El PP de Feijóo

El mayor éxito político de Núñez Feijóo hasta el momento es que ha sacado del foco a Vox. El PP ha renunciado a luchar por el espacio de la extrema derecha y ha ensanchado su base: “El PP de Feijóo se dispara en las encuestas: los populares podrían igualar los 137 diputados de Rajoy en 2016” (República.com). Los sondeos de momento son amables con los de Génova 13 (que seguirán en el edificio que Casado quería vender o alquilar) pero lo más importante es que existe ya una sensación generalizada de que el gobierno español de coalición se desinfla sin remedio. Feijóo va ganando, a derecha y a izquierda, casi sin competir.

Los bancos sin gente

La gente es un problema para la banca: intentan repelernos de las oficinas, a golpe de clic, app y cajeros automáticos (veremos cuánto duran). E incluso su propia gente resulta molesta al sector: “Caixabank, Sabadell y BBVA ahorran 280 millones tras la salida de 10.000 trabajadores. Pese a pagar casi 3.150 millones por los despidos, Caixabank, Sabadell y BBVA consiguen reducir sus gastos de personal en apenas doce meses” (Economía Digital). Es como si más abajo del consejo de administración de turno, todas y todos les sobráramos. Esta aversión al factor humano tiene mala pinta pero, a corto, genera buenas cifras.

La semana de cuatro días

“La semana laboral de 4 días ‘te cambia la vida’”, y para bien, claro. Eso aseguran quienes han participado en el experimento de ocho semanas en el Reino Unido, el más grande hasta el momento. “Puedo hacerlo sin sentirme culpable” es la frase más importante del reportaje de la CNN. Las y los participantes se comprometían a mantener el 100% de su productividad en el 80% de su tiempo y reconocen que al principio resultó un poco caótico contar con plazos más cortos. Ahora toca comprobar que, efectivamente, la producción no se resintió, y lo más importante: si empresas y trabajadores acuerdan mantener esa semana de cuatro días.

“Content babies”

Llevamos años viéndolos, y ahora que es verano y el contenido de otro tipo baja y sube el de las y los influencers, los vemos más: son los “content babies”. Mort los define así en Twitter: “Las criaturas paridas para hacer dinero para sus padres en redes sociales”. Esas y esos menores que salen en Instagram admirando la capacidad de sus progenitores para generar una foto bonita en la que colar alguna marca, y a quienes desde hoy podemos poner nombre. En su hilo, este veterano tuitero recordaba también que “los primeros content babies estaban llegando a ya a la mayoría de edad y partiendo peras con la familia que les ha explotado”.

Instagram recula

Aunque no sigamos cuentas de influencers vemos sus posts en Instagram: la red social ha apostado por mostrarnos constantemente contenido que podría gustarnos… Y que ha acabado cansándonos: “Instagram recula y no mostrará tantos posts recomendados” (Trecebits). En su intento por neutralizar a TikTok convirtiéndose en el TikTok de los más mayorcitos, la red social de fotografía se ha pasado de frenada. Lo reconoce su propio director, Adam Mosseri, que es el que ha anunciado esta marcha atrás. Ya no veremos lasañas de croquetas rebozadas ni familias numerosas superhappy y random en Ibiza o Bahamas. O no tantas.

La culpa es del asesino

Especialmente en Euskadi es necesario recordar que la culpa de un asesinato es del asesino. Eso de culpabilizar a la sociedad vasca ya lo inventó Franco, lo actualizó Aznar y lo saca del fondo del cubo de la ropa sucia cualquiera de Vox que ande falto de ideas. Del mismo modo, el culpable de la muerte de un vendedor ambulante en Italia es de quien le asesinó, quien le dio los golpes mortales. Señalar a la ciudadanía que no intervino ante una violencia extrema es pasarse de la raya desde la silla en la que escribes el tuit o titular. Seguro, además, que muchas personas que asistieron al asesinato llamaron a la policía, la ambulancia e incluso testificarán.

El “milagro”

Joan Laporta es un tío muy hábil: lo demostró en la campaña que le devolvió al sillón presidencial del FC Barcelona, lo ha demostrado para fichar pese a la ingente deuda del club, y lo demuestra incluso inventando términos: las “palancas” que le han permitido llevar a grandes jugadores al Camp Nou son en realidad ventas de partes de los ingresos futuros del club. Pero Laporta, que es muy hábil, insisto, juega con ventaja: sabe que más adelante podrá paliar la falta de ingresos con otras “palancas” porque este Barcelona juega y ficha (o lo intenta) con ventaja. Contra todo y contra todos, un año más.

Sin soltar el “piti”

La crónica de Julián Aguirre para el diario mallorquín Última Hora es, simplemente, maravillosa: retrata a Froilán, nieto y sobrino de reyes de España, perfectamente y con una amabilidad pasmosa. “Froilán no es de madrugar, pues salió del palacio a media mañana”, empieza el relato de “un lobo de mar” que no suelta el cigarro ni sobre la tabla de paddle surf con la que se había acercado, no sin dificultades por el ejercicio físico, a una lancha llena de chicas. Todo ello sin quitarse la camiseta. La espuma de la sociedad que se parece más a la de la cerveza que a la del jabón perfumado. La España que no madruga.

No podrá reciclarse como “streamer”

No creo que a Froilán de Marichalar y Borbón le vaya mal en la vida ni aunque se dedique a tirarla por la borda de la lancha de unos amigos. No creo que, a malas, tenga que reciclarse como streamer. Y por si acaso se lo piensa (su hermana, Victoria Federica, es ya una influencer), que sepa que la cosa está regulinchi: Twitch, como YouTube en su día, se ha convertido ya en un espacio en el que unos pocos famosos se llevan la parte gorda del pastel y quienes se quedan con las migajas pasan hambre. Una vez más, el star-system se reproduce (más bien, se clona) y quienes sueñan con ser como Ibai Llanos pueden vivir una pesadilla.

Hay un Twitter de pago (y yo no lo sabía)

Había oído que iban a ponerlo en marcha pero no me constaba que ya estuviera funcionando: lo cierto es que me he enterado de que Twitter de pago existe cuando han anunciado la primera subida de facturas. No creo que sea una persona desinformada sobre las novedades de Internet, pero esto me ha pillado por sorpresa. En Trecebits explican qué ofrece la red social a cambio de cinco dólares mensuales: “Modificar un tuit publicado dentro de una ventana de tiempo, disponer de iconos personalizados, sustituir la imagen del perfil por un NFT o añadir artículos sin anuncios en la red Twitter Blue Publisher, entre otros”.

¿Quién manda en el hambre?

“En mi hambre mando yo” siempre me ha parecido una frase estupenda. Eso es empoderarse. Yo puedo decidir, que vivo en Euskadi y en democracia. Pero en Ucrania no pueden hacerlo: “Un misil ruso alcanza el tren de la ONG del chef José Andrés en Ucrania. José Andrés asegura que no hay heridos y explica que el misil alcanzó un vagón lleno de comida” (Vozpópuli). Y en el hambre del mundo también pretende mandar Putin, reteniendo toneladas de grano. ¿Cómo se justifica esto? ¿Qué manual del buen progresista hay que leer para encontrar una respuesta a semejante extorsión? ¿Piensa en esto quien pintarrajea una “z”?

No es tan difícil explicarlo

Entiendo perfectamente el titular de El Confidencial: “Ni en la izquierda ni en la derecha: los españoles no quieren sacrificios por la transición ecológica. Apoyan la lucha contra el cambio climático, pero se oponen a la subida de impuestos a la gasolina o a la prohibición de los vehículos diésel, más allá del partido al que voten”. Lo mismo puede pasar en Euskadi. Y en Francia. Y en el Reino Unido. Y en cualquier sitio en el que sepamos que los más ricos son los que más contaminan con carreras espaciales alocadas, pasatiempos en Oriente Medio incomprensibles o fábricas supercontaminantes a todo trapo en China o Rusia.

Por ejemplo

Mi humilde furgoneta familiar es un vehículo cada vez más contaminante que tiene el acceso restringido en ciudades como París o Madrid y que tendré que reemplazar, quiera o no, pueda o no permitírmelo, por un vehículo eléctrico (que también consume, y entre todas y todos acabaremos haciendo del uranio el nuevo petróleo). Pero si lo que me compro es un Bugatti, no tendré problema en que sea de motor de combustión más allá de 2035 gracias a la conocida como “Enmienda Ferrari” impulsada por eurodiputados italianos. Es decir: la gasolina será solo para las y los más ricos y la incomodidad, una vez más, para las y los de siempre.

Igual ellas y ellos sí pueden

Tengo una teoría que, como la mayoría de las teorías que tengo, no se cumplirá. Pero vamos con ella: tengo la impresión de que después de un verano sin freno, a partir de otoño volveremos a una especie de confinamiento. Pero no por el virus, sino por el gasto que hemos hecho y el que nos viene. Y cuanto más tiempo pasamos en casa, más tiempo pasamos mirando el móvil. Y cuanto más tiempo pasamos mirando el móvil, más ganan las y los influencers, que ya hoy “cobran casi un 100% más que antes de la pandemia” (Trecebits) y gracias a algo que llevamos tiempo reclamando en el sector: más transparencia.

Monstruos agigantados

Estamos alimentando a monstruos, a millonarias y millonarios que se mean en el resto del mundo, modelos de consumo y de negocio basados en una sociedad y una economía virtual, muy poco real y menos realista. Solo así se explica que una empresa que operaba con criptomonedas haya alcanzado los casi 6.000 trabajadores en todo el mundo, aunque ahora serán 1.000 menos porque los despidos por la caída del valor ya han empezado. Es lo que ha pasado en Coinbase, que en 2021 tuvo un crecimiento loco gracias a la burbuja de las monedas virtuales y ahora despide vía e-mail al personal. También, 100% virtual.

Sí, el problema son las armas

No soy un mojigato, ni un equidistante, ni un cándido que tuitea desde una terraza o el sofá de su casa “no a la guerra” mientras no quiere mirar de frente las fotos y noticias que mandan las y los periodistas desde Ucrania. Pero eso no significa que me gusten las armas, que justifique la violencia (como muchos han hecho y hacen todavía hoy a nuestro alrededor) o que piense que un modelo que las permite es mejor que uno, como el vasco, que las censura: en EE.UU. las armas de fuego ya son la principal causa de muerte entre niños y niñas, y jóvenes. Y por lo tanto, de sufrimiento en millones de familias cada año.

Volvemos a la política

Después de la triste evidencia norteamericana, volvemos a la política española, donde la realidad también es triste porque se está llevando por delante a un partido político completamente, pero no las vidas de menores de edad: “Ni uno de los gobiernos de coalición entre PP y Ciudadanos (Madrid, Murcia, Castilla y León y ahora Andalucía) ha durado lo suficientemente como para agotar la legislatura”, tuiteaba Marta Monforte con tino. La desaparición de Ciudadanos es inevitable. Solo queda saber cómo bajará Inés Arrimadas la persiana de un partido que sirvió solo para cebar al monstruo ultra.

Que hable el PP. Pero que hable claro

Con la desaparición de Ciudadanos, evidentemente, el panorama en la derecha española se simplifica, y la carta neoliberal la recoge el PP sin disimulo (el programa económico de Vox se mueve entre la broma y el drama). El partido naranja también ha servido para cebar ese discurso, por cierto, que Núñez Feijóo, en sus primeros pasos como líder electo, ha expuesto con aplomo. Julen Bollain, al respecto, tuiteaba algo tan sencillo como certero: “No vale de nada que alguien diga que quiere bajar los impuestos si no dice: (1) qué impuesto quiere bajar. (2) A quién quiere bajárselo. (3) Cuánto dejará de recaudar. (4) De dónde recortará”.

¿Había que intentarlo?

Mordidas como las de Alberto Luceño y Luis Medina al ayuntamiento de Madrid son injustificables. Pero tampoco podemos olvidar la presión sobre quienes tenían que gobernar de sindicatos y personal sanitario para que trajera, como fuera y de dónde fuera, material médico en escasez. En los primeros meses de la pandemia el gasto preventivo estaba asumido (y fue el caladero de los más jetas), pero también hubo inversiones que desde el primer segundo parecían prescindibles: “Adiós a Radar Covid en España: la fracasada app de Indra que costó 4,2 millones de euros y registró un 1% de todos los positivos” (Genbeta).

¿Si nos vamos de Twitter?

No tengo ninguna expectativa sobre Twitter después del anuncio de que lo va a comprar a Elon Musk. Espero que siga todo igual o peor, es decir, que pierda cierto interés porque los cambios no sean los esperados, por el desgaste de la propia plataforma y porque, como le sucede a Tesla, la competencia vaya mejorando prestaciones: en Trecebits ya dan hasta nueve alternativas a Twitter. La más conocida y parecida es Mastodon. Para mi sorpresa, Plurk sigue funcionando. Y las otras soluciones son menos directas: Reddit, Tumblr, grupos en Telegram o, la más sorprendente y a la vez, más sencilla, que es volver a Facebook.

«Carta abierta a Camilo José Cela»

En Vanitatis han abierto un concurso de literatura infantil llamado así: “Carta abierta a Camilo José Cela” y Marina Castaño, su eterna viuda (aunque ahora Enrique le llena el vacío), ha escrito un modelo para que las y los pequeños vean cómo se hace. Prefiero pensar eso, aunque no haya ni una sola prueba de que ese concurso existe, a admitir que Castaño se haya ofrecido voluntaria a ponerse en ridículo con un texto infantil, hilarante para cualquiera que lo lea y logre salir de la estupefacción, en el que mezcla un aparente simplismo mental con una esperada ideología algo más que conservadora y que, por dejar, deja mal hasta a Cela.

Libertad para elegir tribunal

En este frío domingo de enero otra mujer se presta a rescatarnos del aburrimiento con su particular estilo: “Ayuso se equivocó de tribunal al presentar su recurso contra el Gobierno por el reparto de los fondos europeos”. En concreto, “presentó un recurso en la Audiencia Nacional cuando tenía que haberlo registrado en el Tribunal Supremo”. Lo más gracioso, o todo lo contrario, es que se queja de haber recibido poco menos de mil millones cuando “de esos 994,6 millones de euros, solo ha ejecutado, por el momento, 18. Parte de este dinero ha sido utilizado para ahorrarse el dinero destinado a las becas universitarias” (Público).

Que no sean de chiste

Candidatos hay muchos pero si tengo que elegir el texto me ha arrancado una carcajada esta semana me quedo con este en El Mundo Today: “Elena de Borbón pregunta si la mujer con la que está Urdangarin es ahora su hermana”. No solo eso: “Pide que, de ser así, se la presenten ‘porque necesito saber si ella es la hermana mayor o la menor’”. En el digital satírico siguen: ‘¿Nos llevamos bien?’, ha preguntado con curiosidad”. Y añaden: “Hasta que se aclare este asunto, Elena de Borbón no se hablará con Cristina de Borbón ‘porque si no es mi hermana no quiero tener nada con ella y además no quiero que intente aprovecharse de mi familia’”.

Necesitábamos a Daniel Fernández

Si los chistes sobre la casa real española hacen un poco de justicia al gasto que nos generan, los que hace Daniel Fernández los necesitábamos: el cómico está acertadísimo con su serie de vídeos en los que comenta los muchos consejos que pululan por TikTok. Jóvenes que no saben nada de la vida pero con miles de seguidores dan lecciones con una seguridad que genera cierta ternura y ganas de guasa. Y de esto último Fernández tiene para hacerte reír hasta llorar. Su canal en TikTok, precisamente, es un éxito, pero su salto a Twitter ha sido definitivo para que le conociésemos casi de casualidad y nos enganchásemos a su personaje.

El fin del humor, en esto, es buena noticia

Llevo tantos años convirtiéndome lentamente en un viejo cascarrabias que nunca me gustó ese tono pretendidamente gamberro y gracioso de las marcas en redes sociales. Nunca. Incluso reconociendo el acierto de algunos chistes aislados la estrategia me parecía absurda: una marca en Twitter o Instagram tiene que informar de sus novedades y ya. Ahora empieza a haber cierto consenso: en Trecebits leemos que “un estudio llevado a cabo por la compañía Real Talk, señala que la mitad de los usuarios de Twitter considera que emplear el humor en la red social, por parte de empresas y cuentas corporativas, es algo que está ‘pasado de moda’”.