Marruecos, también

No me sorprendió lo de Qatar y tampoco lo ha hecho lo de Marruecos: alguno de los eurodiputados acusados de aceptar sobornos de la dictadura que ahora alberga el Mundial también podría haber recibido generosos detalles de Rabat para influir. “El Catargate abre ya una caja de Pandora que podría ser mucho mayor”, adelantan en Público, y no les falta razón: La justicia belga ha abierto el melón sobre las posibilidades de influencia de países y, por qué no, de empresas en el Parlamento Europeo. Una cámara muy importante, decisiva, y muy alejada del control y la presión mediático necesarias.

Solo el fútbol

De Marruecos me quedo con el fútbol y con las celebraciones de quienes conviven con nosotras y nosotros, y han sabido jalear a su equipo sin provocar ningún desperfecto grave en el mobiliario urbano. Pero su gobierno, lo hemos visto durante toda la vida, deja mucho que desear a casi todos los niveles. También su propaganda, con la que intenta lanzarse como líder del mundo árabe gracias al Mundial (y con el permiso de Qatar): “Durante mi paso por Qatar vi muchas banderas de Palestina, pero no encontré una sola bandera saharaui… Una causa olvidada para los propios árabes. ¿Alguien ha visto alguna?”, tuiteaba Mikel Ayestaran.

“Os creéis dioses”

Yo no sé qué se cree Pablo Iglesias, pero sí sabemos, porque no se corta, lo que va opinando del periodismo (él lo hace mejor) y algunas y algunos periodistas en concreto. Su cruzada contra la prensa, la misma que le ayudó a llegar donde está, ni es justificable ni es justa (esta vez, le ha tocado a Iñaki López). Si uno escribe, como hago yo cada día, como hace él, tiene que aprender a leer (lo que digan de mí). Lo que no resulta razonable es que Iglesias pretenda que él y las y los suyos estén por encima de la opinión, por injusta que esta sea. Por cierto, ¿cuándo hablamos de cómo ningunea él a Belarra como líder de Podemos?

Algo no está bien hecho

No dudo de las buenas intenciones de Irene Montero cuando impulsó su cambio legislativo, como no lo dudo de casi ninguna política o político. Pero es evidente que en el caso de la ley del “solo sí es sí” algo no está bien hecho: “El Supremo rebaja a la mitad la condena de un abusador de menores por la ley”. “El número de condenados que se ha visto beneficiado por el nuevo marco de penas asciende al menos a 60”. Me desagradan por completo las y los periodistas que alientan el alarmismo, pero frases como esta de El Periódico de España tienen que provocar una reflexión, por lo menos: “12 personas han sido excarceladas”.

Son de chiste

Que Vox vuelva a pensar en Santiago Abascal para liderar otra moción de censura después de no haber encontrado a una candidata o candidato no político seguro que ha dibujado una sonrisa a Sánchez o Núñez Feijóo, y a mucha más gente. Pero la que da para la carcajada es esta nota de Europa Press: “Vox votará en contra de los Presupuestos de Ayuso en la Comunidad de Madrid”. Entre sus argumentos, el partido de extrema derecha asegura que “no pueden votar a favor ni abstenerse ante ‘un presupuesto de la izquierda con el PP’”. Son de chiste, es cierto, pero también son quienes han vivido muy bien siendo fachas de toda la vida.

El reino de la picaresca

Es evidente que a Bildu se la han colado: Aizpurua ha vendido la trasferencia de Tráfico a Nafarroa como un logro propio cuando, como recuerdan en Newtral (de allí, de Madrid), en 2019, con el mismo PSOE, “el acuerdo de investidura con el PNV incluye la transferencia”. La misma transferencia. Así que para el gobierno español, ceder en algo que ya había cedido ha sido fácil. Lo significativo del caso es la venta que ha hecho la coalición: ni siquiera les sonaba el anuncio, solo hace unos años, del PNV. Tampoco lo buscaron en Google. Es la consecuencia de creer que las negociaciones en Madrid empezaron contigo.

PP y Vox

PP y Vox ya gobiernan juntos una autonomía, y la extrema derecha ya gobierna varios estados de Europa, así que, sí, veo perfectamente posible que PP y Vox se alíen para gobernar España. Y no me extrañaría que los de Abascal ocupasen algunos ministerios. No podemos olvidar cómo es el país en el que eligen a la mayoría de los diputados de Vox (ni Euskadi ni Galiza mandan diputados ultraderechistas, y Catalunya solo dos, tantos como del PP), ni la ambición del PP de recuperar el gobierno español a cualquier precio, literalmente. Pero el PP, sin Vox, no tiene nada que hacer. Y eso es lo importante. Lo más importante.

Personajes como estos

El acoso y derribo al gobierno de PSOE y Podemos es flagrante: representantes de Vox, pero también del PP, lanzan acusaciones de trazo grueso y perfil democrático muy bajo, como si no costara (pero tienen que tener un coste), y tuiteros, presentadores, informadores y contertulios las relanzan: personajes como Pablo Motos que se arroja, como un Cruzado, a una batalla unipersonal que suma a la guerra colectiva. Mr. Insustancial me representa con su tuit: “No he visto en mi vida el programa de Pablo Motos. Es algo que debería avergonzarme siendo del gremio pero, la verdad, odio el batiburrillo ese que se montan”.

Todo puede empeorar

El PSOE trolea a Bildu, el PP marisquea con a Vox, Pablo Motos participa abiertamente en la campaña de desprestigio a una ministra, pero todo puede empeorar: “Mientras estabais aquí distraídos con lo de Pablo Motos que sepáis que Musk se ha puesto a suspender cuentas de prominentes antifascistas estadounidenses a petición del ultraderechista Andy Ngo, porque por supuesto esto es lo que significa ‘free speach’”, tuiteaba Shine McShine (y es fácil encontrar referencias en Google sobre esta historia). Así evoluciona Twitter: sin personal para hacer más ética la herramienta y con personas que, activamente, la hacen menos ética.

Vamos a contarlo bien

No es que a mí me caigan especialmente bien quienes viven de proclamarse antifascistas. Antifascista se es o no se es, en todo momento y en todo lugar, no vale solo con declararlo y mostrarse activista, cada uno, de su propio antifascismo. Esa guerra por su cuenta (como la de Pablo Motos pero más hipócrita) se ve muy bien en el caso de Rusia: “Ser conservador o tradicionalista no es malo ni bueno per se, pero aquellos que apoyan las políticas del Kremlin desde posiciones de izquierda llevan una buena pedrada en la cabeza”, tuitea Ricardo Marquina, periodista que trabaja allí, no uno que se informa en Twitter y Telegram.

Es indecente

Es indecente, y así debemos señalarlo, que un digital serio como República trate la posible entrada de la ultraderecha en el gobierno español con normalidad: “El PP lograría entre 147 y 151 diputados y podría tener una mayoría holgada con Vox”. No lo hace solo este medio y no es exclusivo de los que se leen únicamente on-line. Todo intento de blanqueo o normalización de lo peor que le ha pasado a la humanidad, la ultraderecha, debe ser denunciado y tratado como merece. No hay otra opción. Y quien crea que sí la hay se retrata como colaboracionista y, por supuesto, persona, empresa o institución que se siente cómoda con el fascismo.

Es su Diada y su Procés

Después de lo fracturado que ha llegado el bloque que fue independentista en Catalunya (ahora ERC es autonomista y en Madrid, de la mano de Bildu, muy, muy posibilista), las 150.000 personas que se juntaron para celebrar la Diada dieron una muestra clara, sobre todo, de que su realidad es particular. Y pese a que muchos, especialmente desde la izquierda abertzale, han intentado asimilar el Procés con nuestro proceso independentista, más lento y con mucho más terrorismo, este 11 de septiembre ha quedado claro que no es posible. Su camino (que iniciaron solos a petición de los propios catalanes) es solo suyo.

La derecha no tiene plan

Estoy de acuerdo con Cristina Monge en que resulta “un serio problema” (Público) que la derecha no tenga “un plan”. Los partidos conservadores en Europa y el mundo, es evidente, se han dejado comer la tostada por la extrema derecha, no han sabido combatirla. Y ahora son rehenes del argumentario ultra, se ven obligados a hacer un populismo con el que no se sienten cómodos y a abrazar un neo-neoliberalismo que parece tener como fin último el colapso de nuestra civilización. La derecha, sin duda, necesita un plan, una reflexión y un liderazgo que señale, sin dudar, a la ultraderecha como el mayor enemigo.

Rusia y su propaganda

No nací ayer: no tengo pruebas (de momento) pero tampoco dudas de que Ucrania ha contado con apoyo de la inteligencia europea y/o estadounidense para lanzar su exitoso contrataque. Pero de ahí a lo que está diciendo la propaganda rusa y exponen en Nexta (un medio que ha hecho un seguimiento de la invasión inclinado hacia el invadido pero con bastante fidelidad a hechos que después de han confirmado), hay un trecho. Según un canal de Telegram que difunde lo que conviene al Kremlin, hay militares de la OTAN, rubios y negros, combatiendo al ejército ruso. Esto es muy sencillo: cada uno decide con qué mierda quedarse.

Solo se ha muerto una reina

Viví con interés la información que iba surgiendo el día que se murió Isabel II: me resultó interesante conocer los nombres de las diferentes operaciones para asegurar la sucesión y me sorprendí con que Carlos fuera nombrado Rey. La segunda jornada de información la seguí, ya, con resignación menesiana. A partir de la tercera me cuesta entender qué interés tiene ver un coche fúnebre atravesando media Gran Bretaña (de hecho, no entiendo el paseo real del cuerpo). Solo se ha muerto una reina, no podemos olvidarlo, la que más tiempo ha encarnado ese anacronismo, es cierto, pero paso ya de avivar el interés por las coronas.

Un post extraordinario

El post de Juan Ignacio Pérez, “Vidas fútiles”, es extraordinario. El exrector de la UPV/EHU recuerda que estar de acuerdo con las medidas de ahorro y cumplirlas es algo lógico y correcto, pero que el sistema perverso en el que vivimos, al mismo tiempo, nos obliga a consumir para que la rueda económica (y con ella, la de los impuestos y los servicios sociales) no se detenga. “Estamos atrapados en una noria en la que somos el ratón” es una realidad incontestable. Tanto como esta otra: “Se trata de vivir”, pero la tensión entre lo económico, lo solidario y lo que necesitamos (dejar de despilfarrar) nos impide hacerlo.

No, no es “la derecha”

Me da igual que el PP suba. Me da igual que el PSOE y Podemos se la peguen. Me da igual que Ciudadanos desaparezca. Me da igual que PNV y Bildu puedan sumar 11 escaños en el Congreso si las elecciones se celebrasen hoy, según Vozpópuli. Lo que más me preocupa de la noticia es el titular que han usado en el digital: “El efecto Feijóo y el aguante de Vox disparan a la derecha a los 188 escaños”. Vox no es “la derecha”, y naturalizar y cepillar la suma de ambas opciones beneficia especialmente a la fascistada y, a corto plazo, al PP. Quien escribe, quien valida, quien publica y quien tuitea este titular deja claro qué es.

Sí son terroristas

Del mismo modo, quien se presenta armado y organizado para atemorizar deja claro lo que es: “Simpatizantes de Trump armados se reunieron afuera de la oficina del FBI en Phoenix, Arizona, después de lo que llamaron la búsqueda ‘ilegal’ en Mar-a-Lago, residencia del exmandatario” (CNN). Son terroristas que pretenden infundir miedo con sus armas de asalto compradas legalmente junto a munición como para empezar una guerra contra cualquier muestra de inteligencia. Es evidente que EE.UU. tiene un grave problema, y nuestra dependencia hacia el gigante del Oeste hace que también lo tengamos.

Esto también es lo que parece

Podíamos esperarlo y ha sucedido: después de que en Podemos hayan señalado desde su origen a periodistas con nombres y apellidos, en redes sociales pero también en otros formatos (una práctica, por cierto, muy bien replicada por Bildu y Vox), ahora sabemos que el primer gobierno en el que están las y los de Belarra “podrá multar a periodistas por publicar secretos salvo que los jueces los protejan. La nueva ley de secretos oficiales fija sanciones de hasta tres millones de euros por difundir documentos clasificados” (El Confidencial). La puerta que se ha abierto es de esas que te llevan a un pasillo negrísimo y terrorífico.

Es excesivo

No voy a hacer leña del árbol caído esta semana: bastante tiene Borja Escalona con aguantarse a sí mismo y cargar con su propio victimismo. El youtuber ha tenido que abrir otro canal porque la plataforma le ha cerrado aquel en el que se pitorreaba de una camarera en un vídeo con el que provocaba una serie de críticas virtuales tan negativas como falsas a un local de hostelería. Todo por no pagar una empanadilla. Ahora, sin canal y con una denuncia del bar (después de que publicase otro video asegurando que “que todo estaba pactado”, según Faro de Vigo), Escalona cree que el bullying que sufre es excesivo. Y estoy de acuerdo.

Esto no va así

Luis Rubiales contrató a una agencia de detectives para que siguieran al subdirector del diario El Mundo y, así, saber quién era la fuente que Esteban Urreiztieta manejaba. Por lo que parece, el presidente de la RFEF no consiguió su objetivo, pero ahora sí se lleva el escarnio de parecer un tipo con actitudes mafiosas que no se entera de qué van las garantías que aseguran el derecho a la información. Y de propina, la demanda del periódico, que defiende a su empleado. Pero no es el único: en el lodazal de Twitter hay políticos que llevan años señalando a periodistas que no les gustan, al más puro estilo Rubiales.

Que alguien avise a Belarra, por favor

“Belarra contra Sánchez: ‘No se perciben objetivos políticos claros en la coalición’”, leo en El Independiente y, rápidamente, pienso en que estaría bien que alguien con mucho tacto (es decir: no sirvo yo) avise a la secretaria general de Podemos de que ella también forma parte de ese gobierno de coalición, que es la máxima representante de uno de los dos partidos y que algo tendrá que decir también sobre los objetivos de la coalición. ¿O el único objetivo de ambos partidos es sobrevivir y llegar a la siguiente curva del camino para ver qué viene después y cómo lo sortean? Porque es lo que parece desde hace mucho tiempo.

Ser concejal de Vox

Si un partido pierde casi la mitad de sus concejales en tres años, sin que medien elecciones municipales, y pese a que ese partido haya alcanzado su mayor cota de poder (el gobierno de coalición en Castilla y León), algo va muy mal en ese partido que, evidentemente, es Vox. En la pieza de El Español que ha llegado a Menéame hablan del férreo control sobre cualquier acción o comunicación municipal y de la imposición de mociones pensadas a nivel nacional, para explicar la salida de concejales (más de 200 de un total de 530) que, en su día, accedieron a representar a la ultraderecha en sus propios municipios. Ahí es nada.

Otra burbuja

Me sorprende ver la naturalidad con la que la juventud, tan preocupada por la precarización del mercado laboral al que acceden, no tenga ningún reparo en participar de esa precarización contratando servicios de envío de comida rápida por medio de “riders”. Una precarización que se autoalimenta y que, además, es un artículo de lujo, realmente (no lo puede ser menos tener esclavos por momentos): en Xataka encontramos una especie de revolución de algunos restaurantes que ofrecen precios más bajos e incluso descuentos cuando el pedido de comida es directo, sin pasar por esas apps que tanto, tanto daño hacen sin que lo parezca.

¡Es mi oportunidad!

He llegado a una edad en la que puedo leer tantas novelas al año de autores a los que conozco como clásicos de la literatura. Simplemente, mis coetáneos que soñaban con escribir han acumulado sabiduría, experiencias y contactos para hacerlo, y admiro a todos ellos. Cuando les leo pienso que mi mayor miedo si lograse escribir una novela (algo para lo que no estoy capacitado) es que me leyesen. Pero después de leer la pieza en Magnet sobre las cifras de ventas de libros he encontrado consuelo: “el 86% de los títulos que salen venden menos de 50 ejemplares al año”. “Solo el 0,1% vende más de 3.000 copias”.