenemos por delante 199 km para regresar al hotel, efectuando una sola parada en Omarama, el único pueblo de la ruta, situado a mitad de camino, para tomar un café en un bar de estilo americano. No olvidaremos fácilmente este día tan radiante que ha salido y en el que tanto hemos disfrutado.

17 de octubre. Día 25 de viaje. Antes de desayunar y de abandonar la ciudad, me dirijo al cercano lago Wanaka, el lago más grande de Nueva Zelanda, que se estima que tiene unos 300 metros de profundidad. En maorí su nombre significa «El lugar de Anaka», un jefe tribal local. Observo que los patos deben dormir mucho, pues les vi durmiendo al atardecer en Christchurch y esta mañana aquí. Junto al lago hay un pequeño parque con varias esculturas y unas placas que, año a año, recuerdan diferentes acontecimientos históricos, como la ascensión al Everest del neozelandés Edmund Hillary.

Ya solo nos quedan por delante dos noches en Nueva Zelanda. El viaje continúa.

Por el Pirineo de Lleida: Val d’Aran y Aigüestortes

En septiembre, en concreto del 11 al 16, he vuelto a realizar una escapada, en esta ocasión al Pirineo de Lleida, tendiendo como campo base la capital de la Val d’Aran, Vielha e Mijaran, que dista 410 km de Leioa, resultando el viaje muy cómodo por territorio francés, pues casi 350 km se realizan sucesivamente por las autopistas AP-8, A63 y A64, hasta la salida 17, cerca de Montrejeau. Los últimos 60 km se realizan en buena parte siguiendo el curso del río Garona, por la N125, que se convierte en N230 al entrar en Catalunya. Nuevamente el objetivo era realizar rutas sencillas por la montaña. Para garantizar el buen tiempo adelantamos tres días la fecha de salida, pese a que no me gusta coincidir con el fin de semana. El tiempo ha resultado muy soleado, salvo el amago de tormenta del último día, con temperaturas máximas de 23 a 25 grados, así que nos libramos de unos cuantos días de bochorno. Sin embargo la perfección no existe, pues el 11 de septiembre fue la Diada y mucha gente hizo puente, por lo que viernes y sábado de paz en la montaña nada, ya que el senderismo está de moda desde el fin del confinamiento. Eso sí, hemos disfrutado de extraordinarios paisajes de montaña, teniendo como telón de fondo la zona de Aneto-Maladeta.

Por la seguridad que trasmiten, nuevamente he elegido un Parador, en este caso el de Vielha, para alojarnos en esta escapada, aunque no he utilizado ni la piscina ni el spa, tan solo el restaurante para los desayunos y cenas, aunque una noche no lo pude usar, pues aquí no reservan mesa “porque no hace falta”, pese a que el sábado estaba a tope. En esta ocasión me ha salido económico, pues en septiembre bajan los precios y, gracias a los puntos obtenidos en julio y agosto, he tenido tres noches gratis en habitación doble superior con desayuno. Lo mejor ha resultado la amplia terraza de la habitación, en la que tomábamos el vino vespertino sin mascarilla, disfrutando de una magnífica vista.

Tras instalarnos en la habitación, el 11 de septiembre aprovechamos lo que quedaba de tarde para realizar la ruta más corta de las que tenía previstas. En el pueblo de Es Bordes se coge una estrecha carretera que lleva al aparcamiento de los Uelhs det Joèu, de donde se accede a los rápidos que forma el arroyo Joel, punto de partida de un recorrido circular de tan solo una hora de duración (2,5 km y 90 metros de desnivel), que lleva al Plan dera Artiga y al refugio Artiga de Lin, punto  de partida para subir al monte Aneto, para luego descender al punto de partida. El viernes a las 18:30 h, el aparcamiento estaba lleno de coches. También pude comprobar lo estrechas que son las carreteras de montaña, con dificultad para cruzarte con otros vehículos y a expensas de que te dejen pasar las vacas o los caballos que deambulan a su aire.

Sábado, 12 de septiembre. El día más terrible por la cantidad de gente y la dureza del recorrido. Para empezar tardamos casi una hora en cubrir los 8 km que separan Salardú del balneario Banhs de Tredós, debido a la estrechez de la carretera y a las vacas. Me río de los atascos de la autovía a Castro Urdiales. Luego, búscate la vida para aparcar. Más tarde dos colas, primero para sacar el ticket del taxi (8 € ida y vuelta) y luego para coger el taxi (8 personas en cada furgoneta), que te acerca algo más de 4 km al punto de partida del sendero que sube al circo de Colomèrs. Parecía la subida al Pagasarri por la gente que había. El camino resulta duro por la cantidad de piedras que hay en el sendero y la pendiente de algunos tramos, que se suaviza cuando pasas junto al Estanh dera Lòssa. Luego hay que subir hasta la presa que cierra el Estanh Major de Colomèrs. La vista sobre el circo de Colomèrs compensa el esfuerzo. Hacía tiempo que no sentía la alta montaña. Aunque lo vemos al fondo, todavía nos queda un último esfuerzo de 600 metros para llegar a nuestra meta, el refugio de Colomèrs (2135 m). Bocadillo de tortilla a medias y vaso de vino a modo de hamaiketako, e iniciamos el regreso. Hemos empleado hora y media en subir y una hora en el descenso. Comemos nuestro bocadillo a la sombra de un panel informativo, junto al aparcamiento.

Tomamos el café en Salardú y, como la tarde sigue magnífica, nos desplazamos tan solo un par de kilómetros a un pueblo del que jamás había oído hablar hasta que me lo recomendó un amigo. Se trata de Bagergue, pequeña localidad de poco más de cien habitantes, perteneciente al municipio de Naut Arán, Está considerado el pueblo más bonito de la Val d’Aran y cuenta con cuatro estrellas como villa florida. Da gusto caminar por sus empedradas calles, adornadas con motivos florales y contemplar las también floridas casas. Su edificio más importante es la iglesia parroquial de Sant Félix. Destaca también el Museo Eth Corrau, que conserva más de dos mil objetos artesanales.

Domingo, 13 de septiembre. Qué gozada de día! Hoy hemos disfrutado más porque la gente que estaba de “puente” ya se ha marchado. Dejamos la Val d’Aran cruzando el túnel de Vielha. Circulamos por un momento por la provincia de Huesca y pasamos a la comarca ilerdense de l’Alta Ribagorça, donde se encuentra nuestro destino, la pequeña población de Boí (52 km de viaje). Un taxi (8 plazas a 10,50 € por persona ida y vuelta) nos acerca al corazón del Parc Nacional d’Aigüestortes y Estany de Sant Maurici y más en concreto al Planell d’Aigüestortes, punto de partida para subir al Estany Llong (1999 m), al que se accede caminando por una cómoda pista. Poco antes de llegar al lago nos detenemos en el refugio que toma su nombre. Hamaiketako y completamos los diez minutos de marcha que nos quedan. Hemos tardado hora y media en cubrir los 4,2 km y 180 metros de desnivel. Disfrutamos del paisaje de alta montaña sin gente y, en vez de continuar hasta el cercano Estany Redó, optamos por descender al punto de partida, deteniéndonos en el camino para contemplar el disfrute de las vacas con la sal que les ha echado el ganadero. Luego seguimos bajando media hora larga más hasta la cascada de Sant Esperit, la más espectacular del parque nacional, donde nos recoge el taxi para regresar a Boí. Aquí está todo muy bien organizado.

Aunque ya las estuve visitando detenidamente hace catorce años, hemos querido aprovechar que la tarde sigue muy soleada para echar un vistazo a seis de las ocho iglesias románicas existentes en la Vall de Boí, que forman parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO. Las dos primeras son las que más me gustan. La de Sant Joan de Boí la tenemos junto al aparcamiento en el que hemos dejado el coche. En el cercano Taüll tenemos dos, la impresionante Sant Climent, junto a la que comemos el bocata y, en el centro del pueblo, Santa María, cerca de la cual tomamos el café. Sucesivamente nos desplazamos luego a Santa Eulàlia d’Erill la Vall, Sant Feliu de Barruera y la Nativitat de Durro. Hemos tenido un día completo.

Lunes, 14 de septiembre. De nuevo abandonamos la Val d’Aran para dirigirnos a Pallars Sobirà, para lo que tenemos que superar el puerto de la Bonaigua (2072 m) y, tras un pronunciado descenso, dirigirnos a Espot, distante unos 50 km de Vielha. Nuevamente cogemos un taxi (10,50 € y 9,10 los mayores de 65 años) que nos acerque 9 km al Estany de Sant Maurici (1912 m), un lugar lleno de encanto situado en el corazón del parque nacional. Bajo la atenta mirada de los Encantats vamos bordeando cómodamente el lago antes de iniciar la subida a la imponente cascada de Ratera (30’). Luego nos queda otro tanto, por una pronunciada subida con escalones tallados en la roca, para llegar a nuestro destino de hoy, el Estany Ratera, un coqueto lago rodeado de montañas, situado a 2136 metros de altitud. En el descenso al punto de partida tardamos solo 37 minutos. Hoy nos hemos encontrado con poquísima gente.

Martes, 15 de septiembre. El de hoy es un día de propina, pues ya hemos realizado las rutas planificadas y la previsión no es buena a partir del mediodía, con amenaza de tormentas. Hemos buscado una ruta sencilla y nada frecuentada, de una hora de duración, que parte del aparcamiento de Orri, en el Pla de Beret (1852 m). Un cómodo pero a veces empinado sendero conduce al Estany Baix Baciver (2125 m). Cuando según Google Maps estábamos a punto de alcanzarlo, un desprendimiento de enormes rocas hacen que nos demos la vuelta, pues no queremos jugarnos una pierna. Previamente, desde el mirador de Beret hemos tenido una impresionante vista del macizo Aneto-Maladeta. De nuevo en el coche nos entretenemos con los caballos al llegar a la estación de esquí de Baqueira Beret, descendiendo 6,2 km por un pista transitable para vehículos, hasta el Santuario de Montgarri, situado a orillas del río Noguera Pallaressa, junto al que se encuentra el Refugio Amics de Montgarri, donde me obsequio con un bocadillo de longaniza de los de no olvidar y un vino rosado fresquito. Al final la tormenta se ha retrasado.

Miércoles, 16 de septiembre. Como durante el fin de semana y por las tardes estaba muy concurrido, pues la vida se concentra en torno a la carretera general, hemos dejado para el último día, después de desayunar, el recorrer el casco antiguo de Vielha e Mijaran, denominación oficial en aranés de Viella. Cuenta con interesantes edificios, el Museo de la Val d’Aran, varios bares y restaurantes, enormes aparcamientos y un edificio que resalta sobre los demás, la iglesia de Sant Miquéu, de estilo gótico aranés, que cuenta con un retablo del siglo XV y la imagen del Cristo de Mijaran.

Y de aquí a casa. Tenemos por delante 410 km para regresar a Leioa. La “escapada” ha concluido.

NUEVA ZELANDA: Los glaciares de la isla Sur

Continúo el relato del viaje por Australia y Nueva Zelanda, realizado del 23 de septiembre al 24 de octubre de 2018, que dejaba el pasado 12 de mayo en Rotorua, en la isla Norte de Nueva Zelanda. El día 21 de viaje tomábamos el vuelo de Air New Zealand Link, Rotorua-Christchurch, «saltando» en menos de dos horas a la isla Sur a bordo de un pequeño ATR 72. En esta isla pasamos 6 noches, siendo la primera en el Hotel Ibis Christchurch ***, situado en la céntrica Hereford Street. Desde el aire empezábamos a percibir lo que nos esperaba, pues pasamos de las suaves y verdes colinas de la isla Norte, a las cumbres nevadas de las montañas de la isla Sur. Esto promete.

De Christchurch ya escribí el 18 de marzo de 2019 (https://blogs.deia.eus/de-leioa-al-mundo/2019/03/18/christchurch-nz-homenaje-a-un-pueblo/), así que no me voy a extender, recordando eso si el terrible terremoto del 22 de febrero de 2011, que causó 181 muertos y destruyó buena parte de la ciudad, siendo todavía palpable en las ruinas de la Catedral, aunque en poco menos de un año construyeron una nueva, resistente a los terremotos, según un proyecto del arquitecto japonés Shigeru Ban. Christchurch es una ciudad con mucho ambiente (cenamos en una especie de pub), que se puede recorrer en un tranvía moderno pero de aspecto antiguo, que tiene 17 paradas y conecta la plaza de la Catedral, el Centro de Arte, los Jardines Botánicos y Victoria Square. El billete vale para todo el día y se puede subir y bajar las veces que se quiera. Nosotros la recorrimos a pie y ante todo me quedo con el Jardín Botánico, el mejor de los que vimos durante el viaje.

Día 22 de viaje. Tocó madrugar pues a las 07:45 h tuvimos que estar en la estación de tren, media hora antes de la salida de uno del los atractivos turísticos de esta isla, el Tren TranzAlpine, que enlaza Christchurch y Greymouth, en un viaje de costa a costa de casi 5 horas de duración y 220 km de recorrido, atravesando 19 túneles y 5 viaductos y pasando por el Arthur’s Pass (737 m), donde el tren se detiene un rato. Después de haber hecho el viaje no lo recomiendo, pues el precio es de más de 130 € por persona (más de 520 € los cuatro), cuando el coche para tres días nos costó bastante menos de la mitad. Además la carretera discurre casi paralela a la vía y puedes parar cuando y donde quieras, disfrutando de la vista de hermosos paisajes y grupos de ganado.

Greymouth Railway Station, fin del trayecto del tren. Aprovechamos para comer y en la misma estación nos acercamos al mostrador de Thrifty para coger el Toyota Highlander, un enorme vehículo de 7 plazas que hemos alquilado para tres días, por el que pagamos 230 €. Es el quinto coche que alquilamos en este viaje y por primera vez tenemos que firmar que estamos capacitados para conducir por la izquierda y llevar un vehículo tan grande. Un vecino nos dice que estamos teniendo mucha suerte con el tiempo, pues aquí llueve casi todos los días. Por delante tenemos 173 km hasta Franz Josef, una población rodeada de montañas nevadas que parece sacada del Oeste norteamericano. Nos alojamos en el Rainforest Retreat ****, 112 € la habitación doble estándar, pero los responsables del hotel, chilenos, se «enrollan» con nosotros y nos dan sendas suites al mismo precio. Qué pena nos da que aquí sólo pasamos una noche.

15 de octubre, día 23 de viaje. Hoy tenemos una jornada muy intensa, con casi 300 km de viaje hasta Wanaka y muchas cosas que hacer. Comenzamos en el Franz Josef Glacier, Ka Roimata o Hinehukatere en maorí, un glaciar de 12 km de largo ubicado en Parque Nacional Westland, en la costa oeste de la Isla Sur de Nueva Zelanda El área que rodea el glaciar es parte de Te Wahipounamu, catalogado como Patrimonio de la Humanidad. Después de haber retrocedido varios kilómetros entre los años 1940 y 1980, el glaciar entró en una fase de avance en 1984, avanzando en ocasiones a un ritmo espectacular. Lo siguió haciendo hasta 2008, pero desde entonces ha entrado en una fase de rápido retroceso. Un cómodo camino nos permite acercarnos al glaciar, en tan solo media hora de marcha por el Franz Josef Glacier Walk, disfrutando de la vista de varias cascadas.

Y de un glaciar a otro, pues ahora le toca el turno al Fox Glacier, como el anterior ubicado en los arbolados Alpes del Sur, que desciende a los largo de 13 km desde los 2600 metros de altitud, hasta los 300, lo que nos permite acercarnos a él caminando tan solo 2 km por un camino paralelo a la morrena, teniendo que cruzar algunos pequeños cursos de agua, a la vez que disfrutamos contemplando hermosas cascadas. Por el camino vamos viendo paneles de hasta dónde llegaba el glaciar en años pasados, antes de su retroceso. Junto al aparcamiento vemos una pequeña laguna con hermosos reflejos. Seguimos de suerte, pues el tiempo sigue espectacular.

Todavía no han concluido los paseos. Muy cerca del Fox Glacier tenemos el Lake Matheson, que se formó hace unos 14.000 años cuando el cercano glaciar se retiró. Se ha echado la hora de comer, así que aprovechamos para picar algo en el Matheson Cafe, situado en el aparcamiento del que parte el sendero que da la vuelta al lago, así que tras la comida caminaremos durante hora y media, comenzando cruzando el río Clearwater por un puente colgante. El sendero discurre por el interior de un antiguo bosque nativo, una preciosidad, pero no podemos tomar la típica imagen del monte Cook reflejado en el agua, pues las montañas las ocultan las nubes.

La tarde avanza y todavía nos quedan 266 km, casi todos los de la jornada, para llegar a nuestro hotel en Wanaka, que realizamos por la carretera Estatal 6, inaugurada a finales de 1965. Cuando llevamos recorridos un centenar de kilómetros, nos detenemos en un punto costero que llama nuestra atención, pues tiene una placa que recuerda la construcción de la carretera. Es Knigths Point, que lleva el nombre del perro Knight de Norman McGeorge. La carretera deja la costa y se dirige hacia el interior, contemplando desde el coche montañas nevadas y alguna cascada. No nos detenemos hasta llegar a The Neck, un lugar lleno de encanto en el que casi se juntan los lagos Hawea y Wanaka. Dicen que es una de las carreteras más hermosas de Nueva Zelanda. Al fin llegamos a Wanaka con el tiempo justo para cenar. Menos mal que aquí pasaremos dos noches. El viaje continúa.

Del mundo a Leioa, mi pueblo

En esta entrada, la nº 114, por una vez he alterado el nombre de este blog, dándole la vuelta. He estado ya en 109 países diferentes, en bastantes de ellos varias veces, destacando entre los lejanos la India, con 6, pero este año toca quedarse cerca, así que los proyectos que tenía se han ido al garete. He estado en lugares maravillosos donde casi siempre he sido muy bien tratado y lo he pasado fenomenal, pero todavía no he encontrado ningún lugar del mundo mejor para vivir que Euskal Herria y, más en concreto, que mi pueblo adoptivo (llevo casi 27 años), Leioa. Aquí tengo de todo a un paso, mar, montaña, comercios, lugares de ocio y se come mejor que en ninguna parte. Además, la temperatura suele ser muy agradable. Cuando tras el confinamiento pudimos salir a la calle, empecé a valorar más mi pueblo, pues aunque vivimos unas 32.000 personas en 8,36 km², a 1 km de casa puedo estar en un medio rural que me hace olvidar la gran urbe. Es por ello que he decidido hacer un alto en mis relatos viajeros para daros a conocer lo que más me gusta de Leioa, sin ánimo de ser una guía turística ni de sentar ningún dogma. Insisto, es lo que más me gusta.

Si algo me gusta de Leioa es la cantidad de parques, bidegorris, zonas peatonales y aceras anchas que hay por todo el pueblo y la tranquilidad que se respira en cuanto te alejas unos pasos del centro. Es algo que valoré mucho más tras el confinamiento, pues mi casa no tiene balcón. El pueblo está adornado con muchas flores, incluso en las rotondas, y puedes ver árboles frutales. También disponemos de dos zonas sombreadas con mesas, junto a las ermitas de San Bartolomé y Ondiz, variedad de comercios, hipermercados y hasta un centro comercial. Estamos conectados a través de Metro y Bizkaibus, incluso con una línea en la que puedes regresar desde la plaza de Moyúa de Bilbao en menos de 10 minutos. El autobús urbano también ha mejorado mucho.

Amante de la naturaleza, disfruto sobremanera con esa gran mancha verde que forman sucesivamente los parques de Pinosolo, accediendo por el skate-park, Magnolios y Artatza, que cuentan con una gran variedad de plantas y árboles de gran porte. Un lujo para un pueblo de nuestro tamaño. Hasta el confinamiento, mi recorrido matutino de unos 5 km lo realizaba por el entorno de Ereaga-Puerto Viejo (Getxo). Desde entonces solo he ido tres veces, pues ahora, por seguridad y tranquilidad, el recorrido lo efectúo por Leioa, donde puedo disfrutar de amplias zonas sombreadas y del piar de los pájaros. Y todos los días veo el mar y la ría.

Hay otros parques en el municipio, pero quiero destacar, por su tranquilidad, uno de ellos, el de Zarragabarrena, limítrofe con Getxo, al que casi se une el de Joaquín Achúcarro. Mucho más céntrico y pequeño, es el de Aldapa, un oasis en una zona muy poblada. Concluyo con otro hermoso parque, el de Mendibile, donde se encuentra Mendibile Jauregia, monumental caserío de finales del siglo XVII, que alberga el Consejo Regulador de la Denominación de Origen de Bizkaiko Txakolina. Cuenta también con mi restaurante favorito, Txoko Mendibile, con una excelente relación calidad-precio. No es necesario salir de Leioa para comer muy bien.

En Leioa no tenemos un casco antiguo como en otras poblaciones, pero contamos con un edificio singular, el Palacio Artaza, diseñado en 1914 por Manuel María Smith para el industrial Víctor Chavarri. Fue una gozada verlo por dentro a finales del pasado año en las visitas teatralizadas. Otros edificios de interés son la iglesia de San Juan Bautista, el Ayuntamiento, construido en 1891 y la Torre de Ondiz, casona rural del siglo XVI. Contamos con tres ermitas, Andra Mari de Ondiz (siglo XVI), San Bartolomé, de la misma época, y Santimaami, que realmente se encuentra en el municipio de Erandio.

Os presento una muestra de las esculturas que podemos encontrar en diferentes rincones del municipio. Iremos descubriendo obras de afamados artistas como Jorge Oteiza, Néstor Basterretxea (“Leioako indarra”), Rob Krier, Vicente Larrea y Remigio Mendiburu. Particularmente hay tres que me gustan más, “El soplador de vidrio”, de Lourdes Umerez, “Esférica”, de Jesús Lizaso, que representa a un un harrijasotzaile y “Hostoa”, de Juanjo Novella, que simula una hoja de parra en acero al carbono y que luce sobre todo los días soleados en Mendibile.

Comentaba al principio que tenemos la ventaja de que, en cuanto te alejas un poco del centro, te encuentras en un medio rural, en el que puedes ver caseríos, vacas, ovejas y caballos, principalmente en los barrios de Peruri y Santsoena. También son fácilmente visibles los viñedos de txakoli. En este medio rural, en el límite con Erandio, tenemos la Universidad del País Vasco (UPV/EHU), rodeada de otro pulmón verde, en el que se encuentran el Arboretum y el Bosque de la Vida. El municipio cuenta también con gran cantidad de centros de enseñanza: institutos, escuelas, ikastolas y colegios privados.

Aunque no puedo presumir del polideportivo, que se ha quedado bastante obsoleto, si que lo hago del equipo femenino de waterpolo, que nos representará en la división de honor, mientras que el equipo de fútbol está en 2ªB. Como lo mío es el caminar, quiero destacar dos actividades, la primera algo más dura, la Marcha de las tres ermitas, con un recorrido de 15 km. Más veterana (XV ediciones) y sencilla es la Marcha a paso de peatón, que tiene como objetivo conocer el municipio y denunciar las deficiencias que se observen.

Contamos con una moderna Kultur Etxea, con biblioteca y variadas actividades: cine, teatro, talleres y sala de exposiciones, en la que particularmente me gustó la dedicada a los Samurais. En mayo se celebra la actividad cultural más importante del municipio, la Umore Azoka o Feria de artistas callejeros, que para este año había recibido 540 propuestas diferentes. Tenía que haber sido la XXI edición. Lástima que, como todo lo que voy a comentar a continuación ha tenido que ser suspendido debido a la pandemia. No todo va a ser cultura, pues junio es el mes de las fiestas patronales de San Juan, a las que hay que añadir las de cada barrio.

También nos hemos perdido la actividad que más me gusta, la Lamiako Maskarada, que se celebra a finales de mayo desde 1978. En la Maskarada se integran los personajes más representativos de la mitología vasca, destacando, como no, las lamias. Se celebra siempre en viernes por ser el día en que las sorginak se reunían en los Akelarres. Es una gozada disfrutar contemplando la variedad de personajes que toman parte en ella, rodeados de un nutrido grupo de espectadores que participan en las cadenetas.

Otra de las actividades que no me pierdo es la feria Agrícola y Ganadera, que el pasado mes de diciembre alcanzó la XXXII edición, en la que puedes encontrar de todo, siendo en mi opinión lo más colorista los puestos de frutas y hortalizas. Muy concurrida es siempre la exposición de ganado bovino, que concluye con el pesaje. Por supuesto hay puestos de todo tipo, deporte rural y animación a base de txistularis y los gigantes de Lamiako. No puede faltar el talo con chorizo y el txakolí.

Tras haber vivido hasta entonces en Santutxu, cuando en 1993 me instalé en Leioa se me cayó el alma al suelo. Mi calle la estaban haciendo y los fines de semana me parecía un pueblo fantasma, pero con los años me he ido enamorando de mi pueblo. ¡Leioa me gusta!

SEGOVIA: La ciudad del Acueducto

Llevo tiempo que evito viajar en agosto, pues suele haber mucha gente, los precios son mucho más caros y hace calor. Sin embargo desde hace unos años hago una excepción, realizar una escapada para visitar la exposición de «Las Edades del Hombre», coincidiendo con el final de la Aste Nagusia bilbaina, huyendo de esta forma de las multitudes. Es lo que hicimos del 24 al 27 de agosto de 2017, cuando se celebró en Cuéllar. Establecimos nuestro campamento base en Segovia, una ciudad que me encanta y en la que he estado varias veces, que desde 1985 forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y dista 363 km de Leioa. El lugar elegido para pernoctar, con gran acierto, fue el Hotel Eurostars Plaza Acueducto **** (Av Padre Claret, 2, 4, 40001 Segovia. Tel: 921 41 34 03), situado a un paso del Acueducto, que se puede contemplar majestuoso desde la terraza del hotel. Siguiendo el consejo de la recepcionista, dos noches cenamos en la Trattoria Pizzería da Mario (Teodosio el Grande, 6. Tel 921 42 25 81), situada a los pies del Acueducto.

Para esta ocasión dimos prioridad a recorrer lugares que no conocíamos, así que al día siguiente a nuestra llegada (en el viaje de ida nos detuvimos en Pedraza), con la fresca matutina nos dedicamos a recorrer la Senda de los Molinos hasta Arco de la Fuencisla (unos 5 km ida y vuelta), zona muy sombreada que bordea el río Eresma, en el que vimos varios grupos de patos y una garza real. Desde la ruta se tiene unas magníficas vistas del Alcázar y de la Catedral. Antes de acercarnos al río pasamos junto al Monasterio de Santa Cruz la Real (siglos XV-XVI).

A punto de concluir la ida de nuestra ruta a pie, nos detuvimos en el convento de San Juan de la Cruz, perteneciente a la Orden de los Carmelitas Descalzos y convertido en centro de espiritualidad. Al final de nuestro recorrido se encuentra el Santuario de Ntra Sra de la Fuencisla, patrona de Segovia, construido entre los años 1598 y 1613 por Francisco de Mora. El altar mayor cuenta con un retablo de Pedro de la Torre, destacando también una notable reja barroca que cierra el presbiterio. A un paso vemos el Arco de la Fuencisla, monumento barroco del siglo XVIII. Iniciamos el regreso y nos detenemos ante la iglesia de San Marcos, románica del siglo XII.

Desde la Pradera de San Marcos disfrutamos de una espectacular vista del Alcázar, antes de iniciar el ascenso a nuestro siguiente destino, la iglesia de la Vera Cruz, fundada por los Caballeros de la Orden del Santo Sepulcro en 1208, aunque la tradición popular la atribuye a los Templarios. En diferentes ocasiones le había echado el ojo desde el Alcázar, en la lejanía, pero nunca me había acercado a ella, cosa que merece realmente la pena por sus imágenes, las pinturas del siglo XIII, el retablo de la Resurrección (1516) y el pequeño templete de dos plantas situado en el centro de la iglesia.

Regresamos caminando por la Senda de los Molinos y nos acercamos a nuestro punto de partida, la principal atracción de la ciudad, el Acueducto romano, que se construyó a comienzos del siglo II para llevar hasta Segovia las aguas del manantial de la Fuenfría, distante 17 km. Desde su llegada a la ciudad cuenta con 79 arcos sencillos y 44 arcadas dobles, las que se pueden contemplar cuando se cruza la plaza del Azoguejo, desde donde siempre lo había visto. En esta ocasión he disfrutado contemplando esta joya romana a diferentes horas y desde diferentes lugares, caminando hasta donde desaparecen los arcos.

Siguiendo la línea del Acueducto, por la tarde pudimos descubrir una zona de Segovia que no conocía, visitando en primer lugar la iglesia de los santos Justo y Pastor, románica del siglo XII, en la que destacan sus pinturas presididas por el Pantócrator. Pasamos luego ante la iglesia de El Salvador para llegar enseguida a uno de los edificios religiosos más relevantes de Segovia, el monasterio de San Antonio el Real, convertido en museo que bien merece una detenida visita. La portada de la iglesia es de estilo gótico isabelino, destacando en ella los escudos del rey Enrique IV, quien lo mandó construir. En la capilla mayor predomina el estilo mudéjar. También me gustaron los trípticos flamencos de la escuela de Utrecht, los artesonados que cubren la sala capitular y el receptorio.

Al día siguiente nos desplazamos a Cuéllar, regresando al mediodía para recorrer el casco antiguo de Segovia, siguiendo la ruta que siempre hago en esta ciudad, desde la plaza del Azoguejo hasta el Alcázar. En esta primera parte caminamos cuesta arriba por las calles Cervantes y Juan Bravo, llenas de tiendas de recuerdos y pequeños bares, deteniéndonos en primer lugar ante la Casa de los Picos (siglo XV), famosa por la decoración de su fachada con 617 picos de granito. Pasamos ante el palacio de Cascales, de la misma época, para enseguida llegar a uno de los rincones que más me gustan de la ciudad castellana, donde se encuentran el Torreón de Lozoya (siglos XV-XVI), la estatua de Juan Bravo y la iglesia de San Martín (1117), en la que destacan la galería porticada y la torre del campanario, de estilo románico-mudéjar.

Seguimos nuestra ruta hasta la Plaza Mayor, presidida por el edificio del Ayuntamiento. A ella también se asoma el Teatro Juan Bravo y, un poco esquinada, la Santa Iglesia Catedral de Nuestra Señora de la Asunción y de San Frutos, construida entre los siglos XVI y XVIII en estilo gótico con algunos rasgos renacentistas y conocida como la Dama de las Catedrales, por sus dimensiones y su elegancia. En esta ocasión no accedemos a su interior, desviándonos un poco de la ruta para contemplar tres edificios que no conocía, la Torre de Arias Dávila (siglo XV), la iglesia de la Santísima Trinidad (siglo XIII) y la de San Esteban, templo románico de el siglo XII, que destaca por su torre de 56 metros, la más alta de este estilo en la península ibérica.

Nuestro recorrido de ida concluye en el Alcázar, uno de los castillos-palacio de finales de la Edad Media más curioso por su forma de proa de barco. Iniciamos el regreso por una zona que tampoco conocía, pasando junto al original monumento a Agapito Marazuela, maestro del folclore castellano, y por la Puerta de San Andrés, del siglo XII, que cuenta con dos torres, una cuadrada y otra poligonal. Concluimos nuestro monumental recorrido en la parte baja de la ciudad, acercándonos a dos iglesias que a la hora que llegamos estaban ya cerradas, San Clemente, que conserva el pórtico románico del los siglos XII-XIII, y San Millán, que destaca por su torre mudéjar del siglo XI. Ha hecho mucho calor y ha terminado la jornada con una tormenta que nos obliga a recluirnos. Concluye aquí la visita a esta monumental ciudad.

Empachado de tanta cultura he dejado para el final el comentar el lugar en el que degustamos la gastronomía segoviana. Aunque el Mesón de Cándido es el que tiene la fama, en el hotel nos recomendaron otro lugar que teníamos también a un paso, menos frecuentado y más barato. Se trata del Restaurante Maribel (Avda. Padre Claret, 16. Tel 921 441 141), en el que asan los lechazos y cochinillos a la vista, en un horno de leña usando sarmiento y encina. Optamos por el menú segoviano (en la actualidad 32 €, IVA incluido), consistente en sendos cuencos con judiones del Real Sitio y sopa castellana como la de la abuela, para luego seguir con el cochinillo asado con ensalada, concluyendo con un riquísimo postre casero a elegir de la carta. Todo ello acompañado con pan de hogaza, frasca de vino y agua mineral. Nos gustó tanto que volvimos otro día a cenar, pero unas exquisiteces más ligeras.

CERVERA DE PISUERGA: La montaña palentina

Ante el temor a que nos vuelvan a restringir la movilidad, del 16 al 21 de agosto realicé una escapada a Cervera de Pisuerga, punto de partida ideal para realizar rutas por la montaña palentina. Se encuentra a 218 km de Leioa y casi todo el viaje, hasta Aguilar de Campoo, se realiza por autovía. Es una zona que conozco bastante bien, pues he estado en diferentes ocasiones, disfrutando siempre de mucha tranquilidad. Además la previsión del tiempo era muy buena, con tiempo soleado y temperaturas mínimas de 9 a 13 grados y máximas de 21 a 26. Vamos, ideal para caminar. Si embargo no di una, pues el tiempo cambió y tres días llovió, en ocasiones con fuerza. Y de tranquilidad nada, pues este año se ha puesto de moda el senderismo y las rutas en bici, por lo que había bastante gente en casi todos los lugares. Pero al mal tiempo buena cara y pensando siempre en positivo, así que pudimos hacer casi todo lo que habíamos pensado y pasado muchas horas sin la molesta pero necesaria mascarilla, por el Parque Natural de Fuentes Carrionas y Fuente Cobre.

Por el tema de seguridad, de nuevo hemos optado por un Parador para pasar las cinco noches de esta escapada, en este caso el de Cervera de Pisuerga ***, uno de los más baratos de la red, pero que hemos tenido que pagar a precio de oro, 207 € la noche, alojamiento y desayuno. Es la tercera vez que nos alojamos aquí, pero nunca lo había visto tan lleno. Eso si, desde la habitación teníamos unas magníficas vistas del pantano de Ruesga, a nuestros pies y, como telón de fondo, la montaña palentina, desde Espigüete hasta Curavacas, montañas que frecuenté en mis años mozos. El restaurante es excelente, quedándome sobre todo con el pulpo y la media tabla de quesos. La perfección no existe, así que hay que añadir unos peros. Las habitaciones necesitan reforma, el aparcamiento se queda pequeño por la alta ocupación y la gente que acude de los alrededores y, para acceder al bar hay que hacer cola, por el tema de higiene y la falta de personal. Eso lo solucionamos con rapidez, comprando un par de botellas de vino en “Sierra del Oso”, en Cervera, tomado el pote previo a la cena en nuestra terraza, sin tener que ponernos la mascarilla. No hay mal que por bien no venga.

16 de agosto. Una vez instalados en el Parador, nos desplazamos 16 km hasta San Cebrián de Mudá, donde se encuentra Bison Bonasus, reserva del bisonte europeo, con animales traídos del Parque Nacional de Białowieża, situado en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde estuvimos hace 5 años. A las 5 de la tarde teníamos cita para la visita a pie (7 €), que comienza con una charla y un vídeo en el centro de visitantes, con mucha gente sin mantener las distancias de seguridad. Luego hay que caminar 2 km por una pista, sufriendo el polvo que dejan los vehículos de la visita en todo terreno (10 €). Desde una pasarela abarrotada de gente, pudimos ver y casi tocar a los bisontes, a los que daban de comer en la mano, nada que ver con lo que anuncian en la web de que esto no es un zoo y que puede que no llegues a ver a los animales.

La Diputación de Palencia cuenta con una excelente red de senderos, muy bien señalizados, para conocer la montaña palentina. Como la previsión del tiempo no era buena, el 17 de agosto optamos por uno cercano y corto, la Senda del Gigante del Valle Estrecho, magnífico mirador sobre las montañas de la zona. Por un cómodo camino, primero se accede al mirador de Peña Albilla, situado junto a la Peña del Águila (1438), para luego descender y más tarde subir al segundo mirador, el de Caldacio, por el tramo más interesante, ya que es un sendero rocoso que discurre por un robledal. Vemos buitres y algún txantxangorri. De regreso al punto de partida ascendemos a la cercana cumbre de Peña Negra (1455). Por la tarde no paró de llover.

  • Punto de salida: Santibáñez de Resoba (aparcamiento km 15,5).
  • Longitud: 4,5 km.
  • Desnivel: 115 m.
  • Tiempo estimado: 1 h 30 min.

El 18 de agosto amaneció muy cubierto con nubes muy bajas, así que optamos por desplazarnos hasta Velilla del río Carrión (44 km), por si el tiempo mejoraba, pero fue peor, pues caía un constante sirimiri. Provistos de paraguas y caminando a veces entre la niebla, realizamos la Senda del pinar natural de Velilla, que discurre por el pinar silvestre que antes poblaba buena parte de esta zona. Esta cómoda pero más pendiente ruta, cuenta con dos miradores, Pinar y Compuerto, aunque desde este último no vimos nada por la intensa niebla.

  • Salida: Aparcamiento junto a la Ciudad de Brezo (Velilla del río Carrión).
  • Longitud: 3,5 km.
  • Desnivel: 150 m.
  • Tiempo estimado: 2 horas.

19 de agosto. Por fin sale un día espectacular, así que optamos por la ruta más larga y dura de la zona, la Senda de la Tejeda de Tosande. Lo malo es que está de moda y muy masificada (más de un centenar de coches pasaron por el aparcamiento). Pese a ello, dado que la gente se reparte mucho, no necesitamos utilizar la mascarilla. Lo malo fue un grupo muy alborotador (mayores y niños), del que huíamos como de la peste, teniendo que realizar constantes paradas para alejarnos. Cuando les llamamos la atención, nos dijeron que en el monte se puede hacer de todo. Desde aquí les recuerdo la norma del Parque que aparece al comienzo del sendero: “Procura no hacer ruido para evitar molestias a las personas o a la fauna silvestre”. Pese a todo y a la buena cuesta que hay al final del trayecto de subida y al empinado descenso, es el sendero que más nos ha gustado, pues discurre por bosques de robles y hayas, praderas y, su principal atractivo, los 743 tejos inventariados, algunos muy viejos, casi milenarios. Lo peor, la cuesta sin sombra para regresar al coche.

  • Salida: Aparcamiento cerca de Dehesa de Montejo.
  • Longitud: 10,2 km.
  • Desnivel: 418 m.
  • Tiempo estimado: 3 h 30 min.

20 de agosto. Para hoy tenemos previstas dos rutas cortas, pero el día no promete. Comenzamos por la primera, la Senda del Roblón, que tiene como meta llegar, tras una empinada subida, al “Abuelo”, el roble de mayores dimensiones y más longevo de la montaña palentina, ya que el Roblón de Estalaya tiene 17 metros de alto, un perímetro en su base de 10,6 m y más de 500 años de edad. La ruta de descenso es más suave y larga pues se regresa al punto de partida bordeando el embalse de La Requejada.

  • Salida: Aparcamiento a la entrada de Estalaya.
  • Longitud: 4,6 km.
  • Desnivel: 125 m.
  • Tiempo estimado: 1 hora 30 minutos.

Nada más terminar la Senda del Roblón comienza a llover, cosa que hará durante el resto de la jornada, así que renunciamos a realizar la siguiente y cercana ruta, la Senda del bosque fósil. Como me parece muy interesante y como la anterior, la he realizado en dos ocasiones precedentes, os comento que el objetivo es contemplar la pared rocosa en la que se conservan las marcas de los bosques que poblaron la zona hace 300 millones de años. El sendero, casi circular, continúa hasta el mirador de la Pernía, donde iniciamos el descenso al punto de partida.

  • Salida: Aparcamiento de Verdeña.
  • Distancia: 3,2 km
  • Desnivel: 120 m.
  • Tiempo estimado: 1 h 10 min.

No todo va a ser caminar. El día que fuimos a Velilla del río Carrión, a nuestro regreso aprovechamos para recorrer la carretera P-210, durante 54 km, por la llamada “Ruta de los pantanos”, que enlaza la citada población con Cervera de Pisuerga, pasando por Otero de Guardo, Camporredondo de Alba, Cardaño de Abajo, Alba de los Cardaños, donde se encuentra el mirador con la mejor vista, Triollo, La Lastra, Santibáñez de Resoba, Ventanilla y Ruesga. En la ruta contemplamos de cerca el Espigüete y bordeamos los pantanos de Compuerto, Camporredondo y Ruesga. Aunque situado fuera de la ruta, incluyo las imágenes del embalse de La Requejada, tomadas en tres fechas diferentes.

Para completar el menú, un poco de románico. En esta ocasión nos hemos acercado a tres iglesias, aunque en las dos primeras ya habíamos estado dos veces. Desde la Senda del Roblón nos desplazamos hasta la colegiata de San Salvador de Cantamuda, que data de 1185. Desde la Tejeda de Tosande fuimos a Pisón de Castrejón, donde se encuentra la iglesia de Ntra Sra de la Asunción (siglo XIII). Junto a ella hay un área de picnic en la que comimos el bocata. Finalmente, aprovechamos la tarde del único día de buen tiempo para desplazarnos 27 km hasta Moarves de Ojeda, para visitar la iglesia de San Juan Bautista, de finales del siglo XII, en la que destaca el Pantócrator. Lástima que no coincidimos con el horario de apertura para acceder a su interior.

21 de agosto. Aunque estuvimos todos los días comiendo o tomando algo en Cervera de Pisuerga, aprovechamos la mañana del día de regreso a casa para recorrer la calle Mayor, desde la plaza del mismo nombre hasta el Ayuntamiento. Cuenta la calle con soportales, algunas casas blasonadas y un notable edificio, la Casa de los Leones. Sobre la localidad se alza Santa María del Castillo, templo gótico del siglo XVI. Dos días antes nos acercamos a un lugar que me gustó en un viaje anterior, el eremitorio rupestre de San Vicente, pero me dio pena volverlo a ver debido al estado de suciedad que presentaba.

Como comenzó, en Cervera de Pisuerga concluyó esta escapada por la montaña palentina.

El mercado de Urgut y el centro histórico de Shakhrisyabz (Uzbekistán)

Desde Samarcanda (Samarqand) realizamos una interesante excursión de 209 km de recorrido por unas penosas carreteras, sobre todo en los alrededores de la ciudad. Son muy anchas, pero nuestro conductor tiene que ir haciendo slalom para evitar los continuos baches. A través del hotel, hemos vuelto a contratar un vehículo con conductor, mucho más cómodo para realizar este viaje. Nuestro destino son dos excepcionales lugares, el mercado de Urgut, distante 39 km de Samarcanda, y el centro histórico de Shakhrisyabz, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, al que llegamos tras otros 85 km de viaje, los mismos que tendremos luego para regresar al hotel.

Cuando planificamos el viaje por Uzbekistán y Kazajistán, hicimos coincidir nuestra estancia en Samarcanda de viernes a domingo, para así poder acudir al mercado de Urgut que, aunque se celebra a diario, los sábados y domingos adquiere un tamaño impresionante, debido a la cantidad de compradores y vendedores que a él acuden, convirtiendo este bazar en un enorme centro comercial, en el que primero visitamos la zona de alimentación.

Tras recorrer la zona de carnicerías, venta de huevos y diferentes productos hortícolas, nos dirigimos a los más vistosos, los puestos de venta del tradicional y riquísimo pan de Samarcanda, además de aquellos que elaboran comida, incluido el tradicional plov, para ser consumida allí mismo. Estamos en el mercado oriental más grande de Samarcanda y probablemente el mayor de cuantos he visitado en el mundo.

Situado a los pies de las montañas de Zeravshan, a unos 1000 metros de altitud, el gran bazar de Urgut parece un centro comercial, pues en él puedes encontrar de todo: alimentación, ropa, electrodomésticos, juguetes, tapices, calzado, telas y un largo etcétera, todo perfectamente ordenado por secciones. Según avanza la mañana el número de compradores va en aumento, pero la temperatura también, así que ha llegado la hora de abandonarlo.

Nuestro siguiente destino es Shakhrisyabz, distante 85 kilómetros de Samarcanda, a donde regresaremos a dormir, así que continuamos viaje en dirección a la frontera con Afganistán. Poco a poco vamos ganando altitud, hasta pasar por un puerto situado a 1788 metros, donde un cartel nos indica que abandonamos Samarcanda. Mucha gente se detiene para sacarse fotos junto a él, motivo por el que existe un pequeño mercado, sobre todo de especias, que venden las mujeres de la zona.

En el descenso del puerto, nuestro conductor nos propone parar a comer en un lugar de lo más pintoresco y tradicional. Hoy toca cordero, preparado de dos formas, guisado y al horno, acompañado de ensalada. Qué bien entra la cerveza fría con el calor que hace, pese a estar en un lugar alto y sombreado. Parece que comemos sentados en una cama, con una mesa en el centro. Todos los comensales, salvo nosotros, son población local.

A primera hora de la tarde, con un calor terrible, llegamos a nuestro destino, Shakhrisyabz, pequeña ciudad que alberga un conjunto de palacios, mezquitas, madrazas y tumbas, por los que la UNESCO la ha incluido en la selecta lista del Patrimonio de la Humanidad. Todo lo que hay que ver se alinea en torno a una gran avenida peatonal, completamente nueva, pues los árboles son tan jóvenes que no nos protegen del sol. Junto al lugar en que dejamos aparcado el coche se encuentra uno de los emblemas de la ciudad, los restos del palacio Ak Saray, construido por Tamerlán en el siglo XIV. En el parque de al lado se alza majestuosa la estatua de Amir Temur.

Se puede contratar los servicios de un minibús eléctrico que hace el tour por los principales lugares de interés, pero optamos por caminar por la avenida peatonal, bajo un sol de justicia, deteniéndonos ante los baños antiguos y las madrazas Chubin, restaurada en 1997 para albergar el Museo Amir Temur y O Gollig, convertida en bar. Una pérgola en el parque marca el final de esta primera parte de nuestra ruta. Parece que estamos en una ciudad completamente nueva.

La siguiente cita la tenemos en el Complejo Dorut Tiloval, el lugar que más me ha gustado, en el que el principal monumento es la Mezquita Kok Gumbaz, construida por Ulugbeg en 1437. Da gusto estar a la sombra en uno de sus patios interiores. No hay casi visitantes en Shakhrisyabz, así que muchos bares están cerrados, por lo que nos ha costado encontrar uno abierto para comprar agua. El calor es tan intenso que igual debíamos haber cogido el pequeño autobús eléctrico que recorre todos los sitios de interés.

Concluimos la visita de Shakhrisyabz en un lugar que tiene varias cosas que ver. Se trata del Complejo Dorut Siadat, que significa “Lugar de fuerza y poder”. Nos detenemos sobre todo en la curiosa Mezquita Hazrat-i Imam y en la sencilla cripta de Temur (Tamerlán). Quedan algunos lugares por visitar pero ya no podemos más, así que regresamos al coche caminando por los soportales que se asoman a la avenida peatonal, que nos proporcionan sombra, haciendo un alto en el camino para comprar unos botellines de agua fría.

Pese a los baches, el viaje de regreso a Samarcanda nos resultó un placer, al refugio del aire acondicionado del coche. En Shakhrisyabz hemos sudado muchísimo. No hemos hecho más que empezar el viaje, pero las altas temperaturas fueron lo habitual en nuestro recorrido por Uzbekistán, pese a realizarlo en junio.

Escapada a la Hoya de Huesca (Plana de Uesca)

Hace seis años, a comienzos de agosto nos desplazamos hasta la Hoya de Huesca, comarca perteneciente a esta provincia, que incluye 40 municipios, entre ellos dos de la provincia de Zaragoza. Es una zona de transición entre las sierras prepirenaicas y el valle del Ebro, con una extensión de 2.525 km2 y una población de 70.000 habitantes, buena parte de ellos ubicados en Huesca capital. Para alojarnos elegimos un lugar lleno de encanto, el Hotel Spa Aguas de los Mallos****, que sería una buena opción para la situación que estamos padeciendo, situado a 294 km de Leioa, en la carretera Jaca-Santa María de la Peña, cerca de Murillo de Gállego (Tel 974 383 132). Pero la perfección no existe, pues tuvimos unos días de muchísimo calor y alguna tarde, tormentas de las de asustar, lo que condicionó el programa que pensábamos realizar. Un valor añadido de este hotel es la vista panorámica que tenemos sobre los Mallos de Riglos y el cercano pueblo zaragozano de Murillo de Gállego, del que sobresale la iglesia de San Salvador.

5 de agosto. De camino al hotel, nos desviamos un poco de la ruta para dirigirnos a la pequeña localidad de Santa Cruz de la Serós, donde aprovechamos para comer y contemplar la monumental iglesia de Santa María, construida a mediados del siglo XI, y la más pequeña iglesia de San Caprasio, edificada entre los años 1020-1030. Tras la comida fuimos al cercano San Juan de la Peña, deteniéndonos primero en el Monasterio Nuevo, del siglo XVII, para luego visitar uno de los emblemas de la provincia de Huesca, el Monasterio Viejo de San Juan de la Peña, joya de la época medieval y más en concreto del estilo románico de los siglo XI y XII, como son los capiteles de lo que queda del claustro construido bajo una gran roca. Es un lugar único.

No estaba en nuestro programa, pero yendo de Santa Cruz de la Serós al hotel pasamos por un lugar que nos encantó, por lo que nos detuvimos a tomar unas fotos. Se trata del embalse de La Peña, que recoge las aguas del río Gállego, ubicado en el término municipal de Las Peñas de Riglos. Fue construido entre los años 1904 y 1913, generando una gran polémica hace unos años el proyecto de recrecimiento, actualmente paralizado. Llama la atención el puente que cruza el embalse para permitir el tráfico rodado, construido por Severino Bello, así como la cascada que se forma al caer el agua por el aliviadero, para ser devuelta al río.

6 de agosto. Debido al excesivo calor, hemos decidido dejar las rutas que pensábamos realizar y centrarnos en lugares culturales, comenzando la jornada visitando el pueblo de Bolea, donde se encuentra la monumental Colegiata de Santa María la Mayor, iglesia gótica construida entre 1541 y 1559, según un proyecto de Pedro de Irazábal. En su interior destaca el retablo mayor, obra maestra de comienzos del Renacimiento. Fue realizado entre los años 1499 y 1503 y consta de veinte tablas pintadas al temple y cincuenta y siete tallas de madera policromada. Las tallas y la estructura del retablo son obra del maestro flamenco Gil de Brabante, y la pintura se debe a un pintor anónimo.

A media mañana nos desplazamos hasta el pueblo de Loarre, sobre el que se levanta majestuoso el castillo que toma el nombre de la población, que se asienta sobre un promontorio de roca caliza. Está rodeado por una muralla con torreones, lo que le proporciona un aspecto mucho más vistoso. El castillo está en bastante buen estado de conservación, por lo que está considerado como la fortaleza románica mejor conservada de Europa. Fue ampliado hacia 1071, durante el reinado de Sancho Ramírez, dándole el aspecto que mantiene en la actualidad, mientras que el recinto amurallado se construyó en 1287. También es digna de reseñar la iglesia del castillo.

Aunque hemos estado en varias ocasiones en esta zona, tenía muchas ganas de volver a ver de cerca esas curiosas formaciones geológicas que son los Mallos de Riglos, así que a primera hora de la tarde nos dirigimos en primer lugar a Agüero, que goza de un perfecto emplazamiento bajo los Mallos, aprovechando para visitar el que dicen que es el único museo del mundo dedicado al órgano y sus dos preciosas iglesias, en honor a San Salvador y a Santiago. De allí nos dirigimos a Riglos, para obtener la típica instantánea de los Mallos desde el monolito que Montañeros de Aragón levantó a la memoria de Rabadá y Navarro.

7 de agosto.- Al poco de salir del hotel nos detenemos en Ayerbe, deteniéndonos para contemplar la Torre del Reloj (1798) y la típica arquitectura aragonesa dispersa por el casco antiguo, que cuanta además con notables palacios, como los de los Marqueses de Urriés o el de los Luna. De allí nos dirigimos a las afueras de Huesca y más en concreto al parque tecnológico Walqa, situado en Cuarte, donde se encuentra el Planetario de Aragón, cuando los visitamos conocido como Espacio 0.42, que fue inaugurado en 2012.

Dejamos para el mediodía y la tarde recorrer la ciudad de Huesca, caminando bajo un sol de justicia en busca de zonas sombreadas, como el parque de Miguel Server, el pulmón verde de la ciudad, en el que se encuentra uno de sus emblemas, las famosas Pajaritas de Ramón Acín. Recorriendo el Coso, fuimos descubriendo monumentales edificios como el Palacio de Villahermosa, gótico del siglo XIV, aunque donde mejor se estaba con el calor que hacía era en el interior de las iglesias, así que accedimos a la Catedral, a la Basílica de San Lorenzo, en cuya puerta se realiza cada 10 de agosto la danza de las espadas, cintas y palos y, luego, pasamos un buen rato en la iglesia de San Pedro el Viejo, monasterio románico del siglo XII, que cuenta con claustro y panteón real de los reyes de Aragón (Alfonso I el Batallador y Ramiro II el Monje). En la plaza Luis López Allué merece la pena entrar a curiosear los Ultramarinos La Confianza, la tienda más antigua de Aragón, abierta por una familia francesa en 1871.

8 de agosto.- Por la mañana temprano nos desplazamos al pequeño pueblo de Ibieca, en cuyas proximidades se encuentra una pequeña joya, la iglesia de San Miguel de Foces, único resto del monasterio fundado por la familia de la que toma el nombre. Mandado construir por Ximeno de Foces en 1249 para panteón familiar, pertenece al periodo de transición del románico al gótico. En los brazos laterales del templo está su auténtico tesoro, los cuatro sarcófagos decorados con pinturas al fresco de estilo gótico lineal (1302). La visita merece realmente la pena.

Para la última visita de esta escapada nos salimos de la Hoya de Huesca para desplazarnos a Alquézar, población situada en la margen derecha del río Vero. Teníamos idea de caminar por la Ruta de las Pasarelas, que permite contemplar el último tramo del cañón del río, pero con la hora que era y el calor que hacía optamos por posponerlo a mejor ocasión. Además, siempre hay que dejar algo para poder volver. Por ello, nos limitamos a visitar el pueblo, declarado Conjunto Histórico Artístico, con lugares como la Plaza Mayor y la única puerta de acceso que se conserva. Si algo destaca sobre todo es la Colegiata de Santa María la Mayor, con orígenes de fortaleza, construida en el siglo IX por Jalaf ibn Rasid para frenar a los reinos cristianos del norte. En un extremo de la localidad se encuentra la iglesia parroquial de San Miguel Arcángel.

Aquí concluyó realmente esta escapada, pues al día siguiente, 9 de agosto, regresamos a casa.

SAMARCANDA (Uzbekistán), en la Ruta de la Seda

Siempre tuve ganas de conocer Samarcanda (Samarqand), un lugar emblemático en la Ruta de la Seda, así que era la guinda del viaje que realizamos por Uzbekistán y Kazajistán, aunque luego me di cuenta de que otras poblaciones uzbekas, como Buxoro o Xiva, me gustaron más. Pese a ello, la plaza Registán justifica por sí misma el viaje. Dos horas separan tan solo Samarcanda de Toshkent, la capital, que realizamos en el confortable tren de alta velocidad Afrosyob Talgo, que conserva el castellano en las indicaciones de los extintores. Las medidas de seguridad para acceder a la estación, primero y al tren, después, son superiores a las que estamos acostumbrados en nuestros aeropuertos. Nos alojamos a un precio asequible en el Grand Samarkand Superior Hotel ****, en el que coincidimos con los ocupantes de una docena de vehículos antiguos que realizaban la Ruta de la Seda desde Bangkok hasta Londres.

En el hotel contratamos los servicios de un coche con conductor, a un precio increíblemente barato, así que repetimos los días siguientes. Aprovechamos la tarde para visitar dos extraordinarios lugares. La primera cita fue en el Mausoleo Amir Temur (siglo XV), magnífico ejemplo de arquitectura islámica, donde está enterrado el conquistador Tamerlán. El mausoleo tiene forma octogonal y está coronado con una gran cúpula, con el exterior recubierto de mosaicos en color azul verdoso. Muy cerca visitamos dos construcciones mucho más sencillas, los mausoleos Oq Saroy (1470) y Rukhabad (siglo XIV).

Luego nos dirigimos a uno de los lugares más espectaculares de Asia Central, la plaza de Registán, a la que se asoman las madrazas Ulugh Beg (siglo XV), Sherdar (siglo XVII) y Tilla-Kari (siglo XVII). La Madraza Ulugh Beg, situada en el oeste, se terminó en 1420, la Sherdar, situada en el este, se completó en 1636 y la Tilla-Kari, se concluyó en 1660, contando con una decoración dorada y un coqueto patio. Fue una gozada contemplar este extraordinario lugar sin casi gente, ya que el turismo escasea en Uzbekistán por temor al yihadismo, pese a que nos pareció muy seguro. Coincidimos con una pareja de novios que realizaban aquí el reportaje fotográfico de la boda.

Estamos en el segundo día en el país, con una noche en el avión, el cambio de horario y el madrugón para coger el tren esta mañana. Además, pese a estar en junio hace muchísimo calor, así que decidimos regresar al hotel a descansar un rato y tomar algo, pero quedamos con el taxista en que vuelva a buscarnos en cuanto anochezca para repetir las visitas, aunque solo por fuera, con iluminación nocturna. Nos han gustado tanto… Le hemos contratado para una hora, así que volvemos primero al Mausoleo Amir Temur, que contemplamos con la luna casi llena de fondo y luego a la plaza de Registán, más hermosa todavía por la noche. A cenar y a dormir. Mañana será otro día y no habrá que madrugar.

9 de junio. Iniciamos la segunda jornada en Samarcanda con mucho calor desde la mañana. Hoy hemos vuelto a coger el coche con conductor, pero para todo el día. La primera cita la tenemos en el principal mercado de la ciudad, el Bazar de Siyob, donde aprovechamos para cambiar dinero en el mercado negro con ayuda del conductor. De esta forma todo nos resulta baratísimo. Empezamos a darnos cuenta de lo amable que es la gente y cómo posan las vendedoras para las fotos. Nuestros ojos se van detrás de los tomates. Qué pinta más buena tienen!

Samarcanda forma parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO así que, pese al calor, tenemos que seguir visitando sus principales monumentos. Frente al Bazar de Siyob está uno de ellos, la Mezquita Bibi Xonim, con su puerta principal de más de 35 metros de altura. Es por ello uno de los más grandiosos edificios de la ciudad, pese a no contar ya con los cuatro minaretes que tenía hasta que se derrumbó por el terremoto en 1897, pero está muy bien restaurada. Frente de la mezquita vemos la cúpula azul del mausoleo de Bibi Khanum, que data de 1397.

Se ha echado la hora de comer y en este caso nos ponemos en manos del conductor, que nos lleva a un lugar popular bastante bueno, para degustar la comida tradicional uzbeka. La ensalada de tomate y pepino acompaña siempre a cualquier comida, en la que el plato fuerte fue el plov, a base de arroz, pimientos, garbanzos y carne de cordero. Por seguridad, nunca comemos ensalada en estos viajes, pero a partir de aquí hemos decidido pecar, pues los tomates son buenísimos. Tampoco faltó el riquísimo pan de Samarcanda, calentito, recién sacado de un horno de barro, todo acompañado por una botella de vino local. Estamos en Ramadán, pero en Uzbekistán se come y se bebe al mediodía. La herencia soviética pesa mucho y no solo en el idioma.

Qué pereza da ponerse de nuevo en marcha después de comer, con el calor que hace, pero hay que seguir. Menos mal que nuestro siguiente destino se encuentra en un punto más elevado en las afueras de Samarcanda. Se trata del Observatorio Mirzo Ulugh Beg, nieto de Tamerlán, que fue más famoso como astrónomo que como gobernante. Hacia el año 1420 construyó un inmenso sextante astronómico de tres pisos de altura, uno de los más grandes jamás construido, con el fin de medir las posiciones de las estrellas con una precisión sin precedentes. Cuenta con un pequeño museo. Muy cerca nos detenemos en un grupo escultórico dedicado a la Ruta de la Seda.

Bajo un sol de justicia vamos a la última visita, un amplio complejo que afortunadamente está muy sombreado. Se trata de la Necrópolis Shohi Zinda. El lugar resulta muy interesante debido a la veintena de mausoleos, recubiertos con mosaicos, con que cuenta. El complejo se basa en la tumba de Qusam ibn Abbas, primo del Profeta Mahoma, que trajo el Islam a esta zona. Su santuario es uno de los edificios más antiguos en Samarcanda y para mucha gente uno de los más bellos monumentos de la ciudad, por el colorido de sus baldosas de color azul verdoso. El viaje continúa.

De nuevo en Galicia: De la Costa da Morte a las Rías Baixas

En una reciente entrada comenté que iba a volver a Galicia y lo he hecho del 15 al 23 de julio. Ante todo he pensado en la seguridad, así que el objetivo escogido fue debido a la baja tasa de contagios, el buen clima y la excelente gastronomía. Eso sí, excluí la primera etapa en Viveiro debido a la situación en A Mariña. Como este año casi seguro que no viajaré en avión (por cierto todavía Lufthansa no me ha devuelto el importe del vuelo a Atenas en marzo), decidí alojarme en Paradores, cosa que hacía tiempo que no utilizaba. Debido a su alta ocupación y a la temporada altísima en Galicia, los precios han sido desorbitados, pero que se le va a hacer, Me parecía el lugar más seguro para alojarnos, además de darnos un capricho. Las medidas de seguridad han sido increíbles: desinfección constante, mucha amplitud y turnos para desayunos y cenas. La segunda medida ha sido evitar los habituales lugares en los que se concentra la gente. En resumen, hemos pasado dos noches en el Parador de Muxía, cuatro en el de Cambados y dos en el de Baiona. Un acierto.

630 km separan Leioa del Parador Costa da Morte, emplazado junto a la bella praia de Lourido, cerca de Muxia. Es un edificio de nueva planta y arquitectura contemporánea, que se desarrolla en varios niveles adaptados a la topografía de la ladera natural, con espectaculares vistas al mar. El más moderno de los Paradores, inaugurado el 25 de junio, está construido en terrazas con varias cubiertas vegetales. Diseñado por el arquitecto gallego Alfonso Penela, cuenta con una pequeña piscina, un excelente restaurante y dos ascensores inclinados que parecen sendos funiculares. Lástima de que aunque tuvimos unos días muy soleados, el fuerte viento hizo que no pudiéramos disfrutar ni de la terraza de la habitación, ni de la piscina.

16 de julio. Nos dirigimos al Cabo Vilán que, aunque lo vemos desde el Parador, dista 28 km ya que hay que bordear la ría do Porto. Sobre un promontorio de más de cien metros se alza un imponente faro, el primero electrificado de España (1896), cuya luz alcanza 96 km. El edificio anexo alberga salas de exposición y el Centro de Interpretación de los Naufragios de la Costa da Morte. Pensábamos caminar por la costa, pero el fuerte viento tiró a mi mujer, así que optamos por ir a tomar algo a Camariñas, donde nos sorprende que no se haya suspendido la procesión de la Virgen del Carmen. La verdad es que no hay aglomeraciones, así que saco unas fotos de los músicos y del barco que llevará a la Virgen, pero por si acaso no nos quedamos a la procesión y regresamos a Muxia.

Cuando terminamos de comer en Muxia, vemos que están saliendo del puerto los barcos de la procesión marítima de la Virgen del Carmen, que regresa a Camariñas. Tras tomar el café nos dirigimos a la Punta da Barca, un lugar lleno de encanto donde hay un pequeño faro y el santuario da Virxe da Barca. En la costa granítica hay dos emblemáticas rocas, la archifamosa Pedra de Abalar y la Pedra dos Cadrís. También subimos al mirador Jesús Quintanal, que cuenta con una curiosa escultura. Al día siguiente, antes de abandonar Muxia, nos desplazamos hasta el faro de Touriñán, distante tan solo 14 km del Parador, levantado en 1898 sobre los acantilados de Gaivoteira, en el punto más occidental de la España peninsular, más que Finisterre. Aquí si que podemos caminar un poco por las zonas no expuestas al viento.

17 de julio. 127 km separan el Parador Costa da Morte del de Cambados, en el que pasamos cuatro noches. En hora y media de viaje hemos pasado de los 21 grados de Muxia a los 37 que tenemos a nuestra llegada, así que optamos por pasar la tarde entre el aire acondicionado de la habitación, la sombra próxima a la piscina o el fresco patio interior. El Parador de Cambados ocupa el antiguo Pazo de Bazán, una elegante mansión solariega. Debido a la atención y simpatía del personal, nos hemos sentido como en casa, disfrutando de la gastronomía local y de unos buenos vinos Albariño y Ribera del Duero.

Capital del Albariño, Cambados es una preciosa y monumental población de la comarca de Salnés. Como tenemos cuatro días, la fuimos recorriendo a plazos, cuando el calor no apretaba. El lugar más emblemático es la plaza Fefiñáns, presidida por el pazo renacentista (siglo XVI), del mismo nombre. A ella también se asoma la iglesia de San Benito. Más tarde nos acercamos a la Casa Consistorial y recorremos los dos cascos antiguos, en los que aprovechamos para tomar algo o comer, mientras pasamos junto a elegantes pazos y numerosas esculturas urbanas. El último día, antes de marchar aprovechamos la fresca para caminar hasta las ruinas de la torre de San Sadirniño, deteniéndonos previamente en la zona de pescado del mercado, cuando todavía había poca gente.

18 de julio. No lo teníamos previsto, pero trasteando por Internet, mi mujer encontró una buena propuesta para realizar en un día caluroso. Se trata del PR-G 170 o Ruta da Pedra e da Auga (Ruta de la Piedra y del Agua), que parte de la cercana rotonda VG-4.2, en el concello de Ribadumia y concluye, tras 7 km de marcha, en el monasterio de Santa María da Armenteira. En un kiosko situado junto al aparcamiento de la salida, nos facilitaron un mapa con el itinerario, muy bien marcado, una antigua vereda que daba servicio a los molinos (muiños en galego), también utilizada por los romeros. La pista que luego se convierte en sendero, discurre paralela al río Armenteira, pasando por una treintena de molinos. En su primer tramo hay un área recreativa y la Aldea Labrega, que reproduce la vida cotidiana de un pueblo de la Galicia de principios del siglo XX. El camino resulta muy sombreado y en su tramo final, el de más pendiente, el río forma varios rápidos y pequeñas cascadas. Es la ruta utilizada habitualmente por Mariano Rajoy cuando pasa sus vacaciones en la zona. Y una cosa buena, al llegar, frente al monasterio, se encuentra el bar O Comercio, donde repusimos fuerzas. Para el regreso optamos por llamar a un taxi de Cambados. Por si os sirve os dejo el contacto: Santiago Pérez (tel 686 486 145). Fue muy legal y atento, además de proponernos una ruta para el día siguiente.

Domingo, 19 de julio, día caluroso y fecha en la que empieza a ser obligatorio el uso de mascarillas en la vía pública en Galicia. Siguiendo los consejos del amigo taxista nos desplazamos 23 km hasta el Parque Natural del río Barosa, accesible desde la N550 entre Pontevedra y Caldas de Rei. Aunque en los paneles proponen un itinerario circular subiendo por los molinos que hay junto a la cascada, esto no es posible, teniendo que realizar la primera parte de la ruta por el lado izquierdo, de ida y vuelta, entre los Muiños de Abaixo y el puente San Breixo, pasando junto a varios molinos. Aquí comienza el segundo tramo, este si circular, hasta el puente de Bua, bordeando el río, que proporciona hermosos reflejos. Al completar el círculo nos detenemos a tomar un Albariño en el Muiño de Valerio, que también da comidas. Al regresar al punto de partida paramos de nuevo en las cascadas (fervenzas de Barosa), de 30 metros de caída, muy concurridas como piscinas naturales por la gente que acude a pasar el domingo y realizar una comida campestre. Esta ruta es muy sencilla y sombreada. En primavera tiene que resultar espectacular contemplar las cascadas que ahora llevan poca agua.

20 de julio. Hace dos años recorrimos el sendero de Pedras Negras, en O Grove, regresando a esta península para conocer nuevos lugares, eligiendo primero el castro marítimo Adro Vello, distante 22 km de Cambados. De aquí parte la ruta de Adro Vello (PRG-115), un sendero circular de poco más de 3 km, fatalmente señalizado. Primero discurre bordeando las playas de Carrero y Area Grande, para luego pasar a una zona rural del interior, teniendo que caminar por carreteras y pistas poco transitadas para regresar al punto de partida. Nuestro siguiente destino está a tan solo 6 km. Se trata del miradoiro de Con da Hedra, al que accedemos por un cómodo camino para disfrutar de un entorno de hermosas rocas de granito. Cerca del aparcamiento hay una granja de vacas cachenas, que cuentan con enormes y puntiagudos cuernos. Concluimos los paseos a tan solo 2 km, en el miradoiro de A Siradella, para contemplar la famosa Pedra Cabaleira, enorme roca granítica, y una fantástica vista sobre A Lanzada. Para comer hemos elegido O Grove, población que parece desolada cuando en estas fechas suele estar abarrotada. Son los efectos del COVID.

21 de julio. Tenemos un corto viaje de tan solo 82 km para trasladarnos hasta el Parador de Baiona, en el que pasamos las dos últimas noches. Ocupa un edificio construido en el interior de la Fortaleza de Monterreal, con unas espectaculares vistas sobre las islas Cíes. Cuenta con piscina, cafetería y dos restaurantes, en los que disfrutamos de la excelente gastronomía gallega (el pulpo lo bordan). Se pueden realizar sendas rutas, de unos 3 km, recorriendo tanto el perímetro exterior de la fortaleza, como sobre la muralla que rodea el recinto interior del Parador, contemplando las torres, puertas, baterías, baluartes y restos de otras edificaciones. La construcción más destacada es la Puerta Real, del siglo XV. También son dignas de mención las torres del Reloj, del Príncipe y de la Tenaza.

22 de julio. En las cascadas de Barosa coincidimos con una persona de El Rosal que había ido allí a pasar el día, que nos recomendó ir a su municipio para realizar la Ruta dos Muiños do Folón e do Picón (PR-G 94), distante 32 km de Baiona. La ruta tiene 3,5 km recorrido por los molinos del Picón y del Folón, declarados Bienes de Interés Cultural. Os recomiendo iniciar la ruta desde el centro de información, que estaba cerrado, siguiendo el curso del río Folón hasta contemplar el primer grupo de 8 molinos superpuestos a los que hay que ir subiendo por unas losas en forma de escalera con mucha pendiente. Cuando crees que has terminado, aparece otro grupo de 14 molinos, así que hay que seguir subiendo. Realizamos una travesía en horizontal y descendemos más suavemente pasando por los 14 molinos de Picón, dispuestos en zig-zag. Hace mucho calor y no hay casi sombras, así que hemos sudado mucho en este lugar que me ha gustado mucho pues nunca había visto algo similar. Es mejor realizar esta ruta en primavera, pues los molinos están rodeados de pequeñas cascadas. Ya que estamos a poco más de 10 km, nos dirigimos al Castro de Santa Trega, situado sobre la población de A Guarda, un lugar que me encanta y que forma parte de los “10 lugares únicos de Galicia”. Llegó a acoger a 5.000 personas en el siglo I aC. Finalmente subimos a lo alto del monte Santa Trega, donde hay un par de bares y una ermita, además de poder disfrutar de una magnífica vista de la desembocadura del río Miño, fronterizo con Portugal.

Aprovechamos que estamos a poco más de 30 km para cruzar la frontera y dirigirnos a la vecina Fortaleza de Valença para hacer alguna compra. Qué tristeza da ver este lugar, siempre tan concurrido y ahora prácticamente vacío. Antes de llegar a Tui nos hemos detenido a comer el menú del día en un sitio digno de citar, el restaurante Novo Arroio, situado al borde la carretera, donde se come bien por 9 euros, así que está siempre a tope. A media tarde regresamos a Baiona. El 23 de julio tenemos 695 km por delante para regresar a Leioa.